ENTREVISTAS
El hombre recontrabajo
A esta altura, Charlie Haden es casi una leyenda viva. Coquetea diciendo de sí mismo que es un contrabajista de técnica imperfecta. Sin embargo, su sentimiento es perfecto. Tocó con músicos tan distintos como Ringo Starr, Bruce Hornsby, Ricky Lee Jones, Pat Metheny y Keith Jarrett. Y cada uno de sus discos es escuchado con devoción. De paso por Guadalajara para homenajear a Julio Cortázar, Radar habló con él de su vida, de la mejor persona que es cuando toca, de todo lo que le falta por tocar y de lo vergonzoso que es ser norteamericano hoy en día.
Por Mónica Maristain
Aunque él diga que en estos tiempos da un poco de vergüenza ser estadounidense, nada es más gringo que Charlie Haden haciendo un gesto reprobatorio a los comensales ocasionales que osan encender un cigarrillo. Al lado de este hombre no se fuma.
Y aunque él diga que ha buscado a lo largo de su dilatada carrera ser en la vida la misma persona que es cuando toca el contrabajo, nada es más neurótico y obsesivo que el Charlie Haden de calle. Que la comida, que el hotel, que la calidad de sonido en el teatro... junto a este artista no se puede dejar nada librado al azar.
Pero en ninguna Biblia musical está escrito que los músicos geniales como Charlie Haden deban ser personas también geniales. Con la cantidad de música que este hombre nacido en Shenandoah, Iowa, en 1937, ha regalado a la Tierra ya tiene ganado el Cielo.
Lo encontramos en Guadalajara, ciudad mexicana a la que asistió para realizarle un homenaje al escritor Julio Cortázar, en un coloquio organizado por la universidad local.
Acompañado por el pianista cubano Gonzalo Rubalcaba (La Habana, 1963), a quien descubrió durante un viaje a la isla en 1986, llegó a la perla tapatía como rodeado por su propia sombra, envuelto por una atmósfera personal entre reconcentrada y lúgubre, un modo Haden de llevar su silueta septuagenaria, de la habitación del hotel al teatro y del teatro al hotel, sin paradas.
Este hombre que, al decir de Rubalcaba, puede describir el universo en una sola nota, no parece llevarse bien con otra escena que no sean las tablas de los teatros y las salas de concierto por donde ha paseado su sensibilidad marciana.
El bajista de técnica imperfecta y sonido perfecto puede quedarse largos minutos mirando el salmón rosado que yace en un plato a la espera de ser consumido, en bocados pequeños, por un comensal exigente y miedoso (él mismo).
La cena fue ordenada por Gonzalo, el pianista al que presentó en un lejano Festival de Montreux junto al baterista Paul Motian y que ha devenido en una especie de hijo mayor, casi un enfermero, traductor de idiomas, productor discográfico, de su padre musical.
–Charlie, ¿te gusta? –pregunta un Rubalcaba atribulado.
Sin mucho entusiasmo, como esos niños que comen sólo para poder tener derecho al postre, Haden asiente y mira fijo su alimento.
Bebe de a poco agua mineral y cada tanto sus ojos parecen querer atravesar las gruesas gafas que son su sello estético desde la juventud.
Atrás quedó, en esta cena, el periplo por Guadalajara en busca de un hotel que fuera de su agrado. Los conoció todos, acompañado por el empresario cordobés que lo trajo a México y que había reservado dos habitaciones en una coqueta posada colonial, a pocos pasos del imponente Teatro Degollado.
Cuando ya parecía no existir el hotel que se ajustara al gusto de Haden, el músico recaló en el Quinta Real. Desde una habitación que daba a un pequeño parque interior, llamó al chef y le preguntó: “¿Usted es buen cocinero?”. El pobre hombre, tomado por sorpresa, atinó a balbucear un sí que de todos modos convenció al huésped.
Más tarde, una molestia estomacal hizo temer por su presentación. Haden clamó desesperadamente por un médico. El galeno se aposentó en la habitación de Haden y tardó aproximadamente una hora en salir. Se supo luego que la administración de medicina al gran músico de jazz sólo le había llevado unos pocos minutos. El resto del tiempo, el médico se reveló como su gran admirador y allí estuvieron, fan y artista, conversando de sonidos perdidos y encontrados mientras en el teatro la gente comenzaba a abanicarse, impaciente, con el programa de mano.
Si estuvieran en una pelea de box Keith Jarrett y Wynton Marsalis, ¿por quién apostaría?
–Es difícil para mí pensar esa pregunta en términos boxísticos. La enfrento, en realidad, en términos de emoción. Toqué muchos años con Jarrett, conozco su música y cuando siento algo cerca de mi corazón, eso es lo que me gusta. No me siento cercano a la música de Wynton, en cambio, pero me alegra que entregue su mensaje a los jóvenes. Wynton viaja por todo el mundo y habla mucho acerca de la importancia del jazz y le enseña a la gente joven sobre Duke Ellington y cosas así. Eso es muy positivo.
Se dice de usted que es el bajista de técnica imperfecta y sentimientos perfectos, ¿está de acuerdo con eso?
–Es cierto, realmente no tengo una técnica formal. Soy autodidacta, mi entrenamiento musical viene de cuando era un niño que cantaba música country, y ésa es mi escuela. Yo toco lo que siento y, ojalá, con las notas correctas. Ya no pienso en lo que toco como jazz, no me gusta hablar de música en término de categorías, para mí la música es real y significativa cuando viene de una persona con dedicación y devoción, que no tiene opción, que debe tocar y componer.
¿Ama todos los discos que ha grabado?
–Amo la oportunidad de poder grabar discos, eso es lo importante.
