FOTOGRAFíA > JOãO PINA
Durante nueve años, el fotoperiodista portugués João Pina recorrió los países de América del Sur donde se llevó a cabo la extensa tarea genocida del Plan Cóndor. El resultado del trabajo son 115 fotografías que pueden verse en el Parque de la Memoria en la muestra Sombra del Cóndor: centros de tortura, ex presos políticos, sobrevivientes, madres de desaparecidos, el Estadio Nacional de Santiago de Chile, restos humanos, represores en juicio, burocracias infinitas. El trabajo también está editado como un libro, Cóndor, con prólogo de Jon Lee Anderson, epílogo de Baltasar Garzón y un total de 170 imágenes. En esta entrevista, Pina cuenta cómo fue armando este registro invaluable teniendo en cuenta las diferentes realidades de cada país y cómo, además, grabó los testimonios de los fotografiados, sumando un archivo sonoro que quizá algún día vea la luz.
› Por Angel Berlanga
“Esta sala, por ejemplo, es densa: veinticinco retratos, veinticinco personas mirándote.” João Pina extiende un brazo y emprende el comienzo de un giro en uno de los recintos del gran espacio de exposiciones del Parque de la Memoria, al borde del Río de la Plata. Los que miran a cámara son activistas, ex presos políticos y familiares de desaparecidos, a quienes fue retratando a lo largo de un trabajo que insumió nueve años y lo llevó a indagar y a recorrer los seis países de América del Sur involucrados en la extensa tarea genocida que fue el Plan Cóndor. Aquí está, por ejemplo, Martín Almada, detenido y torturado durante la dictadura de Stroessner, un activista que dio con el gigantesco archivo del terrorismo de estado en Paraguay y con documentación de la represión continental conjunta, tres toneladas de papeles hallados en un cuartel de policía abandonado, en la periferia de Asunción. Y está Adalgiza Moraes da Silva, una campesina de Chega com Jeito, en Araguaia, cuya familia fue destrozada en los 70 en represalia por haber dado algún apoyo a la guerrilla que se refugiaba en la selva. Y, por citar un ejemplo más, está también Taty Almeida, una madre de Plaza de Mayo que no precisa mayor presentación aquí. “Creo que este es un sitio perfecto para exponer este trabajo en este momento –dice Pina–. Por lo que significa este lugar, frente a este río, porque se acaban de cumplir 40 años del Plan Cóndor, y porque en tres meses se cumplen 40 años del golpe en la Argentina. Todo es muy simbólico.”
Este fotoperiodista portugués, nacido en 1980 y radicado desde 2007 en Buenos Aires, tituló a esta muestra, curada por Diógenes Moura, Sombra del Cóndor. Está compuesta por 115 fotografías y fue expuesta antes en Sao Paulo, Río de Janeiro y Montevideo. Una instalación más pequeña y portátil fue expuesta, también, en Medellín, Asunción y Nueva York. Escribe Moura: “Todas las imágenes aquí presentes funcionan como un grito congelado en el aire: desde los retratos impregnados de silencios y recuerdos de las madres que nunca más vieron a sus hijos volver a casa; los ex presos políticos que llevan en la mirada las cicatrices de los centros de detención; el sobreviviente mutilado por las granadas que eran dejadas como trampas por el ejército brasileño en la guerrilla del Araguaia; los centros de torturas hoy empolvados por el tiempo, hasta la siniestra imagen del avión usado por los militares argentinos para arrojar militantes de izquierda aún vivos al Río de la Plata y al Océano Atlántico y que hoy es utilizado como soporte publicitario por una tienda de venta de materiales de construcción en el conurbano bonaerense”. En efecto, el Electra que usaba la Armada para asesinar e intentar hacer desaparecer a los secuestrados por los grupos de tareas, hoy exhibido a la vera del Camino de Cintura en Esteban Echeverría, es una de las tres grandes fotografías que el visitante ve apenas entra en el salón PAyS del Parque de la Memoria. A la par, en otra fotografía, se ve una panorámica de las gradas del Estadio Nacional de Santiago de Chile, emblema de la tortura pinochetista. En la tercera imagen se ve un enorme eucalipto, unos cimientos y unos cartelitos con nombres: allí funcionó “La Escuelita”, centro clandestino de detención en Bahía Blanca.
