MUSICA
El músico, productor y artista plástico Alfonso Barbieri plasmó una nueva obra tan inclasificable como inquietante: una trilogía alrededor del amor y sus alrededores, el sexo, la política. Dos de esos discos acaban de ser editados –TE AMO (Tontos Enanos Amarillos Matando Osos) y Feromona. Mientras prepara dos nuevas muestras, un EP, un casete recopilatorio, un simple en vinilo y la última parte de la trilogía, en charla con Radar desmenuza parte de su locura creativa, enfrenta a algunos fantasmas y cuenta por qué entiende la canción como un hecho colectivo.
› Por Ignacio Babino
“Acabo de afiliarme al Partido Justicialista”. Y, como si eso no bastara, agrega: “Para la tapa del próximo disco quiero disfrazarme de Perón. O que haya una imagen de una pareja de viejos, hechos mierda, pero que siguen juntos”. Alfonso Barbieri no se sentó aún, no se acomodó en el sillón esquinero de su casa, tampoco encendió el cigarrillo que tiene en la boca pero ya se definió en cuerpo y alma.
Nació en enero de 1976 en Buenos Aires pero tuvo una crianza itinerante: sus padres trabajaban relevando el patrimonio artístico argentino y allí iban él y sus hermanos: Corrientes, Entre Ríos, Salta, Jujuy, España, Italia, Brasil, otra vez Argentina. Era común que, en esas recorridas, pasaran días enteros en un convento abandonado o en un cementerio: “Nos decían: tenemos que encontrar unas cruces que las hace determinado herrero. Las rastreábamos. Teníamos seis años y corríamos por el cementerio, como Indiana Jones, entre tumbas medio abiertas, yararás. Era raro contar en el colegio qué hacían mis viejos, era una frikeada. Pero nos nutrió mucho”. Y no sólo mamó de esas corridas entre nichos y epitafios: a los seis empezó a dibujar –siguiendo un poco a su padre quien es, además, artista plástico– y a tocar el piano –siguiendo a su abuela–. Hacia fines de los ‘80 la familia detuvo un poco el andar y se estableció un buen tiempo en Córdoba. Allí, a la vez que abandonaba la secundaria, Alfonso empezó con sus primeras bandas de rock, como la fugaz Peyotes y Los Rústicos del viejo sueño con quienes llegaron a editar el casette El principio (1997). Y, al tiempo que publicaba su primer disco solista Banda de sonido original para una película que nunca se filmó (2001) –tan Sgt. Pepper’s en su nombre y en su imagen, casi todas canciones instrumentales, torcidas– formaba Los Cocineros junto a Sol Pereyra y Mara Santucho. Con ellas –un combo embebido en las músicas populares de aquí y de allá; tangos, milongas, valses y más– llegó a editar cinco discos hasta que al poco tiempo de irse a vivir a Buenos Aires, alrededor de 2007, dejó la banda justo cuando la popularidad del grupo estaba sobrepasando los límites de la propia provincia. Pero la vuelta a Buenos Aires estuvo motivada –acelerada, quizás– por otra cuestión: en junio de 2007 un grupo ultra católico acompañado de barra bravas irrumpió en la muestra y presentación de su primera retrospectiva, rompiendo obras y vidrios en el Centro Cultural España Córdoba.
De aquella vez le quedó el siempre repetido adjetivo –elogio o insulto, según lo quiera ver y entender cada cual– de “blasfemo”.
En Buenos Aires fue encontrando lugar –y haciéndose el propio– en la ferviente escena cancionística de esos años. Editó Las canciones que se me cantan (2008) –con la tapa en gesto provocativo mirando a Córdoba: él fumando al lado de una monja que, cómplice y burlona, sonríe. Junto a Juan Jacinto, Pablo Dacal y Manuel Onís formaron Viajantes y editaron un disco homónimo en 2009. Aquel encuentro fue tan hermoso como fugaz, donde cada uno de los integrantes encontró en los otros algo en común. Mientras, produjo los discos de Lucila Cueva, Anetol Delmonte, Jimena López Chaplin, entre otros. “Para mí el click en la producción es que nunca el productor tiene que dejar una marca que supere lo que está produciendo. Que esa marca conviva, que no se vuelva una imposición. Esa negociación es muy interesante. Me gusta mucho rescatar las cosas que te plantean los temas que trae otro. Y me parece que hay que volver a las viejas producciones, del riesgo, de la valentía, de plantear una obra total” comenta. En 2012 editó Valses eróticos del río de la concha de tu madre: un variado recorrido por la canción –foxtrot, vals, balada, chamamé– tamizado por la psicodelia y por una cargadísima instrumentación.
