INTERNET > PASADO, PRESENTE Y FUTURO DEL SPAM
Hace unos años, Bill Gates auguró que, para esta época, el spam habría desaparecido. Pero hoy, la mitad del correo electrónico que circula por Internet es basura. Y esa basura que promociona Viagra, agrandamientos peneanos, viajes, medicamentos, tarjetas, sexo, etc., mueve un negocio millonario y una guerra de inteligencia cuya escalada puede hacer colapsar el sistema. Radar entrevistó a especialistas para saber cuán grave es el asunto.
› Por Natali Schejtman
Hurgar en la basura del correo electrónico arroja, entre tantas otras cosas, unas cuantas invitaciones a promover cambios más o menos radicales en tu vida. Un negocio para hacer dinero en tres minutos trabajando 20 por día, tarjetas de descuentos con 500 dólares de regalo, viajes repentinos a destinos soñados y, por supuesto, las estrellas del cartoneo: Viagra compulsivo y medicamentos para alargar el miembro masculino (“¿O acaso quiere estar satisfecho con un pene promedio y una mujer promedio?”). Con tan frescos y múltiples que se ven, cuesta creer que su solo ingreso en nuestras casillas encierre la marca de una reñida y multimillonaria guerra que involucra a los grandes monstruos de la informática, con sus filtros cada vez más sofisticados, rebuscados y exigentes, y a los enviadores compulsivos, con sus spams ídem, ídem e ídem.
Los anales del correo chatarra consideran un nacimiento y un bautismo. El primero suele situar a Gary Thuerk, de Digital Equipment Corporation, en 1978, pensando cómo promocionar sus nuevos modelos de computadora y sus nuevos locales. La solución fue enviarles la promoción a todos los que utilizaban entonces el sistema ArpaNet –el antecedente de Internet– por medio de ella. Pero fue bastante después, a mediados de los ‘90, cuando se utilizó el término spam y tuvo que ver con la iniciativa de la firma de abogados Canter & Siegel, que enviaron miles de mensajes promocionando sus servicios para inmigrantes interesados en obtener la Green Card. Aunque sus cuentas fueron revocadas debido a las denuncias, ellos se hicieron de miles de clientes y aseguraron haber ganado miles de dólares. La palabra spam, sin embargo, es bastante anterior. Se refiere al nombre primero coloquial y después oficial de una especie de jamón enlatado que alimentó a unos cuantos miles de soldados rusos y americanos durante la Segunda Guerra Mundial. Pero desde esos tiempos de sordidez, el spam fue inmortalizado en un sketch de los Monty Python en 1970: en una cantina, un grupo de vikingos voraces y clientes preguntaban a las camareras qué podían comer. Ellas recitaban las opciones con más colesterol de la heladera: salchichas, panceta, huevos y spam, siempre spam, en el medio de todas las opciones spam, para todos spam, a tal punto que el sketch termina con los vikingos cantando una canción de una sola palabra: spam.
Esa frenética repetición de la palabra spam se corresponde con el tinte molesto, entrometido, contaminante y, ciertamente, tapa-carótidas de redes virtuales que rodea al spam. Según las encuestas de la consultora IDC, sobre un tráfico de 97 mil millones de mails diarios que se estimaban para 2007, cerca de la mitad es basura. “No sería nada loco pensar que en poco tiempo el spam pueda superar al correo útil”, sugiere Pablo Anselmo, gerente de Seguridad de Microsoft para el Cono Sur. Según historiza, el correo electrónico no fue creado en sus orígenes con tantos reparos relativos a la seguridad, aunque de a poco se hicieron indispensables: “Cuando ya era más masivo empezó a aparecer el correo no deseado, y entonces los primeros filtros empezaron a contar con ‘listas negras’ de IP”. Pronto, los spammers pudieron burlarse de eso, y pasaron a utilizar servidores llamados “Open rely”, que es una función de retransmisión abierta para evadir los controles. Cuando se encontró una forma de frenar esta vía, los enviadores de basura utilizaron un sistema por el cual se conectaban cada vez desde otro IP (algo como el DNI de una computadora), haciéndose inalcanzables. “Una de las últimas –explica Anselmo– es incluir archivos troyanos, como una suerte de virus. Te dice que lo abras para mirar, por ejemplo, un video exclusivo y lo que hace es infectar la máquina del usuario para mandar spam desde ahí.”
Como la mayoría de las cosas que tienen que ver con el inasible mundo virtual, las intenciones de bajar al terreno legal este asunto se debaten entre la megalomanía más omnipotente y la más flagrante inutilidad. El 2004 lo encontraba al mismísimo Bill Gates en el Foro de Davos augurándole un final al spam para 2006. Un año antes, el gobierno norteamericano había sancionado una ley que, si bien no prohibía su envío, sí obligaba a aquellos que enviaran publicidad vía e-mail a incluir una opción por la cual el usuario pudiera darse de baja de la base de datos infinita con la que las empresas cuentan para promocionar los productos que los contratan. También fijaba castigos para quienes no lo cumplieron, generando una efímera preocupación entre los evasores. Pero hoy en día, no llega al 1 por ciento la cantidad de spam que cumple con esa ley. Cada tanto, algún gran spammer guardado en subsuelos helados –muchos de ellos tienen su base en Europa del Este, pero hay algo de mito– sale a la luz, aunque lo más problemático es el spam ligado a productos inexistentes o acciones de robo de información. Y pasan cosas curiosas con estos personajes: hace unos años, uno de los “reyes” llamado Alan Ralsky concedió una entrevista en la que se burlaba de toda la histeria que generaba el correo no deseado y de la defensa a ultranza de la privacidad de las cuentas de correo, pero se equivocó al mencionar que vivía en Michigan. Instantáneamente, alguien localizó su casa y el hombre comenzó a recibir catálogos, panfletos, solicitudes y hasta basura de verdad en su puerta, como castigo. A comienzos de este octubre, otro caso reavivó la polémica: como ya había pasado con otro ruso dos años atrás, Alexey Tolstokozhev, aparentemente responsable del 30 por ciento del spam del planeta, fue encontrado asesinado, se dice, por la mafia. Sólo en 2007 había ganado unos 2 millones de dólares.
