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Canciones poderosas y enérgicas, y un show en vivo inclinado al festejo, no logran ocultar la condición de chicos melancólicos del Pacífico Sur del grupo chileno Protistas, que esta semana estará tocando de este lado de la cordillera, de la mano de 107 Faunos. Su tercer disco, Nefertiti, es un disco urgente, personal y temático, una reflexión sobre la memoria, el duelo y la ausencia a través de un pop mestizo, intrincado y narrativo.
› Por Andrea Guzmán
¿Dónde van los recuerdos cuando ya no queda nadie? Se lo pregunta el chileno Álvaro Solar en la letra de “Nefertiti”, la canción que da nombre al tercer disco de su banda, Protistas, y es una de las frases más desglosadas y sentidas por los entusiastas de la escena independiente chilena con afición por las guitarras y las distorsiones. Ahí en el podio de un ala bien alejada del pop de producción rococó y bien cercana a la autogestión y la épica de la experiencia cotidiana. Álvaro se acuerda que la primera vez que pensó reflexivamente en este asunto fue poco después de la muerte de su padre. Cuando junto a su familia fueron a recolectar los objetos de la casa y ahí se encontró con sus propios regalos; cartas y dibujos que cuando niño él mismo le había escrito a su padre y que ahora paradójicamente volvían a pertenecerle.
Nefertiti es un disco urgente, personal y bien temático, que reflexiona sobre la memoria y la ausencia, sobre el duelo y el paso del tiempo a través de un pop intrincado y narrativo. Es un ejemplo de la impronta mestiza y compleja de Protistas, una banda extraña en su especie y su época, un proyecto con genuina vocación por el pop, pero cuyas preocupaciones transitan lugares más sombríos y reflexivos, y sonidos más profundos y experimentales, sin abandonar jamás el ímpetu por el formato canción. “Nefertiti reflexiona sobre mi historia, pero intento con las letras convertirlo en algo más universal, que no sea catarsis o simplemente biografía sino que una persona que lo escuche también se pueda reconocer ahí, al final son cosas que a uno le pasan en la vida”, explica Solar. La banda que desde su inicio en el 2008, pasó por distintos cambios en sus integrantes, quedó finalmente conformada como un cuarteto que se completa con Julián Salas, Alejandro Palacios y Andrés Acevedo. El próximo fin de semana desembarcan de este lado de la cordillera para tocar con los locales de 107 Faunos y La Gran Pérdida de Energía, en una gira que los lleva por Rosario, La Plata y Buenos Aires. Y adelantan que, aunque de entrada puedan parecer chicos melancólicos del Pacífico Sur, lo suyo es la intensidad, y proponen un show de canciones poderosas y enérgicas que en vivo se tornan en un plan inclinado decididamente al festejo.
“Siento que en nuestro país, será por las condiciones geográficas en las que vivimos, como una isla separada por la cordillera de los Andes que nos aleja de todo, tenemos una identidad un poco melancólica, bastante ensimismada. Me da la sensación que existe una particularidad en el sonido de varias bandas pop chilenas de manera histórica que tiene que ver con esto. Protistas podría llegar a ser parte de esa tradición no reconocida. Creo que ese espíritu atraviesa distintos tipos de música, folklore, rock, incluso el pop más bailable. Pero es algo bueno de reconocer, un rasgo que marca cierta identidad en nuestra música”, asegura Solar al teléfono desde Chile, o así se lo puede escuchar aunque tenga el celular en una mano y los equipos otra, en medio de un bullicio post ensayo en el que la banda se reparte tareas para trasladar los instrumentos. Hace poco menos de diez años, en pleno auge del los hits de estribillos cortados a cuchillo, el electro pop profundo y los sintetizadores encima de todo –improntas que en última instancia han caracterizado el sonido chileno puertas afuera- los Protistas respondían con la intensidad sencilla de sus guitarras eléctricas. A través de un pop flotante, de alto contenido lírico, a la vez ruidoso e hiper reflexivo que revoloteaba en una escena local con pocos afines musicales y con un manifiesto de producción bien simple y específico que quizás sea, más que lo sonoro y el contenido de las canciones, lo que más los une con sus bandas argentinas amigas. “Compartimos gustos musicales y formas de gestionar y de compartir con la gente con la que uno hace música. En definitiva, es la forma de hacer la música. La idea de que no todo tiene que ser una súper producción sino que también exista el pulso y la buena onda entre los integrantes. Nuestra música tiene un estilo más oscuro, pero eso no implica que la política sea muy parecida”, dice Solar.
Con sus primeros larga duración Nortinas War y Las Cruces bajo el sello chileno Cazador, los chicos se plantaban con un proyecto de complejidad compositiva importante pero con una impronta ideológica y de producción a tono con el indie low-fi norteamericano, entremezclado con componentes bien autóctonos; ahí en medio de xilofones, distorsiones de guitarras ruidosas, tambores hipnóticos que no se decidían entre el krautrock y los sonidos luminosos del norte de Chile. Con letras entre la desazón y el sentido del humor (¡Mi corazón late como un bistec!). Y con una producción elegante sin ser estrambótica, que también daba lugar a cierto desparpajo juvenil. En el camino, telonearon a algunas bandas afines como The Radio Dept y Tahiti 80, y concretaron también algunas giras por México. Ahora, con su Nefertiti, la banda fue adoptada por el sello chileno Quemasucabeza, que comparten con otros músicos como Gepe y Congelador. Acá se animan además con un despliegue gráfico y audiovisual bien íntimo, que incluye fotos e historias personales, fundidas con la inquietud por retratar pasajes sensibles de la historia de Chile. “Nacimos sin una escena que tuviera un sonido parecido al nuestro. Hemos convivido con muchos estilos diferentes y es muy interesante lo que está pasando ahora, se destapó un tipo de música menos producida. Chicos que estaban en el colegio cuando nosotros sacamos el primer disco y que ahora tienen bandas, con los que tenemos un respeto muy mutuo. Creo que quizás reconocen en noso-tros otra forma de hacer las cosas, que quizás no reconocen en ese tipo de pop electrónico que estaba instalado cuando nosotros empezamos”. Y todo indica que son parte de un puñado de bandas más bien precursoras, si así se quiere, al menos en su tipo de sensibilidad, del decidido recambio que vive la escena independiente chilena y que tiene adelante una proliferación de nuevas bandas militantes del pop de letras, despojado, eléctrico y sentimental. “Al parecer, está la idea de que el pop tiene la obligación de ser todo el tiempo muy alegre, pero la verdad no siempre es tan fácil hacerlo”, se ríe Solar. Y vaya que tiene razón.
Protistas toca el viernes 22 junto a 107 Faunos en Matienzo, Pringles 1249. El jueves 21 estarán Rosario (Galpón de la música) y el sábado 23 en La Plata (Casa Pulsar).
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