FENóMENOS > LO AUTóCTONO COPó LA MODA VERNáCULA (Y VENDE)
Los desfiles locales presentan colecciones inspiradas en culturas aborígenes, olas migratorias y hasta conceptos como “patria”. Las marcas nacionales abren locales en América latina, Europa y Japón. Los chicos andan con remeras que dicen “Yo amo Argentina”. Y hasta las ediciones norteamericana y francesa de Vogue han dedicado prolíficas producciones a la moda vernácula. Entre la reactivación, el oportunismo y la identidad, diseñadores y especialistas diseccionan este nuevo fenómeno: lo argentino está de moda en la moda, acá y en el mundo.
› Por Natali Schejtman
Están a punto de cumplirse cuarenta años de aquel invierno de 1967. La diseñadora Mary Tapia se quemaba las pestañas elucubrando alguna propuesta atractiva para hacerle a Romero Brest, al tanto de que el clima efervescente de la época y del Instituto Di Tella ya habían convertido en realizables las descabelladas ideas de sus amigos. La suya no fue una gran epifanía: sólo tuvo que recurrir a sus recuerdos de infancia norteña. Fue así que se le plantó al entonces director del Di Tella con un vestido hecho de telas coyas y una propuesta: “Quiero hacer una moda argentina”, le dijo. El hombre cayó rendido ante sus palabras (“¡Esto es una obra de arte!”, le contestó) y le propuso hacer el desfile en el salón principal y con toda la pompa. La colección tuvo de protagonistas al barracán –hasta hubo pantalones oxford en ese material– y al poncho. “Todo eso que ahora está de moda”, ostenta Tapia desde el taller que mantiene en su casa. “Yo fui la primera, la precursora.”
Todo-eso-que-ahora-está-de-moda excede lo indígena: se mete con el tango, hace foco en el imaginario que rodea al fútbol, y revaloriza aquello que tradicionalmente –o al menos durante los ‘90– fue, directamente, “grasa”. Y no es difícil imaginar los motivos, considerando el marco en que esta moda adviene: si la proliferación de debates de revisión histórica Aptos para Todo Público nadan sobre todos los soportes mediáticos; si grandes marcas irrumpen con arrebatos de nacionalismo (desde el supermercado Norte, que apareció con logo blanquiceleste a semanas del 19 y 20 de diciembre hasta la actual campaña de Fibertel, que deja librada su tarifa al éxito de Argentina en el Mundial de Alemania); si hasta McDonald’s tiene un combo criollo y Burger King compite con otro Norteño: ¿por qué el diseño de indumentaria –que incluso cuenta con una completa Historia propia– quedaría afuera de esta patriada?
LAS CHINAS ARGENTINAS
En la última edición del Fashion Buenos Aires, diversos diseñadores mostraron este costado regional como una completa novedad, o como otra indagación en el marco de un sendero tomado más o menos recientemente, según el caso. Marcelo Senra, que siempre se interesó por lo autóctono, presentó una colección inspirada en las Cumbres Calchaquíes y ambientó la pasarela con ajíes, papas y música en vivo de una pareja cantando coplas de su Salta natal. El diseñador textil y de indumentaria Martín Churba firmó la colección de su marca Tramando con el nombre Barracas, en alusión al barrio en que pronto montará su nueva fábrica, construida sobre (y bajo la influencia de) la ex Bagley y con el valor agregado de la idea de “una fábrica de verdad, que produce”, dice. Churba, que sigue trabajando junto al MTD a cargo de Toty Flores, señala su interés en las tendencias de consumo responsable y comercio justo que se están dando sobre todo en Europa (con el Show de la Moda ética como exponente más resonante). Y no es poco justo en este momento: después del incendio en la fábrica textil que les costó la vida a seis trabajadores bolivianos, y que dejó sospechas en el aire, al punto que se acaba de publicar una investigación que vincula a algunos famosos di-señadores locales con las pésimas condiciones laborales en los talleres.
