Dom 15.04.2007
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PERSONAJES > SANDRA MIHANOVICH FESTEJA SUS 50

Cómo me hice Sandra

De chica cheta que no tenía nada que ver con el rock, Sandra Mihanovich ocupó desde la década del ’80 un protagonismo único: fue la primera mujer en cantar sola en Obras, hizo adaptar al castellano la versión de “Soy lo que soy”, que se convirtió en un himno gay, y fue la media naranja del emblemático Mujer contra mujer, con Celeste Carballo. Ahora, para festejar sus 50 años, se hizo dos regalos de lujo: editar un disco en vivo, en el que repasa sus hits, y ver por primera vez a su ídola máxima: Barbra Streisand. Feliz de la vida, habló con Radar antes de cantar en el Opera.

› Por Natali Schejtman

Foto: Nora Lezano

A fines del año pasado, en noviembre, Sandra Mihanovich tomó la decisión de hacerse un regalo y se compró un pasaje para ir a Los Angeles. El motivo del viaje era un acontecimiento: Barbra Streisand, después de doce años aferrada a grabar discos, actuar en comedias románticas y musicales, dirigirlas, casarse y divorciarse, volvía a girar por los escenarios para entregarse a un público fiel y enloquecido que sólo quería comerse su voz ultravioleta. Entre ese público estaba Sandra, emocionada al mango: “Yo pensé que nunca la iba a ver en vivo porque es fóbica y no hacía shows... Lo que más me gustó es que pude, por un lado, corroborar el enorme talento, su magia, y por otro, sentir que era una persona de carne y hueso, un ser humano. Sentí que se divertía, que estaba feliz porque era el último de 20 shows y ella no debe estar nada habituada. Se notaba que estaba hasta las pelotas, harrrrta de hacer shows, pero también feliz porque volvía a su casa en Los Angeles. Incluso, cuando empezó el show, me pareció que tenía los ojitos un poco hinchados. Yo no estaba muy cerca pero tenía binoculares. Y yo dije: seguro que tiene los ojos hinchados porque durmió en su cama y durmió bien. Viste esas cosas que uno piensa, que por ahí son una boludez, por ahí no es así, pero eso me gustó: poder combinar la persona con el artista que uno admira, y que no pierda la magia”.

Gol de mujer

En el relato de lo que fue ese show despampanante hay algo más que su declarada devoción por la todoterreno Streisand. Y eso que Sandra defiende una y otra vez la relación natural entre los que están arriba y los que están abajo del escenario, sin ninguna nostalgia por los años de gritos afónicos durante las presentaciones de Sandra y Celeste que hace pocos meses recordaba la cantante Celsa Mel Gowland, sumada a algunas de esas giras. Pero sí es evidente que le pone un ojo especial a lo que es la presentación en vivo, lo que implica ese momento de comunicación efímera con el público, sea ella la que está cantando o su ídola Barbra. Quizás porque en su caso fue un oficio que, por su timidez, no le resultaba tan fácil al principio. O quizás porque un show suyo forma parte de esas citas obligadas de cualquier memorabilia del rock nacional: fue la primera mujer en presentarse en Obras. Pero definitivamente porque el recital en vivo, para ella que casi nunca se animó a componer y pone lo suyo en la interpretación, es una situación cargada de todo: “Es único, es así ese día, esas circunstancias. Esa mezcla y esa suma de energías, esa combinación particular se da ahí. Por eso soy de defender todo lo que es en vivo. También ir a ver un partido de fútbol o de tenis. Un partido de fútbol por ahí lo ves mejor en tu casa, más cómodo, te repiten el gol y todo eso, pero la vibra que hay en la cancha es otra cosa”.

Será por eso que su nuevo disco, el que celebra sus 50 años y se llama Creciendo, es el registro de un show que compila 30 años de carrera, y recorre varios de los temas que sabemos todos, como “Honrar la vida”, “Puerto Pollensa”, “Me contaron que bajo el asfalto” o “Te quiero”, y algunas baladas azucaradas como “Cuatro estrofas” o “Dame un minuto más de ti”, interpretadas todas por esa voz concentrada, cálida y terrosa que es su firma.

Costumbres argentinas

Más allá de haber sido la pionera femenina en Obras en 1982, su pertenencia al gremio del “rock nacional” es más bien una historia de común derrotero. El electrocardiograma de su resonancia mediática se corresponde con el del tronco grueso del género, que encontró audiencia gracias a curiosas, insólitas o desgraciadas ayudas, como la Guerra de Malvinas y la decisión estatal de prohibir la música en inglés, y veinte años después, FM La Mega y la decisión empresarial de morder el retro nacional y sembrar, con éxito, el interés por el presente de esos personajes más o menos olvidados. Sandra menciona un tercer empuje: “En el ’90, Tinelli apostó mucho a la música nacional. En Ritmo de la Noche tocábamos todos, desde Los Pericos hasta los de cumbia, hasta Sandra, Los Decadentes, Fito, lo que quieras, todos los géneros. Lo más importante es que haya espacio para todo tipo de música y lo jodido es cuando todos los canales son iguales, toda la música es igual, cuando quieren que todos nos vistamos igual y comamos lo mismo. ¿O porque aquello tiene éxito yo tengo que hacer lo mismo en otro lado? ¡Qué pelotazo!”.

