Dom 20.12.2015
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PERSONAJES > SE EDITó ¿ACASO TE MOLESTA EL RUIDO QUE RETUMBA EN MI SESERA?, LA AUTOBIOGRAFíA DE STEVEN TYLER, EL CANTANTE DE AEROSMITH Y SUPERESTRELLA CON BRILLO PROPIO

IRSE DE BOCA

› Por Ariel Alvarez

“Soy poeta, pintor, adicto a las drogas, una persona que aprende algo nuevo cada día…y ahora… ¿Escritor?, ¡me estás jodiendo!... Exótico, neurótico, ¡Lo que quieras!” Así dice el prólogo de ¿Acaso te molesta el ruido que retumba en mi sesera? (Malpaso), la autobiografía recientemente distribuida en Argentina de Steven Tyler, quien por más de 30 años ha sobrevivido (literalmente) a la experiencia de ser el frontman de Aerosmith, una de las bandas más desquiciadas de la historia del rock, lo que es decir bastante. A los 67 años, Tyler abre su enorme boca para contar sus verdades y lo hace a su manera: con un estilo de escritura que parece una montaña rusa, un relato tan zigzagueante como frontal y directo. Es un viaje desbocado, que tiene todo lo que se espera de la biografía de una estrella: sexo, drogas y rock and roll, por supuesto. Pero hay mucho más que eso.

La historia comienza tranquila con su infancia en el Bronx neoyorquino donde el joven Steven Victor Tallarico era acosado en la escuela por ser el chico con “labios de negra” y por eso adoraba huir de la ciudad todos los veranos para pasar sus vacaciones en el campo, en New Hampshire, lugar que marcó su vida y al cual siempre vuelve. Ahí se sentaba debajo del piano de su padre y escuchaba los cuentos que le leía su madre, la mujer más importante de su vida. Y fue ahí donde conoció a Joe Perry (guitarrista de Aerosmith), su “gemelo tóxico” como los llamaría la prensa años después. Y Steven se deja llevar por la narración, perdido en medio del bosque, lleno de música, y va y viene en el tiempo dentro del relato, y es que el espíritu turbulento y de máxima velocidad de Tyler está presente en cada una de sus palabras.

En este ir y venir (al igual que en el escenario Tyler no para de moverse; al principio, confiesa, era por miedo a que un fan loco le pegara un tiro) hay muchas páginas dedicadas a los músicos que lo han influenciado y a explicar técnicas musicales, vocales y compositivas. Cuenta el proceso de creación de muchas canciones desde que fueron apenas un riff o una frase. Resulta sorprendente en su minuciosidad: es que, además del descontrol, es la biografía de un músico: “El blues, ¡el bloooze! Esa enfermedad del corazón… el diabólico motor del rock, la matriz de los hiperamplificados Aerosmith, y el sonido de mi propia alma”, escribe. Las anécdotas de como surgieron “Dream On”, “Sweet Emotion”, “Walk This Way” y “Dude (Looks Like a Lady)”, todas canciones que son clásicos, también son usadas por Tyler para contar la relación con los otros miembros de la banda, otorgándose a sí mismo el lugar de una especie de Dios Generador de toda la historia. Y es que el viejo Steven padece de LSD: Lead Singer Disorder (desorden del cantante líder), como el mismo llama a su egocentrismo descarado y encantador. De todos ellos destaca Joe Perry: “Toda mi vida había buscado mi gemelo mutante; quería tener un hermano. Somos gemelos polares. Somos totalmente opuestos. Joe es frío, por sus venas corre anticongelante Freon, yo caliente, caliente como los calabreses. Joe es un bicho. Yo soy un boludo”, dice Tyler a la vez que reconoce que lo quiere y que sin él sería la mitad de músico de lo que es. Una historia de amor-odio, un jugoso chusmerío delicioso.

