MÚSICA
Formó parte de Los Beatniks, el primer grupo de la historia del rock nacional. Después inventó Los Náufragos, La Cría Rockal, La Barra de Chocolate, Piel de Pueblo y La Murga del Rocknroll. Además, tocó con Moris y Tanguito y era habitué de La Cueva. Y ahora, después de tres décadas como solista, Pajarito Zaguri acaba de formar Los Jóvenes Viejos, el grupo con el que reaparece en los escenarios porteños, como hace cuarenta años.
› Por Martín Pérez
EL NOVIO DE BRIGITTE
No es nada casual que el nuevo grupo de Zaguri se llame precisamente como
el film de Kuhn. Porque si ese film funcionó como punto de partida para
la leyenda hippie de Villa Gesell, para él también funcionó
como un comienzo. El que me puso Zaguri fue Kuhn, cuenta Pajarito.
Yo estaba trabajando en Gesell cuando él estaba filmando Los jóvenes
viejos, y era un fanático de Brigitte Bardot. Tenía un poster
enorme de ella colgado en la cocina del bar donde trabajaba. Y un día
pasa Kuhn y me dice: ¿Qué hacés, Zaguri? Yo
no entendí nada, y ahí me contó que el novio de entonces
de la Bardot era un tal Bob Zaguri. Y me quedó.
Si cuenta la leyenda que Kuhn rodó Pajarito Gómez después
de conocer a Pajarito, a partir de entonces Alberto García sería
Pajarito Zaguri, uno de los más jóvenes habitués de La
Cueva. Y eso no termina ahí, porque la leyenda de Pajarito se cruza con
muchas otras de la misma época. Siempre me metí en todos
lados, cuenta Zaguri. Antes de ir para La Cueva, por ejemplo, me
iba con Federico Peralta Ramos a Mau Mau. Por eso Billy Bond siempre dice que
yo era un cajetilla que iba a La Cueva de traje. Porque Peralta Ramos me hacía
vestir así para acompañarlo, y después terminaba así
en La Cueva. Siempre me supe divertir con todo el mundo. Porque así como
iba a Mau Mau, también iba a Mataderos a escuchar a Los Dukes, que era
la primera banda de Tanguito. Y hoy hago lo mismo. Puedo ir a Betty Blues, que
es un local que está en pleno Puerto Madero. Pero también me voy
a Ciudad Oculta a comer un asado y tomar un vino con los amigos, dice
Pajarito, que estuvo desde el comienzo y siempre tuvo muy claros sus gustos.
Tanto, que cuando vino Bill Halley a la Argentina y todos corrieron a verlo,
el Pájaro aclara que no fue. Me parecía un blandito,
cuenta. Con Moris por entonces ya éramos fanáticos de Gene
Vincent y Fats Domino.
A la hora de hablar del primer capítulo en su relación con la
música, Zaguri se remonta mucho más atrás: a cuando todavía
no era Zaguri. Ni siquiera Pajarito. Fue un día en que su madre lo agarró
y le dijo: Beto, esta noche vas a acompañar a tu hermana al baile
y no te vas a separar de ella. Por supuesto que, cuando llegaron al club
Villa Malcolm, el que aún está en Córdoba y Juan B. Justo,
lo primero que hizo Beto fue olvidarse de su hermana e instalarse al lado del
escenario. El que tocaba era nada menos que Oscar Alemán, y apenas
lo vi me dije: yo quiero esto. Y ese día se acabó el colegio,
se acabó todo para mí. A partir de ahí me empecé
a juntar en Plaza Italia con Moris, por ejemplo, a escuchar rock, blues, jazz.
Y a tocar la guitarra. O a juntarnos en alguna casa donde hubiese un piano.
A partir de ese entonces fue que comenzó todo, dice justamente
Pajarito, el que estuvo en el comienzo de todo.
LA TERCERA VÍA
Un par de semanas atrás, cuando Los Jóvenes Viejos tocaron
en uno de los tantos pubs de la zona del Palermo natal de Pajarito que
cursó unos años de secundaria en el Nicolás Avellaneda,
su voz blusera sonó tan vibrante como siempre. Pero cuando llegó
el momento del solo de guitarra en ese nuevo blues que la banda estaba tocando
y Zaguri hizo una seña para avisarle al grupo que era su turno, para
cualquier conocedor de su leyenda fue imposible no remontarse cuatro décadas
atrás. Y recordar su lugar al frente de Los Beatniks, también
con la guitarra eléctrica al cuello. Pero desenchufada, porque no la
sabía tocar. Pero ése fue un lugar que me gané por
prepotencia de trabajo, como decía Roberto Arlt, asegura Pajarito,
con una carcajada, recordando al efímero grupo que a comienzos de 1966
y con Moris como voz cantante llegó a editar Rebelde,
un simple que supo ser el verdadero primer simple del rock nacional.
