Nota
de tapa Un mundo extraño Un sorprendente guión de Carolina Fal. Graciela Borges deslumbrada por un proyecto por primera vez en mucho tiempo. La poderosa presencia de Rita Cortese. Una participación especial de Evangelina Salazar. Una escenografía completamente novedosa. Y un inspirado Luis Ortega que, después de su emocionante debut con Caja negra, vuelve a filmar en las inmediaciones de la muerte. Radar estuvo en el set de Monobloc y habló con todos sus participantes. Para alguien que aterriza de pronto en un rodaje, en el penúltimo día, la sensación puede ser comparable al jet lag. Es decir, necesitará un tiempito para adaptarse a esta nueva latitud y altitud. Cuánto más si se trata de una película de Luis Ortega que se llama Monobloc, fue escrita por Carolina Fal, está iluminada por Jorge Pastorino, tiene a Mercedes Alfonsín en la dirección de arte y está protagonizada por Fal, Rita Cortese y Graciela Borges, con la participación especial de Evangelina Salazar. Dentro de esa familia provisoria que dura algunas semanas, conviven técnicos e intérpretes, gente de producción y de maquillaje, encargada de catering y, desde luego, el director, el hacedor que en este caso es tan joven que parece mentira que éste sea su segundo largo (el primero fue una hermosa Caja negra) y tan lindo como un San Luis de estampita antigua (aunque con la boca más pulposa). Nada más llegar a media mañana y toparte, en medio de los destartalados estudios Lumiton de Munro, con una gran mesa de medialunas y facturas varias, té, mate y café, ya es de buen augurio. Impresión que se confirma con la aparición de Fernando Noy, cuaderno en ristre, escribiendo el diario de filmación y siempre dispuesto al piropo poético que levanta el ánimo de la cronista, todavía en plan de aclimatarse cuando irrumpen Cortese y Fal en traje de baño y bata de toalla, camino de la famosa -para quienes leyeron el guión– piletita de la terraza del monobloc. Que está sobre una gran tarima, llena de un agua turbia, los zapatos de suela despareja –el personaje de Nena tiene una pierna más corta que la otra– al costado y, en una de las altas paredes blancas, un cielo de Magritte proyectado, con nubecitas (pero sin paloma). Así son los decorados de Monobloc, pura y total creación. Evidentemente, Ortega y sus colaboradores directos están del lado de Vivian, el personaje de Oscar Wilde (La decadencia de la mentira) que se queja cuando una dama pedestre lo obliga a admirar un cielo supuestamente magnífico: “¿Y qué era aquello? Simplemente un Turner muy de segundo orden, un Turner de un mal período...”. Todo parece asegurar, entonces, que Monobloc va por el camino de “las bellas cosas inciertas que constituyen el objetivo final del arte”. El poeta cineasta Luis Ortega hace tomas y retomas de una escena –de belleza convulsiva– en que Carolina Fal flota en la piletita, su cara blanquísima emergiendo del agua oscura como una mascarilla mortuoria, mientras sostiene un improbable diálogo con Rita Cortese, acodada a su lado, un vaso de aperitivo en la mano. Al final de un día largo y difícil, exhausto pero todavía reclamado cada cinco minutos para que tome alguna decisión, Luis Ortega dirá, sorteando las interrupciones: “Monobloc básicamente habla de la muerte, todo el escenario habla de la muerte. En un punto resulta muy angustiante, y yo, personalmente, todos los días tengo ganas de llorar” (corte). “Y encima pasa esto, que como los segundos valen fortunas, ya deja de ser un juego. El Chino (Mariano Fernández) es mi socio, con él armamos todo, hace dos años que estamos en esto, nos costó mucho.” Aunque en este momento de agotamiento no sabe si se bancaría filmar otro largo, Luis tiene un guión terminado “que va un paso más allá de Monobloc, con el que termino de contar una parte de lo que siento actualmente. Tal vez por eso, las tres, junto con Caja negra, hablan de la muerte. Y tengo otro proyecto, una adaptación de un cuento genial de Mishima donde también se mueren los personajes. No me puedo sacar ese tema de encima, como verás. Es como una fascinación por la idea de dejar de estar y a la vez una nostalgia, el dolor que te produce dejar de estar. De