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Sin pasar por los cines, desembarca esta semana en los videoclubes Músicos grandiosos, un delicioso “falso
documental” (aunque esta etiqueta a él no le gusta nada) del legendario Christopher Guest. Actor, músico y realizador que debutó dirigiendo a Kevin Bacon, Guest ofrece mucho más de lo que parece a primera vista: ni falsas bandas ni falsa música sino un sentido retrato del mundillo del folk.
› Por Mariano Kairuz
LA VERDAD ESTA AHI ADENTRO
Aunque para entonces ya había integrado varios de esos semilleros de
grandes comediantes y enormes guionistas yanquis como son The National Lampoon
y Saturday Night Live, y ya había trabajado en televisión junto
a Reiner, Guest no se hizo conocido para el gran público hasta el estreno
de This is Spinal Tap, en 1984. Lo cierto es que la Spinal Tap era una falsa
“falsa banda”, ya que, después de todo, sus músicos
actores sí componían y tocaban canciones –y eventualmente,
una vez consolidado el fenómeno–, también las grabarían
y se presentarían en innumerables recitales. Guest interpretaba al guitarrista
principal, un tipo tal vez demasiado franco y abierto llamado Nigel Tufnel.
Como falso backstage, la película sí tenía sus antecedentes,
y Guest había participado en uno de ellos, una parodia de Woodstock llamada
Lemmings, una década antes. Pero a pesar de esto y de que los Spinal
Tap se habían presentado en Saturday Night Live desde 1978, la película
vino a sacudir un poco al establishment rockero de la época, desatando
una paranoia feroz entre muchas de las bandas más populares, que se veían
demasiado reflejadas en la pantalla y creían haber sido objeto de burla.
Guest debutaría como director un lustro más tarde, con Mi primera
película, un pequeño, divertido, amargo e imperfecto film sobre
el ascenso de un aspirante a cineasta (Kevin Bacon) en Hollywood. Pero las películas
por las que se lo identificaría serían aquellas que coescribió
con Eugene Levy, un gran comediante surgido hace casi treinta años de
la troupe teatral y televisiva canadiense Second City. Juntos firman tres películas
concebidas a partir de una estructura parecida a la de Spinal Tap. En el medio
Guest también dirigió también dos películas menos
personales y menos interesantes: El ataque de la mujer gigante y Casi héroes,
que son las únicas que no escribió él mismo. La primera
gran película de Guest, entonces, sería Waiting for Guffman (Festejos
y talentos), en la cual ya reúne al que terminaría siendo su cast
habitual, para narrar los preparativos –registrados a modo de un making
of, con entrevistas y demás– de un grupo de actores amateurs de
un pequeño pueblo de Missouri, con el cual planean celebrar su sesquicentenario
y sueñan, no muy secretamente, con llegar a Broadway.La segunda gran
película de Guest es Very Important Perros (título local de Best
in show), que fue recibida como el This is Spinal Tap del mundillo de las competencias
caninas, y en la que se puso en primer plano las neurosis y las bizarras ambiciones
de los dueños de las mascotas de pedigree. Tres años más
tarde, con A mighty wind, Guest llega a su película más graciosa,
sincera y conmovedora.
TOMANDOSE LA VIDA EN SERIO
Músicos grandiosos cuenta los pormenores de la preparación de
un recital en homenaje a un visionario productor de la música folk llamado
Irving Steinbloom, que es organizado por uno de sus hijos (el genial Bob Balaban,
otro infaltable del equipo Guest) que habrá de emitirse, en vivo, desde
el Town Hall neoyorquino para el canal público de televisión.
Inspirados en múltiples bandas, tríos y dúos verdaderos
y ninguno en particular, el evento reúne a una increíble banda
de nueve músicos llamada The New Mainstreet Singers (demasiadas guitarras
y una formación que incluye a una actriz porno y una chica de la calle),
a los Folksmen (un trío integrado por los Spinal Tap Guest, Harry Shearer
y Michael McKean, con la que vienen tocando desde hace más de 20 años
y que fue y sigue siendo telonera de aquellos) y el dúo Mitch & Mickey.
Y si con los primeros, más bien grotescos, se produce una distancia emocional
insalvable, con el trío y en especial con estos últimos (uno de
esos matrimonios musicales tan sesentas interpretado por los espléndidos
Levy y Catherine O’Hara) Guest demuestra que sus personajes disfrutan
de la música no como un chiste ni como un placer culposo, aunque algunas
letras puedan sonar un poco forzadas y demasiado plagadas de pollos, vacas y
pasiones rurales. De hecho, la canción con la que Mitch & Mickey
cierran el espectáculo (“Un beso al final del arcoiris”),
logra convertirse en uno de los más genuinos hits emocionales no sólo
del cine de Guest sino del cine norteamericano de los últimos tiempos.
Nada de falso documental:la música es de verdad y la interpretan actores
que saben cómo hacerla, aunque nunca antes en sus vidas hayan tenido
en sus manos una mandolina como bien lo demuestra la cada vez más demente
Parker Posey, una de las mejores actrices que hayan salido del cine independiente
yanqui de los noventa. Las escenas están escritas, pero los diálogos
fueron improvisados, porque para Guest hay en el habla espontánea “superposiciones,
cruces y contradicciones” que serían muy difíciles de escribir,
pero también porque, según descubrió, “la gente que
es buena para la improvisación cómica también tiende a
ser musical. No sé por qué, pero los dos talentos suelen ir juntos”.
Y no es que Guest esté buscando el equilibrio perfecto entre el chiste
y la sutileza ni entre la burla y el homenaje. Lo que le interesa, el material
del que están hechas sus comedias, dijo en tantas entrevistas, es “esa
gente que tal vez se toma a sí misma un poco demasiado seriamente. Y
los músicos folk tienden a darse mucha importancia a sí mismos
y son mucho más crueles y celosos que los músicos de rock. Y yo
lo sé porque alguna vez, en los sesenta también fui un músico
de folk”.
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