Dom 17.12.2006
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OBSESIONES > ESE MISTERIO LLAMADO “EL ALMA RUSA”

El alma rusa

› Por Eduardo Pavlovsky

Desde los comienzos de su fundación por Pedro El Grande en el 1700 San Petersburgo se convirtió en un polo de desarrollo de la cultura francesa. La nobleza rusa hablaba francés y todo el desarrollo de su cultura tenía ese origen europeo. Se prohibía hablar ruso –lenguaje de los siervos, idioma poco desarrollado–. La riqueza de la nobleza era tan grande que al clan Sheremetev, el zar le había cedido tierras por 800.000 hectáreas y más de 200.000 siervos “censados” (un millón de siervos reales).

En 1870 los Sheremetev eran de lejos la familia terrateniente más rica e importante del mundo. Cuando la nobleza francesa o inglesa los visitaba quedaba sorprendida. Tenían palacios con 600 empleados domésticos. Dejar las costumbres medievales y atrasadas de Moscú y entrar como ruso europeo en la moderna civilización era la concepción de Pedro El Grande. Moscovia en cambio era una civilización religiosa –Iglesia de Oriente que se remontaba a Bizancio–. Permanecía en su estilo medieval y aislada de Europa.

No había cortes principescas que apoyaran al arte, ni una burguesía verdadera, clase media o universidades públicas, fuera de las academias monasteriales.

Dos Rusias bien diferenciadas. Una culta con gran desarrollo de las artes y la otra religiosa, inculta y atrasada.

Cuando Napoleón en 1813 ocupa una Moscú abandonada e incendiada por los propios rusos, un noble de San Petersburgo, Volkonsky, general de tropas, conoce por primera vez el pueblo de Moscovia. Los siervos que acompañaban a Volkonsky derrotan y persiguen a Napoleón hasta París. Pero Volkonsky, que por su educación francesa no conocía a su pueblo, comienza a admirar el espíritu de los soldados nacionalistas de su ejército: hombres valiosos –valientes e incondicionales– sencillos pero temerarios, temibles por sus adversarios y de mayoría religiosa.

Napoleón mismo dijo que el “alma rusa” era imposible de vencer, porque eran un más allá del soldado común. Tenían otra alma que los guiaba y por eso eran invencibles.

Lo mismo dijeron los soldados y generales alemanes en Stalingrado y un general inglés, vencido en la contrarrevolución de 1918-20, también se refirió al alma rusa como una aureola que parecía acompañar a los soldados que vencieron a un ejército europeo para salvar la revolución. Los europeos fueron expulsados pese a su poderío, Volkonsky tuvo una crisis tremenda porque percibió el tremendo vacío de su educación imitando una cultura y formas francesas, que le habían hecho despreciar al pueblo de Moscovia, al que había conocido de cerca y compartido con ellos batallas. Reconocía que su alma era rusa y que se sentía un igual entre los hombres de su pueblo. Cuando esto se lo dice al zar, y a otros nobles, es desterrado 20 años a Siberia a trabajos forzados. Más tarde Volkonsky encabezará el movimiento decembrista que es derrotado por el zarismo, pero que es un gran formador de subjetividad social. El movimiento decembrista fue tal vez un punto de inflexión, porque la nobleza veía de cerca la tremenda injusticia de la desigualdad social que existía en el país. Muchos nobles también se sublevaron y otros comenzaron a “formar” a sus siervos en las artes y en las ciencias (arquitectos, escultores, pintores, músicos, actores), algunos de ellos renombrados. En 1861 se liberan los siervos por una ley de Alejandro I.

La invasión tártara dejó en los rusos su influencia asiática, y aun cuando fueron expulsados mucha influencia ejercieron en las artes rusas. Kandinsky dejaba exhibir la influencia de la cultura pagana oriental en sus pinturas (Monasterio Komí).

El artista como chamán. Las formas ovales y jeroglíficas de las pinturas abstractas tenían su origen en los tambores de los chamanes siberianos. El mismo Stravinsky utilizaba la escala pentatónica de una manera sorprendente que era de origen oriental. La gente de Moscovia intentaba cerrarse a una Rusia europea y religiosa ortodoxa bizantina, que influyó en la religiosidad de Dostoievski, Gogol, Tolstoi y el mismo Chejov, que en sus últimos años dijo haber perdido la fe, pero aun así le interesaba leer sobre la vida de los santos y los monasterios rusos. Llegó a pensar en un momento de su vida en hacerse monje y veía a la Iglesia como aliada del artista y la misión de éste como una misión espiritual. Escribió siempre con ternura de la fe de la gente o sobre los rituales de la Iglesia. Pero murió como ateo, habiendo perdido la fe.

Era muy común entre los intelectuales rusos tener verdaderas crisis espirituales que culminaban con largos viajes que emprendían con la finalidad de una búsqueda personal o espiritual. En 1890, Chejov –ya consagrado como dramaturgo y enfermo–, emprendió un viaje de tres meses a Sajalín, una isla a 800 kilómetros al norte de Japón, donde el gobierno zarista encarcelaba a sus “criminales” más peligrosos. Nadie entendió ese viaje en las condiciones físicas que se encontraba. Durante los tres meses que estuvo allí, entrevistó a miles de prisioneros, con quienes estableció un fluido contacto. Escribió un cuento en la isla de Sajalín, donde describía una tortura salvaje contra un prisionero que había presenciado. Esos párrafos fueron leídos por el público ruso, que contribuyeron a la abolición del castigo corporal en las prisiones. Cuando su amigo Suvorin le preguntó sobre su viaje dijo: “Quería saber cómo era el alma de los criminales, y me di cuenta que el alma rusa está en ellos igual que en mí. Eso es todo”.

