Dom 04.07.2004
radar

De las cuevas de Altamira a Andy Warhol, pasando por los clásicos, la Edad Media, el Renacimiento, el siglo XIX, las vanguardias, Picasso, Matisse, la historieta y el arte argentino: en el flamante libro Bellas Artes (que, además, se convertirá en muestra a partir del 10 de agosto en el Malba), Rep no deja período artístico por revisitar. A continuación, Horacio Verbitsky (lector devoto de Rep), Laura Batkis (curadora de la muestra) y el mismo Rep ofrecen una visita guiada por algunos de los mejores momentos del libro.

El gozador insatisfecho

POR HORACIO VERBITSKY

La engañosa palabra autodidacta encubre la voraz curiosidad de Rep, quien ahora nos muestra con cuántos grandes maestros ha estudiado. El nuevo libro confirma cuánto le cuesta discernir los límites entre la realidad y el arte, tal vez porque todo le causa gracia, como a un niño que cada instante descubre algo nuevo. Ese es un privilegio envidiable, que él comparte con generosidad en cada trazo de su obra incesante. Por si a alguien le interesan los gustos personales, mi preferido de Bellas Artes es su cotejo de los dormitorios de Miró y Kandinsky de la página 56, de cuyo original soy el feliz poseedor, aunque también me matan de ternura la ducha de Fukuda de la página 76 y de consternación los desocupados de Berni en el terrible Buenos Aires de hoy.
Desde los primeros dibujos suyos que conocí, hace más de veinte años, cuando los dos usábamos pelo en la cabeza, me asombró su libertad creativa, que los lectores de este diario conocen mejor que nadie. Su tira cotidiana ni siquiera tiene título, porque su única constante es el cambio, más allá de la aparición periódica en sus dibujos de algunos personajes, como Gaspar, Auxilio, el Sopre, el Murciélago Emporrado o la Momia.
Joven Argentino, Los Alfonsín, El Recepcionista de Arriba, las Postales, los Barrios Porteños, El Caramonchón, Los Mutyladitos, cada uno de ellos justificaría la existencia de un dibujante. Las Bellas Artes que acaban de editarse muestran que la mirada de Rep es ingenua pero compleja y reflexiva, la de un rumiante de humor profundo y avidez de esponja. La versatilidad de su obra es la de un observador compulsivo y un gozador insatisfecho, que siempre quiere más y por eso siempre nos da más. En la contratapa, el maestro Quino define la poética de Miguel en términos insuperables, que convidan a poner fin a mi balbuceo, sólo justificado por la admiración, el placer y el cariño.

El primer vernissage
“Si hay algo que podemos ver en la pintura rupestre es que es todo verdad. Los pigmentos son de verdad. El tipo es de verdad; estaba desesperado, brindando esos dibujos a sus compañeros, a sus dioses; tenía miedo y tenía miedo de salir y fantaseaba con matar al bisonte y si salía lo mataban a él. Es un misterio por qué eran dibujos tan bellos; esos tipos no habían ido a Bellas Artes... Lo de Altamira es como el dibujo de la infancia. Es lo más puro. Hay un bisonte con mucha estilización; ¿de dónde viene? Yo creo que el arte rupestre es el gran misterio de la historia del arte. Por eso le dediqué tanto; podrían haber sido sólo dos dibujos pero creo que hice tantos dibujos del arte rupestre como del Renacimiento. O más. Porque las escenas que más se me ocurren son de ese período. Haría un libro sólo con el arte rupestre.”

Da Vinci va con todo
“Otro dibujo que se rebela contra la perfección renacentista. A mí me encanta este dibujo de Da Vinci pero me tiene las pelotas llenas que lo pongan como adalid del arte científico. Lo odio porque va con todas las comidas: lo ponés en la tarjeta de un abogado y va bien. Lo ponés en TN Ciencia y va bien; lo ponés en una nave espacial, va bien; lo ponés en un ladrillo, ¡como marca del ladrillo, y va bien! Entonces, es el primer isotipo de la historia.”

Abbey Road y Costanera
“El espíritu de los ‘60 pasa por dibujar artistas que caminan por la calle y no en un atelier. Es una actitud rupturista y sería la que corresponde a estos Fab Four de la Otra Figuración. Además me gusta mucho dibujar esa tapa; la hice muchas veces.”

