CINE > ENTREVISTA CON D. A. PENNEBAKER
A los 82 años, el todavía muy vital D. A. Pennebaker visitó el Bafici junto a su esposa y codirectora Chris Hegedus. Radar aprovechó un recreo en su agenda para pedirle que recorriera todos aquellos grandes momentos políticos y culturales que registró y convirtió en película: la llegada al poder de Kennedy y Clinton, las primeras giras de Bob Dylan y David Bowie, el festival Monterrey Pop, donde Jimi Hendrix le prendió fuego a su guitarra, la burbuja de los negocios punto.com y hasta un perfil del creador del coche De Lorean, aquel que se hizo famoso en Volver al futuro.
› Por Martín Pérez
Una nena pasea con un globo por el zoológico y los animales no dejan de mirarla. Así de simple fue el punto de partida para el primer cortometraje –una sencilla película familiar, en realidad– que quiso filmar Donn Alan Pennebaker con la ayuda de su por entonces pequeña hija Stacey. Con una cámara portátil recién adquirida y una lista de los animales que iban a estar en la película, padre e hija se abocaron aquella jornada a intentar llevar adelante el pequeño proyecto. Pero el interés de Stacey no duró demasiado. A la media hora de dar vueltas y vueltas con la cámara por las jaulas de los animales, la niña salió corriendo y su padre fue detrás de ella. “Stacey no sabía lo que era una calesita, pero escuchó una extraña música y quiso saber qué era”, recuerda Pennebaker, que se olvidó de los animales y sus jaulas, compró boletos para ambos, subió a su hija a un caballo de la calesita y comenzó a filmarla. “Me di cuenta en ese momento de que la idea de ir filmando a mi hija con su globo entre las jaulas era algo inútil, que me estaba engañando a mí mismo y no servía de nada. Mientras que retratarla sentada sobre un caballo de madera en su primer paseo en una calesita era algo útil e importante. Aún tengo esa película, la hemos mostrado más de una vez en familia. Me tomó mucho tiempo darme cuenta de que eso era lo que debía estar haciendo de allí en adelante. Porque la idea de estar en algún lado y ver a alguien hacer algo que vos no habías preparado sino que ellos decidieron hacer es como un trofeo, como algo para colgar en la pared. Yo creía que eso iba a llevarme a mi casa luego de hacer que Stacey pasease por entre las jaulas con su globo, como lo había planeado. Pero obtuve algo mucho mejor: a mi hija descubriendo algo ¡y no tuve nada que ver con eso, simplemente lo capturé en una película!”, se entusiasma el cineasta que filmó mejor que ningún otro haciendo de sí mismos a Bob Dylan, David Bowie y Bill Clinton, entre tantos otros. Sentado en uno de los sillones del bar que funciona como punto de encuentro de los participantes del Festival de Cine porteño, en el que se exhibió durante dos semanas una amplia retrospectiva de su obra –tanto en solitario como junto a su mujer, Chris Hegedus–, Pennebaker confiesa con una sonrisa: “Creo que esa tarde fue la primera vez que pensé en mí como director de cine”.
Igual que músicos como Bob Dylan dejan su sangre en los surcos, a cineastas como Pennebaker la vida se les va en películas. “Lo tengo bien claro”, acepta Donn desde sus muy vitales 82 años, con una mueca que es mitad sonrisa y mitad resignación. “No sé muy bien por qué aún se ven con entusiasmo aquellas viejas películas que hice en mis comienzos. Tal vez porque fueron las primeras de su tipo. Pero en realidad lo que más me sorprende es que aún las sigamos haciendo. Porque sigue siendo algo muy difícil.” Su mujer, Chris Hegedus, se ríe abiertamente cuando recuerda la semana que dedicó a reunir las películas que trajeron a Buenos Aires. “Fue como mirar un álbum de fotos familiar, recordando viejos parientes que hace mucho que no ves ni pensás en ellos”, explica. Abarcando desde los primeros cortos de su carrera –como el iniciático Daybreak express, de 1953, con música de Duke Ellington– hasta premiados documentales como The war room o Startup.com (de Hegedus junto a Jeane Houjiam), la retrospectiva de Pennebaker y Hegedus hizo hincapié en sus trabajos musicales, de Don’t look back sobre Dylan al Monterrey Pop de Hendrix, de Depeche Mode a Down from the mountain, donde filmaron a los fantásticos autores de la música original de la película Dónde estás, hermano, de los hermanos Coen. “Eso fue porque la música tiene un interés universal. Y en cambio no sabíamos cómo se traducirían las otras películas, o si les interesarían los personajes”, se disculpa Hegedus, que se preocupa por aclarar que junto a Pennebaker no sólo se han dedicado a filmar rockeros o políticos. “Por ejemplo, hicimos en 1979 un documental dedicado a De Lorean, el creador del auto con las puertas que se abren para arriba que se usa en la película Volver al futuro. Pero cuando lo filmamos ni nos imaginamos que con el tiempo habría tantos fanáticos de su vida y obra”, cuenta Hegedus, que se ríe cuando se le recuerda que les gusta filmar gente a la que admiran. “Es verdad: De Lorean no terminó siendo un tipo muy admirable, es más como un villano de las películas de Disney. Pero eso es algo que uno a veces no se da cuenta cuando comienza una película.”