Dostoievski creía en una Iglesia de acción y responsabilidad social. Reclamaba a la Iglesia un papel más activo frente al sufrimiento de los pobres. Buscaba una Iglesia –una hermandad cristiana– que trascendiera los muros de los monasterios y uniera a todos los rusos en una comunidad viva de creyentes.

Algunos pasajes de Los hermanos Karamazov fueron censurados. La censura afirmaba que alguno de los personajes de la novela tenía más que ver con el socialismo que con Cristo. Dostoievski pensaba que la reforma espiritual era la única forma de cambio social. Toda la vida del autor fue una lucha por combinar las enseñanzas de los Evangelios con la necesidad de una justicia social en esta tierra y creía encontrar la respuesta en el “alma rusa”.

En uno de los últimos escritos se refiere a la construcción de “nuestro socialismo ruso”. Una hermandad grande, igualitaria, general y universal en el nombre de Cristo. Y criticaba a la Iglesia y a su jerarquía por la ausencia de su sensibilidad social (palabras que le cabrían al padre Mujica o al MST brasileño).

Dostoievski fue conocido por su antisocialismo soviético, pero su visión de una Iglesia democrática y de una justicia social que corrigiera las grandes desigualdades sociales lo acercaba a la idea del socialismo que había defendido en su juventud.

Tolstoi, de origen noble, vivió atormentado y hubo una clara división entre el Tolstoi literario de las décadas previas a 1870 y el pensador religioso de los años posteriores. La búsqueda de la fe fue una constante en su vida y su arte. Pero llegó a rechazar las doctrinas de la Iglesia y comenzó a predicar una religión práctica basada en el ejemplo de Cristo como ser humano.

Trascendía los muros del monasterio para comprometerse con los problemas sociales –“la pobreza y la desigualdad, la crueldad y la opresión”–. Esa fue la base de su crisis moral en 1870, de la que emergió su socialismo cristiano –o anarquismo– y su rechazo a toda autoridad eclesiástica. Pero no era un revolucionario. Rechazaba la violencia de los socialistas. Su anarquismo cristiano era muy atractivo para el campesinado. La Iglesia oficial y el zar lo percibían como una amenaza permanente. En 1890, cuando publicó Resurrección, era más conocido como crítico social y disidente, que como escritor de novelas.

El ataque religioso a las instituciones del Estado zarista, la Iglesia, el gobierno, el sistema judicial y penal, la propiedad privada y las convenciones sociales de la aristocracia, que contenía la novela Resurrección, hizo que fuera su libro más vendido durante su vida. No puedo quedarme callado, escrito después de la masacre del Domingo Sangriento –motivado por la ejecución de social-revolucionarios, mencheviques y bolcheviques a manos del zarismo– fue un documento de denuncia importante. Millones de personas que jamás habían leído una novela comenzaron a leer a Tolstoi.

En la primera década del siglo XX la cantidad de gente que seguía a Tolstoi llegaba a treinta millones. Algunos dicen que 1/3 de la población rusa: 120 millones de personas eran seguidores de sus ideas, y que conformaron una secta. Un sector de la población era analfabeta, pero los que leían se convirtieron en fervorosos lectores del pensamiento de Tolstoi. Los escritores –recordemos la suspensión de la tortura por el zar a raíz del cuento de Chejov, “El pabellón del cáncer”, escrita en Sajalín– tenían una enorme influencia directa en el campesinado y esas ideas se convertían en verdaderos dogmas cristianos.

“Los bolcheviques aprovecharon al máximo el capital político de la resonancia religiosa del socialismo. Strumilin, dirigente comunista, en un panfleto para los pobres rurales de 1917, comparaba el socialismo con la obra de Cristo y sostenía que aquél crearía un reino de fraternidad, igualdad y libertad. El culto de Lenin –que se inició en agosto de 1918, a raíz de un atentado– poseía explícitas connotaciones religiosas. Se lo retrataba como una especie de Cristo, dispuesto a morir por el pueblo. “Pravda tenía un sentido religioso para la conciencia campesina”, escribe Orlando Figes en Una historia cultural rusa (Edhasa, 2002).

Esto denota la enorme influencia que tenían en el campesinado las ideas sociales cristianas de Dostoievski y Tolstoi y como formadores de una subjetividad que acercó la idea del socialismo previo a la Revolución de Octubre.

Atea y marxista declaradas, las ideas revolucionarias de Trotsky y Lenin diferían en su concepción materialista y descartaban toda tentativa de un idealismo posible. Lenin creía en el alma “pequeño-burguesa” del campesinado y lo combatió por su resistencia a la reforma agraria. La Revolución Rusa fue una revolución del proletariado.

Gorki fue bolchevique en sus comienzos.

Trotsky escribió en relación con Gogol, otro genio de la generación: “¿Quién se atreve hoy a lanzar la primera piedra contra la conciencia torturada de Gogol? Sus grandes e inapreciables servicios al arte de la palabra, por la profunda influencia humana de su creación. ¡Gloria eterna e inextinguible al genio de Gogol!”.

Trotsky, en Literatura y Revolución (1924), sostenía que la imaginación creadora era una de las armas principales de transformación en el socialismo. Pero libre de todo condicionamiento ideológico y político. Por eso también rescató el proceso tormentoso que sufrió Tolstoi durante toda su vida luchando por la dignidad social, aun desde el cristianismo anárquico: “Su talento, su alma rusa eran revolucionarios independientemente de su origen noble”.

¿Marat Safin sabrá algo de todo esto?

Creo que no. La globalización hizo desaparecer el alma rusa.

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