HOMENAJE OUSMANE SEMBENE
Ousmane Sembene es considerado el padre del cine africano poscolonial, y el cineasta más importante en la historia del continente. Nacido en Senegal, se formó en Francia, donde comenzó su carrera como poeta, novelista y, más tarde, director de cine. Rodó clásicos como La Noire (1966) y Xala (1975). Mooladé (2004), una historia basada en la mutilación genital ritual de las niñas en un pueblo africano, fue la única de sus películas que se estrenó comercialmente en Argentina. Murió la semana pasada en su casa de Dakar a los 84 años.
› Por Ousmane Sembene
No estoy en condiciones de hablar de mi vida –no sé nada sobre mi vida–. He viajado mucho, y ésta es la vida que he llevado, pero eso no significa que me conozca a mí mismo.
El continente africano está atravesando una crisis: nadie puede negar que hay demasiadas guerras, hermanos matando hermanos, tenemos muchísimas enfermedades y catástrofes. Pero por otro lado tenemos una mayoría de individuos, hombres y mujeres, que luchan todos los días en forma heroica y el resultado de esas batallas diarias no deja dudas. El propósito de esta lucha no es tomar el poder, y creo que la fuerza de toda nuestra sociedad se apoya en ella. Y por esta lucha el continente sigue en pie. Yo he intentado, a mi manera, de homenajear a esos héroes, porque soy testigo de sus luchas diarias. En la sociedad tradicional de la que provengo, teníamos contadores de historias que se llaman griots. Su rol era guardar los recuerdos de los eventos y los sucesos diarios. De noche, la gente se reunía alrededor de ellos para escuchar esas historias. Creo que hay un paralelo entre lo que yo hago y esos narradores, porque en la sociedad tradicional el contador de historias era su propio escritor, director, actor y músico. Y pienso que su rol fue muy importante para amalgamar la sociedad. Con las nuevas tecnologías y herramientas que hemos adquirido, podemos inspirarnos en ellos y ponernos a trabajar.
En lo que a mí concierne, Africa es una mujer. Quizá mi conocimiento sea limitado, pero no creo que dos mil años de cristiandad le hayan aportado algo a la humanidad. Cuando se mira la educación africana, la base es la idea de la femineidad de la que estoy hablando. Las mujeres nos dan a los hombres la ilusión de que tenemos el control. En verdad, incluso nuestra virilidad depende de la mirada y el control de las mujeres. Sin las mujeres no podemos hacer nada. Y creo que eso es algo bueno.
Creo que las campañas como Make Poverty History o Live 8 son falsas, y creo que los jefes de Estado africanos que compran esas ideas son unos mentirosos. La única manera de que salgamos de la pobreza es trabajar duro. La pobreza significa ser los mendigos del mundo. Sé que Tony Blair apoya mucho esas campañas. Pero hace unos años, el ejército británico estaba ocupando Sierra Leona. ¿Peleaban contra la pobreza entonces? Esas iniciativas son un error, una mentira. Los africanos deben darse cuenta y empezar la propia revolución en casa.
En el cine uno tiene dos horas para contar una historia y sensibilizar a la gente. El público africano es muy pero muy parlanchín. Hay que hacerlos callar durante los primeros diez minutos de la película. Entonces uno los ha capturado y prestan atención. A veces hay que darles un alivio cómico y volver a la historia. Pero ésa es la forma probada, clásica. Si uno toma el camino brechtiano, tiene que distanciarse de la narración. Los cineastas italianos, como Pasolini, a quien conocí cuando estaba rodando Mandabi en 1968, eran capaces de equilibrar las dos cosas. Pero yo aprendo de todos. Además pienso que en Africa debemos inventar nuestra propia narrativa; aun así, me gusta tomar cosas de otras culturas.
A veces elijo no ir en profundidad con ciertas historias o sensaciones. Para mí el cine es la escuela nocturna, es una herramienta de educación que sirve para ayudar a pensar a la gente. Pero también, y sobre todo, es entretenimiento.
Empecé a estudiar a los 40. Hice mi primer corto a los 43. No hay una edad para empezar a aprender. Uno sólo debe hacerlo. Creo que parte de la vida debe consistir en proceder como si uno estuviera hechizado, atrapado en el embrujo de una imagen bella. Para mí, ése es el placer de la vida.
No creo que haya nada más hermoso que la vida. Pero hay que tener la capacidad de compartirla. Para mí, no puede ser de otra manera.
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