Churba, que trabaja con la cooperativa de La Matanza hace más de dos años, se remonta a Monte –anterior a Barracas–, presentada en su primer desfile en Japón, para hablar de cómo jugar con lo adquirido y lo interno. Monte, cuenta, nació de investigar una relación entre el piquetero –un tema que le interesa– y el gaucho, protagonista de la colección: “Me pregunté cómo contar la Argentina de una manera que fuera localista y novedosa para Japón. Cuando hicimos el desfile, les pusimos unas trenzas a las modelos japonesas y empezamos a jugar. Al final, las japonesas se parecían a las “chinitas” del campo, había rasgos en común”, explica Churba, que advierte que en este momento “el mundo busca lo escondido” y que eso es comercialmente atractivo para Tramando. Para esa colección, él y su equipo se adentraron en Santiago del Estero y quedaron fascinados con sus productos textiles y de carpintería, que fueron plasmados en imágenes y texturas de las prendas. En cuanto a cierto desfasaje que podría resultar entre estas inspiraciones y los consumidores reales de la marca, así como a cierto oportunismo, Churba se muestra despreocupado: “Es bueno para todos. El interior gana porque es mirado, es escuchado, y da trabajo. Con respecto a mis clientas, yo creo que esto puede ayudarlas a pensar diferente, a mirar de otra manera a estos personajes”.
SNOB, PUEBLO Y POPULAR
Sin pasear sus modelos por la pasarela del último FBA, Araceli Pourcel, que en el 2004 participó del ciclo “Estilos Latinoamericanos” en el Malba, sigue apostando por la investigación regional relacionada con pueblos originarios como el mapuche y el desarrollo textil. Pablo Ramírez es otro caso ciertamente notorio en la escena. Después de una primera colección llamada Casta, arremetió con Tango, en la que, lejos del cliché, “no había ni raso, ni media red, ni rojo, ni tajo”, dice. Pero fueron los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre los que lo llevaron a una tercera colección que recurría a los cimientos nacionales, llamada Patria: “Me acuerdo de que yo estaba en un colectivo por Belgrano, y el colectivo se desvió porque sobre Cabildo estaban quemando unas gomas. De repente veo a un señor que sale de una de esas casas bien de Belgrano y pone los parlantes en la calle, y por los parlantes suena el Himno. Terminó de conmoverme. En esos días lo que yo experimenté fue el nacimiento o el resurgimiento del patriotismo”. La colección inspirada como una respuesta tuvo escarapelas, gorros frigios y San Martines en su puesta. Ramírez, sin embargo, no siente que sus coqueteos con lo argentino sean algo predeterminado: “Yo siempre fui en busca de la autenticidad, de la verdad. No me propongo hacer un diseño argentino. Diseño desde mi lugar y bueno, vivo acá. Son mis circunstancias”. Además, Ramírez señala que con Pueblo –la colección posterior, basada en la inmigración de comienzo de siglo pasado– tuvo, también, “esa necesidad de expresión”. Tal es así que, después de la austera Pueblo y su presentación “pobre chic” en el Hotel de los Inmigrantes, Ramírez se leyó a sí mismo y concluyó que él estaba en un showroom céntrico, vistiendo de pobres a señoras con plata y que “no era ni Bachino ni Yagmour para hacerme el popular. No porque no me interese el objetivo sino porque tengo una producción a muy pequeña escala. Entonces hice una ironía sobre eso y llamé Snob a la siguiente colección”.
GAUCHO Y CACEROLA
En su libro Historia de la moda argentina (actualizado y reeditado por Emecé), la socióloga Susana Saulquin presta particular atención a discutir si existe o no un diseño y una identidad argentinos: “No es la primera vez que los diseñadores argentinos miran al interior”, explica Saulquin, flamante directora de la Carrera de Diseño de Indumentaria y Textil de la UBA. “Esta vez tiene que ver con que hay un orgullo especial en este momento. Pero nuestra verdadera identidad es la diversidad, no es sólo lo aborigen, o el tango o el gaucho: tenemos varias patas. Y el argentino ahora está orgulloso de mostrar su identidad”. Para Victoria Lescano, periodista especializada en moda, “es interesante el rescate de lo local. Se exacerbó y está bueno que sea así”. En su Falso diccionario de la moda - Followers of Fashion, Lescano ya había recalado en algunos antecedentes de este destape localista y ahonda sobre el ítem del “gaucho look”, citando a Paco Jaumandreu y la historia de cómo introdujo ese estilo en Nueva York, a la austríaca Fridl Loos y la descripción de sus locales (especialmente de “Rancho”), y, entre los nuevos, a los diseñadores Thomas Vasseur y Gaba Esquivel que en el 2001 presentaron, con música de cacerolas, una colección que mezclaba lo gaucho con la alta costura francesa (ella, separada de su socio, continuó investigando todo lo relacionado con paisajes del interior del país).
