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CINE Después de muchos años de películas fallidas –los últimos– el director indio M. Night Shyamalan, que se hizo ultrafamoso en 1999 con la inolvidable Sexto sentido parece volver al redil con The Visit (Los huéspedes), su nueva película que se estrena la semana que viene. Con bajo presupuesto y el uso de found-footage (la estética favorita del terror más popular), el director propone una historia familiar donde no sólo los lazos afectivos provocan el terror sino también los trastornos cognitivos de la vejez, en una jugada arriesgada y sumamente inquietante.
› Por Ariel Alvarez
Pocos films de los últimos años han causado discusiones tan acaloradas a poco tiempo de su estreno como The Visit, la última película de M. Night Shyamalan, que llega a las salas locales el 12 de septiembre. Las revistas especializadas, los foros de discusión, los blogs, todos están hablando de esta película y su director. Y no es para menos. Desde 1999, cuando Shyamalan hizo su espectacular aparición en las ligas mayores del cine con Sexto sentido (su tercer film), sus producciones han sido foco de interés y de observación casi microscópica.
Aquel thriller sobrenatural que mostraba la relación entre un psicólogo (Bruce Willis) y su paciente, un atormentado niño (el debutante Haley Joel “veo gente muerta” Osment) fue un éxito de taquilla impresionante: a la fecha lleva recaudados más de 700 millones de dólares. Los fanáticos, que se multiplicaron rápidamente, se convertieron en seguidores devotos. Y la crítica lo adoraba, entonces. Dos nominaciones a los Oscar, cosa rara para una película de género, a mejor director y mejor guión original; y una para el pequeño Osment, como mejor actor de reparto, colocaban al film en un lugar de prestigio en la historia del cine paranormal. Y marcaba a fuego el estilo y la carrera de Shyamalan, que se volvía el “maestro de los guiones con vuelta de tuerca”, con una seguidilla de películas en las cuales una revelación (generalmente al final) cambia por completo toda la historia que habíamos visto hasta ese instante.
Pero lo que en principio parecía una decisión estética, se convertiría en una pesada carga llena de fanáticos demandantes y críticos que lo aman y lo odian a la vez. Todos juntos exigen que deje de hacer siempre lo mismo y que siga haciendo lo que sabe hacer mejor. Y se lo piden a la vez.
Con Shyamalan ya convertido en una celebridad del cine en el año 2000 llegó Unbreakable (El protegido), la historia de un hombre (de nuevo Bruce Willis) que es el único sobreviviente de un accidente de tren –y sin un solo rasguño. Junto al raro personaje que interpreta Samuel L. Jackson comienzan un viaje de autodescubrimiento apasionante: es un particular homenaje al mundo del comic y de los superhéroes y quizá su mejor película.
La siguen Signs (Señales, 2002) una de extraterrestres con Mel Gibson a la cabeza y The Village (La aldea, 2004), el punto de quiebre entre sus seguidores más fieles y el final del romance con la crítica: es que el final es tan inverosímil que lo acerca al absurdo, al chiste. Shyamalan se convertía en alguien que no podía escapar de la estructura de películas centradas en giros ingeniosos y, lo que es peor, estos se volvían obvios y previsibles para sus detractores y sus fans; y el ataque no era injustificado. Pese a esto el éxito comercial lo acompañaba hasta que, como en sus películas, un acontecimiento inesperado cambió las cosas: su primer fracaso llegó con Lady in the Water (La dama en el agua, 2006). La película apenas recaudó 3 millones de dólares más que su presupuesto.
