Domingo, 29 de enero de 2006 | Hoy
MúSICA > JUANJO DOMíNGUEZ, EL úLTIMO GRAN GUITARRISTA DEL TANGO
Tocó con todos, desde Roberto Goyeneche hasta Hugo Marcel. Juanjo Domínguez tiene 130 discos acompañando a otros artistas y 24 propios. Pero desde el año pasado presenta en vivo Eterno, al que llama su último disco solista. A partir de ahora, prefiere lo que define como desafíos, porque su amor por el género es tan intenso que no admite nada menos. Y así está iniciando a Andrés Calamaro –su fan confeso– en el tango. Con ustedes, el guitarrista.
Por Martín Pérez
“Aunque tocase la guitarra durante lo que me queda de vida, ni así le podría devolver todo lo que ella me dio”, dice Juanjo Domínguez una tarde calurosa de enero. Tan calurosa y tan enero, que lleva consigo a todas partes la misma toallita con la que se lo suele ver en las fotos en el estudio o sobre el escenario, para secarse el sudor que no deja de perlar su frente. A pesar del calor, sin embargo, Domínguez sonríe al recordar que su relación con su instrumento comenzó a los 5 años, viendo a su padre tocar la guitarra. “Mi viejo jugueteaba con algo y no le salía, y yo me di cuenta qué era, le pedí la guitarra y lo toqué. A partir de entonces mi viejo no tocó más la guitarra, pero me mandó a estudiar.” A los 6 años, sigue recordando Juanjo, ese nene aficionado a la guitarra le pedía llorando a su madre que lo llevase a ver una película en la que Hugo del Carril hacía de Carlos Gardel. “Se me armó un matete bárbaro, porque a partir de ahí pensé que Del Carril era Gardel. No entendí jamás que estaba interpretando un personaje. Así que, cuando los amigos de mi vieja y mi viejo vieron que era fanático y me empezaron a traer cosas de Gardel, yo les decía: ¡pero si ése no es!.”
Pero cuando se le pregunta a Domínguez por qué ese chico nacido en Junín pero criado en Lanús, con un padre que aunque le gustaba la guitarra se jubiló como panadero, terminó dedicándose al tango, no encuentra una respuesta definitiva. Hace silencio un rato y responde: “Tal vez porque se dio así. Porque era lo que yo buscaba. Porque escuchaba un tango de pibe y era algo que me hacía vibrar”. Aún hoy Domínguez sigue vibrando. Pero ha tomado una determinación, la de no hacer más discos como solista. Aún sigue presentando en vivo Eterno, que hoy asegura que es su último disco, “pero porque, como significa su título, es algo que no tiene final ni tiene principio”. Porque Domínguez va a seguir tocando la guitarra y haciendo tangos o milongas o valsecitos o lo que sea, qué duda cabe. Su sana intención es la de poder decidir cuándo abandonar la fiesta.
“Hay gente que no sabe irse en lo mejor de la fiesta, y al final se lo llevan borracho. A mí eso no me va a pasar. Yo saludo a todos y me voy, en la mejor forma.” Por eso Eterno, y los discos que vendrán, siempre como productor o en compañía, porque solo ya no se queda más. “No quiero hacer plata, no quiero ser famoso, y me alcanza con que el que me conozca me quiera”, explica. Y cuenta una historia: “En Japón me compré una guitarra con el diapasón más angosto que lo común y dos trastes más. ‘Te compraste un problema’, me dicen. ‘Sí, pero lo hago a propósito’, les respondo. Porque me gustan los desafíos, para no quedarme dormido. Porque me gusta seguir despierto”.
El mejor lazarillo
Una de las cosas con las que más insiste Domínguez cuando habla de tango es en defender a Goyeneche. Porque, según cuenta, se han dicho muchas pavadas sobre el Polaco. “Boludeces”, dice él. “Cuando yo tenía veinte años me iba de gira con él, que tenía sesenta. Dormíamos en el mismo cuarto, incluso. A la mañana, cuando él se tomaba un moscato para desayunar, a mí me pedía una gaseosa. No me daba ninguna opción para que yo me bandee. Era un tipo que cuidaba a su entorno. Y si se daba con algo, era muy cauto y uno no se enteraba. Y además, su trabajo no sufría. Era un señor arriba del escenario.”
