Domingo, 18 de febrero de 2007 | Hoy
PERSONAJES > DIEGO PERETTI, EL SECRETO DE SU éXITO
Por un lado, el protagónico en el cine con ¿Quién dice que es fácil? Por otro, el coprotagónico junto a Alfredo Alcón en Muerte de un viajante. Todo lo que se venía confirmando en los últimos años parece ahora un innegable momento de justicia: Diego Peretti tiene el reconocimiento que su talento merece. No es para menos: hay pocos actores capaces de volver verosímil cualquier personaje con tanta versatilidad, sensibilidad e inteligencia.
Por Mercedes Halfon
Otra vez los afiches de la calle nos confirman lo improbable: Diego Peretti como protagonista de una comedia romántica y esta vez en pareja con nada menos que ¡Carolina Peleritti! Si la vida es rara, más rara es la actuación y ni que hablar del star system local, que ha permitido que un hombre que dista bastante de ser un galán, e incluso de un otrora galán devenido actor experimentado (ejemplo Darín), haya caído en ese rol. Pero después de un largo recorrido por pantallas grandes y chicas, el de Peretti es un caso de justicia.
Y hay algo más. También en este momento Peretti está protagonizando en teatro Muerte de un viajante de Arthur Miller, junto a Alfredo Alcón, donde hace precisamente de su hijo. Por dos lugares distintos y hasta antagónicos le llega una confirmación. Por eso se vuelve interesante ver cómo desde su singularidad logró trazarse un destino actoral a medida.
La primera aparición pública, o el primer personaje recordado de Diego Peretti, fue hace trece años en una serie que también inauguraba una época televisiva: Poliladron. Allí era El Tarta, fiel amigo y confidente del protagonista (Suar), que además era el encargado principal de darle una cuota de humor a la trama más bien policial-amorosa que tenía la serie. Llamó la atención su perfecta composición del “tartamudo” y también, hay que decirlo, su nariz. Prominente, semicircular, quevediana, disimulada vista de frente, la nariz de Peretti es su rasgo distintivo desde aquella primera aparición en TV y a la vez su buena estrella; por lo menos desde el momento en que decidió dedicarse a la actuación. Probablemente no fuera del mismo modo en la escuela primaria y haya sido por lo menos indistinto mientras estudió y ejerció la psiquiatría.
Arrancó, entonces, como un excelente actor de comedia con una característica física llamativísima y durante el tiempo siguió siendo el típico caso de tantos buenos actores no carilindos/as, que pasan su vida haciendo de subalternos, mejores amigos o vecinos del protagonista; con composiciones marcadas y muchas veces hilarantes, pero confinados a un segundo plano en la historia. Así se acumularon varios personajes para Peretti: un barrabrava llamado Goma en RRDT, un luchador de catch novio de Araceli González en la película Alma mía, un tal Sandro en Campeones, hasta llegar al coprotagónico en Culpables, con el consabido ascenso que implica para un actor un unitario. Echando mano a sus conocimientos psiquiátricos, colaboró en los guiones de esa serie y también de la recordada Vulnerables. Un gesto que luego se convertiría en hábito: participar a la vez como actor y como psiquiatra en la construcción de los personajes.
Su crecimiento como actor se dio en paralelo al de Pol-ka como productora y generadora de una estética y un tipo de contenido. Peretti emergió de ese neocostumbrismo estereotipado y un poco ramplón, pero logró desmarcarse. Diversos trabajos en teatro y –fundamental– conocer a Damián Szifrón fueron el colofón de ese camino ascendente.
No es posible determinar si fue antes o después de que Los simuladores se convirtiera en un programa de culto, pero en algún momento sucedió: se le aplicó a Peretti la máxima del oso y dentro de la enorme gama de posibilidades actorales que permitía la serie, fue desde un obrero hasta un vampiro, pasando por policía del FBI y cirujano, por citar mínimos ejemplos; una galería de personajes donde comenzó a hacer papeles más “cancheros” o “desenvueltos” hasta llegar al antigalán que es hoy. Un tipo de actor bastante infrecuente en la escena local: bueno en cine, en teatro y en televisión. Una máquina de volver verosímil situaciones disparadas tanto por el humor –como fue en la película No sos vos soy yo de Juan Taratuto o en Tiempo de valientes de Szifrón– como por el exceso de drama (como pasaba en la serie Locas de amor). Una exacta combinación de versatilidad, torpeza e inteligencia.
En Muerte de un viajante, Peretti se pone en la piel del célebre Biff, el hijo mayor, pródigo, amado y odiado de Willy Loman (Alcón), un viajante de comercio que, ya viejo, se encuentra con las contradicciones del sueño americano. Todo lo que anheló para sí mismo se fue desvaneciendo y ese fracaso rutilante de su vida es encarnado por su hijo, que nunca pudo despegar, ni convertirse en “alguien”. La obra está montada sobre el contrapunto de los personajes de Peretti y Alcón, sobre las expectativas de uno sobre el otro. Y hay algo que se despega de la ficción hacia afuera. Como si el alconcentrismo implícito de la obra –como de cada obra donde él está presente– le diera un lugar privilegiado a Peretti. Un guiño del gran actor al gran actor en ciernes.
Hoy hay Peretti por dos. En la película ¿Quién dice que es fácil?, donde despliega su faceta de tierno galán, y en Muerte de un viajante, donde se ve como el cachorro de Alcón, dentro y fuera de la trama. Si no, miren los afiches donde el hijo le palmea la espalda al padre, mientras los dos miran la lontananza.
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