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El nuevo héroe de la clase trabajadora
Cambiando barras y estrellas por hoz y martillo, el comic Superman: Red Son traslada la leyenda del Hombre de Acero de los campos texanos a la estepa rusa. Desde ahí, Clark Kent se erige como paladín anticapitalista y cambia el curso de la Guerra Fría para construir la verdadera Utopía. Pero, al parecer, no hay superhombre que pueda.
› Por Fernando García
Junio de 1976. Festejando los 300 números de la revista Superman, la editorial norteamericana DC Comics publica una aventura especial, en la cual cuenta a sus lectores cómo sería la llegada del último sobreviviente del planeta Krypton a la Tierra de esos años. “El cohete que traía aSuperman caía en aguas neutrales entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, y ambos bandos se peleaban por apoderarse del bebé. A mí, como a todo buen chico de seis años criado a la sombra de la Guerra Fría, la fantasía de lo que hubiera pasado si los soviéticos llegaban primero a la nave espacial me resultaba fascinante”, recuerda el guionista Mark Millar, autor de Superman: Red Son, miniserie de tres números con la que pudo responder todas sus preguntas infantiles.
Serializada entre mayo y octubre del 2003, y recopilada en un solo volumen el pasado diciembre, Red Son forma parte de la línea Elseworlds (conocida en castellano como Otros Mundos), dedicada a presentar versiones alternativas de las historias y los personajes más conocidos. ¿Qué hubiera pasado si Batman viviera en la época victoriana y luchara contra Jack el Destripador? ¿O si fuera uno de los Caballeros de la Mesa Redonda? ¿Y si Superman interviniera en la Guerra de Secesión norteamericana? ¿O si tuviera que parar la invasión marciana contada por H.G. Welles? ¿Y si toda la Liga de la Justicia fueran las criaturas de la isla del Doctor Moreau?
La premisa que en esta oportunidad utiliza Millar se basa en un cambio minúsculo pero sustancial de la leyenda conocida. La nave de Superman llega a la Tierra apenas doce horas después de lo establecido, razón por la cual aterriza en Ucrania y no en Texas. Corre el año 1938 y el niño del espacio es recogido por campesinos comunistas, que organizan su educación siguiendo las estrictas órdenes de Iosif Vissarionovich Dzhugashvili, más conocido como Joseph Stalin. “Yo me crié en un hogar muy politizado de clase media en Coatbridge, Escocia –comenta Millar–, con una biblioteca repleta de literatura izquierdista. Mi padre tenía simpatía por el comunismo y una de las primeras cosas que escribí, sólo para complacerlo, estaba relacionada con un superhéroe ruso. Los Estados Unidos tenían al Hombre Araña, Batman, Superman, Los 4 Fantásticos, etcétera. Pero, ¿a quién tenían los rusos para patrullar sus tejados? ¿A los satélites espías de la KGB? Aquello que inventé en un viejo cuaderno de la escuela era la respuesta soviética a Superman, con su uniforme basado en la bandera de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Y así como Superman luchaba por la verdad, la justicia y el modo de vida norteamericano, mi creación lo hacía por Stalin, el socialismo internacional y el glorioso plan quinquenal.”
Ilustrada por Dave Johnson y Kilian Plunkett, Red Son altera el discurso histórico real a partir del 6 de marzo de 1953, día de la muerte de Stalin, aquí ocurrida no por una hemorragia cerebral sino por un envenenamiento planeado. A pedido del pueblo ruso, que le revela las atrocidades cometidas por el régimen, Superman se pone al frente de la URSS e impone el comunismo en el mundo. Para Millar, “el truco, por supuesto, consistió en evitar el cliché de Superman convertido en malvado tirano stalinista. Al comenzar este proyecto ya había decidido utilizar a un idealista joven granjero criado en Ucrania que creía, con todo su corazón, en las bondades del comunismo tanto como nuestro Hombre de Acero lo hace en el capitalismo. Así como Superman no queda enlodado por los bombardeos norteamericanos en Vietnam o Irak, este Superman soviético no es responsable de los gulags ni de los asesinatos masivos. No quería burlarme del comunismo, porque ése era un blanco fácil. Quería algo más shakespeareano, un hombre que lucha por hacer las cosas de la manera correcta, pero que en el camino termina cometiendo errores terribles. Por supuesto, Red Son es un comentario sobre el colapso de la Unión Soviética, pero sirve también como alegoría de la sociedad en la que estamos viviendo. La idea de Superman conquistando el mundo mediante ataques preventivos es, en realidad, una clara reflexión sobre aquello que ha estado pasando en los Estados Unidos durante los últimos diez o quince años. Se refiere a los Imperios y al hecho de que esas estructuras monolíticas están condenadas desde el principio”. Si bien se niega a invadir militarmente los territorios, Superman alinea al mundo brindándole prosperidad tecnológica y lobotomizando a los opositores. Con los Estados Unidos económicamente quebrados, algunos focos de resistencia comienzan a levantarse contra la “dictadura benigna” dirigida por el superhéroe. En Stalingrado surge Batman (cuyos padres habían sido asesinados en una de las purgas digitadas por Stalin), que antes de caer derrotado decide inmolarse para servir de inspiración a las nuevas generaciones. Desde la Casa Blanca, el megalomaníaco Lex Luthor y su esposa Louise Lane arman el grupo de marines Linternas Verdes. Y en la Isla Paraíso, la Mujer Maravilla se alza contra el unilateralismo.
“La cara opuesta de las cosas –sostiene Millar– genera siempre las historias más interesantes. Lo que tenemos en Red Son es un mundo donde gran parte del planeta ha decidido abrazar este supercomunismo, en desmedro del capitalismo que se encuentra totalmente fragmentado. Justo lo opuesto de lo que pasó en el mundo real. Las implicancias morales de un hombre o un país asumido como fuerza policial del mundo entero se convierten, entonces, en la Gran Pregunta. Por ello, Superman finalmente se cuestiona si el control total es la mejor política para garantizar la seguridad de las personas que él sinceramente desea proteger.”