PERSONAJES > DOMINO HARVEY, EL DERRAPE EXISTENCIAL QUE LLEGA AL CINE
El estreno en video de Domino cuenta con la ascendente Keira Knightley (hace poco alabada por su actuación en Sensatez y sentimientos), la mano del director Tony Scott, una ayudita de Christopher Walken y la enésima resurrección de Mickey Rourke. Pero lo realmente interesante de la película no se ve: la verdadera historia en la que está basada: la vida y muerte de Domino Harvey, una chica que renunció al jet-set, la riqueza y la celebridad y terminó como bombero, cazarrecompensas, adicta y armada hasta los dientes.
› Por Mariano Kairuz
Esta es una historia real como las historias reales que cuenta Hollywood: un poco absurda, un poco extraña, con un guión que no se parece en nada a la realidad.
Domino Harvey nació en agosto de 1969; su padre era el actor Laurence Harvey y su madre es una ex supermodelo del swinging London llamada Paulene Stone. Lituano de origen, pero considerado una estrella del cine inglés especializado en “dandies”, a Laurence Harvey suele reconocérselo por sus actuaciones en las películas Darling y El embajador del miedo. Harvey murió de cáncer a los 45 años, cuando Domino tenía cuatro, dejándoles a ella y a su madre una pequeña fortuna, suficiente como para que la chica fuera a los colegios británicos más caros –cosa que hizo, tras saltar de una escuela pública a otra por problemas de conducta– y que no necesitara trabajar jamás en su vida. Sin embargo, Domino trabajó. Tuvo varios trabajos, algunos improbables para una chica “bien” como se suponía que era: tras ser disc jockey y diseñadora de remeras, fue bombero voluntario, trabajó en un rancho y se entrenó y desempeñó durante tres años como “cazarrecompensas” en Los Angeles Sur. Cuando a mediados del año pasado la encontraron muerta por una sobredosis presuntamente accidental, estaba a la espera de dos cosas: una sentencia por tráfico de drogas, y el estreno de una película de acción basada libremente en su historia y protagonizada por la ascendente Keira Knightley.
Nada de lo que se ha publicado sobre Domino alcanza a explicar la vida que decidió llevar. Artículos periodísticos y película apenas atinan a hablar de una niña rica y muy aburrida. En la necrológica del Daily Telegraph se lee una fórmula que parece extraída de cualquier episodio de E! True Hollywood Story: “Domino Harvey, muerta a los 35, luchó para aliviar el vacío y el tedio de una vida de riqueza, glamour y celebridad”.
No fue bautizada Domino por Domino Derval (como se dijo alguna vez, en honor a la Bond girl de Operación Trueno) sino por la amistad de su madre con la ex modelo y actriz Dominique Sanda. Lo que sí es cierto es que fue expulsada de cuatro colegios, y a los dieciséis enviada pupila al Dartington Hall School en el sudoeste de Inglaterra, donde cultivó una habilidad que más tarde le resultaría útil: “Pasaba el tiempo haciendo canoas y estudiando artes marciales”, según contó la propia Domino al London’s Mail en 1994. Se dijo y se dice que en un principio Domino siguió los pasos de su madre en la agencia de modelos Ford, pero nadie pudo confirmar su paso por las pasarelas, ni siquiera cuando muchos periodistas empezaron a reconstruir su historia (muestra cabal de lo nebulosa que es todavía su historia). Circula una cita, de una vieja entrevista, en la cual Domino dijo que, cuando modelaba, “era tan infeliz tratando de ser alguien que no era... Trataban de manipularme. Me di cuenta de que nunca podría aceptar órdenes de esos idiotas. Mi vida no tenía sentido”.