Que el disco anterior haya sido una puteada –en parte desde el humor, en parte no tanto- , es como haber dicho proféticamente “bueno, ok, pero hasta luego de la cancionística”. Y, justamente, TE AMO empieza a transitar, de alguna manera, otro camino…
A mí me pareció que se puso un poco solemne todo. Creo que a todos nos pasó. Y está bueno que haya sucedido en ese momento y también está bien que se haya desarmado y que cada uno siga su camino, sus búsquedas distintas. Los casilleros me pudren un poco: somos músicos. Todo lo que se generó alrededor está genial pero fue eso. Vayamos a otro lugar. El conflicto también está bien. Y tiene que con ver la expansión y con cómo se ha influenciado a muchos otros, a generaciones más jóvenes que han flasheado con los discos de cualquiera de todos nosotros. Lo digo con toda humildad. Y está buenísimo pero me parece que hay que esforzarse un poco más, hay que ponerse, no todo lo resuelve un ukelele. Sino siento que se estandariza todo, sónica y estéticamente.
“Todo muy bien, pero hace doscientos más. Que la mano no se pierda”. Eso solía decirle y repetirle su padre cada vez que él le llevaba algún dibujo, alguna pintura. Y Barbieri no perdió la mano: no es solo fecundo en canciones, lo es también en la plástica. De manera auto didacta empezó a exponer de muy joven. Algunos de sus trabajos son Los hombres que fuman (1991), El atún y otras yerbas (1994), Humores orgánicos (1996), Huid mortales (1997), muchos de ellos llevados varias veces a Alemania, además de haber realizado escenografías para teatro, performances, afiches. Su obra va del simple trazo negro sobre blanco, pasando por diversos collages hiper coloridos, a retratos deformes sobre bandejas de sandwichs (la serie Cantantes Latinoamericanos del futuro, 2013) y miniaturas de animales recortados en papel blanco, y más. Mucho de esa obra está guardada en los cajones de su mesa de trabajo: una cantidad imposible de cosas sobre las cuales, de cuando en cuando, vuelve para mirar, ordenar, sacar, vender. “Mis padres son mi influencia. Y otra gran influencia es Nicolás Rubió, un catalán que es una especie de abuelo para mí, un collagista del carajo, un pintor hermoso. No sólo en la obra sino, además, en cómo ver el mundo de las artes, las galerías, el snobismo. El mundo del lobby, del pertenecer, no me interesa” dice. De alguna manera, todo aquel mundo tan ecléctico – de tumbas, monasterios y exvotos, de dibujos, de orquestas de sikuris en Jujuy y de recitales de música clásica frente a señoras tomando el té– eclosionó en algún momento en su cabeza, pero no fue un desparrame sino en rejunte: un big bang enclavado en el corazón de su locura creativa.
El nuevo disco de Alfonso Barbieri en realidad no es uno sino tres: una trilogía alrededor del amor. El primero –TE AMO, acrónimo de Tontos Enanos Amarillos Matando Osos, editado hacia fines de 2015– es la intelectualización, el amor puesto en palabras. En febrero de 2013, con casi todas las letras listas, Alfonso decidió descartarlas: “Eran súper oscuras”, explica. “Yo estaba en un mal momento y no quería que queden para la eternidad, por eso decidí recurrir a mis amigos”. El proceso fue: él enviaba a cada uno de sus invitados la música compuesta y ellos le ponían letra y también melodía, si querían. La condición era que hablaran del amor –en cualquiera de sus formas– y que no modificaran la armonía. Así se suceden, entre otros, invitados y amigos como Axel Krygier, Palo Pandolfo, Adrián Dárgelos, María Ezquiaga, July Sky, Lucio Mantel, Pablo Dacal, Andrés Ruiz, Eva Shin, Arnaldo Antunes –en un recitado de Baldomero Fernández Moreno (Soneto a tus vísceras) donde parece hacerlo desde las entrañas mismas del ser amado, entre otros. Y si los discos de Barbieri tenían rastros de Páez, Nebbia, Calamaro, Pandolfo, aquí el sonido, la cuadrícula de la canción raya directo con Charly García. Si los anteriores discos eran más “guitarreros”, este va por el lado de las teclas, las programaciones. “Es muy García, me salió así. Se fue dando. Un homenaje a él sin querer serlo. Siempre me decían que mi voz tiene algo parecido. Por un lado me da un poco de pudor y vergüenza. Y por otro me gusta”. Feromona, de reciente aparición, es la segunda parte y se lo puede entender desde lo que significa su título: sustancia segregada por un animal cuya liberación influye en el comportamiento de otros de la misma especie. El sexo, los cuerpos, lo biológico puesto en juego en el amor. “Es más concreto, más pulso. Hay bronca ahí. Una cosa biológica” explica. Por eso, Feromona –que se grabó en dos sesiones en vivo, todos juntos tocando, el 21 y 22 de diciembre de 2015– es un disco de rock, eléctrico, a puro bajo, guitarras, baterías y teclados. Siete canciones instrumentales al palo. “El disco nuevo es un ‘homenaje’ a Bowie. Cuando se murió dije: ya está, no tengo nada para decir. Saqué todas las letras. La noticia me mató. Me puso muy triste”.