repente, advierto que estoy muy cansado y me gustaría morirme por un ratito. Siento como que la vida es una interrupción de la muerte, como que la muerte es el estado anterior y posterior, como de unión. Ésta donde estamos ahorasería una escala rara, muy misteriosa. Por eso, yo quería espacios misteriosos para Monobloc”. “En la película que hago, pensando en la gente que la va a recibir, la idea es decondicionar, una palabra que me copié de Burroughs” (corte). “Que los sentidos se purifiquen y reciban información nueva, que la mirada se vuelva inocente frente a algo visto por primera vez. Para eso hay que construir espacios que nadie vio nunca, para virginizar esa sensibilidad entumecida y torpe”, dice Luis con voz queda por el cansancio que sin las personas que colaboran con él, no funcionaría. Nombra, entre otros, al cámara Cobi (Jorge Migliora), al iluminador Jorge Pastorino, a su asistente Nicolás Di Coco. “Con Pastorino empezamos a ver pintura, Caravaggio, Rembrandt, y nos dimos cuenta de que ésa era la luz de los interiores, que viene del cielo, no de ningún lugar lógico. Entonces, el cuadro se impone de una manera más religiosa: no es ese farol que echa una luz pareja, realista, sino que tenemos una luz mucho más dramática. Hay una telepatía increíble con Pastorino, casi sin hablar llegamos al punto exacto, y hoy estamos filmando y nos miramos y sabemos que coincidimos. Con Mercedes Alfonsín pasó algo semejante, si bien todas las elecciones de los decorados estaban tomadas cuando ella llegó. Pero lo que Mercedes hizo fue perfecto. Ahí es cuando yo creo en Dios, en alguna providencia, una fuerza mayor que hace que uno se encuentre con la gente indicada. A la vez, el contar con gente tan talentosa, en la misma frecuencia, me hace pensar que más o menos estoy haciendo las cosas bien. Esto me da un poco de aire a toda esta sensación de ahogo tan fuerte que es viajar a tu casa, abrir la puerta, todas cosas que tengo decidido que en las películas mis personajes no van a hacer más, pequeños trámites mundanos que yo detesto.” En este atardecer con luz de neón, Luis Ortega declara sin énfasis que se siente ridículo siendo una persona, que ser humano es casi patético, que relacionarse con otra persona es tan difícil que no sabe si es mejor quedarse solo. Que Monobloc también habla del egoísmo, de la inseguridad, de la falta de amor. “Siento como si fuésemos muerte envasada, pero cuando digo muerte me refiero a eternidad. Siento que somos como eternidad, pero con un marco. Es muy angustiante esa contradicción. Si soy coherente con estos sentimientos, me cuesta mucho vivir dentro del cuerpo. Ginsberg llega a la conclusión de que hay que vivir dentro del cuerpo y desarrollarse de esa manera, si no, no habría esta interrupción que es la vida, digamos. Pero yo todavía no lo puedo entender, me sigo saliendo de mi cuerpo, me desbordo. Básicamente, lo que más miedo me da es seguir viviendo sin paz... Tal vez la paz no tenga que ver con esta vida.” La idea de que el arte sea salvador no lo termina de convencer, aunque acepta que “con Caja negra sublimé algunas cosas, sobre todo la relación con mi papá, que ahora es increíble, nos quedamos horas de sobremesa. Pero me parece que el dolor no se puede sublimar en el arte; o sí, pero no dura mucho. Y vuelve el mismo dolor. Entonces, me cuesta ser una persona con esperanzas, aunque no siento que tenga una visión negra de la vida, pero sí que la vida es mucho para mí”. A los 15, Luis Ortega tomó “para siempre” la decisión de sacrificar el bienestar a cambio de un objetivo muy preciso, que todavía no sabe cuál es. “No creí que iba a ser tan difícil, pensé que iba a ser más romántico”, sonríe apenitas. ¿Algo cerca de la santidad? “Sí, porque de alguna manera soy muy moralista, creo en alguna moral, pero ciento por ciento. En mis películas, ésta, la anterior, las que vendrán, planto una moral fuerte. Si bien no queda explícito, en el fondo se vislumbra el anhelo de cómo, de qué modo todo podría estar un poco mejor... Pero no puedo dejar de ver que todo el entorno, lo que está pasando en el mundo, no ayuda a esas metas. Lo loco es que uno mantiene el impulso generado por ese deseo, y a la vez todo el tiempo los hechos te demuestran que tal vez todo esfuerzo es en vano.” |
