Dom 22.05.2005
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MúSICA > LO NUEVO DE EELS

Canción para mi muerte

No es precisamente alegría lo que derrochan los 93 minutos de Blinking Lights and Other Revelations, el flamante álbum doble de Eels. ¿Por qué entonces estas 33 canciones tristes producen tanto optimismo?

› Por Rodrigo Fresán

Mark Oliver Everett es el líder y compositor de la banda Eels, y “Cosas que deberían saber los nietos” es el cierre –track número 33, un total de 93 minutos de duración, álbum doble– del flamante Blinking Lights and Other Revelations. Y como en Electro-Shock Blues y Daisies of the Galaxy, entre otros, lo que se busca y se encuentra aquí adentro son más canciones felizmente tristes o más canciones tristemente felices. Se sabe que Everett no es un tipo precisamente alegre: ha dedicado discos enteros a la muerte de su madre a manos del cáncer y al suicidio de su hermana, se le murió un primo en el World Trade Center el 11 de septiembre del 2001 y, para seguir, es pariente más o menos cercano de los malditos Kennedy. Pero también es cierto que su música produce un raro optimismo epifánico que, seguro, habría hecho las delicias de Seymour Glass si no se hubiera suicidado. Alguna enciclopedia define todo esto como musical dysfunctional americana o down lo-fi. Todas y cada una de las canciones de Eels piensan en una sola cosa: estamos aquí, no es fácil, y falta menos para el final. Vitales canciones para mis muertes desde este lado del túnel que, se supone, tiene una luz al final pero vaya a saber uno.

Blinking Lights –donde se destacan las colaboraciones de Peter “R.E.M.” Buck, Tom Waits y el robusto baterista de cabecera Butch Norton– puede ser considerado su opus magnum hasta la fecha. Esas melodías de cajita musical de cámara y pop, esa voz entre vieja y adolescente, pasajes instrumentales perfectos para silbar, momentos más engañosamente up, esos títulos –“Marie Floating Over the Backyard”, “Last Days of My Bitter Heart”, “Ugly Love”, “Going Fetal”, por ejemplo– y, de pronto, el convencimiento absoluto de que uno está escuchando un standard instantáneo como “If You See Natalie”, destinado a armonizar los bares de hotel del planeta y del que Randy Newman estaría tan orgulloso.

Everett comenzó a grabar Blinking Lights en 1997, un año después del debut de la banda, Beautiful Freak, paso siguiente a los dos buenos discos solistas (A Man Called (E) y Broken Toy Shop) que Everett ya había grabado y de los que hoy reniega. Y está visto que su gestación ha sido lenta y doméstica. Lo grabó en el sótano de su casa, y volvía a él cada vez que le pasaba algo horrible. Y como le pasaban cosas espantosas con cierta preocupante frecuencia, bueno, Everett volvía seguido y sumaba canciones. Cuando escuchó el producto terminado, la discográfica no quiso saber nada.

No es que Blinking Lights sea muy diferente a los inmediatamente anteriores, Souljacker o Shotenanny! Pero cabe pensar que sus aires despojados, el proyecto de cuadernillo rebosante de melancólicas fotos familiares y la explicación de Everett –con ese look de unabomber recién bañado pero unabomber al fin– de que todo el asunto estaba inspirado en las “pausas silenciosas de las películas de Ingmar Bergman” debe haber ahuyentado a los ejecutivos de la Dreamworks Records, aun cuando la saltarina “Hey Man (Now You’re Really Living)” tendría que ser un hit radial si viviéramos en un planeta mejor. Lo que no quita que la letra aluda a ese curioso y eufórico estado de mente al que se accede cuando se comprende de una buena vez por todas que uno nunca será como los demás, léase normal, no importa lo que eso signifique. Así que Everett se lo llevó a la mucho más arriesgada Vagrant (por donde ahora se pasean otros outsiders como Paul Westerberg, que también graba en el sótano y la cocina de su casa) y todos felices.

En alguna parte leí que Bush II y Cheney habían intentado prohibir a Eels por considerarlo “nocivo para la juventud” y por el “uso indiscriminado de malas palabras” o algo por el estilo.

En alguna otra parte leí que son varios los que consideran a Everett como “un maldito” y por las dudas no se animan a cruzar la calle con él.

Pero no estoy del todo seguro. De lo que sí me acuerdo a la perfección es que Eels tocó en Barcelona hace dos o tres o cuatro años –cómo pasa el tiempo...– y que fui a verlo y que, diga lo que diga la canción que aquí se reproduce, Everett parecía casi tan feliz de estar allí como el público. Eso sí: a la hora de los bises y de hits como “Novocaine for the Soul” y “Mr. E’s Beautiful Blues”, Everett no volvió a salir y optó por enviar a su baterista Butch a tocarlos y cantarlos.

Y, como corresponde, sonaron deprimentes.

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