Dom 04.09.2005
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CINE > HOLLYWOOD Y LA MEMORIA

Algo para recordar

Aunque los Hombres de Negro supieron borrarle la memoria a Nueva York con un flashazo, Hollywood suele tener una relación un poco más complicada con el olvido. Así sucede en la flamante Más allá de la muerte, en la que Robin Williams es un censor de las memorias de los muertos. Y siguen los ejemplos...

› Por Mariano Kairuz


Algunos son memorables y otros los olvidamos no bien salimos del cine y antes de pisar la calle. En general están perfectamente dispuestos para su interpretación a la luz de los grandes eventos políticos de su época. No es que antes nadie abordara el tema, pero algo está pasando en estos últimos años en los cines con la memoria. Con su negación, su manipulación, su pérdida, su rescate. Son los mnemofilms. Ninguno aterrizó tan ruidosamente como Memento (2000), que dio a conocer al mundo a su director Christopher Nolan. Claro que después fue el 11-S, y cualquiera hubiese dicho que el caos posterior iba a dar pie a infinidad de historias sobre la manipulación de la memoria colectiva como una manera de torcer las pistas y desarmar argumentos. Algo así como: en el origen fue el 11-S, pero nadie debería recordar exactamente qué fue lo que pasó entre entonces y ahora, y cómo es que llegamos adonde llegamos. Pero lo que Hollywood puso en su lugar fue algo más perverso y más tonto: levantó de los cines el trailer del Hombre Araña tejiendo su telaraña entre las Torres Gemelas y borró al World Trade Center del fondo del afiche de Hombres de Negro 2. Y en esa película fue incluso más lejos, con un gesto realmente temible: en el final, los agentes de negro interpretados por Will Smith y Tommy Lee Jones borraban la memoria de toda la ciudad de Nueva York de un flashazo, deseándoles los más dulces sueños a sus 8 millones de habitantes.

Pero los Men in Black son todo un contraejemplo: voluntariamente o no, las películas sobre la memoria producidas dentro y fuera de Hollywood en los últimos años parecieron centrarse, como Memento, en la lucha entre la complacencia del olvido. En Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, Jim Carrey apela a un procedimiento quirúrgico para borrarse a su ex novia, Kate Winslet, de la cabeza, pero su propio inconsciente se lo impide. En Como si fuera la primera vez, Adam Sandler decide pasar el resto de sus días con Drew Barrymore aunque, debido a la lesión cerebral de ella, cada mañana deba recordarle quiénes son y cómo es que viven juntos. Y en La isla, como virtuales herederos de los replicantes de Blade Runner, Ewan McGregor y Scarlett Johansson deben desprenderse de la falsa memoria que les han implantado en sus cerebros de clones, y averiguar –por su propia supervivencia– quiénes son en realidad. El asunto no le es en absoluto ajeno a Clon, la rara película del argentino Alejandro Hartmann que se puede ver desde esta semana en el Malba.

Y ahora está el cutter, el montajista de vidas ajenas que interpreta Robin Williams en Más allá de la muerte (Final Cut, 2004): en un mundo en el que algunos supuestos privilegiados llevan un chip en sus cabezas que registra la totalidad de sus existencias en primera persona, los cutters son los expertos que, a la hora del final, se sientan frente a todo el material de archivo del finado y lo limpian de sus muchos momentos aburridos, íntimos y/o vergonzosos. Y también de aquellos que sería mejor olvidar para dar un buen espectáculo ante los deudos en su despedida definitiva. Están los que se oponen a esta práctica, la de mentir editando los malos recuerdos, y ahí reside todo el conflicto de Final Cut. Lo que demuestra que, al menos por ahora y aunque muchas veces todo termine mal, la pelea en el cine es en favor de la memoria, y que no nos manden a dormir con un flashazo digital y un tranquilizador y mentiroso dulces sueños.

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