En la Argentina no existe ningún tipo penal que establezca que enviar indiscriminadamente correo basura sea un delito. Pero la misma ley (25.326) que permite el envío de mails para fines promocionales, sí contempla el derecho de bloqueo de quien lo recibe. Además, la Dirección Nacional de Protección de Datos Personales dispuso como una falta “no cesar en el uso ilegítimo de los tratamientos de datos de carácter personal cuando sea requerido por el titular”. Las empresas privadas confeccionan sus propias reglas para enfrentarse a la basura. Para Gonzalo Hita, gerente comercial de Fibertel y Cablevisión, es fundamental, así como invierten en filtros para el spam entrante, tener una política con respecto al que sale de sus casillas: “A causa del saliente desde nuestros clientes, algunos de los grandes servidores mundiales nos filtraban la entrada. La forma de que no te filtraran era mostrando que trabajás fuertemente en la pelea contra el spam”. Cuando se detecta una denuncia sobre un cliente Fibertel, hay tres pasos: la advertencia, la suspensión del envío de correo saliente y, llegado el caso, la intervención legal: “No queremos spammers entre nuestros clientes, por eso lo prohibimos”.
De todas formas, hay otros aspectos que generan conflictos: “El tema es la recolección de datos para armar bases de direcciones sin tu consentimiento”, explican Martín Gómez Jiménez y Diego Calbo, ambos del sector de Desarrollo de Ututo, un sistema operativo compuesto en su totalidad por software libre. “Hay como una especie de mercado negro. Por un lado, hay gente que se dedica a armar bases de datos o redes de información. Por el otro, está la gente que se dedica a enviar, y que muchas veces necesita un perfil de consumidor. Por ejemplo, a veces en concursos te piden que llenes con tus datos y ponés tu profesión; con eso, ellos ya pueden hacer un recorte entre la lista de personas que juntan. El tema es que muchas veces estas bases de datos son llenadas ‘a la fuerza’, es decir, nadie te avisa que esa información va a ser usada. En casos así habría que ser más cuidadoso”.
En la batalla contra el spam, las analogías con la vida real son inquietantes. Los filtros, cada vez más sagaces, incluyen: listas negras y grises por portación de cara (de qué dirección más o menos confiable o extraña proviene el mail), búsqueda de antecedentes (si el IP en cuestión ya tiroteó a quemarropa) y acción por estereotipo (dime qué lenguaje usas y te diré cuán peligroso eres). Todo esto se juega en las llamadas estadísticas bayesianas, explican los especialistas de Ututo: un sistema que actúa por reconocimiento de una combinación de palabras clave peligrosas (mejor no hacer chistes con el Viagra, por ejemplo, porque probablemente sea demorado en la comisaría), un análisis de qué lenguaje utiliza el usuario para notar una jerga disruptiva y la elaboración de una base de datos consecuente para analizar, palabra por palabra, cuál es la posibilidad que tiene dicho mail de ser spam. Eso explica esperpentos tipográficos como “s’e_x_ual” o “v!@gr@” (según un cálculo, hay 600.426.974.379.824.381.952 formas de escribirla), también llamados “envenenamientos bayesianos”. Porque está claro: hecho el algoritmo, hecha la trampa. Otra forma que se suele utilizar para zafar del monitoreo constante, explica Anselmo, es el adjunto en imagen en lugar de texto: “Si alguien quiere promocionar un auto, por ejemplo, pone la foto de un auto y un cartel que dice ‘vendo un auto’, pero tachado. El ojo humano lo reconoce, el cometido se logra, pero el filtro que quizá puede bloquear la palabra ‘vendo’, al estar con una raya arriba, no la reconoce”.
¿Pero hay algo detrás del spam que lo saque de una especie de queja virtual equivalente a lo pesado que está el tránsito? Además de un trasfondo más bien filosófico dispuesto a refregarnos, una y otra vez, de qué manera la mesiánica red de redes tiene un porcentaje mínimo de información útil –como el ADN, como los noticieros– y hasta qué punto la clandestinidad, la piratería y una anarquía huidiza zumban libres e incesantes en ese terreno, el spam también es la modalidad utilizada para grandes fraudes en los que se inventan historias que enternecen –alguien que necesita dinero– o excitan –alguien que regala dinero– con el fin de sacar o robar (entrometiéndose) números de cuentas, CBU u otros datos confidenciales.
Aunque ninguno de todos los consultados pronostica un final cercano en esta batalla –plagada de teorías conspirativas sobre quiénes son los verdaderos creadores de los ejemplares más elusivos–, todos coinciden en seguir apuntando a la seguridad, a la discreción de los datos propios (“no dejar el mail en cualquier site”) y al desarrollo de nuevos y más exquisitos filtros.
Incluso, para Pablo Anselmo, los problemas que trae consigo el spam son más que técnicos y podrían atentar contra el mismo uso del correo: “La consecuencia que tarde o temprano va a generar es una creciente desconfianza en el uso del correo. Va a ser tanto el no deseado que uno no va a poder discriminar permanentemente. Y la gente quizás empiece a buscar otros métodos para conectarse, como el chat o la telefonía por computadora”.
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