Domingo, 23 de septiembre de 2007 | Hoy
CASOS > EL MUSEO DEL CINE DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES EN PELIGRO
Tras una historia de más de 30 años de peregrinaje por distintas sedes y años de burocracias y desidia, hoy el Museo del Cine se encuentra en un edificio muy precario de Barracas. Está allí bajo la promesa de que para octubre de este año iba a existir la sede definitiva, parte del ambicioso proyecto Polo Sur Cultural. Pero se cumple el plazo, las obras están detenidas y la suerte del Museo es incierta.
Por Mariano Kairuz
La suerte del patrimonio fílmico nacional ha estado históricamente atada a la absoluta desidia oficial. Ahora, sobre un panorama tradicionalmente crítico, surge un nuevo grito de alerta: días atrás, los trabajadores del Museo del Cine de la ciudad de Buenos Aires pusieron en circulación un urgente e-mail destinado a llamar la atención sobre “el futuro incierto (de la institución)”, la “extrema precariedad del edificio transitorio” al que fueron destinados y, consecuentemente, el peligro de “deterioro irreversible del patrimonio”. “No se garantizan” señala el e-mail, “las condiciones de seguridad más elementales y las filtraciones e inundaciones en baños y escaleras son cotidianas”.
Fundado hace casi 36 años a partir de la donación de una enorme colección de máquinas y fotos de cine hecha a la Municipalidad por la viuda del historiador Pablo C. Ducrós Hicken (1903-1969), el Museo se ha dedicado, siempre en condiciones de infraestructura insuficientes, a la preservación y difusión del acervo audiovisual argentino, a la asistencia a estudiantes e investigadores, a la provisión de material de archivo a cineastas para numerosas producciones. Tiene a su cargo más de tres mil películas; 12 mil latas correspondientes a cuatro décadas del noticiero Sucesos Argentinos; otras tantas de noticieros de canal 9; 4 mil libros, guiones, 100 mil recortes de diarios, y miles de afiches, bocetos, documentos de censura, piezas de vestuario, maquetas y cámaras legendarias. También se constituyó en un espacio para ciclos, y edita la revista La mirada cautiva.
Pero todo esto no fue suficiente para que las autoridades de la Ciudad evitaran siquiera su desarraigo asignándole un espacio físico firme, y desde su instalación original en el Centro Cultural San Martín en 1972, hasta el ‘98, cuando recaló en Defensa 1220 en San Telmo, a la vuelta del Museo de Arte Moderno, el Museo vivió un largo peregrinaje, pasando por cinco mudanzas. Su situación se complicó aún más en el 2005, cuando sus colecciones y sus empleados fueron trasladados a un edificio alquilado al Correo en Barracas. La mudanza era transitoria, se dijo entonces, y debía durar dos años, plazo estipulado para la ambiciosa obra conocida como Proyecto Polo Sur Cultural, que prometía grandes ventajas edilicias conjuntas para ambos museos (el del Cine y el Mamba). “Es una obra muy importante”, dice David Blaustein, director del Museo del Cine desde el 2000, “porque implica tres salas de proyección, la construcción de bodegas nuevas, y duplicar las posibilidades de exposición, entre otras cosas”.
Pero una infinidad de idas y vueltas desde la licitación original del proyecto más de 5 años atrás –la caída del crédito de BID con que se iba a financiar originalmente la obra; problemas en la licitación, que ganó la constructora Bricons; la devaluación y consecuente refinanciación con fondos públicos; la destitución de Ibarra–, demoraron los inicios de la construcción hasta enero del 2007. “Y entonces ganó Macri –explica Blaustein–, y luego Bricons no llegó a un acuerdo con la Ciudad acerca de unas nuevas modificaciones al proyecto que implicaban un nuevo presupuesto. Y suspendió la obra, realizando incluso un gesto muy fuerte al desmontar el obrador y llevarse a su gente. La molestia manifestada por el personal del Museo es legítima, porque ve postergada su salida de un edificio que no está preparado para albergar un archivo. Pero lo cierto es que mientras tanto se hace todo lo posible para que las colecciones estén más o menos bien. La cineteca y el centro de documentación siguen funcionando, atendiendo al menos a la gente más urgida; y buscamos lugares alternativos para programar los ciclos de cine, como lo hicimos en el Colegio de Abogados, en la Legislatura o en la UBA. Y mientras el personal procede con la campaña de prensa, yo intento sensibilizar a los legisladores del macrismo y de Telerman para que el seguimiento de la obra sea lo más estricto posible y preparo con la Asociación de Amigos del Museo un recurso de amparo. El tema central es el reinicio de la obra: el temor es que si esperamos a diciembre, pasamos automáticamente a marzo.”
Consultado por Radar, Fernando Martín Peña –coleccionista e historiador, director de programación del Malba, y miembro de Aprocinain, la Asociación de Apoyo al Patrimonio Audiovisual– señala que la situación excede a la coyuntura del Museo: “Decir que todo se pierde porque está mal conservado sería un error: todo lo que tenemos los coleccionistas privados también está mal conservado; no existe en la Argentina prácticamente ningún depósito ni público ni privado con temperatura y humedad controladas como se debe. El Museo no es una excepción sino parte de la regla; no tiene sus películas en estado catastrófico sino que participa de un estado de cosas que es catastrófico en sí mismo, que es el no tener una política de Estado orientada a la conservación. Hay que cuidar el fílmico, que (a diferencia del soporte digital) ya se sabe que si se cuida bien aguanta cien años; todo lo demás son soluciones ficticias. En estas condiciones, Blaustein hizo por el Museo lo que no hizo nadie: mandó a capacitar gente para la preservación, armó una asociación de amigos, consiguió que los distribuidores independientes no destruyeran todas sus copias, logró inscribirlo en la Federación Internacional de Archivos de Films. Pero la única verdadera solución para el problema de la preservación es invertir dinero en el largo plazo, y como es algo que no rinde réditos políticos ni económicos en el corto plazo, a ningún político le interesa”. Y si el problema es de larga data, la situación del Museo corre ahora el riesgo de terminar de volverse invisible al público general: “Ya pasaba de antes que si un documentalista va al Museo a buscar un material y hay que decirle ‘no existe, había pero se perdió’, queda como algo medio secreto, porque el tipo termina haciendo el documental sin las imágenes que necesitaba”, dice Peña. “La biblioteca del Museo siempre había abierto sus puertas al público, incluso cuando estaban en la sede de la calle Sarmiento, que se caía a pedazos. Pero en los últimos dos años hubo mucha gente que ya no pudo consultar un montón de cosas. Quitarle la posibilidad de mantener la atención permanente al público, su presencia en la vida cultural cotidiana, es un crimen, y les da la una excusa a los que vengan después para que digan ‘el Museo tiene un problema de gestión porque no ocupa ningún lugar en la sociedad’. Si no lo ocupa es porque desde la Ciudad no lo dejaron. El problema no es de gestión sino de presupuesto.”
Museo del Cine (sede provisoria):
José Salmún Feijoo 555
4303-2882/2883
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Adhesiones a: [email protected]
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