Dom 01.04.2007
radar

NOTA DE TAPA III

Las mejores películas extranjeras del Bafici

› Por Cecilia sosa y Mariano kairuz

La insoportable liviandad del ser

Reprise, los dramas de jóvenes novelistas noruegos.

 

Dos jóvenes amigos aspirantes a novelistas arrojan sus primeros manuscritos en un buzón. Todo puede acontecer entonces: dos libros publicados, dos escritores consagrados como autores de culto, una novia suicidada por amor, revoluciones en Africa y la desilusión del Dalai Lama. O bien, otro comienzo es posible: sólo uno de ellos logrará la publicación de su novela. Reprise, la ópera prima del joven director noruego Joachim Trier, regala una efervescente combinación de comedia y drama situada en Oslo, donde un grupo de amigos comparten angustias literarias, punk irónico, psiquiátricos, diálogos mordaces, devociones por un escritor esquivo y una excursión a París para reconstruir un amor y una vida.

Trier (ninguna otra conexión con el padre de Dogma) nació en Copenhague en medio de una familia de cineastas y artistas, creció en Oslo (donde fue dos veces campeón de skate) y vivió ocho años en Londres donde estudió en la National Film and Televisión School. “Quise mostrar cómo es esa insoportable liviandad que sufren tantos jóvenes escandinavos con algunas referencias culturales de por medio”, dijo Trier, premiado en el Festival de Toronto 2006. Un puñado de vidas apasionadas que visita la energía de Godard y el encanto de Jules et Jim de Truffaut. Con su zumbona voz en off y su desquiciados flashbacks, Reprise parece casi dedicada al público fashion-cool-con cuestiones-existenciales-a-resolver que tanto abunda en el Bafici.

Viajes con mi bisabuelo

El bisnieto de Dostoievski sigue las huellas alemanas del escritor ruso (y cambia de rumbo).

 

Dmitri, el bisnieto del escritor Fiodor Dostoievski, recorre Alemania siguiendo los pasos de su pariente celebérrimo, aunque no aspira a realizar una reconstrucción histórica ni tiene, mucho menos, ambiciones literarias. Dmitri trabaja como conductor de un tranvía en San Petersburgo; su relación con el autor de Crimen y castigo parece acotarse al parentesco, y ni siquiera conoce demasiado bien su obra. No obstante lo cual, durante su paseo germano, recibe una invitación de la “Sociedad Dostoievski de Alemania” para hacer una lectura de fragmentos de la obra de su bisabuelo, en la que no parecen estar interesados ni él ni tampoco su audiencia, según registran las cámaras de este breve y desconcertante documental. A Dmitri, al fin y al cabo, lo anima un único objetivo, más o menos noble, pero definitivamente alejado de aquello por lo que lo convocan varias figuras del quehacer cultural europeo: comprarse un Mercedes Benz barato. Los viajes de Dostoievsky (1992) es quizá la mejor puerta de entrada posible a la retrospectiva que le dedica el Bafici al director polaco instalado en Inglaterra Pawel Pawlikowski. De él se verán también sus dos películas de ficción, Last Resort y la más reciente Mi verano de amor, relato sobre la relación entre dos adolescentes encantadoras y temibles. Además de varios de sus otros imperdibles documentales cargados casi siempre de relatos de desplazamientos por Europa oriental: De Moscú a Pietushki, Epicas serbias, y el muy divertido Viajando con Zhirinovsky.

El genial desconocido

La retrospectiva de Luc Moullet, el cineasta oculto de la Nouvelle Vague.

 

Una de las grandes perlas festivaleras (sino la mayor) será la retrospectiva dedicada a Luc Moullet, el cineasta más zumbón de la Nouvelle Vague, autor de 30 películas (al parecer una más genial que la otra) e inexplicablemente inédito en Argentina. Aquí los hits de una retrospectiva para alquilar balcones del misterioso “primo chistoso de Godard”.

l Brigitte et Briggite (1966), las aventuras de dos estudiantes de idéntico nombre por París, por donde también pasean Fuller, Chabrol, Rohmer; y Essai d’ ouverture (1988), sobre el conflicto que puede suponer abrir una botella de Coca-Cola.

• Une aventure de Billy le Kid (1971). ¿Alguna vez soñó ver convertido en cowboy a Jean-Pierre Léaud? A no perderse este western extremo de Moullet.

• Genese d’un repas (1989), un hilarante manifiesto político-culinario destinado a desentrañar el proceso de globalización gastronómica de los paladares.

