Domingo, 16 de enero de 2005 | Hoy
MúSICA > NANCY SINATRA OCUPA EL LUGAR QUE HACE TIEMPO SE MERECE
Celebrada por sus minifaldas y sus botas altas, pero privada durante mucho tiempo de un lugar en la comunidad musical (salvo como culto camp), Nancy Sinatra al fin tiene lo que se merece. De la mano de Morrissey, Jarvis Cocker y Bono, a hija del mítico Frank está de regreso con un disco que es casi un homenaje, pero con ella al frente.
Por Martín Pérez
Arranca con las trompetas mexicanas
de Calexico, sigue con un furioso dueto con Jon Spencer y continúa con
una sabia canción hecha a medida, firmada por Jarvis Cocker, de Pulp:
“No dejes que él malgaste tu tiempo”. Especialmente para
Thurston Moore, de Sonic Youth, confiesa haber encarnado a Kim Gordon en el
tema “Nene de mamá”, y termina el disco cantando un tema
que Bono y The Edge, de U2, compusieron especialmente para papá Frank.
Pero lo mejor del flamante regreso con toda la gloria de Nancy Sinatra, arropada
musicalmente por una generación musical que finalmente terminó
por reconocer su arte, es el tema que le regaló quien ella considera
como su mentor en estos nuevos tiempos: nada menos que el reclusivo Morrissey.
Cuenta la leyenda que ambos se conocieron durante una estadía de Nancy
en Londres, cuando el ex-líder de los Smiths se presentó con una
pila de viejos vinilos para que la hija de Frank estampase su firma en ellos.
Mantuvieron el contacto, y cuando Morrissey se instaló en Los Angeles,
Nancy pasó a ser una de las pocas personas que tuvo acceso regular a
su intimidad. “Me escribe mails encabezados con nombres de mis canciones”,
reveló Nancy en una entrevista sobre Morrissey publicada por la revista
del New York Times.
“Tengo una canción para vos”, cuenta Nancy que le escribió
en su momento Morrissey. “Si la grabás y la editamos, vas a estar
en los rankings por primera vez desde 1972”, amenazó. “Ya
era hora”, fue lo único que atinó a responder la buena de
Nancy. “Let Me Kiss You” es el tema en cuestión, que a pesar
de estar incluido también en el último disco de Morrissey (incluso
formó parte de su repertorio en Buenos Aires, durante el Personal Fest),
en la voz personal y adulta de la hija de Frank multiplica sus significados.
Algo que también pensó Quentin Tarantino, el verdadero adelantado
en esto de volver a poner a Nancy Sinatra en la cultura pop actual: siempre
ha confesado que desde que comenzó a soñar con Kill Bill, la película
que significó su regreso al cine, lo hizo imaginando su inigualable versión
de “Bang Bang (My Baby Shot Me Down)” sobre los créditos.
“Nancy Sinatra canta esa letra como si fuese una poesía”,
declaró Tarantino. “Es algo que te despierta una nueva clase de
respeto hacia la maravillosa vocalista que es”.
“Así que cerrá los ojos y pensá en alguien que admirás
físicamente”, canta Nancy Sinatra en “Let Me Kiss You”,
y en un solo verso resignifica y al mismo tiempo revisita la clave de toda su
carrera discográfica. Porque Nancy siempre ha sido una de esas cantantes
que invitaban a cerrar los ojos e imaginar algo diferente de lo que había
ahí. Como cuando cantó, de una vez y para siempre, eso de “Estas
botas fueron hechas para caminar... sobre vos”. Allí era la chica
de dieciséis que salía con camioneros. Luego fue la bella al lado
de la bestia Hazlewood, cantado sobre alguna mañana aterciopelada. Y
lo que no era –se trataba de la hija de Frank Sinatra, después
de todo– sucedía en sus canciones. A dos años de que su
antiguo mentor Lee Hazlewood fuese homenajeado por artistas como Calexico, Jarvis
Cocker, Lambchop, St. Etienne, Tindersticks, Kid Loco y Evan Dando, entre otros,
Nancy tiene su propio homenaje, pero con ella bien al frente. Y, además
de sus nuevos temas, vale la pena recorrer también las razones por las
cuales la suya es una de aquellas postales de los años ‘60.
