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Hace poco se estrenó y ya puede verse entera, por Netflix, lo nuevo de Judd Apatow, el cerebro detrás de grandes películas de la nueva comedia norteamericana como Ligeramente embarazada o Superbad y el “descubridor” de talentos ahora ineludibles como Seth Rogen, Amy Schumer o Paul Rudd. Esta vez se trata de una serie, Love, una comedia que parte del típico chico-conoce-chica (con los habituales personajes de Apatow, fumones y nerds) y se adentra en una lectura franca y realista, a veces oscura y triste, sobre el amor romántico, la construcción de una relación y todos sus desencuentros. Y Love además revisita otro tópico generacional: la dificultad para crecer de los adolescentes treintañeros, adultos peterpanescos perdidos en una solitaria y extrañamente hermosa ciudad de Los Angeles.
› Por Andrea Guzmán
La historia comienza con una alfombra anaranjada. Quizás no es tan elocuente y quizás no es lo primero uno notaría en la sala de alguien, pero comienza así. Con el nerd de Gus, su aburrida novia adepta a la jardinería y una conversación sobre vivir juntos. Y también, sobre una alfombra anaranjada que él quiere. Aunque ella, con su pijama largo de dos piezas, insista en que tienen que comprar la de color azul. Esta es la última travesura de Judd Apatow, a la manera de una de sus súper clásicas comedias romántico-agite pandillero-caótico-fumeta, pero con una preocupación bien concisa y en una versión de cinco horas dividida en diez capítulos para una serie de Netflix. Un intento por relatar lo que sucede el día después del final feliz, el que los noventa minutos que otorga Hollywood no alcanzarían, ni estarían interesados en abordar. Co-escrita y producida por Apatow, junto a Paul Rust y Leslie Arfin, socios creadores de la serie y también marido y mujer en la vida real, la fantástica Love sorprende con una lectura franca y realista –llevada a los extremos del horror– acerca del amor romántico, la construcción de una relación y todos los mal entendidos, el porro, la fiesta, la desolación y la comida chatarra que hay en medio. También, por qué no, el empalagoso, divertido y tortuoso proceso de crecer para dos treintañeros terriblemente perdidos, en una ciudad de Los Ángeles que jamás se vio más solitaria. “No queríamos que fuera el lugar común de la chica problemática que solo necesita el amor de un buen chico para estar bien, que él arreglará su vida. Eso es simplemente una manera incorrecta de pensar”, dice Paul Rust, que también encarna a Gus, el personaje principal de la serie.
Se toman su tiempo, entre aventuras personales y ex novios, pero cuando los protagonistas Mickey y Gus al fin se encuentran –por una serie de eventos bastante improbables, como en general sucede en el amor de verdad, o el más memorable– ella naturalmente tiene bien puesta en su sala la bendita alfombra anaranjada. Y por supuesto, es una sensual, impetuosa y divertidísima fumona en camisa leñadora, que aparece totalmente por casualidad. Es fácil engañarse y pensar que esto se convertirá en un gran romance, pero tal como lo dice Gus mientras echa furiosamente por la ventanilla del auto sus copias de Cuando Harry conoció a Sally, lo que nos han dicho las películas y las canciones sobre el amor son solo mentiras y errores. Acá, la gran Gillian Jacobs -una de las heroínas de la divertida serie Community- interpreta a Mickey, productora de un programa radial de consejos amorosos, a principios de sus treintas, fiestera, descreída y desastrosa. Una chica linda y outsider, digamos, una freak de tomo y lomo. Gus es un ñoño pasivo agresivo. Coleccionista de blu rays (por los contenidos extra) y tutor de niños actores en una ridícula serie sobre brujas que viven en los suburbios, aunque él sueña con escribir guiones que compitan con los de Brian De Palma. Ambos viven en una Los Angeles veraniega y huraña, donde nadie parece hacer nada más que viajar en sus autos, rigurosamente solos, del trabajo a la estación de servicio para comprar golosinas que aplaquen una depresión de media noche. “En Los Ángeles, mirás el embotellamiento de autos en la autopista y sabés que en cada uno hay exactamente solo una persona. Es una idea devastadora de la soledad” dice Rust. “Creo que la serie es más cercana al ritmo con que suceden las cosas en la vida. Tiene el tiempo suficiente para incluir momentos de confusión, de desencuentros o de incomodidad. Salir con alguien simplemente es más complicado en la vida real. Una relación no se desarrolla en un limpio estándar de noventa minutos” dice Jacobs. Siendo justos, es ella especialmente quien se ha lucido en esta serie, llevando a la atribulada Mickey a extremos demoledores de angustia y fragilidad. Pero hay también, por supuesto y todo el tiempo, pasajes muy agudos de comedia entre sutil y totalmente absurda, con capítulos a cargo de un imponente grupo de directores, entre ellos, Steve Buscemi, John Slattery y Joe Swanberg. Hay emocionantes canciones por doquier, mención especial a Wilco y Loudon Wainwright III, como es la clásica usanza Apatow, incluidos cameos divertidísimos como el de Mr. E, acá Mark Oliver Everett, el líder de los inigualables Eels. Y están también, la comediante australiana Claudia O’Doherty y la pequeña Iris, hija menor del director que hemos visto crecer a través de las películas, y que acá ya de 13 años se perfila como gran actriz de comedia. De todas formas, hasta aquí, los límites de los personajes están bien puestos y han sido reproducidos en otras películas. Una chica absurdamente linda y un rarito insoportable, que van a amarse y van a completarse. Sin embargo, el asunto no permanece así por mucho tiempo y la serie se transforma totalmente en otro tipo de experimento. Ya no más una comedia tradicional de chico conoce chica. Más bien el asunto se complica: se divierten, se desencuentran, se llevan a extremos de neurosis suicida en la enorme complejidad del amor.