La muestra está organizada por series: “Paisajes de muerte”, “Laboratorio forense”, “Salas de tortura”, “Juicios” y “Archivos” se distribuyen en la sala principal de este espacio; en otra sala, amplia, están los veinticinco “Retratos”. “Aquí al lado, en esta salita claustrofóbica, está la serie de ‘Prisiones’”, indica Pina, y va identificando cada una de las que fotografió en Paraguay, Bolivia, Uruguay. Hay una sala más, con dos filas de retratos de cuerpo entero a escala 1 a 1: “Estos son los exiliados políticos brasileños que estaban en Chile cuando fue el golpe de Pinochet, en 1973 –sitúa Pina-. Fueron a refugiarse a la embajada argentina, donde les tomaron estas fotos que luego, con expedientes, terminaron en la Dirección de Inteligencia de la provincia de Buenos Aires. En ese archivo se conservan fotos chiquitas: mi idea aquí fue reinterpretar eso e imprimirlo en tamaño humano. Entonces entrás y tenés dieciséis personas mirándote, lo que crea un ambiente un poco diferente”.
Todas estas imágenes pertenecen, a la vez, a Cóndor, un libro de valor documental muy grande, con unas 170 fotografías, que empezó a circular en Argentina a mitad de este año. “Se hicieron tres ediciones en paralelo”, cuenta Pina. “La española y la inglesa fueron hechas por Blume, y la portuguesa por Tinta-da-China. Me interesaba que pudiera llegar al público que hubiera vivido esto y también a otros que pudieran tener interés aunque no hablaran los idiomas locales. Blume se encargó de distribuirlo por Inglaterra y Estados Unidos, también.” Aunque el volumen se consigue en algunas librerías, la cosa aquí vino un tanto accidentada: a los inconvenientes de importación sobrevino el incendio del galpón de acopio de Edhasa, que tenía allí buena parte de la partida destinada inicialmente al país. “Es la cualidad de ‘olvidado’ de este episodio la que el magnífico e inquietante libro de Pina trata de evocar –escribe Jon Lee Anderson en el prólogo–. En las fotografías de familiares, lugares de ejecución y cámaras de tortura, o en los emplazamientos en los que fueron vistos los desaparecidos por última vez (en los rostros llenos de emoción de sus madres, padres, hijos y amantes), Pina compone un sentido epitafio para estas personas, cuyas vidas fueron borradas en secreto, cuyos cuerpos se hicieron desaparecer y, en ocasiones, cuya misma existencia fue puesta en duda.” El juez español Baltasar Garzón escribió, como epílogo del volumen, el ensayo “Los derechos de las víctimas”. Sostiene Pina que el proyecto, libro y exposiciones, “intenta rendir un homenaje a todas las víctimas de las dictaduras”.
“El eje central, y en el libro eso se nota, son los retratos de los sobrevivientes, y los familiares –dice Pina-. Y también los lugares de tortura y desaparición. La idea fue relevar eso en los seis países. Después, cada país tiene su particularidad. En Brasil, hace tres años, empezaron a hacer excavaciones: pedí permiso y fui a fotografiarlas. Acá están los juicios, los funerales, los antropólogos forenses. Pero ni aquí ni en Chile pude hablar con militares, cosa que sí conseguí en Brasil, donde pude estar cara a cara con Curió, un coronel que reprimió a la guerrilla en Araguaia y después fue parte del Plan Cóndor. Con los archivos acá era muy complicado al principio, tenía que pedir muchos permisos y a veces no accedía; en Paraguay, en cambio, los archivos son abiertos y públicos. Los juicios son, de lejos, lo más extraordinario de lo que está pasando en Argentina: que treinta años después de los hechos la justicia investigue y juzgue, con imparcialidad, me parece un ejemplo para el mundo. Por supuesto que todavía queda mucho por remover, como los casos de los chicos apropiados que están todavía desaparecidos, pero me parece extraordinario que se estén haciendo estos juicios. Bueno, de a poco fui montando esta cosa gigante. Y después de reunir muchísimo material empecé con la edición del libro. A la vez, había grabado las entrevistas con las personas que fui conociendo y retratando, así que empecé a escuchar, a resumir, a escribir las historias que están en el libro.”
