A fines de los ’80, cuando irrumpió en la escena musical, era única: una adolescente irlandesa andrógina con una voz sobrenatural, una cara exquisita, la cabeza rapada y los borceguíes rotosos. En 1990 se hizo terriblemente famosa gracias a la versión de “Nothing Compares 2 U”, la balada de Prince que parecía encarnar la desolación del desamor no sólo gracias a su voz sino a su extraordinario e íntimo video. Sinéad O’Connor atravesó de todo desde entonces: ser considerada la mejor cantante del mundo hasta romper en TV la foto de Juan Pablo II pasando por escándalos que a veces ella buscaba, y otros que eran, sencillamente, coletazos de misoginia. Ella, sin embargo, siguió sacando discos, jamás se calló la boca y ahora viene a la Argentina por primera vez a presentar I’m Not Bossy, I’m The Boss, su último trabajo, además de repasar su carrera. Antes, le dio una entrevista exclusiva a Radar: de buen humor, mientras escribe su esperada autobiografía, habló del papa Francisco, su reciente fascinación con el blues, la relación con su madre abusiva y (a medias) de por qué ya no canta la canción que la convirtió en una estrella.
› Por Sergio Marchi
Es una monja. O una cobra. Puede ser una leona. También una desequilibrada, una madre abnegada de cuatro, una líder religiosa y política. La figura de Sinéad O’Connor se presta a una multitud de denominaciones, equívocos, malos entendidos y teléfonos descompuestos. Después de todo, la fama es eso, y ella fue una de las primeras estrellas mujeres de los ‘80, con su ropa suelta que evitaba marcar el cuerpo, la cabeza rapada, los borceguíes: cuando apareció, no había nadie como ella. Y en tres décadas de tumultuosa carrera, la propia Sinéad ha sido el combustible con el que se alimentó su legendaria estampa de inestabilidad. A su lado, Madonna se sonroja, y eso que Madonna es ladina, atrevida y quirúrgicamente inteligente. Pero cuando Sinéad O’Connor rompió la foto del Papa frente a cámara, la monja pasó a ser Madonna. Y ya sin doble sentido: “Es una falta de respeto”, dijo, como si “Like a Virgin” hubiera sido la historia de su conversión al celibato.
Chica terrible, muñeca brava, mujer neurótica, víctima universal, sobreviviente, Sinéad O’Connor no juega a esas cosas. Las encarna y a menudo se inmola en nombre de algo que se parece a una verdad muy personal e insondable, terreno lindante con la honestidad sin filtro. Tiene una baraja impardable en su voz, capaz de astillar los vidrios de cualquier teatro, aunque le pongan un frontón de lana de vidrio. Es afinada, es expresiva, es dramática: es una chica superpoderosa que se aproxima a los 50 años (le falta uno y medio), lanzando carcajadas como si fuesen llamaradas al fantasma de la vejez, del que se ríe en sus shows utilizando una remera que tiene una sola y letal palabra: abuela. Y le dedica una canción a su nieta como si fuera Mirtha Legrand.
Radar se aproxima a la charla telefónica con Sinéad, que aguarda el llamado a su celular en Dublín en una cabaña situada al fondo de su jardín, como el inseguro domador que se acerca al león en el circo, látigo en mano, pero con la silla temblándole en la otra. Si Madonna puede triturar a un periodista que demuestre la menor inseguridad, Sinéad es capaz de carbonizarlo con un suspiro de banshee, aquella criatura mitológica que Borges describió como “menos una forma que un gemido que da horror a las noches de Irlanda”.
Falsa alarma: Sinéad tiene ganas de conversar y ya su entusiasta saludo inicial derrite los preconceptos. Ya es noche cerrada en Dublin, y cuenta que estuvo todo el día escribiendo y que eso le ha producido un poco de “fiebre de cabaña”. “Me gusta escribir, pero encuentro que el proceso es muy solitario –describe Sinéad O’Connor–; te la pasás escribiendo, y cuando tenés un rato libre, seguís escribiendo. Me siento un poco encerrada, pero a la vez me parece un proceso muy interesante y lo disfruto a mi manera. Lo estoy haciendo sola, sin ayuda de ghost writer o algo por el estilo. Descubrí que es un trabajo muy antisocial el ser un escritor. Esa es la parte rara y la que me cuesta. Trabajo solo seis horas pero como me corrijo a mí misma, eso me termina por agotar.”