Los solos de Hopper
“¡Un tipo tan sensible! Es el gran pintor de la soledad urbana del siglo XX. El ser humano en desarmonía con su entorno, el anti-Hokusai. Lo amo porque muestra, de ese país que está produciendo un American way of life absolutamente edulcorado –el de Norman Rockwell–, lo patético, el individualismo del capitalismo. Sus personajes no ven la hora de morir, de que se haga de noche. Sus pinturas son hombres en maquetas.”

La ola de Hokusai
“Amo a Hokusai porque amo la línea, me
encanta la línea (éste es un libro de línea, yo soy un hombre de línea, como la mayoría de los humoristas gráficos, no soy un hombre de la pintura, de la plástica). Y en estas etapas, Hokusai labura con línea, no con masas de color, y tiene ese empate entre la naturaleza y lo humano, donde todo es una misma cosa; una hojita tiene el mismo valor que la expresión de un viejo, o que la caída de la ropa. Todo es un cosmos absolutamente
armónico. Hokusai maneja maravillosamente los espacios. Y además, acá tiene su modelo. Tranquilamente él hubiera podido detener el tiempo y la ola hubiera sido perfectamente dócil. Uno nota eso en los cuadros de
Hokusai: la Gran Ola posa para él.”

La calesita del arte
“¡Ese expresionismo de Munch, como cagándose en todos! Aunque la idea acá era hablar del arte de calesita, donde no se ven las ‘bellas artes’ sino lo popular, a Hijitus. O a Condorito, que es lo peor del mundo. No es algo que yo les agradezca a las calesitas, pero ése era el chiste.”

Rembrandt: el señor de las moscas
“Me encantaba la composición de La lección de anatomía, así que hice un estudio previo para ver cómo era, qué hizo. En Bellas Artes no se ve sólo el cuadro sino también su entorno. No es una parodia, es el contexto, el momento, que hasta es perfectamente posible: que la investigación se demorara, que el cadáver se pudriera y se llenara de moscas. La idea es imaginar el momento de la creación; si uno no lo ve, obra y artista se vuelven inalcanzables.”

Matisse vs. Picasso: el duelo del siglo
“Matisse y Picasso se respetaban mucho: ellos sabían que el otro era el número uno. Quizás la batalla por la trascendencia y por ser el mejor la ganó Picasso, pero Matisse no le va en zaga. Picasso es el paradigma del cambio en el arte, es el cambio permanente. Y siempre tiene ganas, siempre está caliente, siempre tiene potencia y alegría, es una cosa bestial, se lleva el mundo por delante; es como el gran fauno de la historia del arte. Verlo te dan ganas de dibujar: tiene algo inacabado, que te dice ‘Bueno, te los esbocé así; ahora a ver cómo seguís, a ver, dibujá con esta animalidad’. Se los comía a todos. Comía gente y cagaba arte. Comía linda gente, digería bien. Yo creo que Matisse y Picasso podrían haber tenido un duelo como el de la viñeta. Los amo a los dos, pero en un afán competitivo e infantil, yo quisiera que gane Matisse. Me parece casi un extraterrestre, y opina tan poquito...”

Miró y Kandinsky: el revés de los sueños
“Uno de mis preferidos. Descubrí que dos artistas tan distintos, que convivieron en su tiempo, usaban los mismos signos, las lunas, los círculos. ¿Qué hubiera pasado si hubieran vivido en el mismo cuarto? Podría haber pasado. Y también podría haber pasado que en el sueño Kandinsky soñara como Miró y Miró soñara como Kandinsky. Usan los mismos signos abstractos: uno para liberarse de todas las leyes y el otro para ordenarse.”

El contagio de Lichtenstein
“Lichtenstein es uno de mis preferidos, quizá mi preferido-preferido. Éste es un chiste sobre el contagio que el arte ejerce sobre nosotros cuando algo nos gusta. Cuando vas a un museo y algo te llegó, te contagia y ya nunca más vas a ser el mismo. Yo ya no soy el mismo desde que vi Las Meninas o La hermana de Rembrandt en el Museo de Bellas Artes, desde que vi algunas esculturas de Pablo Suárez. Si te llega, te conmueve, te contagia.”

Warhol: las curvas de una sopa
“El modelo vivo es una de las situaciones más deserotizadas del mundo. Acá van algunos a pintar con actitud libidinosa y se alude, obviamente, a las elecciones sexuales de Andy. Pero qué lindo es que haya descubierto la belleza de un objeto de consumo. La belleza de la mujer ha sido pintada por siglos y este tipo descubre que el modelo puede ser reemplazado por algo que es, en el siglo XX, casi tan cotidiano como una mujer.”