La recurrencia a lo argentino como tema tiene, de hecho, otras perlitas desparramadas. Una de las más recordadas es el último desfile de Via Vai, a comienzos de los ’90, celebrado en el Estadio Obras y con 5 mil personas como público. En aquel show, el despliegue fue impactante: Carolina Peleritti inauguraba la pasada dedicada al fútbol jugando a ser una referí, Mariana Arias abría la suya con un miriñaque con textura de print de vaca y Florencia Raggi cerraba el desfile, que había tenido boleadoras y pezuñas por todos lados, enfundada en una bandera argentina mientras Charly García tocaba el Himno Nacional en vivo. Además, las gráficas de la colección consistían en los dueños de la marca, Alan Faena y Paula Cahen D’Anvers, tirados en una chaise-longe forrada en vaca y tapados también con una bandera. Sin embargo, según Saulquin, ese desfile no fue un fenómeno sino sólo una colección: “Era una marca joven y masiva, y resonó muchísimo. Pero en ese momento no había una sociedad que acompañara esa revalorización”.
I LOVE AR
Que dos personas famosas usen la misma remera es, básicamente, un quemo. Pero si las dos personas son Florencia Kirchner y Giannina Maradona, y la remera dice I love AR (Yo amo Argentina), la curiosidad lleva a golpear las puertas del mentor de este fenómeno. Se trata de Santiago Sáez, cabeza de Ona Sáez, una marca que debe su nombre de pila a la tribu indígena del Sur y que, en sus propias palabras, “desde que se fundó, cuando todo acá quería copiar a lo europeo, tenía una cosa muy autóctona”. Según él, la propagación de las remeras (con un fuerte empujón de la familia Maradona) superó la expectativa: “El común denominador es el orgullo nacional. La gente quiere ropa que diga cosas, la ropa-mensaje le va ganando espacio a la ropa que es sólo linda”. (Por una línea paralela deambulan, también, las remeras con inscripciones en italiano de la marca Refans/A+: frases futboleras, en italiano, pero curadas por y para argentinos, como Non parlo di doping o Siamo fuori.)
El caso de Sáez es una larga carrera al servicio del mensaje (y aclara que la declaración de amor al país fue en inglés porque les gusta trabajar con el spanglish y porque “cerraba bien gráficamente”). Ya en el año 2001, Ona Sáez había colgado a Juanita Viale de sus vidrieras con jeans o bombachas que mostraban banderas argentinas, además de estampas de asados y tickets de viajes por el país. La colección se llamaba “Argenmanía” y, en su momento, querían mostrar una cara joven que sentía orgullo por un país en pleno deterioro. Ahora, con motivo del Mundial, aprovecharán la licencia oficial de la FIFA para meterse con otro enorme icono argentino: “Fútbol Couture” es el nombre de la colección inspirada en el hincha y compuesta, entre otras cosas, por remeras con inscripciones del tipo “El que no salta es inglés” o “Argentina Campeón”. “Es para los que no pueden viajar al Mundial. Te comprás una cerveza y te ponés a ver el partido en la tele con la remera”, explica Sáez. Además agrega un anuncio que continúa en su línea argentofílica: en agosto será el lanzamiento de una nueva línea Pampero, inspirada en los nuevos trabajos, para uso intensivo y a precios económicos.
Si bien Sáez sabe que la campaña “Yo amo Argentina” era un souvenir ideal para los hijos de cualquier pareja europea que visitara el país y puede sospechar que los extranjeros que vienen suelen chequear los fixtures de nuestros Clausuras y Aperturas para ver si coinciden con algún Superclásico, la palabra oportunismo le despierta cierto mal humor: “Yo empecé cuando no había ni un turista, cero; la colección de Juanita, por ejemplo. Y en el primer desfile de Ona Sáez, en el ‘92, pusimos fajas gauchas. Hay algunos que están viendo que eso prende ahora y se suben, pero en este caso, no. Eso la gente lo sabe”.
