Dom 22.05.2005
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MúSICA > EL NUEVO DISCO DE DINO SALUZZI

Batería y bandoneón

Senderos, el nuevo disco del bandoneonista Dino Saluzzi, vuelve a enrarecer el mundo del jazz con un formato instrumental tan atípico como improbable: un dúo de bandoneón y batería con el noruego Jon Christensen, que fuera miembro de uno de los dos cuartetos estables de Keith Jarrett en los años ’70.

› Por Diego Fischerman

“Vientos”, titula su primer tema Dino Saluzzi. Podría tratarse de los vientos cordilleranos, que añora cada vez que está lejos de Salta. Podrían ser, simplemente, los que transitan por dentro de su instrumento. Y también podría aludir a lo que circula entre el bandoneonista y el baterista noruego Jon Christensen, o hasta de lo que los une: vientos que llevan y traen ideas musicales, que trasladan un tema, un motivo, una célula rítmica de uno a otro instrumento y de un músico a otro y que pueden convertirse en susurros o tempestades. Pero, además, es imposible no reparar en que tanto Saluzzi como Christensen tienen estilos a los que la palabra “aéreo” les viene como anillo al dedo.

El cd, llamado Senderos, apela al paisaje en más de un título. Publicado por el sello alemán ECM y distribido en Argentina por Zival’s, la apuesta de este último proyecto de Saluzzi está lejos de agotarse en la cuestión tímbrica. Es cierto: no existen otros discos en que toquen, solos, bandoneón y batería. Incluso los dúos con percusión son escasos (Coltrane y Rashed Alí, Anthony Braxton con Max Roach, Keith Jarrett con Jack De Johnette y no mucho más). Pero, además, ni Saluzzi es un típico bandoneonista ni Christensen es un baterista común. Es más: si algo no sucede en casi todo el disco es que Saluzzi se ocupe sólo de los papeles armónico y melódico y que Christensen lo acompañe rítmicamente. Todo es menos previsible y, por supuesto, más interesante. Hasta el punto de que es muchas veces la batería –o alguna de sus secciones: los platos, un tambor sin bordona, los ton-tones graves– la que propone una idea que luego proliferará acórdica o melódicamente, y no es raro que sea el bandoneón el que fija una acentuación regular mientras la percusión la comenta, la bordea y, en ocasiones, hasta la enmascara.

Senderos es un álbum atípico pero, por otra parte, absolutamente coherente dentro de la trayectoria de Saluzzi. Sobre todo si se tiene en cuenta que los cambios de conformación instrumental de sus grupos ocupa en su carrera un lugar de tesis. Ha tocado junto a contrabajistas como Marc Johnson o Palle Danielsson, en trío con la marimba y el vibráfono de David Friedman y el contrabajo de Anthony Cox, junto al cuarteto de cuerdas Rosamunde o en grupos multiétnicos como los que integró con el trompetista Palle Mikkelborg, Charlie Haden en contrabajo y Pierre Favre en percusión, o con Enrico Rava en trompeta, Harry Pepl en guitarra, Furio Di Castri en contrabajo y Bruce Ditms en percusión. Sin olvidar, obviamente, la que fue su invención más radical: las improvisaciones en bandoneón solo, inauguradas en el disco Kultrum.

En todas estas ideas aparece, sin duda, el rastro de Manfred Eicher, fundador de ECM (originariamente las siglas de Editions for Contemporry Music), ex cellista y ex técnico de grabación de la Deutsche Grammophon que en 1969 revolucionó el panorama del jazz con su concepto camarístico, sus grabaciones de extraordinaria fidelidad y sus presentaciones gráficas minimalistas. En esa estética tuvieron una particular incidencia los bateristas y, en particular, dos de ellos, presentes en la mayoría de las grabaciones realizadas por ECM durante sus primeras dos décadas de existencia y, de manera nada casual, asociados a dos de los grupos más importantes de Keith Jarrett, una de las figuras ejemplares del sello: Jack De Johnette (todavía integrante del notable trío que completa el contrabajista Gary Peacock) y Jon Christensen (miembro junto al saxofonista Jan Garbarek y el contrabajista Palle Danielsson del llamado cuarteto europeo del pianista).

Aquí Christensen aparece más libre y puntillista –es decir: más cercano al ideario de Eicher– que nunca. Y la interacción con el bandoneonista es permanente. Con puntos altísimos en “Todos los recuerdos”, “Aspectos”, “Allá... en los montes dormidos” –un solo de Saluzzi– y “Los ceibos de mi pueblo”, este disco, además grabado magníficamente, de manera casi hiperrealista, brilla como uno de los más interesantes registrados últimamente dentro de ese extraño planeta llamado jazz, al que Saluzzi no pertenece y en el que es, sin embargo, una estrella.

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