Nocturno le dio una cantidad y calidad de público que no tenía antes, ¿esto fue pensado así?
–No pienso en vender muchos discos, pienso en hacer música bella y en llegar a la mayor cantidad de gente posible, porque no somos suficientes. Las formas de arte son una minoría y tenemos que atraer a más gente.
¿Qué le dice el nombre Charlie Haden?
–Pienso en mí como una persona que trata de ser lo más cercano a la vida que pueda y soy así cuando estoy tocando y trato de serlo en la vida cotidiana. Cuando toco música toco la vida, veo la vida de una manera diferente y mi esperanza es poder ser en la vida cotidiana el ser humano que soy cuando toco. Eso es muy difícil, porque cuando estás tocando aprendes lo importante que es la humildad y la entrega, aprecias esto, y cuando ya no estás tocando y entras en tu vida cotidiana, es difícil vivir de acuerdo a esa humildad y entrega y sentarte a escuchar a alguien sin pensar en ti mismo.
¿Nunca sintió ganas de tirar el bajo por la ventana?
–No, nunca he pensado en parar, no puedo parar. No recuerdo haber tenido una etapa en mi juventud de haber pensado ¿qué quiero ser cuando crezca? Siempre lo tuve claro, no tuve una opción diferente.
¿Cuál ha sido el mejor concierto de su vida?
–Hay muchos conciertos y el más importante es el que estás tocando ahora. Lo importante es hacer que la música suene lo más bella posible y, con suerte, comunicar a la audiencia lo que sientes.
¿Cuál es su quinteto ideal?
–No pienso en las combinaciones, o en quintetos o en tríos; más bien pienso en encontrar músicos que tengan los mismos valores de creatividad que yo y he sido muy afortunado al encontrar músicos así y poder tocar y grabar con ellos. Participé en los discos de Ringo Starr, Bruce Hornsby, Ricky Lee Jones. Muchos artistas que admiro me han pedido tocar con ellos, y si me siento cercano a lo que hacen espero ansiosamente el momento en que trabajaremos juntos.
¿Qué hace cuando no toca el bajo?
–Disfruto estar con mi familia. También me apasiona la docencia. Comencé a impartir un curso de estudios sobre jazz en el California Institute of the Arts en 1992, porque es importante para mí enseñar a gente joven lo que he aprendido. Les digo que es importante convertirse en un buen ser humano y quizás entonces se puedan convertir en buenos músicos. También me gustan las novelas de misterio, las películas del 40 ylas pinturas de artistas enormes como De Kooning, Ray Parker, Bob Thompson. Mi principal fuente de devoción es mi esposa Ruth Cameron, quien es una gran cantante y me ha ayudado mucho en mi vida. Sin ella creo que podría hasta estar muerto. También trato de mantenerme sano. Tengo un perro que se llama Jackson, que es un mezcla de poodle y Lahsa Apso. Es muy lindo, un perro de jazz. Le gusta dormir hasta tarde y se enoja mucho cuando lo despertamos temprano. Le gusta la gente, es muy sociable, le gusta jugar con otros perros y lo saco a dar largos paseos, donde aprovecho para hacer ejercicio.
¿Cómo se lleva con sus hijos?
–Estoy en contacto con mis hijos, son todos músicos. Mi hija Petra acaba hacer un disco con Bill Frisell que está increíble, y también ha hecho muchos discos con Sean Lennon. Tengo unas trillizas que están en el mismo carril, son excelentes músicos y una de ella, Tanya, es muy buena pintora; Rachel es una gran bajista y tecladista y ahora está haciendo su propia música. Mi hijo Josh tiene una banda llamada Spain que es muy popular y ahora hizo un disco solista para Dreamworks. Una de sus canciones está en mi álbum con Pat Metheny llamado Beyond the Missouri Sky.
¿Pat Metheny sigue siendo alguien muy cercano a usted?
–Claro, somos muy buenos amigos, de hecho va a tocar en mi nuevo disco. Lo conozco desde 1980 y nos convertimos en muy buenos amigos. Los dos somos de Missouri y mi familia y su familia eran muy cercanas.
¿Qué significa ser músico estadounidense en estos tiempos del mundo?
–La verdad, ahora es un poco vergonzoso ser estadounidense. La administración que tenemos ahora es muy destructiva, sólo piensan en ellos mismos y espero que podamos tener un buen presidente para la gente, como lo fue Bill Clinton, de alguna manera. Con respecto a ser un músico estadounidense soy muy afortunado de serlo porque mi formación es la música country. Hay dos tipos de música que nacieron en Estados Unidos, uno de ellos fue la música country y la otra fue el jazz. Yo me siento cerca de esos dos géneros.
¿Ha tocado toda la música que ha querido?
–No, hay mucha música que me falta. Acabo de grabar Land of the Sun (Tierra del Sol), un disco sobre la música del mexicano José Marroquín a cuya hija conocí en Texas. En el disco participaron Gonzalo Rubalcaba, que también ha hecho la producción, Michael Rodríguez en trompeta, Oriente López en flauta, Miguel Zenón en saxo alto, Pat Metheny y Joe Lovano. Ahora estoy trabajando en un nuevo disco de la Liberation Music Orchestra. Carla Bley está escribiendo nueva música para la orquesta y una de las composiciones es mía, además de muchas canciones que vienen de la música tradicional de Estados Unidos, como Amazing Grace. Va a ser muy hermoso. Así que estoy muy ocupado, realmente no tengo suficiente tiempo en el día para hacer lo que quiero. Ahora cuando vuelva a Los Angeles regreso a dar mi clase en Calarts y de ahí voy al estudio a grabar un disco con Alice Coltrane y Jack DeJohnette.