Por su parte, sin embargo, Pennebaker no tiene ningún problema en admitir que los rockeros y los políticos son los mejores personajes. “Uno tiene que elegir bien sus temas”, explica. “Yo no elegiría jamás hacer un documental sobre la historia del tenis o sobre las carreras de caballos, aunque sé que hay un público para ello. A mí me interesa la música y de alguna manera también los políticos, porque me las ingenié para filmar gente única e irrepetible. Estoy hablando de Dylan o de Kennedy, por ejemplo”. ¿Y cómo se llega hasta ellos? “Tengo que confesar que nunca tuve mucha idea de lo que habría que filmar históricamente. Los músicos y algunos políticos siempre vinieron hacia mí, yo no los busqué. Así es como conseguimos nuestro material. Si un bailarín clásico que estuviese haciendo algo importante viniese con una buena propuesta, aceptaría filmarlo con mucho gusto, siempre que me interese lo que haga. Pero no tengo una agenda previa. El único problema con los documentales es que, como llevan tanto tiempo y son tan costosos, hay que tener un lugar adonde llevarlos cuando los termines, porque no hay nada peor que tener un film en tu placard que nadie quiere ver. Para mí no hay nada más deprimente.”
Pennebaker estuvo frente a dos de los más importantes y carismáticos políticos estadounidenses de los últimos tiempos: John Fitzgerald Kennedy y Bill Clinton. El primero fue el protagonista de su tan iniciática película Primary, que siguió las internas presidenciales del partido Demócrata en Wisconsin en 1960. “Para mí esa película que Donn filmó junto a Robert Drew fue el comienzo de todo”, confiesa Hegedus. “Por entonces era apenas una estudiante que hacía cine experimental, sobre todo porque no había referentes femeninos dentro del cine de Hollywood y sí los había en esa otra área. Pero cuando alquilé Primary me di cuenta de que eso era lo que quería hacer. La película nunca se exhibió mucho en los Estados Unidos ni la han pasado tanto por la tele. Pero mientras la estaba viendo recuerdo haber pensando en lo poderoso que era ver la historia de una manera en que uno sentía que estaba ahí. Y como tenía una cámara, me di cuenta de que podía salir con ella a hacer documentales que fuesen tan dramáticos como una película convencional. Además, era muy difícil hacer films experimentales cuando alrededor sucedían tantas cosas, como la guerra de Vietnam o las luchas raciales. No podías dejar de pensar en el mundo, y esas películas hablaban justamente de eso, del mundo que te rodeaba.”
Pero cuando se le pregunta a Pennebaker qué político pondría en el pedestal junto a las grandes estrellas de rock que ha filmado, responde sin dudarlo: Bill Clinton. “Porque, además de político, era músico. Y siempre le gustó la idea de ser una estrella de rock. Desde la secundaria pensaba en ello, y eso fue lo que lo hizo destacar”, explica. “No es muy común tener un prodigio de presidente, generalmente tenés alguien que no lo es y sufrís por ello. Pero Clinton era una persona extraordinaria, un verdadero prodigio. Tendríamos mucha suerte si consiguiésemos nuevamente alguien como él para ser presidente. Creo que con el tiempo va a ser recordado como uno de los tres o cuatro presidentes más importantes de la historia.”
