PERSONAJES > RACHEL MCADAMS, MUCHO MáS QUE LA NIñA BONITA
Desde hace un par de años, Rachel McAdams deslumbra con sus transformaciones, desde la adolescente pérfida de Chicas pesadas hasta la Gena Rowlands joven de Diario de una pasión de Nick Cassavetes. Esta semana, dos estrenos de cine la tienen como protagonista. Y es momento de anunciar que la dúctil chica de sonrisa encantadora y cierto ángulo peligroso puede ser la actriz que Hollywood necesita.
› Por Mariano Kairuz
A la chica se le da bastante bien lo de hacer de princesita, pero ya demostró que lleva un monstruo adentro. Y su historia es breve y potente.
Rachel McAdams apareció hace tan sólo un par de años; su fiera interior se dio a conocer en Chicas pesadas, una estudiantina de esas modernas y sensibles y no tan descerebradas como las de los años ‘80. Enrubiecida hasta las cejas, haciendo de adolescente cuando ya acusaba unos 27, saturada de rosa, se puso en la piel de serpiente de Regina George, la más popular y la más jodida de las infames “Plastic Girls” de una high school norteamericano. Pérfida pero no estúpida, bien podría haber sido la manipuladora protagonista de una de esas versiones adolescentes de Las relaciones peligrosas de Laclos que Hollywood despachó en los ‘90.
Es difícil determinar a qué linaje pertenece la princesa-monstruo: demasiado linda como para hablar de una Bette Davis, y sin la actitud avasallante de, digamos, una Angelina Jolie, les pasa por encima a compañeras generacionales del tipo de Jennifer Garner –la sufrida heroína de la serie Alias– o Kate Beckinsale. Con quienes se le puede encontrar, sin embargo, un ligero parecido físico; la sustancia que la diferencia de ellas va por dentro: por sus venas corre más sangre (y corre más rápido) que en aquellas dos chicas a las que productores y directores vienen intentando convertir alternativa e infructuosamente en princesas inmaculadas y superdamiselas de acción. (Hay que concederle a Garner que tiene cierta garra, pero la anémica Beckinsale combatiendo vampiros y hombres lobo, o imitando a Ava Gardner en El aviador, da un espectáculo francamente lastimoso.) En cierto modo, sin llegar a ser del todo intercambiables, un mostrito a lo McAdams es algo digno de una Reese Witherspoon. Aunque más –¿cómo decirlo sin que suene un poco idiota?– delicado.
Tras Chicas pesadas la carrera de Rachel se volvió un torbellino, y si no se sabe bien de dónde proviene ni mucho menos hacia dónde va, al menos ya se vio por dónde fue capaz de pasar y dejar su huella: fue Gena Rowlands joven en esos recuerdos escamoteados por el Alzheimer que la viuda de John Cassavetes reconstruye fragmentariamente y a contrarreloj en Diario de una pasión, la película dirigida por el hijo de ambos (Nick Cassavetes) sobre el best seller The Notebook. En pocos meses Rachel McAdams se había transformado tanto que pocos llegaron a notar que la villana de Chicas pesadas y la encantadora veinteañera de aquella novela sureña eran la misma persona. En The Notebook el lado oscuro quedaba a cargo de Joan Allen, como esa madre envenenada de frustración y obsesionada con casar bien a la nena, no importa cuántos corazones se rompieran por el camino. La-nena-bien-casada: ésa es también la preocupación de papá, un señor influyente interpretado por Christopher Walken en Los rompebodas, uno de los dos estrenos que tienen a la chica en los cines simultáneamente desde esta semana. El otro (estreno) es Vuelo nocturno, discreto thriller de Wes Craven que transcurre buena parte en un avión y en el que Rachel es una vez más una suerte de princesa, sí, pero una princesa lastimada: mujer independiente y con una exitosa carrera como manager de un lujoso hotel en Miami, lleva una cicatriz en el pecho que sugiere que hay algo más en ella que los buenos modales, la sonrisa perfecta (con hoyuelos) y esa afabilidad imperturbable.
Un par de meses atrás, Rachel fue tapa de la revista Interview, con entrevista a cargo de Owen Wilson, su coprotagonista en Los rompebodas. La ocasión no dio para revelaciones sorprendentes; hablaron de la infancia canadiense de ella, de su carrera como patinadora artística desde los cuatro años, de sus ídolos juveniles (todos referentes de los años ‘80 y principios de los ‘90, hoy devenidos artículos de culto o placeres culpables, como Cyndi Lauper y Richard Grieco, el absurdo galancete que reemplazó a Johnny Depp en la serie de TV 21 Jump Street), de su casi azaroso inicio en la actuación en sucesivos campamentos de verano (nada ligero: Shakespeare y Woody Allen) y de cómo hasta hace muy muy poco no se tomó el asunto demasiado en serio. En las otras muchas entrevistas que pueden leerse por ahí parece mantener esa misma ligereza: acaba de terminar de rodar The Family Stone, un pequeño y oscuro drama familiar con Diane Keaton, pero el año pasado la consideraron para hacer de la Mujer Invisible en Los 4 Fantásticos (el espándex azul terminaría por calzárselo Jessica Alba, quien confesó que todavía se siente una mujer-objeto manoseada en Hollywood, y que no cree que las películas de superhéroes la estén rescatando de ese lugar), aunque, si le preguntan, Rachel preferiría hacer de Cheetara, la chica de los Thundercats, alias los Felinos Cósmicos, dibujo animado de los años ‘80 merecidamente olvidado. Encarnar a la princesa de las fieras: eso es lo que dice querer Rachel McAdams, la más valiente a ochocientos metros de altura, la protegida de mamá y papá, la más linda de las tapas de revistas, la más mala de la escuela.
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