La cantante irlandesa está escribiendo sus memorias, que en principio publicaría en el mes de marzo de 2016, a través de una conocida editorial. “Tengo que entregar el libro en enero del año que viene, pero ya voy más o menos por la mitad. Lo hago en mi tiempo libre, cuando los chicos están en el colegio o están durmiendo. Entonces escribo, escribo, escribo y no veo nunca a nadie. ¡Es como una trampa! Me está agarrando la famosa cabin fever, porque en verdad trabajo en una especie de cabaña que tengo en el fondo del jardín, que también es el lugar donde toco y compongo canciones.”
Una autobiografía de Sinéad O’Connor es una idea irresistible porque seguramente tiene mucho para contar. Como si su carrera artística y sus declaraciones estridentes no alcanzaran, también amenazó con revelar todas las suciedades de todos los hombres con los que tuvo una relación íntima, algunos de ellos muy célebres. Pero eso pareció fulbito para la tribuna mediática. Seguramente va a referirse a algunos puntos ineludibles de su derrotero vital: el momento en que destruyó la foto del Papa frente a las cámaras de Saturday Night Live, el abucheo que recibió en el Madison Square Garden durante la celebración de los treinta años de carrera de Bob Dylan, la tormentosa relación con su madre que fue motivo de algunas de sus canciones más flamígeras, sus peleas mediáticas con U2 pero en especial con Bono, sus ideas feministas, sus opiniones políticas y teológicas. Pero no quiere anticipar nada. “Fue el primer consejo que recibí: no digas nada antes que el libro se publique”, se ataja.
El 14 de junio, la O’Connor pisará por primera vez un escenario argentino. Dice no saber nada del país, salvo que “los hombres argentinos son extraordinariamente guapos; al menos, es lo que me han dicho”. Pero la palabra “Argentina” le es sumamente familiar, según revela, y no sólo porque la cantó en su álbum de versiones, Am I Not Your Girl?, donde figura el clásico de la ópera Evita, “Don’t Cry For Me, Argentina”.
“Es una canción muy especial para mí porque le encantaba a mi madre, y cuando no se sentía bien o estaba enferma, yo se la cantaba. Después la grabé en el disco, y también la hice en vivo, por lo tanto es un tema que canté toda mi vida. Desafortunadamente, mi madre murió cuando yo tenía diecinueve años, pero le hubiera encantado saber que recibí una carta de Tim Rice en la que me contaba que, en su opinión, mi versión de ‘Don’t Cry For Me, Argentina’, fue la mejor de todas. Yo la hice diferente, porque otras vocalistas la cantan muy fuerte, pero a mí me cuesta un poco estar de acuerdo con ese enfoque. Es discutible, dadas las circunstancias que Evita atravesaba en aquel tiempo. Mi versión no es perfecta, y ni por las tapas es la mejor, pero a mí me gusta porque el personaje de la obra es muy frágil, y la canción parece prestarse para un tono fuerte y desafiante. El modo en que yo traté de trabajar el personaje en la canción fue más bien triste, en vez del tono que siempre se le da de desafío o impiedad, aunque de alguna manera es una canción muy terrible.”
La irrupción de O’Connor en la constelación de mujeres cantantes de los ‘80, fue como una ráfaga de viento ártica; grabó su primer disco solista a los veinte años, embarazada de siete meses: The Lion And The Cobra, portador del hit “Mandinka”, donde menciona un ritual de entrega y a la tribu africana del mismo nombre, idea que sacó del libro Raíces, un best-seller de los ‘70, escrito por Alex Haley. Eran tiempos de cantantes comprometidas como Tracy Chapman, que cantaba sobre una revolución (hablada), o Suzanne Vega que denunciaba el abuso infantil en su inolvidable “Luka”. Sinéad, en cambio, separaba los tantos; dejaba la música en paz, pero ante los micrófonos de prensa se transformaba en vocera de las causas más diversas: abuso infantil, desigualdad entre hombres y mujeres, discriminación. El tremendo éxito de su versión del oscuro tema de Prince, “Nothing Compares to U”, amplificó esa voz extramusical. El video que hizo de la canción la muestra a cara lavada y en primer plano, apropiándose para siempre de ella, sobre todo por la lágrima que rueda, espontánea, sobre su cara casi adolescente. Es una desgarradora canción de amor perdido y añorado, que ha jurado jamás volver a cantar.
