Domingo, 21 de agosto de 2005 | Hoy
PERSONAJES > FABIáN GABELLI, EL ENTRENADOR DE ANIMALES
Es biólogo, investigador y titular de la cátedra Biología del comportamiento de la Facultad de Psicología de la UBA. Pero desde hace unos años es también el responsable de Daktari animales actores, una empresa en la que ha volcado el conocimiento científico al servicio de... entrenar animales para películas y publicidades. A continuación, mil y un trucos para que monos, pájaros, perros y hasta hormigas hagan lo que usted quiera (sin tratarlos mal).
Por Martín De Ambrosio
Cuenta la leyenda que San Francisco hablaba con los animales y que se consideraba hermano de las aves y las bestias. Varios siglos después, Fabián Gabelli no necesita hablar con los animales para que ellos hagan exactamente lo que él quiere (aunque no siempre le resulta fácil lograrlo). Desde hace unos 15 años –empezó a comienzos de los ‘90 buscando 300 ratas para La peste de Luis Puenzo–, Gabelli se dedica a entrenar animales para películas, tanto largometrajes como cortos comerciales.
Tanto que si en televisión o en cine se ve algún animal haciendo algo realmente increíble, lo más probable es que no se trate de ninguna animación ni de trucos de computadora, sino de Gabelli, que parece hacer milagros. Pero lo de este biólogo de 41 años (titular de la cátedra Biología del comportamiento de la Facultad de Psicología de la UBA, aunque de momento alejado de la investigación) depende más bien de su pericia y de su conocimiento científico sobre los animales que de cualquier intervención paranormal. Lo que hace es mezclar conocimiento sobre la evolución de las especies con un sentido práctico y con algo de ensayo y error que suele (¿o solía?) caracterizar a la ciencia. La técnica de Gabelli –cuya empresa se llama Daktari animales actores– es manejar elementos clave como el aprendizaje, que sirven para absolutamente todos los animales: “Una abeja y un perro aprenden de la misma manera”, señala.
Escuela de gaviotas
Gabelli accede a charlar con Radar en un lugar escondido de la dársena sur, detrás del Casino flotante y de las dependencias de la Armada en el puerto. Como los inmigrantes, Gabelli aparece descendiendo de un barco con su barba rabínica y su mirada bonachona. El barco es parte de un set de filmación donde el cineasta italiano Emanuelle Crialese dirige una película ambientada hacia el 1900, con el imaginable despliegue de extras vestidos de época en una Buenos Aires con neblina. El trabajo de Gabelli para esta película es por el momento tranquilo: hacer pasar unas vacas por entre los pasajeros que están por embarcar, colocar algunos caballos por ahí y poco más. La cosa se complicará cuando tenga que hacer que una gaviota vuele hasta pararse en la cabeza de un actor entre otros cincuenta que estarán ubicados en un ferry. Y entonces, ¿cómo lo hará? “En este caso, es un proceso de entrenamiento que lleva meses”, comienza Gabelli como aperitivo de todo lo que contará. Y sigue: “Primero se hace todo el entrenamiento con maniquíes. Cuando la gaviota va hacia el maniquí se le da su comida preferida. Luego se van modificando los estímulos para que la situación se aproxime cada vez más a la pensada por el director, con un actor en vez de los muñecos. Ahí se van preparando estímulos especiales sobre el actor, como luces y ruidos que funcionan como estímulos condicionados sobre el animal. Pero como en el contexto hay muchos estímulos en juego, lleva mucho tiempo lograr la acción correcta”.
Cualquiera pensaría que siempre que un animal hace algo de modo exacto, recibe un premio en comida. Error. Gabelli sólo premia la acción correcta algo así como 3 de cada 4 veces. Y la explicación es que este “reforzamiento parcial” –así se llama– hace que el animal preste más atención, ya que “si le das todas las veces, el animal se relaja y no se concentra tanto como debería en el aprendizaje de la acción requerida”.
Convencer al animal
Pero vayamos a más ejemplos. En un comercial para Coca Cola Light recientemente filmado se necesitaba que un grupo de gaviotas fuera volando hacia el apoyacabezas de un auto en el que había una pareja de enamorados. Allí, las gaviotas, cual coro, debían mecerse y abrir los picos como si estuvieran entonando. Gabelli logró que las aves fueran volando hasta el auto y las hizo mecerse mediante el truco de poner gusanos en un tridente y moverlo hacia un lado y hacia otro, para que las gaviotas pendularan buscando la comida (que, por supuesto, no sale en el aviso).
Otro ejemplo. Cierta vez tenía que hacer un comercial para un jabón en polvo en el que un chimpancé manchaba con helado a una periodista. “Surgió un inconveniente –cuenta Gabelli–, ya que el chimpancé era tan bueno que no quería de ningún modo hacerle daño a la periodista.” El modo de convencer al animal fue mediante una serie de aproximaciones a la conducta que buscaba. Primero lo hizo dibujar en papel, después le dio para que pintara con helado, y por último que “pintara” con helado pero en la camisa de la actriz-periodista. Así lograron que el chimpancé relacionara más con el arte y lo lúdico algo que antes interpretaba como un ataque.