• Ma première brasse (1981), donde Moullet se tira (literalmente) a la pileta y muestra cómo logró vencer su hidrofobia.

• La comédie du travail (1987), tres personajes y la sátira más negra del mundo del trabajo.

• Le prestige de la mort (2006), una remake en clave hilarante (y negra) del drama The Whispering Chorus de Cecil B. DeMille; y Le litre de lait (2006), ¿cómo conseguir un litro de leche en la montaña?

Nuestro hombre en el cine extranjero

Una retrospectiva del argentino que dirigió a Gary Cooper y a Anthony Quinn.

 

Según el profuso anecdotario que el historiador Diego Curubeto incluyó en su libro Babilonia gaucha, fue el propio James Mason quien eligió al mendocino Hugo Fregonese para dirigir Muerte en la calle (One Way Street, 1950). “¿Quién es este tipo de apellido italiano?”, se dice que preguntó. ¿Y dónde queda Argentina?, habría preguntado apenas después. Lo cierto es que Fregonese (1908-1987) se había hecho ya un lugar en Hollywood al viajar hasta los estudios con su ópera prima argentina Donde mueren las palabras (1945), que impresionó a Louis B. Mayer. La retrospectiva que le dedica el festival porteño al director criollo que dirigió a Gary Cooper, Barbara Stanwick y Anthony Quinn (en Viento salvaje, 1953), y a Peter Ustinov (Dolores, la gitana, 1956) recupera precisamente algunos de esos films que vinieron después del que hizo con Mason y hasta 1957, no sólo en Hollywood sino también en Europa. Tal como lo indica su presentación en el catálogo del Bafici, son películas, a menudo dramas criminales, en las que el tema de la fuga aparece una y otra de manera a veces más directa (la huida de la cárcel) y otras más oblicua y “psicológica” (el escape de un pasado tortuoso). En fin: la que no hay que perderse de ninguna manera es Martes trágico (1954), virtual remake de su propia y genial Apenas un delincuente, en la que tuvo bajo sus órdenes al mejor Edward G. Robinson y a Peter Graves.

Presidentes muertos

AFR, la historia del magnicidio que no fue (pero nunca se sabe).

 

No hay mejor presidente para el cine que el presidente muerto. Al menos algo de eso parece estar diciendo el cine contemporáneo, que ha engendrado un falso documental inglés llamado La muerte de un presidente, que investiga el asesinato de George W. Bush en Chicago. La Selección Oficial Internacional del Bafici hace su aporte a este panorama estrenando AFR: la historia del asesinato del primer ministro danés Anders Fogh Rasmussen a manos, presuntamente, de un amante gay despechado. La propuesta no es un ejercicio de historia contrafáctica o ficción especulativa, sino una directa y salvaje provocación: no sólo el presunto asesino está interpretado por el propio director, el debutante Morten Hartz Kaplers, sino que ocurre que la película es danesa y que Rasmussen es, en la actualidad, el jefe de gobierno de Dinamarca. Es decir que no sólo parte de lo que narra esta película todavía podría pasar, sino que les exige a sus protagonistas involuntarios que prueben la tolerancia por la que abogan, al menos públicamente: el propio Rasmussen defendió el derecho a la libre expresión en la controversia de las historietas que satirizaron a Mahoma dos años atrás. Kaplers integra a la trama a hombres y mujeres del verdadero mundo de la política, mediante el montaje de material de archivo y noticieros, potenciando la afrenta.

Hay más presidentes en este festival: en la sección La tierra tiembla se verá The Prisoner or: How I Planned to Kill Tony Blair (El prisionero o: cómo planeé matar a Tony Blair), documental sobre las penurias de un periodista iraquí y musulmán encerrado en Abu Ghraib, y entre los rescates del año se exhibirá, por primera vez en mucho tiempo, Muerte de un presidente (1978), de Jerzy Kawalerowicz, sobre el asesinato del primer presidente de la Segunda República Polaca en 1922.

Como una piedra que rueda

Rescate en copia nueva del genial film que Pennebaker filmó con Bob Dylan.