Ante su mención, y a través del teléfono, se percibe más que tensión, un tenue fastidio de la banshee. “¿Por qué no googleás alguna de las respuestas que di en otros reportajes? Es siempre lo mismo. No pienso volver a cantarla, y contesté tantas veces esa pregunta que me aburre. Te pido disculpas, no quiero sonar maleducada, pero en serio: lo dije tantas veces que cualquier cosa que encuentres en internet sirve como respuesta. Usá lo que quieras: tenés mi permiso.” Y es verdad, lo que dice invariablemente en diversos reportajes es que ya no conecta con ella. Estamos hablando de una canción que en 1990 era casi un himno mundial del desamor. “Me es imposible conjurar el estado de ánimo que yo tenía cuando la canté. Y aparte, una de las reglas del bel canto, antigua escuela, es no cantar una canción con la que uno no pueda establecer una conexión emocional.” Punto y aparte.
Bossy es un vocablo inglés que suele ser irritante, sobre todo para las mujeres. Significa mandona, y se puede extender su uso a autoritaria. Sinéad lo explica a su manera. “Bossy es cuando sos mujer, estás en un lugar de jefatura, le das instrucciones a la gente y no te da bola. Entonces, si te enojás y sos mujer, sos ‘bossy’. Pero, eso, a un hombre no se lo dicen.” Sheryl Sandberg, directora operativa de Facebook, inició una campaña para prohibir la palabra “bossy” por considerarla discriminatoria hacia la mujer. Y a Sinéad le gustó tanto la idea que utilizó uno de los slogans para titular su último álbum: “I’m Not Bossy, I’m The Boss”, que se traduce claramente como “no soy mandona, soy la jefa”. “En el momento en que elegí el título –explica la irlandesa–, estaba atravesando algunas dificultades con esa cuestión, las cuales han cedido. O sea: lo entendieron. ¡Pero no soy muy mandona, eh!” A la jefa no se le discute.
La inspiración para este último disco, publicado el año pasado, fue tan buscada como un hijo. Sinéad está de acuerdo con que su música sufrió un cambio de dos años a esta parte, exactamente cuando editó How About I Be You (And You Be You) en 2012, que contiene un reggae delicioso llamado “4th and Vine”. “Creo que ese cambio se produjo porque estoy más vieja, y también por haberme dedicado a escuchar canciones realmente muy buenas desde el punto de vista de la composición. Sobre todo blues de Chicago, música muy antigua que estudié en detalle. Algunas de mis canciones parecen blues en reversa. Me dediqué a escuchar esas canciones veinticuatro horas por día, los siete días de la semana durante dos años. Simplemente, me enamoré de ellas. Nunca antes me había puesto a escuchar esa clase de música, pero no me gustan tanto las canciones tristes sino aquellas que podés bailar. Entre John Lee Hooker y Muddy Waters, por ejemplo, me quedo con John Lee Hooker. Ahora si me ponés entre Howlin’ Wolf y B. B. King, estoy entre la espada y la pared: elegiría a los dos... ¿Por qué se le ocurrió investigar en el blues? Al tener Sinéad un profundo sentimiento religioso que ha manifestado de diferentes maneras en muchas oportunidades, podría parecer que es una forma de acercar a la música religiosa de los negros: el gospel. “No lo sé, creo que es lo mismo que cuando un chico se ve inspirado por sus padres para hacer algo nuevo, o por sus abuelos. Así como esta vieja música también proviene de lo que había previamente. Jamás había escuchado, al menos de esta manera, blues antes de 2012. Y fue todo un descubrimiento pero, insisto: no me gustan las partes tristes. El gospel sin embargo, no me influyó para nada.” Una de las canciones más pegadizas de I’m Not Bossy... es “Take Me to Church” (Llevame a la iglesia), “pero esa canción no es religiosa, es muy personal; el estribillo habla de una relación más que de una religión. En cambio, en los versos sugiero que es una canción que trata sobre canciones que hablan de relaciones. No es una canción sobre religión, aún con ese título, aunque no lo creas. Todas las canciones del disco tienen que ver con mi visión personal de las cosas, más que con una opinión fundamentada sobre ellas. No diría que soy yo, pero tampoco que es un personaje: en las canciones, puedo ser las dos cosas”.
