PERSONAJES > ULISES CONTI
Músico, poeta, escritor y suerte de antropólogo sonoro, Ulises Conti acaba de editar La cinta transportadora (Mansalva), un libro poético y visual para pensar sobre el sonido. Entre el ensayo, la recopilación periodística y las numerosas imágenes, esta edición tiene algo de diario personal interactivo y da cuenta tanto de la vida secreta de Conti como de sus colaboraciones con sus amigos, en un collage que va desde investigaciones en ingeniería acústica hasta textos de Alan Pauls, Martín Oesterheld y Marcelo Cohen entre muchos otros.
› Por Santiago Rial Ungaro
“Odio a Wagner, los gritos de la ópera… Yo soy una persona bastante bruta, pero la música atonal, la música clásica del siglo XX, el minimalismo, por favor. Para mí es como pis de gato: la música contemporánea en general me parece un horror, pero hay otro tipo de música que me fascina, esa música te produce como un desmayo por dentro, puede ser Schumann, Chopin, Debussy… tiene que haber una fórmula de sonidos que te desmayen, es cómo si me agarrara un surmenage por dentro cuando escucho esas obras, a esos compositores. Es lo más maravilloso que hay en el mundo”. Apenas van 27 páginas de La Cinta Transportadora y esta picante declaración de Sergio De Loof (casi un manifiesto-carambola) cambia drásticamente el tono del segundo libro de Ulises Conti. Entre el ensayo, la recopilación periodística y las numerosas imágenes, esta edición (un verdadero hallazgo de la editorial Mansalva) tiene algo de diario personal interactivo y da cuenta tanto de la vida secreta de Conti como antropólogo sonoro como de sus colaboraciones con sus amigos. Este estimulante collage de apuntes incluye textos de, entre otros, de Fabián Casas, Alejandro Lingenti, Alan Pauls, Pola Oloixarac, Iosi Havilio, Martín Oesterheld, Fabio Kacero, Marcelo Cohen y Rodrigo Moreno a la vez que incluye numerosas y variadas imágenes. “Yo puedo decirte que las ideas de Rupert Murray Shaeffer del Paisaje Sonoro fueron importantes en mis últimas producciones, pero creo que las verdaderas influencias no son Maradona, Brahms o Van Gogh, sino tus amigos. Y en el libro eso se deja entrever. Muchas cosas aparecen porque también funcionaron para mí como disparadores para mis propias obras. Siempre me pregunté cómo podía existir algo como un reloj flauta, como dos objetos tan diferentes como un reloj y una flauta se pueden unir para hacer un instrumento; pero tanto Haydn como Mozart en su momento compusieron obras para ese instrumento”, dice enfatizando la importancia histórica de cada espacio en la composición musical. Ulises (a quien Fabián Casas compara con el vaquero de Mullholland Drive de David Lynch por su actitud impenetrable) editó en 2003 Iluminaciones, un disco, en palabras de Alejandro Lingenti, de “alma cinematográfica que combina sobriedad noble de ensamble orgánico con samples y programaciones para coquetear discretamente con el jazz”. Desde entonces sus producciones siempre se caracterizaron por una necesidad imperiosa de experimentar y explorar distintos géneros: sea viajando por el mundo (de lo que da cuenta en En Auckland ya es mañana, su libro de poemas del 2012), colaborando con Lola Arias en sus puestas teatrales, musicalizando las coreografías de Diana Szeinblum o realizando diversas instalaciones sonoras. Todos estos proyectos están registrados en el libro, que también incluye textos de Delmore Schwartz y Leopoldo Lugones. “Es un libro polifónico: tiene por un lado los textos míos y por otro lado de las personas con las que yo colaboré en todos estos años: Y después hay una tercera voz que es la voz de la persona que presenció algunos de estos proyectos, como el caso de Alan Pauls, que escribió sobre los Conciertos para un Solo Espectador. Desde la antigüedad hasta ahora hemos atravesado diferentes transformaciones acústicas: cuando vos ves los instrumentos anteriores al piano, las cajitas de música o instrumentos mecánicos como el órgano hidráulico de Alejandría y otros que aparecen en el libro son cosas que parecen apócrifas, pero que fueron reales”. Por otro lado, en una clave similar al Museo del Accidente de Paul Virilio, Conti dedica un capítulo también a los Espejos sonoros: ahí analiza los últimos avances de la ingeniería acústica, algo que no solo incluye diversos localizadores acústicos y mecanismos de alerta a ataques aéreos previos al radar, sino también dispositivos que actualmente se usan en Israel, en Gaza, y que producen el efecto de “ser golpeado por una pared de aire que es dolorosa para los oídos, causando a veces sangrado de la nariz y dejando al individuo temblando por dentro”. Desde esa conciencia del ‘infierno de los sonidos’ y de la actual “imposibilidad del silencio” en el mundo contemporáneo sobre la que escribió brillantemente Pascal Quignard en El Odio por la música, Ulises cuenta que actualmente está realizando en el C.I.A un seminario donde la idea principal es “investigar y analizar la extraña y fascinante relación del sonido y el arte a partir del siglo XX”. Es cierto que de tanto viajar y producir a algunos Ulises Conti les puede resultar a algunos demasiado canchero, y hasta quizá incluso pretencioso; pero la lectura de La cinta… siempre ofrece detalles personales de la vida del músico que hacen amena su lectura, como cuando decidió despedir a su adorado y destruido Volkswagen escarabajo modelo 82, dedicándole Los Animales Perdidos, un “recorrido sonoro” por el laberíntico Parque Chas. Esa conciencia de la dimensión vehicular del sonido y su cariño a su viejo escarabajo nos llevan directamente a Marshall McLuhan, autor de La Novia Mecánica a quien Conti reconoce haber leído mientras producía el libro: entre enumeraciones, citas y links que propician todo tipo de hallazgos (como la mención a Ernst Chladni, considerado fundador de la acústica moderna, o a la obra el Teatro del mundo de Aldo Rossi) este mosaico es tan McLuhiano que amerita la cita al viejo maestro canadiense, a menudo vilipendiado, casi siempre mal leído o ignorado: “Cualquier esfuerzo artístico incluye la preparación de un ambiente para captar la atención humana. Un poema o una pintura es, en todo sentido, una máquina maestra para el entrenamiento de la percepción y el juicio. El artista es una persona especialmente conciente de los desafíos y los peligros de los nuevos ambientes presentados a la sensibilidad humana”. Desde la calle Ginebra, casi a la entrada de un laberinto que recuerda a un oído, Ulises creó un dispositivo mixto fascinante, un libro poético y visual para seguir pensando sobre el sonido: “Vivimos sometidos a un mundo visual, pero sin embargo creo que podríamos recurrir al sonido mucho más de lo que lo hacemos habitualmente. El sonido es más profundo que la imagen: a mi a veces me sorprende que los músicos casi ni piensan en el sonido. El sonido es una representación de lo que uno es, pero también de lo que uno aparenta ser. Ningún sonido puede decirse de la misma manera dos veces”.
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