Esta relación competitiva llevó a que Joe dejara el grupo en 1979 (según Steven, por culpa de su mujer Elysse), para volver a reunirse en 1984. Ya para aquel entonces la banda estaba llena de drogas y los problemas eran miles. En 1972 firmaron su primer contrato para Columbia Records luego de haber tocado en el Max’s Kansas City, aquel antro frecuentado por Warhol y sus estrellas. Y aquí la pluma de Steven parece haber tomado anfetaminas. El relato personal se completa con las historias de los que estaban allí: Patti Smth, Bob Dylan, los New York Dolls, Jim Morrison. Y las drogas.

Tyler fue adicto a todas. Y las historias son imperdibles: desde arrestos, pasando por un camarín especial detrás del escenario para tomar cocaína y espejos gigantes con los nombres de cada uno de la banda escritos con el polvo blanco: “Yo siempre llevaba dos vasos de plástico uno lleno de whisky y el otro lleno de merca. Me he esnifado mi avión y mi casa”. Veinte millones de dólares gastados en drogas, confiesa Steven. Todo se volvió un infierno, y llegó el momento en que las drogas se volvieron “malas”, pero Tyler se pone el “birrete de abogado del diablo” y dice: “Para aquellos que han muerto de sobredosis ¡las drogas son malas! Sí. Pero algunos las resistíamos”. También, sin embargo, tuvo que dejarlas. Tyler cuenta sus ocho internaciones con descripciones precisas que estremecen al más duro: la última fue en el 2010, adicto a los calmantes que tomaba para sobrellevar el tratamiento de su hepatitis C. Muchas de sus internaciones fueron en compañía de sus mujeres.

Las mujeres. La otra parte importante de esta historia que Steven escribe con su boca y sus genitales en lenguaje profano. Un párrafo aparte merece la única mujer que le dijo que no –según él– desde que es una estrella: en un hotel, Steven se sentó desnudo en la puerta de la habitación de Joan Jett, con quien compartía la gira: “No estoy interesada en tus diez pulgadas, honey”, dijo Joan y cerró la puerta. A pesar de este supuesto único rechazo, Tyler se encarga de remarcar unas cuantas veces lo que carga y las maravillas que hace con tremenda boca.

Pero más allá de las incontables mujeres, quedan las que dejan huella: Cyrinda Foxe la actriz y modelo con la que se casó en 1978 y tuvo a su hija Mia. Bebe Buell, que lo acompañó en una gira de 1977, la madre de la actriz Liv Tyler, que por decisión de ambos fue criada por el músico Todd Rundgren: “Estábamos incandescentes, al separarnos dijimos que lo mejor era que la criara con Todd, pero pude irme de gira por Alemania con ella en mis brazos”, cuenta emocionado. En 1998 se casó con Teresa Barrick y nacieron Chelsea y su hijo Taj.

Y Tyler llegó a los 60 “sin saber nada”, pero habiendo vivido todo y con este libro da su versión de los hechos, en referencia a otros que se han escrito sobre su vida como Rebel Heart de Bebe Buell, Dream On de Cyrinda Foxe –sus ex tienen mucho que contar–, y Hit Hard de Joey Kramer (baterista de Aerosmith): “A veces los leo para recordar cosas que he olvidado, pero me encuentro con cosas que son tan ultrajantemente exageradas en beneficio de sus autores, que me cuesta creer que esas personas alguna vez me la chupasen… quiero decir ME conociesen”.

La leyenda del rock enfrenta a sus demonios y hace las paces consigo mismo en sus memorias: hasta confiesa que sí, que en su momento quiso parecerse a Mick Jagger, ¿y quién no? Y sale algo maltrecho también: hoy, su rodilla, su espalda, sus pies sufren por los años y los excesos. Y no, no es cirugía plástica: si su nariz ahora tiene una forma peculiar es porque la tuvieron que rellenar con algodón. Gajes del exceso. Y de una cabeza llena de ruido.

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