Dom 27.08.2006
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DESPEDIDAS > MURIó MOACIR SANTOS, EL MAESTRO DE LA BOSSA

El Duke Ellington del barro

Hace un par de semanas se conoció en Brasil la noticia de la muerte de Moacir Santos en California, cuando acababa de cumplir 80 años. Mito para entendidos dentro de la música brasileña, maestro de música de los chicos de la bossa que se fue en los años sesenta a Hollywood para ya no volver, su trabajo acababa de ser rescatado del olvido conla celebrada reedición de Coisas, su obra maestra.

› Por Martín Pérez

“Este disco es negro desde la tapa hasta el vinilo, desde el músico al sonido que se escucha”, escribió Roberto Quartin en el texto que acompañó la edición original de Coisas, el primer y magistral álbum de Moacir Santos, editado cuando la bossa nova se paseaba triunfadora por Ipanema, y que los chicos famosos de la escena confesaban escuchar todas las noches. “Para nosotros era como una biblia”, explicó Roberto Menescal, alumno de Santos al igual que Nara Leao, Baden Powell, Sergio Mendes, Oscar Castro Neves, Joao Donato, Carlos Lyra y otros. “Fue mi primer profesor, pero siempre que me preguntan si con él aprendí música, respondo que aprendí vida”, agrega Menescal. A pesar de que en 1967 se mudó a California para no volver, y que desde entonces apenas editó cuatro discos más en los Estados Unidos —tres de ellos por el prestigioso sello Blue Note, que estaba preparando una reedición de la obra cuando llegó la noticia de su muerte—, esta veneración por la música de Santos no se queda entre quienes fueron sus alumnos directos. “Moacir era uno de aquéllos, uno de los jedis, junto a Villa-Lobos y Tom Jobim”, dijo Ed Motta. “Estoy seguro de que va a ser recibido en el paraíso por Duke Ellington con la alfombra roja extendida.”

La historia de Moacir Santos comenzó el 26 de julio de 1926 en el pueblo de Vila Bela, en Pernambuco. “Para mí, yo nací músico, nací con la música. Mi primer recuerdo es el de la muerte de mi madre, cuando tenía 3 años. Y cuando me vinieron a buscar para llevarme a su lecho de muerte, me acuerdo que yo estaba batendo lata”, contó el propio Moacir en una gran entrevista publicada por la revista Bizz en su ejemplar de enero de este año. Huérfano y autodidacto, Santos huyó de su casa para tocar en bandas de pueblo en pueblo y a los 14 años ya sabía tocar saxo, clarinete, trompeta, banjo, guitarra y batería. Fue admitido como saxo tenor en la banda de la Policía Militar de Paraíba, en 1945 pasó a formar parte de la Jazz Band de la Radio de Recife y en 1951 pasó a ser maestro de la Radio Nacional en Río de Janeiro. Todo ese pasado de provincia es el que sus admiradores ven en su música, que escribió mientras participaba como instrumentista y arreglador de los discos de Baden Powell y Vinicius de Moraes. En el texto antes mencionado, Roberto Quartin destaca que se trata de “un músico negro escribiendo música negra y no de un garoto de Ipanema contando las tristezas de la favela o de un carioca que nunca fue más allá de Petrópolis”.

Aunque desde aquí es difícil decir lo mismo, una de las cosas que siempre señalan tanto músicos como periodistas brasileños es que Brasil olvida muy rápido sus héroes. Apenas mencionado al pasar en el libro de Ruy Guerra sobre la bossa nova, y auto-exiliado en Pasadena desde hacía casi cuatro décadas, Moacir Santos volvió a ser reconocido en su país gracias a los esfuerzos de Mario Adnet y Ze Nogueira, dos músicos que en 2001 armaron una banda para tocar sus temas. El álbum doble Ouro Negro fue el exitoso proyecto debut, del que participaron Milton Nascimento, Gilberto Gil, Djavan y otros. Adnet y Nogueira fueron los responsables de la reedición de Coisas, ese disco escrito desde —al decir de Paulo Roberto Pires— la esquina en la que se encuentran Gil Evans con la Orquesta Tabajara. “Moacir fue sin dudas una de las personalidades más importantes del país. Su sofisticación melódica y armónica, su creatividad y su capacidad magistral de traducir lo erudito en lo popular marcaron la historia de la música brasileña”, lo despidió Gilberto Gil. Citando el verso que Vinicius de Moraes escribió en su honor dentro de su “Samba da bençâo”, agregó: “Por él, Brasil fue de todos los santos. Por él, el negro fue oro y expresión. Por él, somos tanto más que lo que somos. Salve Moacir de todos los Santos”.

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