Nosotros no sabíamos tocar, ésa es la verdad. Por entonces
recién estábamos aprendiendo. Y yo ni siquiera podía tocar
la guitarra eléctrica. Por eso necesitábamos la asistencia de
los jazzeros de entonces, como Jorge Navarro, Alberto Fernández Martín
y Pérez Estévez. Ellos eran nuestro apoyo logístico musical,
pero no entendían la idea. No les importaba que las letras fuesen diferentes,
que apuntasen al despertar de la conciencia de los pibes. Ellos sólo
ponían la música. Y lo demás corría por cuenta nuestra,
cuenta Pajarito, que celebra el hecho que ese despertar de conciencia de alguna
manera haya llegado. Fue algo que logró Javier Martínez
con Manal, que llegó buscando Litto Nebbia desde Rosario y que logró
con Los Gatos. Spinetta también estaba en ese mismo camino, incluso tenía
un grupo que se llamaba Los Beatniks y debió cambiarle el nombre porque
nosotros éramos más conocidos que ellos. Todos estábamos
buscando lo mismo. Excepto Sandro que, pese a todo lo que dicen de Sandro y
Los de Fuego, lo único que quiso toda su vida fue cantar boleros.
Si de algo no deja de enorgullecerse Pajarito es de haber formado parte de una
generación que logró concretar una nueva forma de hacer rock.
Porque si algo logramos fue eso, asegura. En el mundo hay
tres clases de rock: el norteamericano, el inglés y el argentino, que
es el mejor rock en castellano, exagera o no Zaguri, que estuvo
allí en aquellos comienzos tan bien fabulados por Piñeyro en su
Tango Feroz. Para mí es una película linda, pero en el sentido
cinematográfico, opina Pájaro. Es como aquella película
La Rosa, de Bette Midler, que imaginaba la vida de Janis Joplin. Pero que no
tiene nada que ver con la realidad. Porque Tango Feroz es como la Argentina
de Walt Disney, se ríe Zaguri, que conoció aTanguito y por
eso alguna vez se lo imaginó diciéndole desde el cielo: Todos
hacen guita conmigo, Pajarito. ¿Vos qué estás esperando?
AUNQUE NO TE ESCUCHEN
A la hora de hablar del comienzo de los flamantes Los Jóvenes Viejos,
el Pájaro no hace más que regresar al lugar del crimen. Todo
empezó, como siempre, en Villa Gesell. Allí, donde empezó
la historia de Los Beatniks, fue que este verano Pajarito se encontró
con Blas Rizzardo, Roberto Huala y Miguel Rodríguez, los tres músicos
que lo acompañan por los escenarios porteños. Desde febrero
que estamos tocando juntos, cuenta Pajarito, que nunca se ha cansado de
armar bandas en su dilatada trayectoria. Después de Los Beatniks, por
ejemplo, apareció en Los Náufragos. Un grupo que fue mufa,
pero porque los tipos que salimos en la foto del primer disco no éramos
los que tocábamos, explica Pajarito, cuya leyenda cuenta que él
grabó la mitad de los temas y luego se fue de viaje, para encontrar a
su regreso el disco en la calle bajo el nombre de Los Náufragos, grabado
con la orquesta de López Ruiz y canciones firmadas por Francis Smith.
Entonces armó La Barra de Chocolate, que tuvo su éxito con el
tema Alza la voz. Ahí sí que agarré guita,
dice. Luego estuvo en La Cría Rockal un grupo netamente peronista
y más tarde armó Piel de Pueblo. Ahí más que
peronistas, éramos totalmente de izquierda. Revolucionarios ciento por
ciento. Incluso el primer tema decía: Hago un silencio para el pueblo
que está dormido. Pero, eso sí, con La Cría Rockal éramos
mucho más pesados. Pese a ser peronistas, eh. Porque estábamos
en contra de todo, explica Zaguri, que luego de esas experiencias grupales
comenzó una carrera solista de extraño recorrido: un disco por
década. En los 70 editó Pajarito Zaguri y La Murga del Rock
and roll; en los 80, el sorprendente El rey criollo del rock and roll
y en los 90, En el 2000 también, un simpático CD que venía
en una pequeña caja de cartón como si fuese una pizza, con palitos
y mancha de aceite incluida. Los temas de este último disco son
los que estamos haciendo mayormente en vivo, hasta que tengamos listos los nuevos,
explica Zaguri, hablando de un repertorio impecable, que incluye una versión
rocker del clásico folklórico Vidala para mi sombra.
Lo único que no supe aprovechar en toda mi carrera fue el éxito
que alguna vez tuve, dice hoy Zaguri. Pero si hoy tuviese el éxito
que tuve entonces, me hacen un monumento al toque acá al lado. Porque
en aquella época yo era Gardel y ahí se acababa todo. Si tenía
que tocar, tocaba; pero no tenía la conciencia de devolverle a la gente
lo que había pagado por su entrada. Por ahí pasaba por arriba
del escenario sin el esfuerzo de brindarme, ¿entendés? Algo que
no dejo nunca de hacer ahora. Sé que por la manera que me brindo por
lo menos uno me va a escuchar. Y con eso me alcanza, dice el tipo que
supo escribir esa canción que dice alza la voz/ que te van a escuchar/
y aunque no la escuchen/ álzala igual. Y que se lamenta: Mirá,
fue una lástima que entonces no nos supieran escuchar. A nosotros y a
toda nuestra generación. Porque si nos hubieran dado bola, no estaríamos
como estamos ahora. Ni en Buenos Aires, ni en Afganistán.
Los Jóvenes Viejos tocan el viernes que viene en IMPA La Fábrica Ciudad Cultural (Querandíes 4290), a las 24; y el domingo 9, en M.P. Music Pub (Virrey Aviles 2903), también a las 24.
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