Sinatra tras el diario
Cuando el venerado periodista especializado español Diego Manrique le
preguntó a Nancy Sinatra, en una reciente entrevista publicada por la
revista de El País, si era consciente de que al grabar la canción
que la catapultó a la fama estaba creando un himno sadomasoquista, la
hija de Frank confirmó lo que siempre contestó al respecto: “¿Yo?
Yo era una inocente y nunca acusé recibo de los guiños, las sugerencias
que me hacían. Luego me asombraba: ‘¿De verdad me proponían
eso?’, me preguntaba. Recuerdo que cuando mataron a Sharon Tate salieron
a la luz muchas historias escabrosas: todos pensaron que en el mundo delespectáculo
vivíamos entre orgías, drogas y misas negras. Mis amigos y yo
nos mirábamos y decíamos: ¿Nos estamos perdiendo algo?
La verdad es que en los ‘60 hubo mucha gente en Hollywood que se lanzó
por el camino salvaje, pero fuimos muchos más los que ni nos lo planteamos.
En el mundo donde yo crecí, una muchacha no hacía el amor hasta
que tenía el certificado de matrimonio”.
Tal vez por eso, por haber crecido en el mundo que creció, fue que el
negocio del espectáculo le cobró tal factura a Nancy Sinatra una
vez que se acabó su buena estrella. Una época que duró
mientras estuvo asociada a Lee Hazlewood, y usufructuó a su lado de una
especie de tierra de nadie del negocio de la música, entre la vieja guardia
del establishment –de la que su padre era el cabecilla– y las nuevas
generaciones, para quienes el mero apellido Sinatra era una herejía.
Sin embargo, entre uno y otro frente de aquella curiosa guerra generacional,
Hazlewood y Nancy se las ingeniaron para crear los que tal vez hayan sido los
simples de éxito más bizarros de toda la historia de la música
popular norteamericana. Justo él, que pensaba que su carrera como compositor
había terminado con la llegada de la oleada de los grupos de rock que
componían ellos mismos su repertorio, decidió intentarlo con Nancy,
que se vestía con minifaldas del Swinging London, pero su apariencia
naive hacía que fuese poco menos que ignorada en los Estados Unidos.
“El chiste por esa época era que enviaban diez mil discos de Nancy
a las tiendas, y volvían veinte mil”, recordó alguna vez
Hazlewood. Después de un primer simple juntos –”So long,
Babe”– que alcanzó la lista de éxitos, apareció
la canción que definiría para siempre tanto a artista como productor.
“Estábamos en mi casa, cantando sucias canciones de bar texanas
con un amigo, y como Nancy era de California no se sabía ninguna. Nos
reíamos como locos, y de pronto yo canté una canción mía,
que aún estaba sin terminar, y Nancy comenzó a decirme que quería
cantarla ella”, recordó Hazlewood. “Era demasiado amenazadora
para que la cantase un hombre, pero sabía que me iría justo a
mí”, explicó Nancy. “Me acuerdo que pasamos toda una
tarde discutiendo con Lee sobre eso, en mi casa, mientras mi padre estaba leyendo
el diario en un sillón, aparentemente ensimismado en lo suyo. Cuando
Lee se fue, bajó el diario y me dijo: ‘Tenés razón,
la canción de las botas es la correcta’”. La leyenda cuenta
que Hazlewood le pidió a Nancy que la interpretase como si fuese una
chica de dieciséis años que se acostaba con camioneros, pero más
de una vez el bueno de Lee ha dicho que en realidad, dijo catorce.
Aunque todo ese atrevimiento inicial no es nada comparado con el tema que tal
vez sea la gema de la colaboración entre ambos. Para el especialista
Ritchie Unterberger, “Some Velvet Morning” es la canción
más bizarra en alcanzar un éxito comercial en los Estados Unidos.
