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Domingo, 28 de agosto de 2005

VALE DECIR

El placard de la Baticueva

Igual que hizo con Warhol y Lichtenstein, DC Comics emprendió una batalla legal contra Mark Chamberlain, un pintor norteamericano que osó exponer sus pinturas sobre un Hombre Murciélago homosexual. El motivo: desmentir lo que ya muchos dan por cierto.

 Por Fernando García

Es un hecho recurrente y mucho más peligroso que un ataque conjunto del Guasón, el Pingüino y el Acertijo. No importa el esfuerzo que ponga Gatúbela en demostrar lo contrario: la supuesta homosexualidad de Batman y Robin continúa acechando a los paladines de Ciudad Gótica, esta vez desde una modesta serie de cuadros expuestos y subastados en la galería Artek Contemporary de Nueva York.

Se trata de una veintena de acuarelas del pintor Mark Chamberlain, con un valor unitario cercano a los doscientos dólares, que muestran al Dúo Dinámico en posturas y comportamientos netamente homosexuales. Una tela se detiene en los insinuantes pectorales del Hombre Murciélago, decorosamente depilados. Otra centra su mirada en el trasero de Robin, sensualmente velado por los pliegues de la corta capa amarilla. En una tercera, los superhéroes retozan en posición horizontal, los cuerpos muy pegados. Y más allá, directamente, se parten la boca con húmedos besos de lengua.

Bajo el nombre genérico de Queer Batman, la serie de pinturas se viene vendiendo desde comienzos de febrero, aunque recién cobró relevancia internacional tras el artículo que la semana pasada le dedicó el New York Times. Inmediatamente, el departamento legal de la editorial DC Comics (propietaria de Batman y Superman, entre otros superhéroes) tomó cartas en el asunto. Y aunque la empresa no ha emitido ningún comunicado oficial, la propietaria de la galería Artek Contemporary, Kathleen Cullen, declaró que “DC quiere que le entregue todas los cuadros que aún no se han vendido y que le transfiera la totalidad del dinero recaudado con la venta de las obras”.

Si bien ésta no es la primera vez que DC se enfrenta con pintores que utilizaron sus pertenencias sin pedirle permiso (los casos más notorios fueron el Superman de Andy Warhol y unas viñetas bélicas de Roy Lichtenstein, aunque terminaron negociando con los artistas), la virulencia de esta respuesta se corresponde con la larga batalla que la editorial viene manteniendo para derrumbar la versión instalada en pleno macartismo por el psicólogo Fredric Wertham, autor del libro Seduction of the Innocent (1955), dedicado a demoler la industria norteamericana del comic acusándola de fomentar la delincuencia juvenil y todo tipo de desviaciones sexuales.

Para gran parte de la comunidad homosexual norteamericana, la editorial se estaría excediendo en la legítima defensa de sus derechos intelectuales, ya que la característica icónica de Batman se prestaría para traspasos culturales que no afectarían la integridad ideológica y económica de la licencia. Sobre todo porque la imaginería visual elegida por Chamberlain remite a la clásica serie televisiva protagonizada por Adam West y Burt Ward entre 1966 y 1968, considerada como un canto a la homosexualidad por intelectuales gays de todo el mundo. Uno de ellos, el profesor de Medios de Comunicación en la británica Universidad de Sussex, Andy Medhurst, escribió en el libro The Many Lives of the Batman (1991, no aprobado por DC Comics, que “el programa de TV de los ‘60 muestra al encapotado como un tonto pomposo, personificación de una ética desaforada y notorio gay reprimido”.

Por las dudas, en Internet ya se alzaron las primeras voces pidiendo que la banda sonora de la próxima película de Batman se la encarguen a Village People.

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