MúSICA > DANIEL MELERO Y SUS DISCOS CIENTíFICOS
“Tres gigas y medio de información”: así define Daniel Melero a la flamante versión expandida de su último disco Después. Son cinco CDs en los que “el Brian Eno argentino” intentó encontrar la poesía bajo la supuesta asepsia de la ciencia.
› Por Roque Casciero
¿Será muy bizarro empezar una nota sobre Daniel Melero citando a La Renga? Pues bien, ahí va: “Caminito al costado del mundo/ por ahí he de andar buscando mi rumbo/ ser parte de esta sociedad/ me puede matar”, dice la letra de “El revelde”, una especie de manifiesto con sabor adolescente del trío de Mataderos. Sin embargo, si se lo piensa bien, la frase suena hecha a medida de Melero, un “no músico” cuyo nombre aparece como referente indiscutido de la vereda opuesta a la del rock barrial. Pero a él no le cierra del todo lo del caminito al costado del mundo. “Creo que soy transversal: a veces entro al camino y me paso de un lado al otro”, asegura. “Soy como tangencial. Cada tantos años tengo recursos propios de un artista pop... De un pop fracasado, quizá (se ríe). Pero estoy seguro de ser socialmente mucho más revolucionario que cualquiera de esas bandas. Si ocurriera la desgracia de que yo me hiciera popular, sería mucho más peligroso para el sistema. Pero tener éxito tiene que ver con conciliar y para tener gran éxito tenés que conciliar en gran forma.”
El último mojón en el camino transversal de Melero se llama Después y tiene dos formatos. El más convencional es el de un CD que contiene seis canciones con bellas melodías y letras sugerentes, y seis instrumentales que van del ambient inteligente (esto es, lo más alejado posible de la trampa de volverse new age) al dub recargado. El otro es una cajita con cinco CDs, lo que no equivale a un disco quíntuple a la El salmón calamaresco sino a una suerte de expansión de la versión reducida: hay tracks que continúan y ahondan los múltiples rumbos, y varias películas que documentan la grabación. “Más que como un quíntuple, lo veo como un bloque de 3.5 gigas de información”, asegura su autor. “Pero yo mismo quedé sorprendido de que terminara siendo quíntuple. Esto tiene que ver con que Pop Art estaba editando simples y en un momento a Roberto Costa (dueño del sello) se le ocurrió la posibilidad de editar simples temáticos de lo que era el disco. ¡Y yo terminé haciendo álbumes temáticos!”
Cuando habla de los temas que quedaron fuera del disco –incluso del quíntuple–, Melero explica que no encajaban en el concepto. Curioso, ya que Después es su disco menos conceptual. “El concepto está en la diversidad”, acuerda el cantante. “Y, en cierto sentido, la biodiversidad, porque los temas están tratados como si fueran bacterias que evolucionan y se alimentan de elementos de las otras. Este disco tiene evolución horizontal, como las bacterias: una canción empieza a prestarle material a otra, que a su vez le presta a una tercera y la primera pierde material que tenía respecto de las otras... Es como si fueran animales que están pugnando por vivir, pero que tienen forma de sonido.”
Si se tiene en cuenta el interés de Melero en la ciencia (“es más rockera que el rock”, ha dicho), no sorprende tanto la letra de “Mágico”, su tema favorito de Después: “Dinámica no lineal, sistémica, social/ diagramas de bifurcación fractal”. “Me di el gusto, porque siempre quise hacer una canción que tuviera una letra muy científica pero que, a la vez, no fuera ‘de laboratorio’ a la Kraftwerk, que tuviera una cierta ‘poesía’”, sonríe el cantante. “Para mí, la física es poesía disfrazada de matemática. O sea, primero hay una idea de cómo creés que es el mundo y cómo querés que sea, y después armás una teoría matemática alrededor de eso. ‘Mágico’ trabaja sobre la idea de la física cuántica, de la matemática no lineal.” Tal vez la frase clave de la canción sea: “La nada sabe enmascarar su capacidad de crear”; ahí, Melero aplica la idea de la física cuántica en que la nada es generadora. “Encerrás nada y aparecen partículas”, se entusiasma. “Eso me encantó, porque destruye el concepto que tenemos de la nada, pero sin decir ‘la nada es algo’. Es un funcionamiento muy extraño. Y nos lleva a pensar que tal vez la nada sea Dios. Pero Dios sin la moral que le pone la carga humana. Tal vez la nada sea lo que contiene a todo.”
“Después” es una palabra que habla del tiempo. Y el tiempo, dice Melero, jugó un rol importante en el hecho de que Después se convirtiera en “3.5 gigas de información”. Pasaron más de tres años desde el álbum anterior, Vaquero, y hubieran pasado más aún si los músicos que ayudaron al cantante no lo hubieran urgido a editar su nueva obra. Es que él se había involucrado a fondo con dictar sus talleres de des-aprendizaje, al punto de que éstos se habían convertido en su proyecto artístico más importante. Y eso le llevaba tiempo, aunque seguía haciendo música. “Sentía que este disco era clave”, confiesa. “Tengo mis estrategias, por supuesto que todas erróneas (risas), que se desarrollan en mucho tiempo. Hace tres años ya sabía la estrategia de este disco y en este momento tengo armada la estrategia de los próximos tres discos, lo cual no quiere decir que vaya a respetarla ni que sea buena. Y a Después lo veía como un disco bisagra, porque resetea todo. Tiene ideas que he manejado en otras épocas y muchísimas otras que no. Tiene un enfoque de cómo producir la música en el que los músicos son tan importantes como el material que yo llevo a las sesiones. Desarrollé algo nuevo para mí que es observar las ideas de los otros y transformarlas en una nueva idea mía. No sé, no hay nada que me aburra más que mis propias ideas.”
Justo él, que es una especie de ideólogo de cierta parte del rock argentino, se aburre de sus ideas: “Tal vez lo que suceda es que, como esas ideas estuvieron mucho tiempo en mi cabeza y ya las he dicho mucho, por eso me resulten aburridas. Además, después de un tiempo desconfío de cualquier idea, aunque se convierta en tendencia exitosa a través de otro”. En ese punto de la charla, Melero hace una pausa, como si evaluara lo que está por decir. Pero no frena: “La verdad, en este momento me cuesta mucho hablar de Después. Para mí, cuando uno saca un disco, en realidad se está deshaciendo de esas ideas. Ya no pienso igual, así que me veo obligado a hablar con un aspecto que valoré hasta hace algunos meses. Sobre casi todo lo que estoy diciendo podría contar otra historia totalmente contradictoria, pero sería contraproducente para el lanzamiento del disco (risas). En realidad, sería poco inteligente y poco sensible de mi parte desmentirme tan rápido, pero prometo hacerlo más adelante”.
“Lo de Cromañón es horrible, pero creo que hay un mal argentino: el de siempre transferir la culpa. Y, en medio del dolor que hay, es mucho más difícil reconocer culpas aun en las familias. Creo que esto es la consecuencia de un trabajo realizado por Callejeros y por Omar Chabán. Si me jacto de ser la banda que más fuego lleva y meto a mi público en un lugar cerrado que puede incendiarse, comparto culpas. Y me parece un poco hipócrita la actitud de que todo se resuma en Omar y la corrupción. También es corrupción ser el anfitrión de un espectáculo para empujar a la gente con una prensa y sacar jugo de público metiendo dos mil personas más. Entonces tampoco hay verdadera conexión con los valores que supuestamente se promulgan desde el escenario con canciones que arengan.”
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