Edge: En enero de 1993, fuimos a Hamburgo a un festival contra el racismo. La actividad de la derecha en Alemania estaba en auge. El efecto económico negativo de la unión de la parte oriental con la occidental había creado cierta tensión social.
Bono: En Alemania, los turcos eran agredidos por bandas de skinheads. Murió un niño en una casa incendiada. Por toda Europa el fascismo volvió a resurgir. Jean-Marie Le Pen, el líder del partido de ultraderecha Frente Nacional, recibía un gran apoyo popular en Francia. Así que decidimos hacer algo.
Edge: Vimos una representación de The Black Rider, una obra musical de Robert Wilson, William Burroughs y Tom Waits. Estaba basada en un cuento tradicional alemán donde se hacen tratos con el Diablo. Por eso cuando Bono empezó a pensar en otro personaje, se nos ocurrió el Diablo. Bono pronunció un discurso en una rueda de prensa diciendo: "Búrlate del Diablo y huirá de ti. El miedo al Diablo conduce a la veneración del mismo". También nos inspiró un personaje que habíamos visto en Madrid. Una madrugada acabamos en una ruidosa discoteca, observando a un tipo que se paseaba por ahí. Probablemente tuviera unos 60 años e iba vestido de manera impecable. Era un pulcro caballero español deambulando por una discoteca house, ignorando a todo el mundo pero saludando al aire hacia un público imaginario. Nos pareció extraordinario. No sé si había tomado alguna droga psicotrópica extraña o si simplemente era un excéntrico o un mimo, pero lo estuvimos analizando durante 20 minutos y nos proporcionó un montón de material.
Bono: Para ese personaje, MacPhisto, sugerimos un tipo de antiguo diablo inglés, una estrella del pop que había dejado atrás su época de esplendor y regresaba de las temporadas bajas de Las Vegas, ofreciendo al primero que pasara todas las historias de los buenos y los malos tiempos. Cuando vas disfrazado de Diablo tu conversación queda inmediatamente cargada de implicaciones, así que cuando le decís a alguien que te gusta lo que está haciendo, sabés que no es un cumplido. Solíamos llamar a los políticos fascistas como Le Pen y los adulábamos en directo ante públicos de 16 o 20 mil personas. Llamé a Alessandra Mussolini, la nieta del dictador italiano, que estaba metida en política, mientras 17 mil personas cantaban el "Sólo llamé para decirte que te amo" en su contestador automático. Durante el tiempo que estuvimos en Italia, en un momento de performance artística, fui filmado paseando por la plaza del Vaticano. MacPhisto había contraído una cojera entonces, así que tenía un bastón para caminar y ahuyentaba a los pájaros, murmurando en voz baja: "Un día, todo esto será mío. Oh, no, lo había olvidado: esto es mío".
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