Perfil artístico

¿Monet o Manet?
–Ninguno de los dos.
¿Por qué grita realmente el personaje de El grito de Munch?
–Porque se convirtió en una imagen en la habitación de cualquier adolescente y ve lo que lo rodea.
¿De qué se ríe la Gioconda?
–No se ríe, sonríe. Sonríe dulcemente, como diciendo: ¡no le pregunten eso a Miguelito!
¿Por qué hay tantos ojos en los cuadros de un tipo llamado Miró?
–Porque huyó y lo pescaron.
¿Qué cuadro te robarías?
–Las Meninas. También me afanaría un Figari y un Matisse.
¿Qué cuadro devolverías?
–Cualquiera de Archimboldo. O lo vendería y pondría una verdulería.
¿Cuál es la obra célebre que no soportás?
–Los relojes que se derriten de Dalí.
¿Qué cuadro modificarías y qué es lo que le cambiarías?
–Todos los Mondrian. Les pondría un cuadrito de historieta adentro.
¿Qué cuadro te gustaría haber pintado vos?
–Me hubiera gustado dibujar Los Caprichos de Goya.
¿A qué cuadro te irías a vivir?
–A unas Bañistas de Picasso.

 

El Museo de Bellas Artes

POR LAURA BATKIS
De qué hablamos cuando hablamos de amor es el título de un libro de Carver. Lo compré porque me gustó la duda planteada en esa frase. Del mismo modo, me pregunto de qué hablamos cuando hablamos de arte. Como especialista en el tema debo confesar: no sé. Puedo decir que sucede algo, corporal y mental frente a una obra que se parece un poco a lo que ocurre frente a alguien que nos gusta. Eso que pasa muy pocas veces. Y cuanto más y más obras se ven sucede cada vez menos aún, como con las personas. Todo este asunto del arte y del amor viene porque creo que hay un componente amoroso en el acto de mirar que hace que el que observa una obra califique ese momento como una experiencia estética o algo así. La experiencia frente a una obra excede ampliamente la teoría, como en el amor. No hay recetas para el orgasmo perfecto, ni tampoco para acabar emocionados frente a una rueda de bicicleta de Duchamp o un cuadro de Matisse. Cuando conocí la serie Bellas Artes de Rep, sucedió. Arte, pensé, y supe que en algún momento yo iba a exhibir esa serie. Su propia relación sentimental con el arte de los museos me sirvió a mí para entender los extraños mecanismos de creación que hay detrás de un artista. Rep copiaba las obras de los artistas que le interesaban hasta llegar a su versión humorística del dibujo final, para poder aproximarse a ese mundo que le resultaba sumamente extraño. El mundo del arte bello, solemne, con marco, curador y catálogo bilingüe. Siendo de otro palo (la tribu del humor gráfico), su estilo tiene el beneficio de no estar inmerso en la teoría legitimadora del sistema artístico. Puede reírse de Frida Kahlo sin que las feministas se ofendan y detenerse más en el estilo de Bacon que en su orientación sexual. Me interesó esa falta de solemnidad que descarga a las obras que toma, el sentido común con el que se acerca. Rep es un artista, aunque él no lo sepa. Y un gran dibujante, aunque él no lo sepa. Por eso lo elegí. En sus dibujos está el plano del humor, una manera inevitable en él porque es el modo con el que mira el mundo, pero además hay una calidad especial en cada dibujo que funciona de manera independiente al motivo. No hace falta entender para ver su obra, hay que mirar. Y si además se conoce la anécdota, el placer será mayor. Como en todo, uniendo la cabeza con la emoción, la sumatoria siempre dará un resultado más eficaz. Conocemos a Rep por sus tiras de humor, pero Bellas Artes nos enfrenta con un artista que trabaja sin el apremio de la inmediatez de los medios masivos y con un soporte en el que la reflexión se demora deleitándose en cada trazo. Lo presento junto a Repiso. Rep & Repiso juntos por primera vez. Repiso es autodidacta y su alter ego llegó a ser tan conocido que el artista se olvidó de ser él. A Repiso le dije que dibuje en las paredes del Malba una instalación en paralelo a lo que sucede en Bellas Artes. “Dibujar en las paredes de un museo es para mí como tener las cuevas de Altamira”, me dijo feliz cuando se lo propuse. Durante cinco días Rep & Repiso van a convivir en el Malba armando la muestra frente a mí, que seré testigo de esa acción. Mi función, como curadora, es accionar eso que Rep y yo nos imaginamos, pensando en simultaneidad la versión final de esta exposición. Como en el cuento de Carver, vamos a intentar hacer Catedrales.



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