TE ODIO, tercera y última parte –que no está definido musicalmente y será también un acrónimo– estará cruzado por la política y el amor. “La idea no es encararlo por el lado de la literatura combativa. No pretendo hacer un disco de protesta, si no enfocarme concretamente en las actitudes de las situaciones amorosas vistas desde un lado político. Por ejemplo: a qué postura política equivale una traición cuando discursivamente esa persona tiene determinada postura política en la vida. ¿Tiene o no que ver? ¿Un tipo de derecha es un garca en el amor? ¿O es más piola estar siempre con gente de izquierda? ¿Podría casarme con alguien del Pro? Hay cosas que sé que no, pero… Esas cuestiones han aflorado en estos tiempos. Y las pujas que se dan en el amor son políticas, claro. El amor es hoy, la construcción política es hoy también. De repente un montón de cosas que uno esperaba viran para un lado totalmente opuesto, caótico, al menos desde mi visión. Y descontrola la situación del presente y la relación amorosa a la que uno se aferraba. Es tiempo de estar unidos” dice. Y Alfonso, que es un gran conversador y, como tal, un animal político que siente cómodo y le gustan las charlas de ese tinte, sigue: “En una de las manifestaciones me paró un hombre y me dijo: nosotros somos los osos y estamos acá y los amarillos no nos van a matar. Lo de amarillo sí lo había pensado pero me sorprendió muchísimo que una persona tomara tanto ese título, me emocionó”.
¿La canción, la hechura de la canción, es para vos un acto colectivo?
Sí, lo es y en mi caso funciona así. Me gusta el hecho de correrme de la figura vertical de “el protagonista” de la canción, la horizontalidad del asunto. Además creo que cuando sale, cuando ya se expuso ante el público también es horizontal. Me siento muy cómodo en invitar gente. Y me parece que rompe un poco con esto del paradigma de todo para él, todo él, el foco en él. A mí me da un poco de fiaca eso, a esta altura del partido me aburre. Hay algo de comunidad, sin demagogia: también es un grupo de gente a la que recurro porque me siento cómodo y la mayoría son amigos. Si no tiene algo de experimento, de laboratorio. Tiene una relación con hacer collages, pintar al óleo, con crayones. Mi música tiene esas mezclas.
Este hombre de mano ardiente para componer y dibujar y pintar no para: está preparando dos muestras; una sobre partituras de su abuela intervenidas, para la cual en la presentación una pianista tocará esas mismas partituras, con una cámara en la cabeza; y la otra con aquellas –¡cuarenta!– máscaras hechas por él, que usó para ilustrar la tapa de su primer disco. Y, además, está ultimando los detalles de un EP que se llamará Resistencia, un compilado en casette de sus tres primeros discos y un vinilo de dos canciones junto a Juan Jacinto. Dice que cree que en su casa hay fantasmas pero que convive bien con ellos; que a veces mira el cielo, a los fantasmas queridos y les pide consejos, les habla; que el disco le ayudó a sanar algunas cosas; que no le tiene miedo a la finitud porque el amor y el presente son el mecanismo más noble y sincero frente a eso; y que está cansado de que todos quieran grabar siempre en el mismo estudio y se quieran comprar la guitarra importada –“¡con los instrumentos que hacen los luthiers acá!”. Aquello de blasfemo, más allá de su simbolismo, encuentra eco en su cara: miren, sino, el aura maldita que brota de su talante, de su mirada. Él lo sabe. Y se ríe de eso como un blasfemo, como el mejor de todos ellos, que no quiere otra cosa que hablar de amor.
TE AMO y Feromona se pueden escuchar
y descargar libremente desde alfonsobarbieri.bandcamp.com
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux