INTERNET
› Por Mariana Enriquez
Maukie no tiene dueño. Como muchas mascotas de Internet, no se sabe quién lo creó, ni para qué; y se ignora por qué el autor lo dejó suelto desinteresadamente, o más bien por qué lo abandonó. Se lo puede encontrar en varias direcciones, pero no tiene hogar fijo, aunque algunos sitios lo han adoptado, siempre aclarando que no les pertenece. Maukie es un gato negro, con pecho blanco y ojos verdes, que ocupa toda la pantalla. Y se deja acariciar, y respira, y juega un poco, pero hay que saber cómo llamarle la atención (porque es perezoso, como todo gato). Ronronea si se le masajea la panza con el mouse; maúlla con caricias entre los ojos y sobre los bigotes, y la cola se le hace un ovillo cuando se la toca demasiado. Mueve los ojos todo el tiempo buscando el mouse; cada inclinación de su cabecita exige unos muy tontos “awww”. Moviendo la flecha frenéticamente ante sus patas delanteras, se puede lograr que la busque y la empuje y trate de atraparla, como hace un gato real con cualquier chiche. A veces, de forma totalmente impredecible, levanta la pata y trata de atrapar la flecha del mouse sobre su cabeza. Se lo puede bajar como salva pantallas y wallpaper; hasta tiene club de fans con newsletter. Pero el precioso Maukie no sirve para nada; sólo se deja tocar, juega y acompaña alguna trasnoche solitaria. Especial para quienes carecen de mascotas vivas, o para quienes no pueden resistirse a tremenda ternura virtual.
Información sobre Maukie aquí: http://www.broenink-art.nl/anneke/maukieinfo3.html
Maukie en persona: http://infohost.nmt.edu/~armiller/flash/maukie800.htm y http://www.broenink-art.nl/maukie2.swf
¡Fred se muere! Y todo porque con sólo clickear sobre su panza gris-celeste —es un conejo de peluche— recibe una descarga eléctrica que le provoca un paro cardíaco. Para salvarlo, sólo se cuenta con un desesperante minuto. Primero, hay que darle tres descargas con cables pelados, sobre el corazón. No es tan fácil, porque los cables son esquivos, y hay que saber ubicar el mouse para que Fred reciba la electricidad salvadora. Una vez que el corazón vuelve a latir —un monitor lo indica al costado de la pantalla— quedan segundos para afeitarle el pecho y la panza, abrirlo con un escalpelo, correr de lugar sus intestinos e introducir bajo los pulmones y sobre el corazón una cápsula de 10 miligramos de algo (no se especifica qué) que se ofrece sobre una bandeja de metal. Si Fred vive, suena música angélica y el conejo, ahora amarillo y con las orejas enhiestas y enredadas, parece feliz. Si se muere, da mucha pero muchísima culpa. Salvar a Fred exige atención y velocidad; el escalpelo, por ejemplo, es difícil de maniobrar, y con frecuencia no corta por la línea de puntos que cruza el pecho de Fred, provocándole heridas innecesarias. Los creadores de esta mascota-experiencia bastante morbosa son un equipo de diseñadores de animación web holandeses que trabajaron para Coca-Cola y Nokia, entre otros, pero Fred no publicita nada. Sólo está allí para morir y resucitar una y otra vez.
¿Tiene un día de furia y no quiere ir preso? Bueno, una variante para descargar tanta violencia contenida puede ser visitar el sitio del diseñador japonés Mori Chack y conocer a Gloomy Bear, un oso rosado de más de dos metros de altura y a su dueño Pity, un sumiso niño rubio. Gloomy tiene cara de oso amoroso, pero es una bestia asesina. En la animación más catártica jamás vista, Gloomy amenaza con su zarpa ensangrentada al pobre Pity, a quien tiene atrapado bajo su peso. Basta hacer clic repetidas veces —cuanto más rápido mejor— para que Gloomy destroce la cara de su dueño en una secuencia sin fin, con emocionantes ruiditos de golpiza: intensidad a gusto del usuario.
Hay mucho por investigar en el sitio de Chack —que es muy famoso en su país, sobre todo por haberse alejado radicalmente de las mascotas empalagosas como Hello Kitty—; en numerosas animaciones sencillas (en formato .gif) que se pueden bajar gratuitamente, Gloomy se come a su dueño, lo aplasta dejándose caer sobre él —impresionante el charco de sangre—, lo revolea en círculos, le muerde el cuello, le come la cara y demás atrocidades. Lástima, el sitio es en japonés, pero no resulta tan difícil navegarlo y encontrar a la parejita. Aunque ninguna de las animaciones más pequeñas le gana a la bestial apertura, fantástica para apretar los dientes y desquitarse de rabias extremas sin hacerle daño (real) a nadie.
Mori Chack: http://www.chax.net/frameset.html
Es un pobre hombre de mediana edad, sentado en el aire, vestido con un sobrio traje negro. Gira y gira y no se le mueve un pelo. Y puede estar así por siempre: para que cambie su situación, el visitante debe clickear sobre el hombre que da vueltas. Y entonces aparecen las sorpresas, lisérgicas, surrealistas, pero por lo general en blanco y negro, con toques de rojo y violeta. Por ejemplo: con un clic, el hombre se sienta sobre una pelota que a su vez gira sobre un cubo. Con otro, su cabeza se transforma en la pelota, se infla y se desinfla, y así puede quedar hasta el fin de los tiempos salvo que se elija aliviarlo y entonces surge una televisión girante en cuya pantalla un payaso se ríe a gritos del hombre, hasta la crispación absoluta; la secuencia se termina cuando, con un piadoso clic, al del traje se le quema la cabeza. La animación —en flash— se llama Spin, y surgió de la cantera de los veteranos de la web AlbinoBlacksheep; es verdaderamente hipnótica y bastante sádica: no enumeramos aquí todo el resto de las maneras de volver loco al sobrio caballero, pero son variadas, tremendas y duran bastante tiempo como para entretenerse. Eso sí, no son infinitas. Pero son tan extrañas y alucinatorias que dan ganas de probarlas una y otra vez. Atención: el botón de “start” es muy discreto, está en pequeñas letras negras a la izquierda, casi invisible sobre la pantalla gris. Hay que aguzar la vista, de lo contrario el señor giratorio no se muestra.
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