No sólo a Goyeneche acompañó Juanjo, sino que se podría decir que los acompañó a todos. Desde los 14 años que es el mejor lazarillo para ellos, como le gusta decir. “Te estoy hablando de cuarenta años atrás”, apunta como al pasar, y comienzan a caérsele los nombres: Alberto Echagüe, Alberto Podestá, Hugo Marcel y todos los que uno quiera imaginar. Claro que, como era de otra generación, le costó sentirse aceptado dentro del ambiente. “Pero no porque sean jodidos, sino porque el hermano mayor no quiere llevar a la hermanita al baile. Así que ellos nunca me integraron, fui yo el que me integré a ellos. Y me acostumbré a manejarme solo”, explica. Durante ocho años, Juanjo fue el guitarrista estable de Caño 14. “Fui por tres meses, y me quedé hasta que se cerró, en el ’84”, recuerda. Y como buen fan del tango, también recuerda que cuando terminaba su laburo se iba hasta El Viejo Almacén, a escucharlo a Edmundo Rivero cantar con Grela.
“Gardel decía: yo soy incapaz de cometer un robo, pero también soy incapaz de delatarlo. Y yo también: en este ambiente anduve con todos, y vi de todo. Pero la cosa con este trabajo es que es eso, un trabajo”, dice Domínguez, para quien hablar mal del tango es como putear a la madre, como insultar a la Patria. “Yo vi a un tipo como Daniel Melingo tomar de una botella sobre un escenario, algo que yo, que acompañé a todos, nunca vi. Así que eso es una falta de respeto que le hace mal a la cultura, no sólo al género. Por eso le dije a Andrés Calamaro que, si veía que él usaba, manoseaba y ridiculizaba al tango como había visto hacerlo a Melingo, conmigo no cuente. Pero Andresito es un tipo muy educado, lleno de respeto. Así que vamos a hacer lindas cosas juntos.”
El respeto
En una entrevista realizada por Diego Manrique y publicada el pasado fin de semana en el diario español El País, Javier Limón anuncia que el próximo disco de tangos de Andrés Calamaro incluye un par de momentos mágicos grabados junto a Juanjo Domínguez. “Nos invitó a su casa, al sur de Buenos Aires”, contó Limón. “Sacó su guitarra, Andrés se puso a cantar y yo a grabar. Se oyen los ruidos del campo, a su mujer preparando la comida, pero lo vamos a usar igual en el disco. Va a ser el primer CD que, si lo escuchás con atención, huele a asado.” Juanjo Domínguez se ríe al leer la frase de Limón, y cuenta a su vez: “Cuando Andrés vino a visitarme, lo acompañó Limón, que se apareció con unas valijas y yo pensé: lo trae directo del aeropuerto. Pero cuando las abrió vi que tenía una consola de tecnología de primera, y así fue como nos grabó, sin ensayo ni nada. Y quedó deslumbrado”.
Cuando Domínguez asegura que le gustan los desafíos, habla de Calamaro, por supuesto. Y de ese encuentro con Paco de Lucía que propone Limón, que ya cuenta a Juanjo dentro de Casa Limón, y que a Domínguez le parece también una buena idea. “Cuando Andrés me llamó por primera vez, me dijo que hacía tiempo que quería hablar conmigo pero no se atrevía”, cuenta Juanjo, y revela que Javier Calamaro, como es más joven, es más irreverente, y le confió que su hermano Andrés lo admira desde que lo vio junto a Goyeneche. El fanatismo de Calamaro por el guitarrista se puede constatar en la versión de “Malena” que hay en El Cantante, que es calcada de una de Domínguez. Y la colaboración comenzó cuando Andrés lo invitó a tocar en su primer regreso porteño, en el Luna Park, y el tema que hicieron juntos quedó registrado en su disco El regreso.
“Cuando subí al escenario, yo pensé que los pibes me iban a comer crudo. Pero Andresito me presentó de una manera tan sentida, que terminaron todos coreando ‘Por una cabeza’”, recuerda Juanjo, que se entusiasma cuando habla de Calamaro. “Mirá, él es un tipo que como artista ya está hecho. Pero quiero pasarle todo lo que yo sé, en la medida en que lo absorba con respeto. Porque yo quiero que no lo sientan como ridículo, que mi viejo lo respete haciendo tango, que la gente del medio diga, bueno, no es el Polaco, pero lo hace con respeto. ¿Qué voy a hacer a esta altura de mi vida, un disco con Rubén Juárez que sabe todo de tango? Prefiero los desafíos”, dice Juanjo, que después de 130 discos acompañando a otros artistas y 24 discos propios, ha decidido dedicarse sólo a esta clase de desafíos. “Es que lo diferente, lo distinto, es algo que pesa”, explica. Y pregunta, a modo de ejemplo: “¿Por qué pensás que la mejor época de Goyeneche fue con Salgán? Tenía un cuartito de garganta y le costaba cantar, pero les pasó el trapo a los grandes cantantes. Porque era distinto. Y eso es lo que vale. Y lo que yo quiero escuchar”.
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