Dom 20.05.2007
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HELVéTICA

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› Por Finlo Rohrer

La tipografía Helvética celebra su 50º aniversario. Probablemente hoy la hayan visto miles de veces. ¿Por qué? En este momento, en salas de reuniones de todo el mundo, capitanes de la industria miran páginas y páginas de tipografías. Hay cientos de opciones, pero a muchos de ellos no les lleva demasiado tiempo decidirse por la Helvética. Vivimos rodeados de publicidades y comunicaciones corporativas, muchas compuestas en tipografías que subliminalmente complementan el mensaje.

El mensaje de la Helvética es el siguiente: va a llegar a su destino a tiempo; su avión no se va a estrellar; su dinero está seguro en nuestra bóveda; no vamos a romper el paquete; el papeleo ha sido completado; todo va a estar bien.

La Helvética es sans serif. No hay hilachas al final de las letras. Tiene líneas claras y suaves, y una geometría no obstructiva que casi sugiere que fue diseñada para no destacarse. Un devoto de la Helvética como Lars Mueller, que ha publicado libros dedicados a la tipografía y organizado exhibiciones en el MOMA, dice: “Tiene una actitud moderna que se alinea con las premisas estéticas de los ’50 y los ’60. Helvética es una tipografía corporativa, pero por otro lado es la favorita de los peluqueros y los negocios de comidas rápidas. Es la manteca sobre el pan”.

Gap, Lufthansa, Panasonic, Royal Bank of Scotland, Tupperware, Orange, Currys, Hoover, Zanussi: ésas son algunas de las marcas que usan la tipografía suiza. “Es duradera. Viene de formas de diseño natural. No es una moda. Tiene caracteres y líneas claras. Se ve como una tipografía muy seria”, dice Frank Wildenberg, el director de Linotype, la empresa alemana que es dueña de la tipografía.

Inspirada en una tipografía creada en 1896 (Akzidenz Grotesk), la Helvética fue diseñada por Max Miedinger en 1957, junto a Eduard Hoffman, para la Haas Type Foundry, en Muenchenstein, Suiza. Lo “suizo” es parte de su atractivo. La tierra donde los relojes siempre están en hora y las calles no tienen mácula acarrea el tipo de resonancia cultural que los creadores de logos y de marcas para las grandes corporaciones quisieran poseer. Para otros, su neutralidad es una plataforma para diseños atrevidos.

El dominio de la tipografía durante la segunda mitad del siglo pasado, cimentado por el lanzamiento de Neue Helvética en los ’80, ha inspirado un documental (Helvetica) y exhibiciones a ambos lados del Atlántico. Pero no todos aman a Helvética. Si se tipea “I hate Helvetica” (“Odio Helvética”) en Google, se encuentran foros de gente que se enfurece ante el “chic corporativo” de la tipografía dominante. Lo ven como un vehículo para la conformidad social a través del consumismo. El importante diseñador gráfico Neville Brody, que provocó una crecida de la Helvética con su diseño de la revista Arena en los ’80, dice que la tipografía representa una opción segura para los negocios. “Cuando la gente elige Helvética, quiere encajar y parecer normal. La eligen porque quieren ser miembros de un club eficiente. Miembros del modernismo. Miembros de la falta de personalidad. También significa poco riesgo, poca ambición, blandura. Las tipografías controlan el mensaje. La elección dicta lo que uno piensa sobre algo antes de leer la primera palabra.”

Quizás es comprensible que las corporaciones no quieran tomar riesgos tipográficos, atadas como están a las ganancias. Si se elige una tipografía rara para los logos o la publicidad, los resultados pueden sufrir. La Helvética, en cambio, ofrece claridad y neutralidad. Cuando se usa en anuncios, es una plataforma para otras partes del mensaje.

Nadine Chahine, que trabaja en ventas y marketing para Linotype, aconseja a las compañías sobre cuál tipografía usar. “Se usan mensajes subliminales para que la gente tenga una sensación. Y todos estos diferentes significados están implícitos en la tipografía. Si se usa una que tiene una apariencia de letra manuscrita para el logo de un banco, es un problema. Un banco es el lugar donde se guarda el dinero. No se trata de divertirse ni de mensajes personales.”

Pero, lejos de las corporaciones, muchos usuarios de computadoras siguen el mismo camino de elegir tipografías que dicen algo sobre sí mismos cuando mandan un e-mail, escriben una carta o un currículum. La mayoría apoya la Helvética usando su clon digital, la tipografía Arial —quizá porque es fácil de leer, porque resulta familiar o porque suele ser la tipografía predeterminada por los sistemas–. Otros usan una Courier o Times New Roman para impartir su autoridad, o utilizan la graciosa Comic Sans porque se relaciona con sus corbatas de Mickey Mouse. Y tal como con la hegemónica Helvética, estas elecciones levantan pasiones. Hay una campaña llamada “Prohíban Comic Sans” que ha intentado conseguir hasta una legislación al respecto en Canadá. En Alemania, la batalla de las tipografías va acompañada por la turbulenta historia del país: las tipografías góticas como Fraktur fueron alternativamente apoyadas y luego prohibidas por los nazis. Ahora, aunque fuera de Alemania, se la relaciona con los tatuajes de los futbolistas y las tapas de los discos de heavy metal; existe un grupo que aboga por su puesta en uso común nuevamente.

La Helvética puede ser la tipografía dominante, pero no ha destrozado a la oposición. Y tanto al usarla como al no usarla, se está enviando un mensaje.

Esta nota está diseñada con Helvética,
igual que los títulos y bajadas que
regularmente salen en el suplemento.

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