A principios de los ’80 su madre se casó con Peter Morton, fundador del Hard Rock Café, y se mudó a Los Angeles, mientras que Domino, todavía adolescente, se quedó en el barrio de Notting Hill Gate en Londres. En aquella época diseñó una línea de ropa que vendía en el mercado de Kensington y pasó música como dj en una disco, y a los 17 viajó a Israel para conocer a la parte de su familia que no conocía. Hoy, uno de sus primos israelíes atestigua que para entonces ya había comenzado la conflictiva relación de Domino con las drogas. A los 20, no bien se fue a vivir con su madre a Hollywood Hills, estuvo internada en una clínica de rehabilitación. Hacia 1992 decidió comenzar una especie de segunda vida: fue por aquel entonces que, efectivamente, trabajó en un rancho en San Diego; y que, apenas más tarde, se sumó al equipo de bomberos y rescatistas voluntarios, el Boulevard Fire and Rescue, cerca de la frontera mexicana. Según contó el periodista y escritor británico Peter Evans al Los Angeles Times el año pasado, con estas elecciones Domino había comenzado a “inventarse una imagen de sí misma, como lo había hecho su padre. Laurence Harvey parecía un dandy absolutamente elegante, pero de hecho no lo era. Eventualmente, se convirtió en lo que había creado. Creo que esa cualidad, esa reinvención total, estaba también en Domino”.
Dos años después de su experiencia como bombera en la frontera, regresó a Los Angeles, donde no fue aceptada para el mismo trabajo. Hizo algunos cursos de paramédica, pero tampoco consiguió trabajo en esa área. Y entonces dio con un aviso para una clase de entrenamiento para “cazadores de recompensas”, un curso de dos semanas con una matrícula de trescientos dólares, y así fue como encontró su nueva vocación. El profesor era un tal Ed Martínez, ex veterano de Vietnam, que dice recordar la primera aparición de Domino en su clase. “Era joven, tenía unos 22 o 23 años, era alta y rubia y llevaba puestos unos pantalones y una camperita de camuflaje, y un cuchillo enorme en el cinturón. Se destacaba”, dice Martínez, quien poco después la reunió con Celes King III, un activista de derechos humanos y legendario bail bondsman del sur de Los Angeles. El bail bondsman es una suerte de “garante” que ofrece dinero o propiedades en garantía de una fianza, es decir, que se haga efectiva la presencia en el juicio correspondiente de un acusado que aguarda sentencia de la ley. En su compañía de bail bonds, Domino Harvey formó parte del equipo de bountyhunters, cazarrecompensas que se encargan de atrapar a los fugitivos bajo fianza. Allí ayudó a atrapar a unos cincuenta fugitivos, con su Browning 9 milímetros. “Tenía dinero. Podía pagarse buenas armas”, dijo Martínez, para completar el cuadro, o la pantalla.
Durante esos años, atrapar criminales en fuga solía aportar un bonus a la comisión de cualquier bountyhunter que consumiera: “Domino consumía coca, a veces speed”, dice Martínez. “Cada tanto tomábamos heroína juntos. Había muchas oportunidades: tirás abajo una puerta, arrestás a alguien, y seguro tiene drogas. Bueno, eso también paga.” Algunos de sus amigos cuentan que Domino aún no había tenido demasiada suerte en sus experiencias de rehabilitación.
Para 1998, cuando su madre volvió a enviarla a una clínica, esta vez en Hawaii, Domino ya le había vendido a Tony Scott (el director de Top Gun, de Escape salvaje y de Hombre en llamas) los derechos para filmar su historia. En el 2000 regresó a Los Angeles y tomó clases de computación en Santa Monica y en la Universidad de California, tras lo cual comenzó a dedicarse a trabajos algo más tranquilos que los que venía haciendo hasta entonces, en gráficos digitales, y trabajando nuevamente como DJ en algunas discos de West Hollywood. En esa época, su madre la mandó a vivir con su media hermana mayor, Sophie, hija de un matrimonio de Paulene Stone previo al de Laurence Harvey. En el 2003, Domino fue arrestada por posesión de metanfetaminas de cristal. Algún tiempo después, Thomas Richard Butera Jr., amigo reciente de Domino (e hijo de un empresario y filántropo con el que Sophie se había casado poco antes), fue arrestado por posesión de la misma sustancia “y conspiración para distribuirla”. En mayo del 2005, fue arrestada nuevamente, esta vez en posesión de 500 gramos de metanfetaminas. Desde entonces y hasta su muerte a fines de junio, esperó su sentencia en prisión domiciliaria, previa confiscación de su pasaporte y con una tobillera electrónica.