Pero Sandra se da cuenta de que su merodeo por la apologética escena rockera de los ’80 fue de rebote. Su apariencia también delata un esquive a cualquier tribu reconocible. No sólo no tiene apariencia rockera: tampoco hay rastros de hippismo, ni de ex hippismo aggiornado a Palermo. A días de los 50, Sandra mantiene esa cabellera contundente que hace pensar en las cantantes brasileñas de su generación y un porte distinguido y algo campestre, como si fuera una jineta parsimoniosa amante de la naturaleza. La intromisión en el rock, entonces, fue gracias a Celeste Carballo, su coequiper en el recordado Mujer contra mujer y una aplanadora eléctrica que todavía ahora sigue correteando por escenarios, incluso como invitada estable de una banda tan oscura y moderna como Adicta. “Hasta que empezamos a cantar juntas –recuerda Sandra– yo venía de otro lado. Era una chica bien, de otro palo. Incluso empecé cantando en inglés. Siempre me sentí un poco paria, a mí nunca me hicieron una nota para la revista Pelo, por ejemplo, y eso que estaba siempre en los rankings de fin de año. Por ahí es que era tímida, me costaba más integrarme.” De los ’80, una década que le tocó actuar cuando participó en ese experimento del flashback televisivo llamado Costumbres argentinas, recuerda algunas giras y sonríe amablemente cuando escucha que, además de recordar la entrega de las fans, Celsa Mel Gowland destacó la compinchería que vivió en esos viajes: “Lo que disfrutábamos todas era que por primera vez éramos más mujeres que hombres. Siempre las bandas tenían una gran mayoría de hombres. En esa época aparte de Celeste y yo había tres mujeres que cantaban. Además, las jefas eran mujeres. Era divertido eso”.

G-l-o-r-i-a

Pero en los ’80 también vivió una escena que le sirvió en bandeja uno de los grandes hits de su carrera y que, casi sin intención, la convirtió en un referente de actitud más rockera que los rockeros. Fue en Río de Janeiro, en un boliche enorme que los jueves era gay. Unas drag queens bailaban sobre un escenario y una de ellas actuaba la canción que estaba sonando: “I am what I am”, cantada por Gloria Gaynor. “Yo no había visto nunca en mi vida algo así, me quedé con la boca abierta, me pareció alucinante. Me acuerdo que le dije a Ricardo Kleiman, que era mi productor en ese momento, que yo quería cantar esa canción en castellano, y eso que había jurado que nunca iba a cantar en castellano algo que estuviera escrito en inglés. Ricardo no quería que yo grabe esto, porque las canciones mías que habían sido exitosas eran baladas: ‘Puerto Pollensa’, ‘Quereme... tengo frío’. ¡Esto era una canción disco!”. La canción se convirtió en uno de esos manifiestos que explotan en la pista y en la platea y no sería extraño que haya sido otra de las perlas que definieron toda esa importancia que ella vuelca en lo que es una performance en vivo, aunque también recuerda que en su momento despertó alguna saña relacionada con la sexualidad. “Siempre la canté convencidísima de que no necesariamente estaba cantando de la cuestión gay. Me acuerdo de que me peleaba con un periodista, yo era más chica y todavía me complicaba mucho más el tema. El quería que yo dijera que era gay y yo no le iba a decir eso porque no era mi objetivo decir que era gay. Me parecía que estaba buena esa canción porque servía para cualquiera. Sigue pasando: ya sea en un lugar chiquito o en uno gigante, se genera la cosa de festejo, de formar parte, de decir yo hago lo que quiero, yo elijo lo que quiero. Que no me vengan a decir que me tengo que poner esta ropa. A mí me gusta esto y es lo que soy y yo no le hago daño a nadie, no estoy molestando a nadie. Eso es válido para todos y para todas las épocas. Es un himno que la gente quiere, recuerda, canta y comparte. Porque tiene una polenta tremenda y creo que fue el éxito que fue por eso. Es como el tema ‘A quién le importa’, que no sé de quién es pero lo canta Thalía. Y tiene una fuerza increíble...¡a pesar de Thalía!”.

Ella insiste: todavía hoy el eslógan de “Soy lo que soy” es aplicable a muchísimos aspectos de su vida, desde un concierto –en el que puede haber errores y a ella le gusta hacerlos evidentes y crear un clima distendido– hasta su inminente cumpleaños, que vive con una relajación envidiable, igual que el recuerdo de las épocas pasadas y las vivencias más o menos tensas: “A mí me da orgullo el paso del tiempo. Yo siempre seguí cantando y quise que lo más importante fuera la música y el hecho de cantar, más que todo lo demás. Haber logrado eso es algo grosso”.

Sandra Mihanovich presenta Creciendo el 20 y 21 de abril en el teatro Opera. Entradas a través de Ticketmaster al 4321-9700 y en el teatro Opera, Av. Corrientes 860.

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