Graciela
Borges Deslumbrada Lo notable es que ese guión se ha ido modificando durante el proceso de preparación, de filmación. Mirá, después de casi 50 películas, mi capacidad de asombro sigue intacta. Pero es muy raro que algo me deslumbre. Y ahora estoy deslumbrada con lo que Luis está haciendo, el mundo que tiene en su cabeza, las cosas que pide. Imaginate lo que puede ser la mente de un chico que a los 19, en Caja negra, habla sobre el deterioro, sobre la muerte: hay que ser un sabio, un elegido... Tenía pensamientos encontrados sobre Perla, mi personaje. Me pasó casi lo mismo que con El dependiente: tenía que saber cómo miraba, cómo caminaba, pensarla con el cuerpo. Comencé a sentir, ensayando con Luis, que ella era como zen, no estaba terminada. Había en ella una cosa que yo conozco muy bien en alguna gente, cierta ingenuidad, un no poder mantenerse presente. Lo ensayé en un tono casi aniñado, para equivocarme, para pulir, hasta que un día me di cuenta de que también tenía una partecita siniestra. Porque además una persona que se va a morir –y que se resiste como esta mujer– no es una persona común. Y fue glorioso todo este proceso que culminó con el rodaje, ver lo que iba saliendo... Estoy tan fascinada de haber trabajado con Luis que pide y mira por esa cámara como si tuviera 60 años muy intensos, alguien demasiado enorme para su edad y su tiempo. Sabe muchísimo, lo sabe todo. El rodaje ha sido una felicidad. ¿Viste que a veces una dice que las bendiciones no llegan por azar, que están mandadas? Bueno, éste es el caso. Había que filmar en pleno verano, el calor debía estar presente, y tuvimos que hacerla en otoño. Pero el clima fue clemente, el frío relativo, pudimos hacer todos los exteriores. Y si hubo algún sufrimiento, lo aguantamos con entereza por el amor que tenemos por este guión, por este director, por esta convicción de estar haciendo una película excepcional, para mí, un terrible cuentito infantil...” |
Carolina
Fal Entregada Monobloc es como ese momentito antes de caer en el sueño, en el que una todavía no se durmió, que pensás cosas que no sabés de dónde te vienen. Yo siempre retengo mucho ese lapso, trato de no dormirme para entrar otra vez en ese estado. La película, entonces, sucede en ese pequeño instante, por eso no tiene un tiempo convencional. La Nena: mirá lo que me escribí: el personaje que observa, el que tiene más conciencia de la situación, la va viendo pasar. Mi personaje se deja todo el tiempo. Se deja quedar huérfana por la vida, deja que los hombresdel monobloc tengan relaciones con ella. Como si no estuviera adentro de la vida. Todavía tiene un pie adentro porque sufre un poco, pero si no sería alguien que ya entendió todo y que no le gustó. Por eso el riesgo era el de no estar haciendo nada, porque algo hay que expresar. Fue realmente difícil no ponerle excesiva intensidad. Lo bueno que pasó con todos los cambios y transformaciones que hizo Luis fue que mejoraron lo escrito. Cada vez que veo una escena filmada por él, me parece más linda de lo que yo imaginé. Porque Luis la termina, completa esa parte que no me conformaba del todo. Algo cerró en este rodaje, algo aprendimos como grupo de amigos que somos. Siento que Dios nos acarició. Después de esta etapa somos otros frente a la vida. Yo me siento más fortalecida, con más confianza en que lo que una piensa y sueña se puede realizar. Con algunos miedos menos, y quizás otros nuevos. Porque yo puedo ser bastante desesperanza y tengo una visión en general negra de la vida. Pero esto que sucedió, que está sucediendo, me saca un poco de ese lugar, me da fe, me da calor.” |
Rita
