EL OMBLIGO DEL MUNDO DE ACá, DE ALLá Y DE TODAS PARTES
Palestina mon amour
Tras un largo trajinar por festivales y varios premios, Rana’s Wedding, la primera película financiada por el Ministerio de Cultura de Palestina, que algunos pudieron ver en el último Festival de Buenos Aires, finalmente se estrenó en el circuito comercial europeo.
¿Cómo hacer una road movie cuando todas las roads están bloqueadas y uno no se puede mover? La respuesta a esta pregunta es la “road block movie” Rana’s Wedding (Jerusalem, another day) del palestino Hany Abu-Assad, que algunos pudieron ver en el último Festival Bacifi en Buenos Aires y que acaba de ser estrenada por primera vez dentro del circuito comercial europeo. La primera película financiada por el Ministerio de Cultura de Palestina cuenta diez horas de la vida de la joven palestina Rana, quien debe optar entre abandonar el país junto a su padre rumbo a Egipto o casarse. Rana elige lo segundo, por lo que tiene hasta las cuatro de la tarde para encontrar a su hombre, el director de teatro Khalil (Khalifa Natour), producir un notario que les firme el contrato de matrimonio, convencer a su padre de que acepte (el dramaturgo no estaba en la lista de los candidatos posibles) y hacer del evento algo lo más festivo posible.
En condiciones normales, el asunto ya sería espinoso, pero Rana vive en Jerusalén a poco del comienzo de la segunda Intifada, por lo que todo se complica todavía más. Su pequeña odisea se convierte así en una tragicómica descripción de un día normal en una ciudad donde nada es normal. Kilométricas colas en los ubicuos checkpoints, chicos tirando piedras y recibiendo tiros, casas que son demolidas y soldados patrullando sin descanso cada rincón de la urbe constituyen el telón de fondo de esta simple historia de amor. “Pero que la ocupación y la represión ocurran como algo de fondo –se defiende el director–, no significa que la película sea neutral. A mí no me gustan las películas neutrales.”
Y, en efecto, es en este desfasaje entre lo que ocurre en primer plano y lo que ocurre en el fondo donde reside el mayor mérito de esta película varias veces premiada y huésped de infinitos festivales. Porque a pesar de ser el primer largometraje financiado por una institución oficial, Rana’s Wedding elude elegantemente todo propagandismo, incluso todo dramatismo, sin por eso dejar de ser una película de denuncia y de resistencia. Denuncia la absurda paranoia de los soldados cuando apuntan a Rana por hacer movimientos sospechosos con su celular, o cuando vuelan la bolsa que se dejó olvidada en la calle por creer que era una bomba. Y es de resistencia cuando a la demolición de una casa por parte del ejército israelí le sigue la acotación “dejá que la tiren, mañana construimos otra”, o cuando sobre la imagen del final del casamiento, que acaban improvisando delante de un puesto de control israelí, aparecen algunos versos del poema “Estado de victoria” de Mahmond Darwish. Resistir, dice el poema, “significa estar seguro de que tu corazón y tus huevos son fuertes, y que tu enfermedad no tiene cura: tu enfermedad, que es tu esperanza”.
La película fue filmada en escenarios naturales, con actores naturales. “No teníamos permiso para rodar en algunos lugares”, cuenta el director Abu-Assad. “En uno, por ejemplo, los soldados nos prohibieron poner las cámaras porque era ‘zona militar’. ‘Bueno –les dijimos nosotros–, todo territorio tiene fronteras, ésa es la definición de un territorio, así que dígannos dónde están las fronteras de éste.’ Después de un tiempo de ir yvenir nos mostraron una línea que quedaba bastante lejos. Lo que no sabían es que una cámara puede filmar por sobre esa línea. Y eso es exactamente lo que hicimos. Así que los soldados israelíes del film son verdaderos soldados israelíes.” De este tipo de inconvenientes durante el rodaje se desprende la filosofía de la película: “Cuando la ocupación y las calles bloqueadas, en sí algo irreal, absurdo, se hace real, entonces todo lo realista –como el amor o el casamiento– se hace ficción”.