Dice Pina que le interesa que quede un registro de lo ocurrido, de lo que está ocurriendo, que las próximas generaciones puedan decir “esto pasó en Argentina, esto pasó en Ruanda, esto pasó en Camboya”. Que no puedan negarse las atrocidades. Salta a su historia personal, a cómo incidieron las memorias y los relatos en su propia vida: “Yo nací y crecí en Portugal, y me acuerdo muy bien de las imágenes de la Revolución de los Claveles, que terminó con la dictadura después de 48 años, en 1974”, cuenta. Sus abuelos estuvieron presos. Su primer libro, Por teu libvre Pensamento, tiene raíz ahí: narra las historias de 25 presos políticos portugueses. Por sus trabajos fue progresivamente apasionándose por América latina, y en ese contexto se involucró con enfocar en el Cóndor. “Yo no soy militante de ningún partido ni movimiento –señala Pina–. A mí me interesa el respeto a los derechos humanos, sea en la circunstancia que sea. Me vas a ver defendiendo y tratando de documentar abusos en países con dictaduras de derecha o de izquierda, y también en democracias que no cumplan con los derechos humanos, como Francia o Estados Unidos. En algunos sitios me presentaban como ‘artista y activista político’: ni una cosa ni la otra, yo soy un activista que trabaja en fotoperiodismo y fotografía documental. A la discusión sobre el arte en la fotografía y todo eso no la voy a tener, no me adentro en eso. Por otra parte, no me interesa defender personas que encabecen pensamientos políticos; tengo mis ideas, por supuesto, y las defiendo, pero en mi trabajo lo que me interesa son los derechos humanos. Sean del pasado o del presente; los abusos policiales del presente son algo importante. Es probable, incluso, que mi próximo trabajo sea sobre la violencia urbana en Río.”
Pina se detiene ante una foto en la que se ve a unos hombres tapándose las caras, una foto que sacó en febrero de 2012 en Bahía Blanca, durante una de las audiencias de los juicios a los represores. “Para mí esta es una de las fotos más icónicas que he sacado desde que empecé a trabajar –señala-. Conseguí permiso para entrar a fotografiarlos y estos militares empezaron a taparse las caras. Y me decían: ‘Hijo de puta, trabajás para Verbitsky’ –se ríe-. Y yo sacaba y sacaba, lo más posible. Los abogados histéricos, gritaban que me expulsaran de tribunal. Pero hubo uno que no. Fue interesante. Es una foto que está en el libro y no está aquí, en la exposición.” Se refiere a Jorge Mansueto Swendsen, un ex coronel de inteligencia. Cuenta Pina: “Mientras los otros se tapaban, este se levantó, se acomodó el saco, me miró y me dijo: ‘¿Estoy bien así?’ O sea, para él era clarísimo que esto era una vergüenza, que la estaban enseñando, y entonces se puso cómodo. Yo respeto eso: hagas lo que hagas, asúmelo. Y los otros, al contrario: trataban de esconderse. En Bahía han usado esta foto para hacer pancartas: me deja contento que se apropien de mi propio trabajo y que haga su camino. Diría, incluso, que esta es una de esas fotos que ya mientras la estaba sacando era consciente de lo importante de la circunstancia”.
Sombra del Cóndor de João Pina se puede visitar en la Sala PAyS del Parque de la Memoria, Avenida Costanera Norte Rafael Obligado 6745, hasta febrero de 2016. El libro Cóndor fue editado por Blume ediciones.
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