MúSICA > GABO LE CANTA AL AMOR
Una noche, hace años, cuando era el líder de la banda hardcore Porco, Gabo Ferro apoyó el micrófono en el suelo, bajó del escenario, abandonó la sala y volvió caminando a su casa: acababa de abandonar la música. Una carrera de Historia, un posgrado y un doctorado después, volvió a componer y a grabar. Pero ya no más hardcore, sino un folklore sumamente peculiar que él define como rock. Ahora presenta el tercer disco de esta nueva etapa: Mañana no debe seguir siendo esto, un puñado de poderosas canciones que bailan alrededor del amor.
› Por Mercedes Halfon
Hay algo reconcentrado en el estilo de Gabo Ferro. No es seriedad –algunas de sus canciones tienen ribetes deliberadamente cómicos–, no es solemnidad –su voz con registros que no le temen al ridículo–. Es algo concentrado, duro, que va hacia una dirección sin un atisbo de duda. Ni siquiera de género. Él habla tranquilamente de “sus canciones de rock” cuando, por lo menos en apariencia, su sonido parece estar cada vez más cerca del folklore. En el primer disco de su etapa solista, Canciones que un hombre no debería cantar, esa búsqueda mordaz se dirigía hacia la masculinidad, hacia lo que se supone que ésta debe ser, con su burla a Edith Piaf escrita en el interior del CD, y canciones como “El amigo de mi padre”, una chacarera gay, que chocaba en el extraño contraste de letra y música. El segundo disco, Todo lo sólido se desvanece en el aire, provocaba desde la tapa. Blanca y con un texto escrito en la más lavada tipografía times new roman, lanzaba disparos hacia la industria cultural musical que coloca al mismo nivel la imagen del cantante en la portada de un CD que las canciones que lo integran. La crítica apuntaba a la homogeneización existente en los productos que nacen de los grandes sellos discográficos, o hacia (como él decía en aquel textito) esa “sola canción que, lejos de resultar democratizante, resulta anuladora de identidades”.
Antes de que estos dos discos y el nuevo, que acaba de salir, existieran siquiera en el pensamiento de alguien, Gabo había dejado la música. Líder de la banda hardcore Porco, se había bajado de un escenario un día, hace más de diez años, dejando a los otros músicos pedaleando distorsiones en el aire, una noche muy concreta, cuando tuvo la certeza de que esa forma de hacer música no era para él. Gabo cuenta que dejó el micrófono sobre el suelo del escenario y volvió caminando a su casa. Así de contundente fue su despedida del rock y así de decidido su ingreso a la Universidad de Buenos Aires. Sin solución de continuidad, Gabo colgó la guitarra, tomó los libros, hizo la carrera de Historia en cuatro años, hizo un master, con una tesis brillante coordinada por José Emilio Burucúa, y luego un doctorado de cuya tesis tiene escritas 800 páginas, pero aún no lo termina de convencer.
Una tarde, en el medio de un congreso en el que estaba participando y que se daba en el Teatro San Martín, Gabo se encuentra con Ariel Minimal, y se le cruza por la cabeza la idea de volver a hacer canciones, pero ya lejos de aquella fantasía adolescente rockera de ser “la” banda, con “el” contrato, con “el” sello sino, simplemente, comenzar a tocar otra vez. De ahí viene un disco, otro y ahora otro. Todos intensos, jugados, inteligentes, sutiles e inclasificables. Uno mejor que el otro, y eso que este último se llama Mañana no debería seguir siendo esto.
Desde el interior del disco se nos anuncia: éste es un disco sobre el amor. Gabo explica: “Es un tema que yo vengo tocando tangencialmente en discos anteriores. Y me llamaba la atención que alguna que otra crítica que aparecía, en blogs o lugares así, decía: ahí está Gabo y su mariconada del amor. Entonces me puse a pensar cómo puede ser que al amor se lo tilde de maricón, de light, cuando hubo gente que murió en nombre del amor, cuando hay gente a la que la sostiene el amor. Como ideal y como praxis, es algo maravilloso. Me pareció que era un tema en el cual había que pararse a trabajar”.
Este trabajo no tuvo que ver con una investigación académica de fuentes y menciones varias, sino con plantearse al amor como problema. El año pasado, en un viaje por Estados Unidos, Gabo estuvo con una comunidad de hippies muy viejos en California. Esa experiencia lo impresionó mucho: “No les falta materialmente nada, y además viven bajo un cielo que no vi en mi vida. Tienen un compromiso enorme con la ecología, conocen cada árbol de los que los rodean, y el motor de todo eso es el amor. Fue muy aleccionador conocerlos, y tal vez fue lo que me hizo recalar en toda esta cuestión”.
Igualmente, este disco está lejos de enarbolar una utopía hippie, donde el amor todo lo es y todo lo puede: “La relación con el amor que yo veo es diferente a la de ellos. En este disco hay una canción que dice ‘Cuando el amor no entra, no empujes que no va entrar’ y que tiene que ver con eso, ellos creen que el amor todo lo abre, y yo creo que hay gente que no tiene el chip del amor incorporado, y por más que hagas lo que hagas no se le produce. Ahí esta mi gran diferencia con ellos. Por eso cuando me dicen que soy hippie, yo digo nooo...”
El amor no lo es todo, tiene agujeros el amor.
–Sí, es imperfecto, porque es algo que se manifiesta con nosotros, y nosotros somos imperfectos.
¿Y qué pasa con lo cristalizado de la pieza “canción de amor”?
–Y... era difícil, porque me remitía a los cantantes de pop latino. Yo pensaba cómo esquivar eso, me remití a la historia del amor, fui a los ‘60, pero dije no, esto tiene un perfume casi oportunista de neofolk, y no me interesa, entonces me di cuenta de que en el momento donde el amor aparece en la historia de modo más determinante fue en el romanticismo, sobre todo en el romanticismo francés, del siglo XIX. Entonces me decidí a trabajar dentro de ese universo, así fue que me traje a la naturaleza, la noche, la luna, los animales y el hombre como centro de todo eso.
La clave romántica francesa del siglo XIX se traduce en, por ejemplo, que Mañana no debe seguir siendo esto, fue grabado en dos noches (de luna), con tomas directas; un modo de grabación que Gabo llama “documental” y que intenta ser un registro del acontecimiento de esas noches, para acercarse a lo que considera “la verdad” de las canciones. Resignando cierta calidad sonora, pero convirtiéndose más aún en esa idea romántica de “obra imperfecta y abierta”. Incluso el repertorio folklórico en el que recaba está contaminado por la cuestión telúrica del romanticismo y su apego a las nacionalidades.
La reflexión al cuadrado que hace Gabo sobre su música, y sobre la música, en los antípodas del rockero apenas balbuceante que se suele escuchar, no lo conduce a un rock academicista ni a renegar de sus épocas hardcore. Al contrario. “Las canciones de ahora son realmente hardcore. Porque la canción tiene esto de que es un canal mucho más amigable, más efectivo, no es una guitarra que te vuela para atrás, es una guitarra con la que podés tocar suave y decir un montón de cosas. En vez de estar todo distorsionado, puede haber siete guitarras tocando. Entonces digo, ahora sí es heavy.”
Gabo presenta Mañana no debe seguir siendo esto el viernes 19 a las 24, en La Trastienda, Balcarce 460. Entrada: desde $20.
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