Cuando a Sinéad no le gusta algo, lo demuestra inmediatamente, y muchos periodistas del mundo han sido testigos de sus cambios de humor, cosa que no sucede en esta conversación. Pero cuando no quiere contestar, en vez de enviar al reportero a la mierda lo deriva a Google. Hurgando en el buscador se pueden encontrar montones de citas de O’Connor sobre los más diversos temas, entre ellos, la religión, algo sobre lo cual Radar fue advertido: se pidió muy amablemente no tocar ni ese tema ni cuestiones políticas. De todos modos, perdura el recuerdo de aquella vez que rompió la foto del Papa Juan Pablo II frente a las cámaras de televisión. Y en internet surge el dato de que Sinéad fue ordenada como sacerdote en 1999 por la Latin Tridentine Church, que si bien no es reconocida por la Iglesia Católica, vale como muestra de su vocación. En aquel momento se transformó en la Madre Bernadette Mary (su segundo y tercer nombre de bautismo), pero lejos de consagrarse a la castidad como se pensó, volvió a la vida pública como cantante.
Tiempo después, a mediados de la década pasada, editó dos álbumes donde retomó el sentimiento religioso: Throw down Your Arms (2005) y Theology (2007), donde intercala sus propias canciones devocionales con otras ajenas como “We People Who Are Darker than Blue”, de Curtis Mayfield, y la rastafari “Rivers of Babylon”, un tema original del grupo reggae The Melodians, que está basada en salmos de la Biblia. En la charla, Sinéad reconoce una fuente más profana para la elección del tema: “Es una canción que cantábamos en la escuela, pero obviamente hacíamos la versión de Boney M., que estaba de moda. Yo hice dos versiones de la canción en Theology, una eléctrica y más lenta, y otra acústica y muy calma, que es la que más me gusta. Lo que yo quería era representar la dualidad de la canción para mí, porque la conocí como un tema pop, pero en realidad era un reggae”.
Y charlando en el borde donde lo musical y lo religioso confluye, sale naturalmente el nombre del papa Francisco, oriundo de Argentina, lugar que la O’Connor pisará en breve. ¿Le molestaría brindar una opinión sobre él? Se le da la opción de no responder. “Oh, no –dice, con una pizca de entusiasmo–, me gusta el Papa actual. Me hace reír. Y eso es bueno, dice cosas muy divertidas. Debe haber sido un chico muy travieso cuando niño ¿no?”
Amén.
Aunque su fama de mujer difícil se haya extendido a lo largo y a lo ancho del mundo musical, a Sinéad nunca le faltaron quienes quisieran trabajar con ella. Su voz puede vencer cualquier prejuicio, y el primero en solicitar sus servicios fue Matt Johnson, el líder del grupo The The, que la quería de partenaire para su canción “Kingdom of Rain”, la historia de una pareja que acepta que el fuego del amor se ha extinguido. “Fue increíble trabajar con él. Yo era muy joven, estaba bastante asustada pero Matt fue muy bueno conmigo. Yo tenía diecinueve, dieciocho años y estaba fascinada con él. Honestamente, estaba petrificada. Pero la canción era tan buena, tan linda, tan honesta en términos de composición, aunque describe la historia de una separación, que todo fue muy fácil. Yo me sentí absolutamente honrada de trabajar con Matt, pero sobre todo me conmovió la gentileza con la que me trató dado que yo estaba completamente paralizada. Es una canción completamente inusual, en el sentido de que parece casi una obra de teatro. Mi miedo, ahora que lo charlamos, también tenía que ver con que es una canción adulta, y yo era muy joven como para haber tenido esa experiencia necesaria como para darle ‘carácter’. Entonces tuve que ‘actuarla’, cantar como si en verdad hubiese atravesado algo así.”
Un poco más adelante, el que se animó a buscarla como contrafigura, fue Peter Gabriel, que ya tenía exitosa experiencia en la materia por haber hecho “Don’t Give up” con Kate Bush. Sinéad fue elegida para “Blood of Eden”, y la dupla fue tan exitosa que hasta lo acompañó en algunos tramos de la gira presentación del álbum que la contenía, Us. Pero desafortunadamente, ciertos problemas (aparentemente hubo una ligazón sentimental que terminó en intento de suicidio por parte de ella) le impidieron llegar al final del tramo sudamericano, y fue reemplazada muy exitosamente por Celeste Carballo. “Cantar con Peter fue gran experiencia, pero no recuerdo la situación en el estudio; creo que ese recuerdo específico fue borrado por la cantidad de veces que la canté en vivo con él. De nuevo, me gustan mucho esas canciones que son de a dos, como una obra de teatro, y que reflejan una relación entre dos personajes. Es genial cuando encontrás una canción así, que es como una conversación.”
