Dom 03.04.2005
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CINE > HABLA LA DIRECTORA DE EL GUSTO DE LOS OTROS

El gusto es nuestro

Actúa desde hace años y cuenta con varios guiones en su haber (incluidos dos para Alain Resnais). Pero en el 2000 sorprendió al mundo como directora con una película modesta y sensible: El gusto de los otros. Ahora, Agnès Jaoui vuelve con otra joyita que escribió, protagonizó y dirigió: Como una imagen.

› Por Mariano Kairuz

“Cada vez que escribimos, tratamos de escribir algo que no sea tan sólo una constatación de que hay gente buena y mala; eso no nos interesa. Hay una frase muy linda que Jean Renoir dice en Las reglas del juego: Todos tienen su razón”, dice Agnès Jaoui, directora de El gusto de los otros y de la recién estrenada Como una imagen, y lo dice en castellano aunque valiéndose de alguna que otra expresión en italiano. Puede que las palabras escritas y pronunciadas por Renoir en una de sus películas más célebres hayan sido una de las fuentes de inspiración del guión de Como una imagen, y definitivamente estuvo a punto de convertirse en su título, que pudo ser “Las razones correctas”. Todo el mundo tiene sus razones para actuar como lo hace, para someter a otros o dejarse someter, argumenta Jaoui, haciendo referencia a las relaciones entre los personajes de su segundo film como realizadora: “A mí lo que me interesa es ver por qué la gente actúa como lo hace y qué podemos hacer para cambiar. Y ése fue uno de nuestros temas desde el principio: la dificultad de cambiar”.

Los demás

A los cuarenta años Agnès Jaoui es ya una vieja conocida del público argentino, aunque tal vez se la reconozca más por su rostro que por su nombre. Además de haber dirigido dos películas, escribió sus guiones junto con su marido, Jean-Pierre Bacri y, también con él, los de cuatro películas previas, dos de ellas dirigidas por Alain Resnais (una, Smoking/No Smoking se vio en ciclos y festivales locales, la otra, el musical Conozco la canción, llegó a estrenarse comercialmente) y ambos actuaron en casi todas ellas. En El gusto de los otros, ella era la chica del bar que se involucraba sexualmente con los dos guardaespaldas del empresario interpretado por Bacri. En Como una imagen se reserva un papel de mayor peso: el de Sylvia, la profesora de canto de Lolita Cassard, una veinteañera que arrastra una obsesión amorosa, cierta indecisión vocacional y el trauma de su sobrepeso, y que vive pendiente de la atención que rara vez se digna a prestarle su padre. Etienne Cassard (Bacri) es un escritor y editor literario exitoso, terriblemente egocéntrico y muchas veces un tipo sumamente desagradable y desconsiderado con aquellos con los que trata o, para ser más precisos, que lo rodean.

El tema, como en El gusto de los otros, vuelve a ser el poder, dice Jaoui. Aquélla tenía que ver con el poder que se materializa en la diferencia entre grupos sociales. En Como una imagen son otros los elementos en juego: entre personajes de un origen socioeconómico y un nivel educativo más o menos parejos. Pero en ambas películas se entretejen los puntos de vista de los que detentan el poder con los de quienes lo sufren. Casi todos los personajes se someten en mayor o menor medida a los caprichos y cambios de humor de Etienne; se desviven por su atención y terminan siendo humillados: Lolita, Karine (su joven y bonita novia), sus amigos cercanos y el esposo de Sylvia, un joven escritor que acaba de tener su primer gran éxito de crítica.

“Con Jean-Pierre”, dice Jaoui, “conocemos al menos cuatro personas que nos inspiraron para el personaje de Etienne Cassard. El problema es que hay personajes así que pueden ser muy simpáticos: superegoístas, pero carismáticos al fin. Yo no quiero vivir con un hombre así, pero los hay, y hay otros mucho más duros. Queríamos encontrar el punto justo. Sobre todo para Jean-Pierre, cuyo personaje es muy simpático, y queríamos que la gente pudiera perdonarlo”. En cuanto a esos cuatro personajes reales que inspiraron a semejante cretino, estima Jaoui, es probable que ni siquiera alcancen a reconocerse en la película.

Uno mismo

La incómoda escena del almuerzo en la casa de campo evidencia una enorme capacidad de observación, que sólo puede provenir de la experiencia directa de situaciones por lo menos similares. “Por supuesto que hay elementos autobiográficos”, dice Jaoui, y explica: “El personaje de Lolita tiene mucho que ver conmigo: yo también fui a la escuela de teatro y al conservatorio de canto; también tuve una época de sentirme demasiado gorda, un poco diferente. Mi papá afortunadamente era distinto, bastante menos malo y egocéntrico que Cassard. Tenía un carácter fuerte, pero siempre se ocupó de mí, de mi educación y la de mi hermano. Nos llevó a muchos lugares, viajé mucho con él, íbamos juntos al teatro. También tuvo una novia muy joven, como Karine en la película. Conozco muchos hombres que se sienten más prestigiosos teniendo una muchacha así de linda para poder pasearse con ella. En el caso de mi padre se trató de una relación menos prolongada, aunque yo también la odié al principio”.

Reflejos

Cuenta Jaoui que cuando decidió empezar a dirigir ella misma volvió a ver muchas películas que le gustaban, para aprender a resolver problemas narrativos. Y menciona a directores como Nikita Mijalkhov y John Cassavetes, pero asegura que donde halló respuestas fue en Woody Allen. Su influencia, es cierto, puede atestiguarse en algunas escenas muy específicas, como cuando, al principio de la película, casi todos los personajes coinciden en la puerta de la avant première de la adaptación cinematográfica de un libro de Cassard. “A diferencia de otros directores que me gustan, de Woody Allen entendí cómo hace las cosas. Me gustan sus planos secuencia, porque también me gustan mucho los actores, porque creo que da un ritmo mejor y porque como espectadora no me gusta sentir la presencia de la cámara”. Y si esas influencias quedan marcadas en la pantalla, cabe preguntarse de dónde proviene el diálogo entre Karine, la novia de Etienne, y Sébastien, un amigo de Lolita, en el que ella declara que no le gustan los westerns porque “son todos iguales”: “Pero hay westerns que adoro”, explica Jaoui y se ríe; “pocos, la verdad, porque faltan mujeres. Pero esa escena está más que nada para decir que hay un peso sobre la espalda de la muchacha de estar bella, y de un muchacho para verse fuerte como un héroe de western”.

Razones

Y volviendo al principio de todo, a la cita de Renoir, Jaoui señala que, a diferencia de lo que ocurre en los films del autor de Las reglas del juego, para su guión eligieron “un momento histórico en el que nadie tiene nada que perder. Uno puede perder su trabajo, pero no es la guerra. No sé qué hubiera hecho de haber vivido en tiempos de guerra, si hubiera sido heroína, resistente o nada. Nadie puede saberlo. Pero me fascina que en una época normal alguien diga: Yo soy el jefe, mi ley es la más importante. ¿Por qué la gente se vuelve sumisa y termina diciendo OK a todo?”. Lo que decía al principio: la dificultad de cambiar. “Porque sólo criticar es fácil, todo el mundo lo hace. Especialmente los franceses”, dice, y se ríe.

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