Dom 03.06.2007
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DVD > LLEGA LA PELíCULA QUE HIZO FAMOSO A TAKASHI MIIKE

Uno, dos...ultraviolento

Director de casi setenta films, el japonés Takashi Miike es una verdadera topadora, y un serio especialista en sadismo, sexo y violencia. Conocido aquí sobre todo por la cruel e inolvidable Audition, ahora acaba de editarse en video Dead or Alive, la película con la que fue descubierto por Occidente. Y, una vez más, deja sin aliento.

› Por Mariano Kairuz

Quienes la vieron hace ya siete años en el Bafici se acuerdan inevitablemente de al menos dos escenas de Dead or Alive, de Takashi Miike: la primera y la última. El comienzo es un montaje adrenalínico que, según parece, en el guión original se desplegaba a lo largo de varias secuencias de presentación de personajes y situaciones, pero que Miike condensó en poco más de cinco minutos donde no siempre se entiende todo, pero se introduce el tono de lo que va a venir. Básicamente, empieza como un mazazo, con una chica cayendo desde lo alto de un edificio y estrellándose contra la calle, y la línea de cocaína más larga del cine contemporáneo, entre muchas otras cosas que se superponen en muy poco tiempo. Y si el prólogo quita el aliento, el final se propone como uno de los más conclusivos, y definitivamente el más explosivo que haya dado jamás el cine de gangsters. Decir que lo que hace es internarse de golpe en terreno fantástico no alcanzaría a definir lo que pasa en el cierre de Dead or Alive, porque lo que hace Miike es directamente pulverizar, volar por los aires toda lógica, junto a sus protagonistas, como un dibujo animado parido por Bugs Bunny y Dragon Ball o algún otro invento del animé.

La cuestión es qué pasa con todo lo que pasa en el medio, entre esas dos secuencias imborrables. Para muchos, el centro de Dead or Alive es un largo divague que sigue la ruta más convencional del film de yakuza, de mafia nipona. Y es cierto que la película trata, más o menos, sobre policías y criminales, pero Miike los usa para poner en escena algunas obsesiones que reaparecerían en su filmografía posterior. Tales como los problemas de identidad y origen de su banda de mafiosos (hijos de inmigrantes chinos en Japón), o los traumas familiares a los que encadena a sus dos protagonistas.

Pero no es que Miike sea un director preocupado por dejar algún tipo de marca autoral; muchas de sus películas están hechas por encargo y a presupuestos ínfimos. Lo que lo motiva, más bien, parece ser la posibilidad de patear los estómagos de sus espectadores, alcanzando niveles de crueldad y escatología altísimos en escenas como la de una prostituta que muere bañada en su propia materia fecal.

Dead or Alive acaba de ser editada formalmente por primera vez en Argentina, con el subtítulo “Vivo o muerto”, y una advertencia impresa en la caja del DVD al mejor estilo de los avisos sensacionalistas que los distribuidores de cine usaban mucho en otras épocas: “Este film contiene fuertes escenas de sexo y violencia que pueden herir la sensibilidad del espectador”. Miike se superó a sí mismo en estos rubros un poco más tarde; ver si no Visitor Q, donde mezcla sin demasiado pudor incesto y necrofilia, litros de sangre y ¡leche materna! Es que desde Dead or Alive ya filmó casi 40 películas más, demostrando que, en todo caso, ésa es su verdadera marca de autor: un exceso de energía que todo el tiempo parece a punto de estallar y volar en pedazos, como los personajes de la película que lo convirtió en personaje de culto e infaltable en los festivales de cine de todo el mundo.

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