Domino Harvey murió en la bañera de su casa de una sobredosis presuntamente accidental de Fentanyl, un calmante al que suele describirse como “ocho veces más potente que la morfina”. Nunca fue confirmado, pero se supone que la acompañaba alguno de los cuatro minders, compañeros de rehabilitación que estaban con ella a pedido de la propia Domino para asegurarse de mantenerla sobria. Desde entonces, se estrenó la película de Tony Scott –que estaba en producción desde el año previo– y se multiplicaron las versiones acerca de qué hubiera dicho Domino de ella.
A pesar de que había colaborado activamente con Scott desde que le vendió los derechos de su historia más de diez años atrás, varios conocidos de Domino dijeron tras su muerte que ella no estaba nada contenta con el rumbo que había tomado la ficcionalización de su historia. El guión escrito por Richard Nelly (autor del film de culto Donnie Darko) se centra casi exclusivamente en la actividad de Domino como cazafugitivos a comisión, y le agrega detalles psicologistas, tales como una infancia curtida en la muerte de seres queridos (un pececito, su padre), durante la cual Domino decide no aferrarse emocionalmente nunca más a nada. Incorpora, además, aggiornamentos tales como el de un productor televisivo de la Warner (Christopher Walken) que les ofrece, a ella y a su equipo, protagonizar su propio reality show, con las cámaras siguiéndolos de cerca en cada misión. Una subtrama con una nena enferma que necesita dinero para su operación se esfuerza por ennoblecer el “oficio” de los cazarrecompensas, métier ilegal en muchos lugares del mundo fuera de los Estados Unidos. Scott lo filma todo con su estilo epiléptico de siempre, potenciado y con una imagen hiperestilizada que marea. Tom Waits aparece en medio del desierto como una especie de asesor espiritual. A ella, Keira Knightley, se le cree la parte de chica bien; el resto es un poco más difícil de tragar, y en el papel de Martínez resucita por enésima vez Mickey Rourke. Nada tiene ni un poco de sentido.
El asunto de la drogadicción de Domino casi no existe en la película. Se dice, por otro lado, que Domino estaba enojada con la decisión del guión de hacerla absolutamente heterosexual. Al final de la película –que está dedicada a ella y fue estrenada tres meses y medio después de su muerte– aparece la verdadera Domino en una imagen que bien pudo ser registrada por la producción de Scott, quien aseguró que ella iba frecuentemente al rodaje. Al parecer, Scott tuvo dos guiones previos de la historia de Domino, pero le dijo que eran meros biopics y por lo tanto muy aburridos. La increíble historia “real” de Domino no era suficiente para Scott (por más que él mismo recuerda sus reuniones periódicas con ella en su habitación sobre el garaje de la casa de mamá pero lejos de ella, repleta de revistas militares y ametralladoras).
Ni las múltiples necrológicas ni las notas publicadas a raíz del estreno de la película (ni mucho menos la película en sí) develaron el misterio de la chica que quizá –quizá no– pudo tenerla fácil pero optó por una vida complicada. Todo lo que hay son versiones entrecruzadas e incompletas. Y Domino, que pudo haberla contado ella misma, en ese documental que no fue, o en las entrevistas que hubiera podido dar por el estreno de la película, probablemente desde la cárcel, se llevó su historia a la tumba el 29 de junio del año pasado, sin tiempo para réplicas ni correcciones.
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