NOTA DE TAPA
Igual que el Anthology de Los Beatles de finales de los ’90 y que el de los Rolling Stones del año pasado, los cuatro U2 decidieron publicar un libro monumental en el que recorren su historia, desde los pubs y las iglesias de Dublín hasta los estadios y las casas de gobierno del mundo. A continuación, algunos fragmentos de U2 por U2: el día que casi se separan por culpa de Dios, las lecciones sobre la fama que aprendieron de Dylan y Prince, la escalofriante escena en Etiopía que los convirtió a la militancia, sus enfrentamientos con el poder en Sudamérica, el conmovedor encuentro con Sinatra y la inigualable sensación de estar componiendo un clásico.
› Por Martín Pérez
Apenas empieza U2 por U2, después de contar la vida de cada uno de sus integrantes antes de formar el grupo –que no es mucha, por cierto: poco más de 15 páginas de las 350 en total del libro–, llega la primera revelación musical. A pesar de que a todos les gustaban T-Rex y Bowie, que a Edge le gustaba Rory Gallagher y que Adam elegía The Eagles, lo primero que tocaron en vivo fue el hit del momento de Peter Frampton. También tocaban otro de los Bay City Rollers, pero sólo en broma. "Show me the Way", del álbum Frampton Comes Alive, fue la primera canción que pudieron tocar como grupo, en un show –bajo el efímero nombre de Feedback– en el que se dieron cuenta, a pesar de que aún estaban en la escuela secundaria, de que eso era lo que querían hacer durante el resto de sus vidas. Pero con esa revelación también aparece un mecanismo de ida y vuelta que es el que hace que semejante libro funcione. Por un lado, Bono se instala en el pasado y cuenta que al cantar entonces esa canción se dio cuenta de que cualquier clásico pop tenía más de un significado. "No la canté pensando en una chica sino que convertí aquella canción pop en una plegaria. Ahora miro atrás y pienso: ¿cómo sucedió? La respuesta es que empezaba a utilizar la música para expresar lo que me pasaba por la cabeza." Pero también viaja hacia el presente, y cuenta que conoció a Frampton en el 2003, en un centro de cuidado de enfermos de HIV en las afueras de Chicago. "Le expliqué que había descubierto mi voz gracias a su canción."
Cuarteto siempre demasiado consciente no sólo del lugar que ocupan en el mundo del pop sino del que es posible que puedan ocupar, los U2 cuentan su historia (con ayuda de Neil McCormick) en un monumental libro coral que sólo los Beatles y los Rolling Stones se han atrevido a realizar antes que ellos. Tienen una ventaja: los cuatro integrantes originales de U2 siguen formando parte del grupo. Son el grupo, de hecho. Ellos, y ninguno otro más. Casi se podría decir que, a esta altura, U2 encarna al grupo pop por excelencia, al sueño adolescente de formar una banda y conquistar el mundo. Eso es U2, y lo siguen siendo a la hora de hacer este libro. Cuando los Beatles hicieron el suyo, Lennon ya no estaba vivo para dar su versión de la historia. Y a los Rolling Stones les faltaba Brian Jones, y también Bill Wyman, quien ya había contado todo en su biografía Stone Alone.
Hay que decir que no hay demasiados misterios revelados en U2 por U2. Porque en realidad no hay muchos misterios en U2. Son una banda pública desde la década del ’80, cuando conquistaron Estados Unidos. Y desde entonces y hasta ahora se han mantenido allá arriba, sin bajar de un pedestal desde el que se han ganado más de una crítica. Pero en el que han logrado instalarse y sobrevivir. Antes de semejante librazo, diez años atrás Bill Flanagan había escrito una fundamental biografía cuasi gonzo que lamentablemente nunca se tradujo al castellano, titulada U2 At the End of the World. Pero la maquinaria promocional que tan bien manejan los U2 hace que este libro –al igual que el CD 18 Hits, y el DVD 18 videos– llegue inmediatamente a cualquier lugar del globo. Y entonces este volumen pesado, lleno de fotografías, que hará las delicias de cualquier fan, pero tampoco dejará de sorprender a cualquier lego en asuntos de U2, llega convenientemente traducido por Ediciones del Nuevo Extremo incluso hasta estas pampas.
Una de las pocas revelaciones de U2 por U2 es que el manager del grupo, Paul McGuiness, es efectivamente el quinto integrante del grupo. Si bien su historia no tiene el mismo trato que los músicos –no tiene página individual al comienzo–, su voz cuenta la historia a la par que el resto. Y revela muchas cosas con respecto a la parte empresarial del triunfo de U2. Quienes tengan preguntas en particular –sobre el compromiso político de Bono o sobre el romance de Adam Clayton con Naomi Campbell, por ejemplo–, tendrán sus respuestas. Pero lo que más se disfruta son las anécdotas que involucran a otros nombres del mundo del espectáculo, y del rock principalmente, como si U2 no pudiese evitar funcionar de esa manera, comparándose con los demás. Y, principalmente, los vericuetos alrededor de la composición de todos los discos y cada uno de sus temas. Son 350 páginas muy grandes, tamaño mesa de café, y todo cabe allí. Salvo la música. Eso aún hay que buscarlo en los discos. O en los cables, como decía Soda Stereo. Porque en un libro hay historias. Y la historia de U2 sólo tiene una. La suya. Y, en todo sentido, es una gran historia.
Adam: No llegábamos a ningún sitio con la grabación de Achtung Baby hasta que "One" nos cayó como llovida del cielo.
