Dom 04.09.2016
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CINE > SE ESTRENA KUBO Y LA BúSQUEDA SAMURAI, EL CUARTO FILM EN STOP-MOTION DE LAIKA

PASO A PASO

› Por Juan Manuel Domínguez

“ Nunca pensé que vería a Coraline, mi libro, hecho película: era un relato de terror infantil, algo incómodo, con imágenes realmente difíciles de recrear en maquetas y marionetas, protagonizado por una chica, es decir, cosas que nadie filma en la animación mainstream. Travis Knight y su equipo lo hicieron.” Las palabras son del autor inglés Neil Gaiman, y fueron dichas en el 2009, durante la alfombra roja del estreno del primer film de Laika, el estudio de animación asentado en Oregón. Siete años después, ante el estreno de Kubo y la búsqueda samurái, su cuarto film luego de Paranorman (2012) y Los Boxtrolls (2014), finalmente se ha confirmado la misión del estudio de modernizar y cuidar el arte del stop-motion en el siglo XXI. “Queríamos ser un bálsamo sanador frente a lo que hacía la industria”, sostiene Knight, el nombre clave en ese cuidado y evolución de la forma de animación que implica la captura fotográfica de millones de movimientos milimétricos para dar forma a un largometraje.

Travis Knight es hijo de uno de los cofundadores de Nike, el coloso deportivo. Fue Papá quien -durante la recesión del 2001— compró los arruinados estudios WillVinton, famosos por sus publicidades, y puso a su hijo como CEO y presidente. Pero lejos del relato del hijo prodigo caprichoso, Knight tomó a Laika como su misión personal. Le contó a la revista Wired los golpes que recibieron en el comienzo: “Cuando empezamos a trabajar con Coraline, nos acercamos a todos los estudios grandes, casi grandes y distribuidores independientes. Mi optimismo me llevaba a presentar cada película con un entusiasmo desmedido. Pensé que teníamos los ingredientes vitales para una película excepcional: un bestseller escrito por un autor adorado por una legión de fans, un director con un pasado brillante en la técnica y un clásico (Henry Selick, director de El extraño mundo de Jack), un ejército de artistas listos para dedicar su vida al proyecto y una producción lista para hacer honor a una tradición mientras la llevaba a un mejor futuro. Mi optimismo estaba fuera de lugar. No le interesábamos a nadie. La peliculita rara que hacíamos no le interesaba a nadie. Me rompió el corazón.”

Finalmente, después de una cruzada personal, Focus y Universal le dieron el visto bueno, y entonces Laika comenzó una forma distinta de animación: generar un pequeño reducto enamorado del detalle y el progreso. A diferencia de otros estudios, sea Pixar o sea la compañera de estilo e inglesa Aardman, Laika abrazó tanto aquello que hace clásica a la técnica como los avances tecnológicos. Su uso pionero de la impresoras 3D (que en Kubo llega incluso al material que están hechos los trajes) es un ejemplo: una película como El extraño mundo de Jack (1993), usaba 800 expresiones distintas por personaje. Eso implica 800 rostros con distintos movimientos faciales. En Kubo, ese número llega casi al millón y medio de rostros.

En un instante de Kubo, película que el propio Knight ha definido como “un film de David Lean pero hecho en stop-motion”, el niño que ha emprendido una cruzada en búsqueda de una serie de armas y armaduras que le permitirán convertirse en leyenda invoca una serie de hojas para que finalmente asuman, una al lado de la otra, la forma de un barco. Esas hojas implicaron cientos de pequeños cortes con láser del tamaño de una huella digital en un material generado en una impresora 3D, similar a la textura de una hija seca, y la posterior recreación por parte de los animadores de dos barcos donde se repitiera el patrón de las hojas. “Uno creería que la tecnología hace más fácil las cosas, pero es tan simple como la esencia del arte del stop-motion: su naturaleza es la calma, la paciencia”, explica Knight. “Podemos embellecer, pero siempre tendremos como resultado unos segundos de animación por semana.”

Pero esa belleza no se reduce solo a las criaturas de Gaiman, los monstruos para niños de Paranorman, ese Dickens monstruoso que son los Boxtrolls o la fascinación de Kubo con los tonos y diseños del japonés Kihachirô Kawamoto. Laika ha generado un modelo donde cada película tarda al menos cinco años en ser producida, con 400 personas trabajando en la compañía (compañías como Pixar tiene por encima de 15.000 empleados) y creando películas que cuestan 60 millones para generar 100 millones de ganancia. Si bien Knight ha dicho que les gustaría achicar esa ventana entre película y película, también dejó en claro que “lo importante es cuidar las películas, y en ese sentido nos diferenciamos. La industria de la animación está dominada por franquicias, secuelas, precuelas y remakes o relanzamientos, pero somos devotos de contar historias nuevas y originales. Nunca habrá una secuela de Laika. Vivimos en un mundo moderno, donde la tecnología define cada instante. Pero hacemos películas de la forma más artesanal y anacrónica posible: usando nuestras manos. El stop-motion es probablemente la forma más dolorosa de hacer una película. Pero el resultado es cálido y encantador: no estas mirando algoritmos, ceros y unos; estás viendo las manos de los artistas detrás de esa escena.”

En una firma de ejemplares en los estudios de Laika, el mismo Neil Gaiman le pidió disculpas a un carpintero del estudio. Era una forma amigable de dejar en claro cuánto apreciaba el detalle que cada objeto, personaje, fondo y elemento del libro convertido en película tenía en pantalla. El carpintero le respondió algo que deja en claro el lugar que ocupa hoy Laika, a punto de hacer su primer film para adultos, en el mundo del cine y no solo de la animación: “No te preocupes. Si no fuera por gente como vos, estaríamos haciendo muebles. Ahora construimos los mejores objetos del mundo, y es un placer.”

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