PLáSTICA > LA LUZ ARTIFICIAL COMO HERRAMIENTA ARTíSTICA
Matilde Marín, Stella Maris y Karina Peisajovich ofrecen con Iluminaciones una muestra que indaga y trabaja con el más evanescente y noble de los materiales: la luz.
› Por Santiago Rial Ungaro
El “Fiat lux” no es un viejo modelo de la marca italiana de autos, sino una invocación a la creación primigenia y a su dependencia del surgimiento de la luz. Aunque trabajen desde tres perspectivas diferentes, Matilde Marín, Stella Maris y Karina Peisajovich han logrado configurar en Iluminaciones una atmósfera fluctuante, agradable y por momentos también inquietante. Si la luz, la sombra, el espacio y el tiempo nos recuerdan que nuestras certezas, nuestra fe perceptual son evanescentes es en esa fragilidad donde reside la magia de esta exposición curada por Victoria Verlichak. Siendo que en este caso estas iluminaciones provienen de la luz artificial, llegar 10 minutos temprano al Malba (donde la muestra estará abierta hasta el 2 de octubre) implica ver el espacio que servirá como soporte para estas obras: una pequeña camarita de video escondida en una columna, un par de decenas de focos de luz, una pantalla y un par de cuartos vacíos no dicen nada por sí mismos. El “Fiat lux” aquí lo genera la gente del mantenimiento: es el play del interruptor general. Juegos iniciales es, justamente, el DVD de Matilde Marín (1948) que da la bienvenida al visitante. Esta obra continúa la línea de investigación de su serie Las manos, iniciada en el 2002. Juegos de manos ganó en 2002 el Premio al Mejor Video del Año de la Asociación de Críticos de la Argentina (en 1992, Marín ya había ganado el Premio Iones de Platino a las Artes Visuales). Allí la artista captaba los gestos de sus manos recreando antiguos juegos infantiles. Si las posiciones de las manos (conocidas en el yoga como mudras) tienen la capacidad de cambiar el magnetismo del cuerpo humano, a Marín le alcanza con mostrar un par de manos abiertas y ubicar en el espacio que las separa algunas simples figuras geométricas (una esfera, una espiral, una cadena de espirales que parecería de ADN) y algunas formas luminosas para generar una sensación cálida, táctil, sugestiva. Se diría que son sus manos las que dibujan en el aire estas etéreas esculturas, pero el carácter lúdico que caracteriza la obra de Marín permite cualquier tipo de interpretación. En consonancia con el sonido de este video (a cargo de Nicolás Diab) Todas las imágenes del mundo es el nombre de esta instalación de Karina Peisajovich, realizada en conjunto con el compositor Ulises Conti, quien se inspiró espontáneamente en su obra para escribir una pieza musical ambiental al estilo Brian Eno. A partir de un campo de color gris y una serie de dispositivos que incluyen filtros de color y un regulador de energía, lo que logra Peisajovich en esta instalación es generar una atmósfera neblinosa en la que la luz nace de las sombras.
Ambientada por una pieza circular de Conti que apenas dura 2 minutos y que suena en una cinta sinfín, esta atmósfera va cambiando imperceptiblemente junto con nuestra percepción del espacio y de la arquitectura de la sala. El efecto es hipnótico, y este “paisajovich” bien puede hacernos perder la noción del tiempo. No es casual que, en el 2003, Ulises Conti haya titulado su excelente primer disco Iluminaciones. Este año, Peisajovich expuso sus instalaciones lumínicas en Braga Menéndez, mostrando los frutos de una búsqueda poco habitual para el medio.
Interactuando con estas dos muestras, “LED-A” es la propuesta interactiva de Stella Maris. Su instalación gira en torno de un mínimo LED (acrónimo inglés de Light-Emitting Diode, diodo emisor de luz), dispositivo que emite una luz policromática que rueda lentamente. Ubicado en una columna y adornado como un pequeño y atractivo tesoro, el LED irradia reflejos multicolores, simultáneamente captados por una mínima cámara de video, que capta la imagen del espectador que se acerca, con curiosidad, a mirarlo. Basta pasar a la otra sala (en el medio de las salas dedicadas a Maris y Peisajovich) para verse, con un delay de apenas unos segundos, en una pantalla. El juego de reflejos de Stella Maris no termina ahí. En palabras de la curadora: “Stella Maris ofrece una celebridad instantánea a todos los que se asoman, ya que los rostros y los cambiantes colores son transmitidos y proyectados, en tiempo real, en una gran pantalla y en el circuito virtual en www.led-a.com.ar”.Jugando con el mito de Narciso, que mirando la superficie de un estanque se enamoró de propio reflejo, Stella Maris es el reflejo de Sergio Avello, un artista cuya obra gira en torno de la luz, la pintura, la música, el diseño y la moda. Avello se mira a sí mismo como mujer (otro seudónimo suyo es Avelove) a la vez que nos instiga a mirar, mirarnos y jugar con la liquidez de las aguas digitales, esas nuevas aguas tan proclives al narcisismo, en las que, de tantos mirarnos a nosotros mismos, también nos podemos llegar a ahogar. O no. Porque en definitiva, el desdoblamiento de nuestras imágenes y el mosaico de sensaciones de estas iluminaciones artificiales nos llevan a volver a ver de otra forma ese sol y esa luz natural que, en pleno invierno, hizo que la temperatura alcanzara los 27 grados.
Hasta el 2 de octubre en Sala Contemporáneo del Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415.
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