Cansado de las opiniones adversas y de los fanáticos que se lamentaban por la pérdida de calidad, Shyamalan declaró en 2008: “Una percepción equivocada acerca de mí es que hago sólo películas que tiene una vuelta de tuerca al final o que todas son de terror. No, mis películas son espirituales y tienen una perspectiva emocional”. Y ese mismo año se decidió a filmar The Happening (El fin de los tiempos) un ¿thriller ecológico?, que de tan malo e inentendible se convirtió involuntariamente en una comedia (poco divertida, además) pero que también fue un buen negocio. El odio masivo llegó con The Last Airbender (El último maestro del aire, 2010), una película basada en una popular serie de animación, que fue pensada para ser una franquicia que finalmente nunca sucedió. Y Shyamalan se hartó: “Me rindo. Ya no quiero gustarle a todo el mundo”, declaró. “Ya no estoy dispuesto a preguntar a nadie si mis películas le hacen feliz. Ya sólo intento ser fiel a mí mismo y seguir adelante”. Y siguió con la aburrida After Earth (Después de la tierra, 2013), una megaproducción de ciencia ficción protagonizada por Will Smith y su hijo, Jaden. Pero tampoco cumplió con las expectativas.
Este año quizá sea el más innovador en la carrera de Shyamalan, después de mucho tiempo. Probó con el mundo de las series de tv con Wayward Pines, protagonizada por Matt Dillon y emitida en nuestro país por el canal Fox. Y en agosto asombró a todos con The Visit (Los huéspedes). Muchos rankings de películas, de esos que sirven sólo para llenar espacio (pero no por eso son menos divertidos), han aparecido de a montones en las páginas de las revistas de cine a raíz del estreno de este film, que se convierte así en una de las “25 mejores películas con twist (vuelta de tuerca) de la historia” (sólo para citar uno), y en la mayoría de estos hay más de una película del director indio.
Quizá The Visit sea producto de todo lo dicho. Shyamalan se decidió a filmar esta película de bajo presupuesto (el segundo más bajo de su carrera después de su debut en 1992 con Praying with Anger) y optó por cambiar algunas cosas de manera drástica. The Visit es su film más violento, en el cual se juega por llevar las enfermedades mentales propias de la vejez al terreno del terror, cosa que funciona muy bien. Rebecca (Olivia DeJonge) y Tyler (Ed Oxenbould) son dos hermanos que viajan para pasar una semana con sus abuelos a quienes no conocen, ni siquiera por foto, ya que su madre huyó de casa hace muchos años y no volvió a tener contacto con ellos. Rebecca está filmando un documental sobre su familia tratando de entender el alejamiento de su madre y el abandono de su padre. Y todo comienza a cambiar debido al raro comportamiento de los ancianos. John, el abuelo (interpretado por Peter McRobbie), que parece tener Alzheimer u otro transtorno cognitivo les pide a los niños que no salgan de su habitación por la noche ya que la abuela Doris (Deanna Dunagan) sufre del llamado “síndrome vespertino”, por lo cual su modo de actuar es algo extraño de noche. La actuación de Dunagan, más conocida por su larga carrera en tv, es lo más aterrador de esta película que, de a ratos, tiene tonos de comedia histérica. Y la cruel idea de usar el deterioro de la edad como disparador de miedo funciona en más de un nivel –en el narrativo, en el emocional, en el de encontrarle un nuevo factor –políticamente incorrecto, además– a lo siniestro. Shyamalan escribió en su cuenta de Twitter que había preparado tres finales diferentes. Uno era “pura comedia”, el otro “puro terror” y finalmente uno que “estaba en un punto intermedio”. La decisión por este último fue de lo más acertada. Aunque la vuelta de tuerca, que existe, quizá resulte un poco empalagosa. O demasiado.
Y también hay un cambio radical en su estética. Shyamalan siempre se ha caracterizado por un montaje casi milimétrico de sus planos, pero esta vez optó por el found-footage, el estilo de moda en el horror. Todo lo que se ve es filmado por la cámara de Rebecca. También hay vuelta de tuerca, claro está, pero queda relegada a un segundo plano por el estado de desesperación y locura creciente que plantea un guión inteligente. Para sus fans y parte de la crítica, The Visit es un regreso de Shyamalan al buen camino. Hubo que esperarlo bastante, hay que decirlo. Por eso, a pesar del entusiasmo de algunos de sus fans, mejor es tomarse este “regreso” con calma y esperar a ver si continúa dando (buenas) sorpresas o vuelve a los trucos algo tramposos.
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