VOGUE
Sucede que, si ya no son aluviones de inmigrantes los que hacen pie en estas tierras como a comienzos de siglo pasado, ahora es el turno de los turistas, y el debate que de por sí volvió a la cresta de la ola –el de la identidad nacional– se ve ahora atravesado por el hecho de que algunos aspectos de lo argentino, de paso, son marketineros, atractivos y exportables. Mientras Sáez acusa una actitud desinteresada sobre el turismo (aunque sí admite con satisfacción tener locales en países de América), Churba, cuyos locales en Japón y en Nueva York están alcanzando niveles de desarrollo inesperados, analiza la situación: “Todo indica quela mirada es hacia adentro, pero con la conciencia de que estamos siendo mirados. Y esa gente que nos mira también nos cambia”. El ser mirados también atañe a las instituciones de la moda y Argentina viene siendo escenario de las más llamativas producciones internacionales: en el verano, las ediciones Vogue norteamericana y francesa dedicaron páginas y páginas al país con todo tipo de información. En la edición francesa, lo “argentino” consistió en mucha estancia, vaca, establo, asado y ropa europea blanca y negra. Saulquin advierte que el turismo “da una posibilidad de afirmar la identidad en esa búsqueda de lo autóctono. Claro que hay algunos diseñadores que son más creíbles que otros en su búsqueda”.
Pero hay diferentes formas de recurrir a lo argentino. No sólo “no hace falta que sea folk para ser argentino”, como advierte Lescano citando el caso de los Hermanos Estebecorena y donde entrarían también Churba o Ramírez. Además, se puede apelar a cierta empatía con lo que es evidentemente ajeno, como el caso de los diseñadores de A.Y. Not Dead, que, conscientes del imán con que atraen a las figuritas más eventeras de la ciudad, eligieron incluir elementos de la cultura local y así como promocionaron su exclusiva marca en los colectivos porteños y en la cancha de Boca, adornaron de bailanta una colección pasada y la presentaron con choripanes y cerveza en la vereda de su local. Hay, por otro lado, una tradición de trabajar la indumentaria sobre determinados puntos traumáticos o desagradables de lo nacional, aunque sin dramatismo aparente. Sergio de Loof, artista y diseñador “cartonerista”, viene haciendo eso. Con sus colegas de la Primera Bienal de Arte Joven ya rondaban estos temas y vendían prendas en Su Puesto de Moda en el Mercado de Retiro (Gabriel Grippo colgaba ahí sus camperas hechas en cuero de vaca), pero fue en el año 2001 cuando presentó uno de sus desfiles más sonados: en un año crítico del país, él vistió de harapos y ropa vieja y rota a sus modelos y los hizo desfilar por la galería Ruth Benzacar. (Dato curioso: ese mismo año, sin que De Loof lo supiera, se estaba estrenando la película Zoolander, de Ben Stiller, una parodia hilarante sobre el mundo de la moda. Allí, el irascible villano Mugatu, un diseñador muy top, presenta su colección “Marginal”, compuesta, justamente, por todos atuendos de cartón y residuos. De Loof vio Zoolander mucho tiempo después.) El mismo define su estilo: “Yo le veo el fashion a la villa. Siempre tuve una cosa pop y siempre medio boliviano”, explica, mientras historiza su propia carrera y cuenta que a fines de los ‘80, cuando todos se vestían de negro, él se trajo de Chile prendas en verde manzana y rosa chicle comprados en lugares de venta por kilo. De Loof, que está presentando su colección de “remeras para leer”, concluye que “todo lo latinoamericano, asumir Latinoamérica, está muy de moda. Alguna vez tenía que pasar. Estamos más tranquilos, más normales, más asumidos”. Su caso no parece una propuesta atractiva de argentinidad for export, pero no deja de imponerse en el circuito porteño: “Yo soy muy muy muy local. No tengo traducción. Soy una mezcla: grasa, profundo, frívolo...”.
Este tipo de contradicciones, con otras variantes, se hace presente en las discusiones alrededor del actual brote autóctono. Aun así, con mayor o menor entusiasmo, la mayoría de los diseñadores consultados parece coincidir con “la precursora” Mary Tapia: “Era hora... Siempre me quejé de que miraran tanto a Europa, a Francia en mi época. La verdad, a mí me gusta que haya una mirada para adentro”.
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