 

Hasta No Direction Home, el documental estrenado por Martin Scorsese un par de años atrás, y en realidad después también, “la” película de Bob Dylan siempre fue Don’t Look Back, primer y genial largometraje de D. A. Pennebaker, que siguió al gran trovador del folk norteamericano en su gira por las tierras del rey Arturo, en 1965. De hecho, el film de Scorsese se alimentó en buena medida de material que había filmado Pennebaker con Dylan y que éstos no habían mostrado hasta hace muy poco. Y, por supuesto, de las imágenes de Dylan que abren la película, cuando presenta con sus carteles Subterranean Homesick Blues. Sí, esta película precursora quizá se haya visto mucho –en los últimos años se convirtió en un clásico de ciertos canales de cable– pero pocas veces, desde su estreno, como era debido, en pantalla grande y en fílmico. Este rescate en copia nueva integra un foco de su director en el que también se verán varios de sus títulos de culto –y otros inconseguibles–: Monterrey Pop (que registró el mítico festival californiano de 1967, con su imagen legendaria de Jimi Hendrix incendiando su guitarra); Depeche Mode 101 (1989); The War Room (increíble seguimiento del detrás de escena de la campaña electoral de Bill Clinton para las presidenciales de 1992, y de sus artífices), y las alucinaciones siderales de David Bowie en Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1973). Es decir, un recorrido junto a, según lo definió un periodista inglés recientemente, esta especie de Zelig que es Pennabeker: el personaje que estuvo ahí y lo contó todo acerca de varios de los momentos más importantes de la cultura norteamericana del siglo XX.

Una vez aseguradas las entradas para reencontrarse con Dylan y Bowie en el cine, corresponde darse una vuelta por 200 Motels, piedra esencial del ciclo dedicado a Frank Zappa.

Jugando (con fuego) en los campos del Señor

Un diabólico verano en un campamento evangelista norteamericano.

 

En el documental Jesus Camp, los directores Heidi Ewing y Rachel Grady se meten con sus cámaras, sin pudor, en un campamento de verano evangelista ubicado en Dakota del Norte, dirigido por una imponente ministra pentecostés y bautizado con el temible y desconcertante nombre de Kids on Fire: Niños ardientes. Lo que dichas cámaras han registrado es más aterrador y diabólico que el cine de terror que se haya programado dentro y fuera del Bafici, todo junto, porque eso que está ahí –y que no hizo falta capturar clandestinamente, ya que los responsables del campamento han autorizado su filmación, probablemente orgullosos de todas las actividades que llevan a cabo– es absolutamente real. Los niños piden perdón por sus pecados casi en estado de shock; rinden pleitesía a un George W. Bush de cartón a escala humana; y asisten –aun aquellos en edad presexual– a increíbles lecciones antiabortistas. Un film sobre el poderoso crecimiento de la derecha cristiana que ha enardecido a muchos de sus militantes (a pesar de su transparencia) y un alerta sobre la peligrosa restauración de viejas y oscuras relaciones entre Estado y religión.

De los múltiples terremotos sociopolíticos que sacuden al planeta y que aborda la sección La Tierra Tiembla –en cuyo marco se proyecta Jesus Camp–, se destaca también A Crude Awakening, documental suizo sobre la crisis petrolera mundial que determina la política exterior norteamericana y por la que nuestro estilo de vida tiene, se asegura, los días contados.

Zombis griegos

Una comedia gore recién llegada de Atenas.

 

Acá va la descripción que hizo otro festival internacional de To Kako y que cada cual entre bajo su propio riesgo: “La primera película de zombis griega es un baño de sangre apocalíptico que invierte una tremenda energía en crear una comedia de humor físico y gore”. Menos interesada en darle miedo a nadie (la competencia con las crisis del mundo real en un festival plagado de documentales se ha tornado, a esta altura, imposible) que en divertirse a la manera en que los hacían los primeros y muy trash Peter Jackson y Sam Raimi, la ópera prima del director Yorgos Noussias (29 años) suelta a su plaga de no-muertos, sus cadáveres errantes, por las calles de Atenas de noche; un mero McGuffin, un pretexto argumental mínimo para hacer volar cabezas e intestinos por los aires y reciclar frenéticamente los clichés (las hordas de cadáveres que avanzan torpemente; los baldazos de sangre falsa) que los seguidores de George A. Romero y sus descendientes han aprendido a apreciar desde fines de los ‘60. To Kako (que se traduce como Evil: Maldad) se agolpa en la sección Nocturna con otras de su alegre calaña, pero probablemente se encuentre más cómoda en un cruce con Piraña (que nada en la sección Rescates de este año), el primer largo solista de Joe Dante, explotación de bajo presupuesto del éxito de Tiburón y puntapié inicial de una de esas carreras que le devolvieron la gloria perdida años atrás a la clase B.

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