Solo para aclarar un poco el personaje de Judd Apatow, hablamos de un tipo que a los 10 años se sentó en su casa a escribir su episodio ideal de Saturday Night Live y a los 15 fingió ser reportero de radio solo para conocer a su ídolo Jerry Seinfeld: “Todavía recuerdo su cara cuando abrió la puerta y solo era un adolescente con una grabadora”, se enorgullece él. Un verdadero estudioso que se ha tomado muy seriamente esto de la risa perfecta. Que ha entendido también que, además de tortazos en la cara, en ella hay desgarro, humanidad e historias entrañables. Gran parte de una vida dedicada a encontrar un tipo y un tono de humor, ahora, a los 48 años, lo tienen como la todopoderosa voz de la nueva, ya no tan nueva, comedia de Hollywood. Quien ha establecido el carácter del humor actual, desvaneciendo ciertos clichés del género, agregando una serie de preocupaciones recurrentes y haciendo de catalizador de un gran grupo de nuevas voces, la mayoría de las cuales ya lleva tiempo haciendo sus propias producciones. No es posible entender esta dimensión de Love sin tomar en cuenta algunos anteriores trabajos de los que es responsable en distintos roles, como guionista, director o productor, o los tres a la vez. Deliciosos todos. Entre ellos, el noventero Freaks and Geeks, Ligeramente embarazada, Superbad, Funny People o This is 40. Algunos personajes, Seth Rogen, Jason Segel o Paul Rudd, solo por nombrar una parte de su pandilla, son aquí convertidos en distintos tipos de galanes, retorcidos y no convencionales, claro, inseguros, entrados en peso. Siempre buenos tipos. Él mismo habrá dicho alguna vez que sus películas se tratan de encontrar los matices de las personas, quizás sus peores costados, pero también de señalar que son todos personajes con sensibilidades, que no hay verdaderos villanos. Estamos acostumbrados a ver personajes decididamente luminosos. Entonces, Love por momentos, resulta una avalancha. Vemos al clásico galán bonachón Apatow mostrando de a poco su faceta de bendito forro insufrible. Y a la chica salvaje y demasiado bonita para mirar al nerd, en una madeja de desazón y caos. Y así, cambiando e intercambiando en una sucesión inesperada que no se siente obligada a ir encauzando hacia un final obligatoriamente optimista. Las películas en general, incluyen chicos divertidos cultiva porro, trivia de las bandas de rock que más amamos, familias disfuncionales pero que al final permanecen unidas. Gente que se enamora y sobre todo amigos que se aman sin importar la aventura. En Love –que podría haberse titulado con cualquier nombre listillo pero que se mantuvo así, minimalista, honesto– no caben las restricciones de una comedia romántica para cine o un programa para televisión de cable. Obra y gracia de Netflix, que dicho sea de paso, confió tanto en el proyecto que aun sin lanzar la serie apostó por una segunda temporada que estrena el 2017. Las consignas acá son distintas, además de todo eso, los personajes están expuestos a facetas más extremas de si mismos. Y también está el alcohol, las drogas duras, la promiscuidad sin ningún disfrute, las frustraciones de la vida adulta, la imposibilidad de encontrarse a uno mismo. Un novio que grita “¡Yo soy el dios de la guerra!” durante una sesión de sexo salvaje. Digamos, estar perdido de verdad. Incluidas las formas más genuina y aleatorias de las relaciones humanas, los extremos más oscuros, que son también más verdaderos, más fáciles de reconocer del amor fuera de la pantalla.
Según Apatow, para hacer la serie se pusieron a pensar en la idea de Ligeramente embarazada, esa comedia en donde por una noche de desenfreno, dos personas muy opuestas se enfrentan a ser padres y deciden serlo ante la improbabilidad. ¿Cómo sería el día después, y el siguiente y el siguiente, del que vuelven a casa con el bebé en brazos? A pesar de su muy optimista final feliz cuasi injustificable ¿seguiría la rubia Katherine Heigl con el freak fuma porro de Seth Rogen?.
“Solo porque una chica es linda, no significa que también sea copada” decía Sam Weir, uno de los héroes pre adolescentes de la serie de secundaria Freaks and Geeks, al descubrir que la porrista, la chica de sus sueños, finalmente le ha correspondido, pero... es republicana. ¡Y ni siquiera le gustan las comedias! Acá, veinte años después, estos freaks entrados en edad parecen estar experimentando el reverso. No solo porque a dos personas les guste la misma alfombra anaranjada, la misma banda (¡aunque sean los Violent Femmes!) o la misma comedia con John Candy, significa que están ante una potencial relación amorosa con final feliz. ¿Es posible que las bandas que uno ama no sean lo más importante en la vida? Quizás dos personas no están de acuerdo en otras cosas, no comparten lo que es verdaderamente importante. Quizás va a ser difícil. Quizás una persona dañada no se arregla ni se salva por obra y gracia de otra. Quizás, tan dañado, ni siquiera se puede amar. Por eso, esta vez de manera tan franca y definitiva, funciona de manera más acuciante la afirmación de su slogan. Ese que asegura elocuentemente que sí, que alguna vez todos hemos estado ahí.
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