Casi como una película de David Lynch en tres minutos, el tema es una
deliciosa y perversa balada que reúne dos voces, la de Hazlewood haciendo
de vaquero decidido a abrir el portón, y la de Nancy en plan lisérgico,
asegurando que su nombre es Phaedra. “Me acuerdo que yo le preguntaba
a Lee de qué se trataba la canción y su respuesta era: se trata
de tres minutos de música. Con que sepas eso alcanza”. “No
me culpen a mí por eso”, asegura Hazlewood. “Digo, la canción
tenía un doble e incluso triple significados, y la compuse yo. Pero no
me culpen a mí si fue un éxito, como lo fue”.
Nancy al desnudo
Si le preguntan por el asunto, Nancy Sinatra puede llegar a asegurar que fue
una conspiración de drogadictos la que le sacó su lugar dentro
del negocio del espectáculo. Pero lo cierto es que, se entienda o no
cuál era su juego con Hazlewood, nunca volvió a repetirlo. Y,
claro está, tampoco los Estados Unidos volvieron a ser lo que fueron
en aquellos tiempos tan lisérgicos. “El mundo del espectáculo
es como un campo de arena: podés ocupar un lugar en él, pero en
cuanto te vas, ese lugar secierra y ya no está más ahí”,
calcula Nancy, quien desde hace una década venía intentando recuperar
el tiempo –y el lugar– perdido. A mediados de los ‘90 llegó
incluso a acceder a hacer un desnudo de tapa para la revista Playboy. Papá
Frank, que aún vivía, no se enojó por el asunto: sólo
le dijo que debió haberle sacado a Hugh Hefner el doble de lo que consiguió.
Nancy le respondió que sólo podía haber sacado más
dinero yendo a Penthouse, y no se volvió a hablar más del asunto
en familia. Pero lo cierto es que tampoco esa movida le sirvió para ganarse
el respeto de sus pares.
A los 64 años, sin embargo, Nancy parece –ahora sí–
haber conseguido lo que se merece. El revival del lounge ha invitado a las nuevas
generaciones de rockers a ir más allá de los decorados musicales
del rock, y las canciones de Nancy (y Hazlewood) supieron hechizar antes que
nada a la generación Sub Pop. Y como todo queda en familia, la gran responsable
de que la invitación de Morrissey –que la contactó incluso
con su discográfica, Sanctuary– no haya caído en saco roto
es su hija mayor, Angelica Jennifer, que dirige un estudio de grabación
en Hoboken, tierra natal de los Sinatra y también del último rock
alternativo de la costa este norteamericana. “Me dijo que no debía
hacer un disco obvio, para el público retro, la gente de mi generación
que quiere recuperar su juventud. Fue ella la que me puso en contacto con Jarvis
Cocker, Thurston Moore y tipos así. Mi hija me aseguró que conocían
mi obra, y que iban a crear canciones específicas para mí con
letras fuertes, no simplemente pasarme cosas que tenían en un cajón”.
Frankamente
Una de las cosas de las que, casi por contrato, no se puede hablar con Nancy
Sinatra cuando se la entrevista es de papá Frank. Eso es lo que mencionan
todos los que la han entrevistado recientemente. Lo mismo asegura Manrique en
su nota para El País. Pero también dice que, pese a todos los
reparos de los encargados de prensa, una vez frente a ella, cuando se saca el
nombre de su padre, Nancy habla de él con mucho agrado y profusamente.
Así es como le contó que se enteró que su padre le era
infiel a su madre cuando lo descubrió besándose con una corista
en su camarín, y también que Frank no tenía ganas de dejar
de lado todos los placeres que la vida generosamente le ofrecía. También
dijo que nunca quiso a las parejas de su padre, pero aseguró que era
imposible no simpatizar con Ava Gardner: “Era bellísima, y era
imposible aburrirse con ella”. Hacia el final de la entrevista, Manrique
escribe que le comentó a Nancy que en su flamante autobiografía,
Bob Dylan confiesa que fue a ver cantar a su hermano Frank en el Rockefeller
Center a comienzos de los ‘70, y fue entonces cuando su entrevistada comenzó
a hacerle preguntas sobre el libro: quería saber lo que escribía
Dylan de su hermano. Manrique le dijo que en el libro se trataban con respeto
y terminaban hablando de su padre. “Ah, claro”, respondió
Nancy. “Si estás en el mundo de la música, siempre caminarás
a la sombra de Frank Sinatra. ¡Incluso Bob Dylan!”.
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