Más. Para el largometraje El aura, Fabián Bielinsky hizo un casting con infinidad de perros (“se vio todos los Siberian huskies de Argentina”, exagera Gabelli), ya que necesitaba un ejemplar bien especial para el protagónico de la película que se estrena el mes que viene. Finalmente, Bielinsky halló lo que buscaba: una perra montaraz, medio loba, con un ojo celeste y otro marrón, llamada Eva. La cuestión es que, en la escena clave de la película con el protagonista humano (Ricardo Darín), Eva quedó fuera de control y se negó a seguir “colaborando” en el asunto. “Hay perros que tienen su carácter, cumplen el trabajo un tiempo, pero después se ofuscan por algo o se cansan y no hay modo de convencerlos”, dice Gabelli, quien tuvo que viajar a Bariloche de urgencia para ver qué se podía hacer. El rodaje dependía de Eva, y Eva no quería saber nada. La solución estaba al alcance de la mano: Gabelli le cambió el menú (que pasó a ser colita de cuadril al horno, pollo a la plancha y jamón crudo), y a continuar la película.
Por si fuera poco, y aunque parezca inverosímil, Daktari animales actores (cuyo equipo está integrado por biólogos, psicólogos y veterinarios) también trabaja con insectos y otros animales mínimos. La empresa tiene experiencia en películas hechas con mariposas, tatadioses, abejas, escorpiones, etc. “Con moscas trabajamos varias veces, entre ellas una de las presentaciones del programa de televisión ‘Caiga Quien Caiga’.” Para el aviso de un insecticida, Gabelli tuvo que estimular a una cucaracha para que hiciera un camino específico: recorrer en un teclado telefónico los números 9-5-3. El procedimiento general usado para estos bichejos es una combinación de gases y temperatura que los dejan aletargados, como dormidos, para después despertarlos en el momento oportuno. “Las cucarachas, por ejemplo –explica Gabelli–, detestan la luz, así que yo sé que al salir del letargo van a caminar derecho hacia la oscuridad.” Ese es el truco. “Sé también que las vaquitas de San Antonio nunca caminan hacia abajo por una cuestión de los efectos de la gravedad sobre sus cuerpos, así que si la consigna es hacerlas caminar para abajo en una mano, pues habrá que tomar el plano invertido”, completa.
Dicen que la ciencia es aburrida
“Lo interesante es que en todo esto se pone en juego el conocimiento científico de una manera dinámica; y es muy bueno que los investigadores podamos volcarnos también a la producción y a la prestación de servicios. Esto no es un currito, es conocimiento obtenido durante muchos años”, dice Gabelli, quien prefiere, está claro, los vértigos de la ciencia aplicada al cine antes que los caminos tradicionales y lentos de la ciencia, paper va, paper viene. “En cine tenés resultados inmediatos, la ciencia es más lenta y pasa mucho tiempo hasta que te publican un trabajo... y encima por ahí hay sólo tres tipos que conocen verdaderamente sobre lo que estás trabajando. En cambio, en un set de filmación todos aprecian lo que hacés.” ¿Es sólo eso? “Bueno, también me gusta la mayor circulación de adrenalina, ya que hay momentos en que 150 personas están esperándote para seguir el trabajo y no podés decir: Mirá, no me funcionó la ecuación.”
Por M. D. A.
Gabelli no trabaja con especies en peligro ni con ejemplares que no tengan documentos que acrediten un origen legal. “Hace poco, mientras estábamos filmando el comercial de las gaviotas para Coca Cola Light (ver nota central) aparecieron inspectores de fauna y se llevaron una buena sorpresa cuando vieron que las gaviotas estaban en un lugar alfombrado y con calefacción. No, no, está todo bien, dijeron y se fueron.” Gabelli trabaja con animales de zoológico, cuyo alquiler es por cierto bastante caro, pero cree que eso jerarquiza su trabajo y le da cobertura moral, al no fomentar la caza ilegal de especies. “Hay un libro del sociobiólogo Edward O. Wilson en el que se sostiene que los seres humanos realmente tienen una especie de biofilia (a la que Wilson define como la necesidad de los humanos de interactuar con otras especies a favor de su propio bienestar y salud mental), y por eso la permanente explotación comercial. Mi postura es que si necesitamos a los animales, entonces tratémos los bien. El animal de zoológico con que nosotros trabajamos es un animal de cautiverio que no podría sobrevivir, no está adaptado para vivir al aire libre, y moriría enseguida si se lo liberara. Dadas estas condiciones, yo los trato lo mejor posible. Como en el comercial del espantapájaros que hicimos para Clío: allí las aves vuelan con arnés, para que nosotros las podamos traer de regreso a lugares seguros y no corran ningún riesgo.”
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