Dom 27.05.2007
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MúSICA > RODOLFO FOGWILL Y GERARDO GANDINI VISITAN A CAGE

Conversacion sobre nada

Uno dice de sí mismo que es uno de los pocos músicos que leen. El otro afirma ser uno de los escasos escritores a los que les interesa la música. Uno tocará en el piano las Sonatas e interludios para piano preparado de John Cage y el otro leerá una especie de poema escrito por este autor que se titula Conferencia sobre nada en un lugar tan literario –o tan musical– como sólo puede serlo la Biblioteca Nacional. Gerardo Gandini y Rodolfo Fogwill aprovechan, además, para hablar mal –o bien– de otros músicos y otros escritores.

› Por Diego Fischerman

A Gerardo Gandini le gusta estar con amigos. Es más, la mayoría –si no todos– de sus proyectos han tenido que ver con sus ganas de trabajar con alguna persona en particular: un cantante, un escritor –Ricardo Piglia en el libreto de La ciudad ausente–, un músico pop –Fito Páez–, un instrumentista. Y es la amistad, también, la que aparece como explicación acerca del motivo por el que Rodolfo Fogwill será el conferenciante “sobre nada”, en lo que John Cage tituló Conferencia sobre nada y que en realidad es una suerte de poema que ronda los problemas de la creación artística. “Estábamos en una misma hostería, de un gallego, que se llama Ocio, en vacaciones. Yo lo veía con su computadora, y me prestaba libros, que leí puntualmente. Por ejemplo Ultimos movimientos del señor Fogwill, de él, o cosas de Viel Temperley, de cuya existencia yo no tenía ni idea. Y así, con algún que otro traguito, iban pasando los días y las noches. Nos hemos hecho medio compinches con este tipo.” El compositor cuenta que, además, hay un viejo proyecto inconcluso, ponerle música a un poema de Fogwill sobre La siesta del fauno de Mallarmé, algo que después, durante la charla, el escritor llamará “tu preludio a la siesta de un fauno criollo”.

Fogwill dice que cuando fue convocado para la lectura –que el próximo miércoles 30 de mayo será parte del concierto de apertura del ciclo Músicas en singular, con el auspicio de la Fundación Alejandro Szterenfeld– se sintió halagado: “Al principio lo tomé como un gran elogio, porque pensé que estaban alabando mi pronunciación del inglés. Hasta tal punto que me puse a buscar alguna grabación del propio Cage, con la idea de imitarlo, supongo. Después quedó claro que era en castellano. Yo había visto una traducción así que me puse a trabajar en eso, junto a Pablo Gianera. La traducción de Alcántara que circuló aquí, en Diario de poesía, tiene muchas deficiencias. Es buena para una lectura de poetas latinoamericanos, que están acostumbrados a leer poesía española, pero le falta atención a cosas que resultan centrales, tratándose de Cage. En un contexto musical, no se puede traducir intervalo por segmento; es un crimen”. Gandini cuenta que llamó a Fogwill, además, por “su condición de escritor revulsivo” y Fogwill, claro, festeja la elección de la palabra. “Ojalá uno pudiera llegar a ser un verdadero escritor revulsivo. De mí dijeron algo así, no me acuerdo, usaron una palabra muy divertida. Controvertido, o algo así. Ah no, ya sé, irreverente. Soy un escritor irreverente. Me enteré el otro día –salta, aparentemente, a otro tema–: Manauta está vivo. Yo hace años que lo daba por muerto. Y eso es porque nunca llegó a ser revulsivo.”

Gandini es un músico que tiene relaciones fluidas con la literatura y con los escritores. Ni una cosa ni la otra son demasiado frecuentes. “Es que la mayoría de los músicos no lee. Y si no leen no puede interesarles la literatura”, argumenta. “A lo sumo leen el último éxito de Anagrama”, interviene Fogwill. “Gandini, en cambio, tiene una línea de lectura, lo que es raro. Es como si supiera.” El compositor cuenta la lectura de La luminosa, del uruguayo Mario Levrero, y de 2666, de Bolaño. “Al que no he logrado leer es a Aira. O él es un pelotudo o el pelotudo soy yo.” “No, como músico tendrías que leer el capítulo octavo, la página 80 hasta la 88, de Parménides”, le contesta el escritor. “Es brillante. Allí se habla de cómo se escribe un verdadero poema; de atrás para adelante.” “Sí, pero un lector cualquiera, como yo, no sabe ni siquiera qué leer. Empecé con ése, La perdiz, y me pareció una pavada”, replica el músico. “No era La perdiz, esa era de otro, era otro bicho, La liebre. Yo tengo el proyecto de reunir en un ensayo todas las partes brillantes de los libros de Aira, en particular sus reflexiones estéticas”, rubrica Fogwill.

Tampoco los escritores tienen una gran sensibilidad hacia la música. De hecho quienes opinaron sobre todo, desde artes plásticas, cine, teatro, política, historia, jamás dijeron algo sobre música. En la Argentina los intelectuales no hablan de música.

R. F.: Los escritores son sordos. Tal vez Guillermo Saavedra sea una excepción. Por ahí tiene que ver con el mito de la música culta como instrumento de la dominación de clase.

Pero de la música popular tampoco hablaban, salvo, eventualmente, de las letras de los tangos.

R. F.: Es que eran sordos, repito.

G. G.: El que a veces hablaba de música era Cortázar.

R. F.: En los años ’40 y ’50, Bioy y Silvina tenían una discoteca envidiable. Y querían hacerle escuchar sonatas de Brahms a Borges. En ese sentido soy parecido a ellos. A mí me gusta hacer proselitismo musical. Trato de convencer a otros de que escuchen lo que a mí me gusta. Tango varsoviano. Música árabe. Paul Robeson, que ya nadie lo escucha.

G. G.: Yo hago proselitismo al revés. trato de convencer a la gente de que no escuche a Philip Glass ni Arvo Pärt.

R. F.: Pärt es insoportable. Yo también tengo mis militancias en contra, Por ejemplo, de la Radio Amadeus y su programación de compositores ingleses malos.

Gandini reconoce, sin embargo, que también recomienda a favor. “Schubert, Bach”, dice.

¿Y músicos actuales?

G. G.: Actuales actuales, no. Obras de Berio, de Ligeti. Boulez no es santo de mi devoción pero es un gran compositor. Las obras viejas de Stockhausen. El cántico de los adolescentes es una obra maestra. Lo que escuché hace poco que me deslumbró fue una actuación rarísima de Hancock con Wayne Shorter. Cuando estuvieron en Buenos Aires no hicieron nada interesante pero esto que vi era extraordinario.

En una primera instancia sus recomendaciones eran todas de compositores del pasado. Y la única música más reciente proviene del mundo cercano al jazz. Fogwill hablaba antes, por otra parte, del interés de un escritor, Aira, que sin embargo pasaba desapercibido para “un lector común”. ¿Es que hay una brecha entre el arte interesante y el que puede ser disfrutado de una manera más hedonista?

R. F.: A veces puede haber una brecha. A veces no.

G. G.: No es que haya más placer en unos casos que en otros. Son placeres distintos. Pero también son placeres distintos los que se sienten con Bach o con Schubert.

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