¿Podrían hacer con Bush lo que hicieron con él?
–Claro que no.
¿Por qué?
–Porque no nos interesan mucho, ni el padre ni el hijo. No pondría la energía que te lleva hacer esa clase de películas en una sobre ellos dos. No sé quién va a ser el próximo presidente, pero si pudiésemos hacer un film sobre Hillary Clinton, ahí sí que estaría interesado. Porque es una persona capaz, que me gusta. Pero no estoy muy seguro de que la película que haríamos sobre ella fuera adecuada para sus intereses.
Al hablar de Down from the mountain, Hegedus revela una de las cosas que más la sorprende de los músicos. “El músico que ofició de presentador en el recital que documenta la película fue John Hartford, que murió poco tiempo después”, recuerda la directora. “Cuando filmamos la película ya estaba muy enfermo, al punto que cuando lo fuimos a saludar antes del rodaje no quiso darnos la mano, porque estaba recibiendo quimioterapia y tenía miedo de cualquier tipo de contagio. Recuerdo que salí de su camarín pensando: ¿cómo va a hacer este hombre para presentar el show? Pero eso es lo más increíble de los músicos: cuando están sobre el escenario se transforman. John está extraordinario en la película: con el disfraz y el sombrero luce glorioso.”
Algo parecido le pasó a Pennebaker cuando filmó a David Bowie encarnando a Ziggy Stardust, ya que confiesa no haber sabido nunca lo que iba a filmar hasta que estuvo ahí. “Me había contratado la RCA para filmar algo que sirviera para probar una de las primeras versiones del laserdisc”, explica. “Pero una vez que estuve ahí, aunque nadie nos lo había pedido, decidimos hacer una película. Cada una de las apariciones de Bowie en escena eran un auténtico tesoro. No podía quitarle los ojos de encima. Nadie supo lo que estábamos haciendo, salvo él, a quien le encantó la idea. Es más: incluso quiso convencerme de que lo ayudase a hacer algo como El hombre que cayó a la tierra. Pero le expliqué que yo no era esa clase de director.”
Pero la película por la que Pennebaker pasará a la historia de la música es sin lugar a dudas Don’t look back, un auténtico clásico ineludible del cinéma verité aplicado a la música, que documenta en glorioso blanco y negro la gira de Bob Dylan por Inglaterra en 1964. “Fue su manager, Albert Grossman, el que me preguntó si quería irme de gira por Inglaterra con Dylan. Y yo le dije que sí. Unas semanas más tarde, me encontré con Dylan y su compinche Bobby Neuwirth en un bar del Village. No hablamos mucho, pero nos entendimos profundamente. Tomamos unas cervezas, y a la media hora cada uno se fue por su lado. Lo volví a ver en el aeropuerto, cuando me subí a un avión y lo acompañé durante 4 semanas”, cuenta Pennebaker, que acaba de editar una versión remasterizada de la película en una edición con dos DVD, uno de los cuales está dedicado a otra película armada con lo que no usó para la original. “Lo que puse ahí fue a Dylan interpretando cuatro o cinco canciones completas, y armé una película alrededor de eso, mucho menos crispada que la anterior. Porque me di cuenta de que la base de su atractivo reside en la forma en que interpreta una canción completa, de comienzo a fin. Escuchar pequeñas partes no es lo mismo, y me resultó interesante ver que ahí había una película diferente.”
¿Saldrá en DVD alguna vez Eat the document, con la gira del año siguiente de Dylan, que permanece inédita?
–No creo que salga nunca, al menos tal como es. Y pienso que Scorsese le puso un clavo en el ataúd al usar gran parte de ese material en su documental. Algo que, por otra parte, estoy muy contento de que haya sucedido.
¿Qué dijo Dylan cuando vio Don’t look back por primera vez?
–La primera vez que la vio la quiso editar de nuevo. Pero cuando la volvió a ver decidió que estaba perfecta así. Mucho más tarde, un día que me llamó por teléfono para preguntarme por Bowie, por el que estaba muy interesado, me dijo que consideraba a Don’t look back como una de las mejores películas de ese tipo que se habían hecho jamás. Sólo lamentaba que fuese sobre él.
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