¿No sería entonces algo bueno que hiciera un álbum de duetos? “Sí, pero lo voy a hacer cuando sea muy vieja. ¿No te parece que ésas son cosas que uno hace de viejo? Pero no te ofusques, buena idea, estaba bromeando.” Más allá de la chanza, Collaborations fue un disco que reunió todos los trabajos que O’Connor hizo en conjunto con otros artistas como invitada o invitando. El elenco es sensacional; además de los ya mencionados The The y Peter Gabriel, figuran canciones con Moby, U2, Asian Dub Fundation y el grupo de Ian Dury, The Blockheads. “¡Yo era su fan! New Boots And Panties!! es el mejor título de un álbum en toda la historia musical. Pude conocerlo poco antes de su muerte.” Sinéad realizó un maravilloso trabajo con The Blockheads en el tributo a Ian Dury, en el que también participaron Paul McCartney, Madness y Robbie Williams. Ella cantó “Wake up And Make Love with Me”, que le quedaba como de sastrería. Lo mismo sucedió cuando Massive Attack la convocó para cantar tres temas en el disco 100th Window. “Nuevamente, yo estaba asustada, en este caso porque ellos habían trabajado con una vocalista como Tracey Thorn en ‘Protection’, que me encanta: es fantástica. Entonces tenía por un lado el susto, y por el otro la alegría del sueño cumplido porque siempre había querido trabajar con Massive Attack. Gente adorable, se portaron muy bien conmigo; cada vez que me notaban nerviosa, me ayudaban a relajarme y perder el miedo.”
Entre los diez discos de estudio que componen la discografía de Sinéad O’Connor hay uno que sobresale por su crudeza. Podría decirse que Universal Mother de 1994, fue el disco primal de la década, y solo comparable en su tono confesional, dolorido y en carne viva, con Plastic Ono Band de John Lennon (también de ascendencia irlandesa). Ambos cantaron hasta el paroxismo sobre sus traumas más profundos y los expusieron a la luz brutal del espectáculo público. Al igual que John, el gran tema de Sinéad fue su madre, y lo trató sobre todo en el tema “Fire in Babylon”, quizás uno de los picos artísticos de su carrera. La idea no es hablar sobre ella, que murió en un accidente automovilístico en 1985, cuando Sinéad ya había abandonado su hogar y se refugió en un convento, escapando de la violencia de aquella terrible mujer, sino del efecto terapéutico que puede tener sobre alguien el poder exorcizar sus traumas por medio de una catarsis musical.
“Te hablo desde mi propia experiencia: el hecho catártico en sí puede que sea importante. Pero lo que cura tus heridas es hacer canciones, cantarlas, escribirlas. Y por supuesto, cuando te estás recuperando de haber sido abusada de chica, eso es algo realmente importante. Es por eso que al final del disco puse una leyenda que decía una cosa como ‘lo siento mamá, pero este fue un disco muy frontal’. El abuso infantil es algo que se relaciona con millones de personas en el mundo. Fue un álbum tan doloroso que, al final, sentís pena por la ‘madre’ en el disco. Pero al mismo tiempo, no podés hacer un omelette sin romper algunos huevos ¿entendés?”
Lejos de la idea de la misa, de la sesión psicológica en público y otras variedades, el show de Sinéad O’Connor en Buenos Aires será, según las palabras de la propia artista, “algo muy simple: una recorrida por mis discos de una hora y media”. Conocida por su aprehensión a los largos viajes, despeja toda clase de intranquilidad: “Ya no tengo miedo de subirme a un avión: pude superarlo. Porque encontré la contrapartida y es que en el avión no hay fans, no hay e-mails, no hay niños. Y puedo estar tranquila”.
Sinéad O’Connor toca el 9 de junio a las 21 en el Centro de Convenciones de Rosario (Santa Fe), Bv. Oroño y Av. Circunvalación, y el 12 de junio en el teatro Gran Rex, Corrientes 857. Entradas desde $ 300.
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