Bono: Las palabras caían del cielo. Nos llegó una petición del Dalai Lama para participar de un festival llamado Oneness. Aprecio y respeto al Dalai Lama, pero había algo un poco hippie en ese acontecimiento, según mi parecer. Siento un temor reverencial ante la posición tibetana de no violencia, pero ese festival no me sonaba bien. Le mandé una respuesta diciéndole: "Somos uno, pero no el mismo".
Edge: En el mismo momento de grabarla, sentí su potencia. Fue un momento tranquilizador y, al final, todos exclamamos: "Fantástico, hemos inaugurado este álbum". Por motivos como éste es que estás en un grupo, por momentos en que la inspiración cae sobre vos y creás algo realmente conmovedor.
Bono: "One" estaba llena de melancolía, pero también de mucha fuerza. Las grandes canciones suelen tener una especie de tensión en el fondo, donde lo más amargo y lo más dulce se equilibran perfectamente. "One" no habla de la unidad sino de la diferencia. No se trata de la vieja idea hippie de "vamos a vivir todos juntos". Es un concepto mucho más punk. Es anti–romántico: "Somos uno, pero no somos el mismo. Nos tenemos el uno al otro". Nos recuerda que no existe elección. Es una canción un poco retorcida y por eso nunca entiendo por qué la gente quiere ponerla en su boda. He conocido a unas cien personas que la han hecho sonar el día de su casamiento. Y siempre les digo: "¿Están locos? ¡Si habla de separarse!".
Adam: Durante la grabación de October, nuestro segundo disco, Bono y Edge nos contaron que se les estaba haciendo muy difícil compaginar lo que espiritualmente significaba su cristianismo y lo que implicaba formar parte de una banda de rock.
Paul: Cuando me explicaron que no iban a hacer una gira y que se quedarían en Dublín para llevar a cabo la voluntad de Dios, cualquiera que fuera, me dieron un buen disgusto. Les dije: "Miren, francamente, si Dios tenía algo que decir sobre esta gira, debía de haber levantado la mano un poquito antes, porque hemos contratado a una tropa enorme y nos hemos comprometido con mucha gente y, desde mi punto de vista, tenemos que cumplir con ellos". Ahí se zanjó el tema. Aceptaron el hecho y aquello jamás se volvió a repetir.
Bono: Unos años más tarde, creo que entiendo mejor lo que pasó. Asirse a algo con mucha fuerza te hace sentir como si ya lo hubieras perdido. Querer algo con tanta desesperación te vuelve muy débil. Cuando lo dejas de lado, te conviertes en un ser mucho más fuerte. Y, en ese momento, había ocurrido algo que nos llevaba a deshacernos de lo que habíamos deseado toda nuestra vida. De algún modo, aquel álbum fue donde U2 dijo: "Iremos donde tengamos que ir. Romperemos la leyes de la modernidad. Seremos tan emocionalmente claros como sea necesario para ser sinceros". Incluso estábamos decididos a dejar la banda. Pero lo estábamos llevando todo al extremo, para demostrar que no nos dejábamos comprar por la ambición. Fue increíble, porque casi conseguimos desarmar el grupo pero, a la vez, lo recuperamos con más fuerza.
Bono: Un día recibí la llamada de alguien de un grupo llamado World Vision, que me dijo: "¿Te gustaría ver de primera mano lo que está pasando en Etiopía? Si querés venir, te prepararé todo". Me llamó la atención la posibilidad de atravesar la alambrada y trabajar como voluntario. Mi mujer Ali estuvo de acuerdo, así que nos embarcamos en una aventura que nos cambiaría la vida. Nos pusieron a cargo de un orfanato del norte de Etiopía. Me llamaban la chica con barba, porque llevaba barba, el pelo largo y un pendiente.
Impresiona mucho levantarse, mirar la montaña todavía bañada por la niebla matutina y ver que miles y miles de personas vestidas con harapos se han pasado la noche caminando para llegar al campo de alimentos y que deben quedarse fuera porque no las dejan entrar. Deberían haber estado enfadados con el mundo, sin embargo nunca me lo parecieron. Me sentí muy humillado.
En un momento dado se me acercó un hombre con su hijo y me dijo que tenía que llevar al pequeño conmigo. Le contesté que no podía hacerlo. Me preguntó dónde vivía y le dije que en Irlanda, cerca del Reino Unido. Su respuesta fue: "Puedes permitirte llevarte a este niño, puedes cuidar de él. Si no te lo llevas, seguramente morirá".
No me lo llevé.
No sé si sobrevivió o no pero, en cierto modo, siempre he llevado aquel niño conmigo y me pasa, a veces, que cuando pienso en él, me crece la rabia dentro.
Bono: Una de las noches más especiales de la gira de The Joshua Tree fue la de Los Angeles, cuando Bob Dylan se nos unió en el escenario para cantar "Knockin’ On Heaven’s Door". Cantó muy bien y la gente se puso como loca. Creo que hasta él mismo se sorprendió; eran los años ’80 y no estaba seguro de dónde estaba en aquel punto de su vida y de su tiempo. Aquella noche le recordó lo que la gente sentía por su música. Después regresamos al Sunset Marquis Hotel. Nos quedábamos allí desde que teníamos veinte años, pero esta vez éramos un montón. Habían cortado la calle porque nuestros fans habían ido al hotel tras el recital y estaban esperando para vernos entrar. Había miles de personas y no pensaban irse. Bob preguntó: "Las cosas les van muy bien, ¿no?". "Sí, creo que nos van bastante bien, es un poco alucinante", le contesté. Me dirigió una mirada tranquila y dijo: "Imaginate pasar por todo esto solo". Un grupo es muy poderoso porque entre miembros pueden vigilarse. Bob Dylan nunca tuvo eso.
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