Cortese Privilegiada La película filmada, naturalmente, difiere de lo que se pensó al leer el libro: al hacerla los personajes revelan facetas escondidas, inesperadas. El penúltimo día de rodaje, hablábamos con Carito de que quizá recién ahora estábamos listas para empezar a filmar Monobloc... Porque una obrade esta dimensión una empieza a comprenderla a medida que la vas haciendo. Hablo de los actores, claro. Otra cosa rarísima es que el tiempo se fue volando, no podemos creer que ya estemos terminando. Será que no muy a menudo te toca estar en un proyecto como éste. No es que Luis me sorprenda: a mí Caja negra ya me había parecido extraordinaria. Él, como todo gran artista, está ligado a lo religioso, porque lo ideológico tiene un techo. Desde luego, cuando digo religioso me refiero a lo sacro. Luis genera esta mística, la gente advierte que está haciendo una obra de otro rango. Sin verbalizarlo, está presente esa certeza. Hoy fue arduo, porque había que estar en esa piletita como Carolina y yo, en traje de baño, con poca calefacción... Pero vale la pena todo lo arduo porque lo que se produce es magnífico. Luis es la misma persona que refleja su obra, tiene esa unidad. A los 23 está manejando un equipo de filmación que lo respeta muchísimo. Que en verdad no lo está “manejando”: simplemente, él es, transcurre, y todo el mundo esta ahí, a favor, haciendo lo que hay que hacer. Mirá que nosotras, Carolina, Graciela y yo, no somos tres chicas especialmente dóciles, tenemos nuestros temperamentos fuertes y diferentes. Pero claro, él genera arte. Y creo que todos han comprendido que están siendo partícipes de una obra de arte, por lo tanto tienen esa responsabilidad y ese privilegio. Esto más allá del resultado en la boletería, de lo que diga la crítica, de los premios que pueda ganar. El material que podemos ver en el monitor una vez que filmamos no se parece a nada que yo haya visto. Se conjuga todo, la luz, la escenografía, hasta el último ladrillo es pura invención, mientras que los exteriores están tratados como si fueran irreales. Mi único temor es que sea un exceso de belleza, ¿entendés? Porque no hay nada de lo que hicimos que no nos haya impactado estéticamente... Es cierto: el guión de Carolina era maravilloso, pero hacía falta un director como Luis, no me puedo imaginar a nadie más, para convertirlo en esta película que ya está tomando forma asombrosamente, admirablemente.” |
Mercedes
Alfonsin, la directora de arte En lugares insondables –Tal cual. No se parece en nada a lo que he hecho. Antes de la primera entrevista leí una sinopsis muy pequeña y ya se me dispararon imágenes. Llegué con apenas una parte de los libros que había revisado: Mujeres de Annie Leibovitz, porque tiene caras que me remitían a esos personajes; Tulsa de Larry Clark, quizá por ese registro intimista que mira desde adentro... Es curioso, porque el grupo de Luis, Carolina, Pastorino seconocen hace mucho, pero se produjo una sintonía fina, una sincronización de gustos, de intereses. Después de esa charla, me llamaron para que me incorporara al proyecto. ¿La lectura del guión concordó con la sinopsis? –Absolutamente. Ahí empezamos a trabajar más en concreto, porque también pasa que estos guiones tan atractivos pueden resultar un tanto peligrosos porque son tan una película escrita que te alejan de la materialización. Como que hay que hacer otra película paralela. Hice la planta, una propuesta de puntos de vista de cámara. Comenzamos a priorizar las escenas... La planta fue creciendo con las elecciones que tomábamos, el espacio se fue componiendo. Después de las plantas hice maquetas, los muebles a escala. ¿Como en el Hollywood de estudios? –Propiamente. En esa parte, Luis trajo muchos libros de pintura. Rembrandt fue un eje que seguimos mucho, respetamos la paleta, no el contenido. Se fue haciendo un trabajo muy minucioso, con un nivel de detalle previo propio de una gran producción. Un verdadero lujo. Sugerí a Roberta Pesci como vestuarista y se entendió rápidamente con Luis. El monobloc es el protagonista de esta película, y apareció una locación muy interesante en Ciudad Oculta, lo que nos llevó a un lugar bastante más oscuro del que estábamos hablando: el exterior de ese edificio es como alguien sin ojos, una cosa ciega, terrible. Terminamos en un decorado que, por ejemplo, no tenía terminación en las ventanas, sin marco, nada. Cosas que fueron pasando, siempre un escalón más abajo, que nos condujeron a lugares insondables. No puedo decir cuánto valoro haber podido estar aquí, en esta rara joyita. |
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