Dom 31.05.2015
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DESPEDIDAS. LA MUERTE DE ADRIáN NIEVAS, EL CANTANTE DE ADICTA

LA VOZ SINTÉTICA

› Por Natali Schejtman

Cuando se conoció que Adrián Nievas, más conocido como Toto, fue hallado muerto el domingo pasado, una de las reacciones más visibles en las redes sociales fue citar distintos versos de sus canciones para despedirlo. “El mundo siempre queda y el que dice adiós sos vos” (“Beta”, Adicta); “No se olviden de mí / no se dejen caer / no lo intentes comprender” (“Calendario”, Adicta); “Vivir o morir por estas horas te aseguro me da igual/ Busco ese descanso de las cosas que son parte de estar acá”. (“Por estas horas”, Ciudadano Toto)

La amargura de los fans y amigos de Adicta y de Toto solo parecía encontrar algún consuelo en esas letras atormentadas, trágicas pero a la vez impregnadas del destello de una fe complicada: en algo, en alguien, a veces en lo que podría haber más allá de la muerte, en cierto humor negro, otras tantas en la música.

En todos sus años arriba de los escenarios, Toto armó su propio genio y figura. Un héroe desvaneciente, un compositor fino e impredecible, una voz brillante y negra, como de glitter oscuro. Y un letrista desgarrado, pero también irónico.

Rudie Martínez, su coequiper en Adicta, pero también una especie de socio simbiótico arriba y abajo del escenario durante más de una década, recuerda que lo conoció mucho antes de que arrancaran con la banda, en el año 93. El pasaba música como DJ en un bar de La Plata, Tinto a Go Go, “una especie de Einstein platense”, cuando Toto se le acercó y le dejó una cinta. Rudie se enamoró de sus canciones, después de escucharlas en pleno ensayo con su grupo Víctimas del Baile. Lo llamó al día siguiente. A partir de entonces se hicieron amigos. Antes de Adicta, que se armó en el 99, Toto tuvo su banda, Increíbles Ciudadanos Vivientes, y luego se unió a Rudie y Fabio “Rey” Pastrello, que venían de San Martín Vampire. Esa especie de hermandad entre Rudie y Toto terminó de afianzarse cuando pensaron en hacer una banda juntos. Rudie armó unas bases y le pidió a Toto que armara algo encima. Toto trajo las letras de “Nuevo Rock” y “Beta”, dos canciones indispensables no sólo de Adicta sino de la historia del más nuevo pop argentino. A partir de ahí todo fue trabajo fuerte y rastrillaje de cuanto escenario underground hubiera para tocar.

En el show, Adicta –con Toto como frontman– salía con plumas y maquillaje, y ese glam argento se tensaba cuando él hablaba entre tema y tema. El mismo que había cantado y bailado una canción tecno como “Ocaso”, con el torso flaquísimo casi desnudo, ajustado en una remera de red, y esa voz tan especial que podía pasar como la voz de una mujer o un androide arengaba después del tema como si estuviera en una cancha. No ocultaba en nada su tono barrial, hasta chabón, más allá de lo lejos que estaba eso de su propuesta artística. Ese contrapunto era también Adicta: furia y sofisticación, a cargo de los dos diseñadores de atmósfera como Rudie y Toto. Sus movimientos arriba del escenario eran extremos. Se podía acostar en el suelo ante la intensidad de una canción, sentar al borde del escenario para materializar aquel “tecno de fogón” que caracterizó a la banda o bailar desenfrenadamente con la forma de una efigie egipcia. Con su cuerpo hacía de todo, y su cuerpo también era el territorio de su lírica en su proyecto solista Ciudadano Toto. En “Lo que enferma”, una de las joyas de su pop, hablaba de “no quiero dejar de disfrutar lo que enferma”. En “Suicidio”, especulaba con un escenario post mortem algo kafkiano: “Yo me quiero esconder / Pero no estar ausente. / Que no dejes de oir / que respiro a tu lado”.

Y estaba esa voz. Femenina y ruda, pero también robótica: moderna. “Una voz sintética”, dice Rudie, en alusión a una canción de Increíbles Ciudadanos Vivientes, pero especialmente a esa voz que le resulta cautivante: “Su voz era una síntesis de todo lo que habíamos oído y todo lo que queríamos oír, una síntesis de cosas lindas. Creo que es el mejor cantante, el mejor expresionista. Cuando el underground no sabía cantar una nota ahí estaba Toto para cantarla”.

De Adicta, que se separó en 2012, y de su trabajo cotidiano con Toto también recuerda el esfuerzo y la sensación de entendimiento absoluto: “Trabajábamos mucho, tipo oficinistas. El venía con una canción nueva y yo le decía a ver qué tenés, era pensar en música 24 horas al día, yo lo llamaba y le preguntaba qué te parece que me ponga un sombrero para el show, bueno, entonces yo me saco el sombrero, era diversión, música, jugar a ser estrellas de rock. Yo lo recuerdo en las cosas lindas, el laburo, jamás teníamos un centavo, no teníamos ni para comer, pero grabamos ‘Miedo’. No teníamos para el colectivo, pero íbamos al show vestidos de Dolce & Gabbana trucho, pero siempre con sonrisas, divertidos”.

Una vez que Adicta se separó, hubo para Toto un tiempo de parate, introspección y limpieza. En 2014 había vuelto con su proyecto solista Ciudadano Toto y un nuevo disco, Flores, brillos y arcoiris, que estuvo presentando en vivo. En la web ciudadanototo.com, en la que mantenía vínculo con sus seguidores, iba subiendo canciones y hasta comunicaciones en primera persona. El disco combina estilos variados y hasta incluye algo de cumbia electrónica. A pesar del título irónicamente pum-para-arriba, hay en las letras una indagación en el lado B emocional de la vida, cosa que caracteriza su poesía: la fragilidad fresca y no especialmente melancólica.

A partir del domingo, muchos seguidores de Adicta y de Toto comparten una tristeza profunda en las redes sociales, programas de radio en homenaje, juntadas para escuchar su música. Esa música que hoy retumba de un modo más desolador que nunca, pero que al mismo tiempo es el mejor cobijo para recordar y aplaudir al artista gigante que va a estar detrás de ellas para siempre.

El martes 30 de junio a las 21 está anunciado un show a beneficio de la familia de Toto Nievas en Niceto (Niceto Vega 5510), organizado por los ex Adicta junto a músicos invitados.

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