Dom 15.09.2002
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PLáSTICA

El enmascarado

Su primera relación con el catch fue querer ser luchador. Pero como el cuerpo no le daba, se convirtió en dibujante. Cuando consiguió trabajo en un programa de TV para retratar en vivo a los luchadores enmascarados desde el ring side, pidió aparecer enmascarado y se convirtió así en el primer ídolo del catch que no era luchador. Con su paso de la historieta al lienzo, Jaime Flores Mendoza llevó ese peculiar universo a una serie de cuadros en los que convive con naturalidad y estridencia lo más emblemático de la cultura mexicana, de La Parca a María Félix, pasando por el travestismo y George Harrison.

› Por Laura Isola

A primera vista la muestra que está colgada en el Centro Cultural Rojas resulta excesiva. Los colores vibrantes, altos y en contraste rellenan las líneas negras que sirven de límite a cada una de las figuras de las obras. Son estampas mexicanas, pero de un México de los años ‘50, las que pinta Jaime Flores Mendoza, el responsable de traer parte del imaginario azteca al centro porteño. El correlato del cine de esa época se ve en los trajes ceñidos de las damas y los enormes sombreros característicos de los varones. Las propagandas y afiches de mediados del siglo pasado se reconocen en las pinturas por sus leyendas y decoraciones. También el exceso corre por cuenta de una constante: tanto los hombres como las mujeres que están en cada cuadro portan rigurosa máscara de luchador de lucha libre. Ese es el rasgo distintivo del artista que, quizá porque no pudo ser luchador de catch, se hizo dibujante y pintor. De esta manera resolvió su vocación haciendo que gran parte de la obra sea un permanente homenaje a ese “gran espectáculo excesivo del dolor, de la derrota y de la justicia”, como lo define Roland Barthes.
En las líneas negras, que se describían más arriba, hay una clave: la historieta. Flores Mendoza, graduado de la Facultad de Artes Visuales de Monterrey, fue dibujante de historietas durante más de diez años. En las épocas de estudiante fue cofundador de la revista Fobia, una suerte de publicación universitaria que excedió las fronteras del claustro y se transformó en una revista de culto por su estrategia opositora a las convenciones de un medio universitario: lenguaje procaz, factura artesanal, etc. “Es verdad que hay un cruce con el comic en mi trabajo”, reconoce el pintor nacido en Monterrey en 1967, que primero trabajó con acuarela y que desde hace algún tiempo usa el acrílico. “Es más, empecé a pintar cuando me di cuenta que los cuadros de las historietas me quedaban chicos”.

EL ILUSTRADOR ENMASCARADO
Su participación en el programa “Estelares de Máscaras y Cabelleras” emitido por el canal cultural de Monterrey fue determinante en la incorporación de esos elementos a su estética. “Era un programa que transmitía los resúmenes de las luchas y yo estaba a un costado dibujando a los luchadores. La particularidad es que le pedí al productor si podía salir enmascarado. Esto no es algo común porque las máscaras sólo las usan los luchadores y nadie les puede ver la cara, nunca. Es muy chistoso verlos irse con sus ropas comunes, el bolso y la máscara puesta.” Tampoco era muy común ver a Flores Mendoza sin sus anteojos reglamentarios: “O la máscara o los anteojos, pero el problema es que sin ellos no veo nada. Para dibujarlos tenía que andar acercándome y enfocando como un miope”. De a poco se fue acostumbrando a las sombras y “la fama”: “Los luchadores son como superhéroes de carne y hueso. El más popular fue El Santo, que murió en combate, cuando se le hizo su despedida. El Blue Demon, que es de mi ciudad, fue el contrincante de El Santo y con el único que perdió una pelea de su peso. Muy lejos estoy de tener el porte de un luchador, más bien todo lo contrario, pero de todos modos, los niños que me veían con la máscara me pedían autógrafos”.

EL POP MEXICANO
Es insoslayable la referencia al pop para terminar de trazar las líneas con las que la estética de Flores Mendoza dialoga. En este caso, a diferencia del comic y la lucha libre, el pop lo atraviesa a él “casi sin querer”, según le gusta explicar. “Estoy de acuerdo con que se haga una lectura pop de mi obra, porque lo que me gusta es que sea sencilla para que el común de la gente la interprete.” Sin embargo, esta declaración de intenciones no siempre está acompañada de la respuesta popular y es el mismo Jaime Flores el que reconoce que su obra le gusta más a los músicos, poetas y dibujantes que al “mero pueblo”. De hecho, unpuñado de sus cuadros están en poder del Sr. Flavio y Vicentico, dos de los integrantes de Los Fabulosos Cadillacs.
Si de cultura popular mexicana hablamos, no se puede pasar por alto el tema de la muerte. Tan singular y tan festiva es la forma en que los mexicanos se relacionan con doña Catrina. Y aunque hijo de esa tradición, el pintor y dibujante parece haber instaurado un rito personalísimo. Tiene varios cuadros dedicados a personalidades famosas del ambiente de la cultura: María Félix, la rumbera Meche Barla, actores, poetas y cantantes. Muchos aparecen travestidos, como Juan José Arreola y George Harrison, que son dos esbeltas doñas mexicanas llamadas Josefina y Georgina. En todos estos casos, la última pincelada fue dada apenas unas horas antes de la muerte de los personajes en cuestión: “Ya estoy acostumbrado a que me pase esto. Con María Félix fue increíble porque el día anterior a la muerte, ella estaba perfecta, invitando a la gente a su cumpleaños (murió en marzo de 2002, el mismo día de su nacimiento). No va que termino de pintarla y se muere. Tengo miedo de que me empiecen a llamar de la asociación de actores mexicanos para preguntarme qué estoy haciendo e ir preparando la necrológica”.

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