Domingo, 6 de enero de 2008 | Hoy
MúSICA > LOS INVISIBLES DEL 2007
Cada vez que llega fin de año, las revistas musicales y secciones especializadas cumplen el rito de confeccionar sus listas de lo mejor del año. Recorriéndolas, es posible repasar los doce meses que se fueron y –desde este lado del mundo– recuperar discos que pasaron de largo entre la avalancha de novedades. Esta es una selección (arbitraria, como todas) de diez discos incluidos en esas listas que aún esperan ser descubiertos como se merecen.
Por Martín Pérez
Uno de los infaltables en las listas de este fin de año, incluido tanto por la revista británica avant garde The Wire como por el diario The Observer, los franceses de Inrockuptibles o el sitio indie Pitchfork. Con su segundo disco en dos años, Burial dejó de ser sólo el abanderado del Dubstep para convertirse en el último heredero de un linaje británico alternativo que incluye a Tricky, Goldie y Portishead, entre otros. Pese a que para este opus el anónimo Burial sumó cantantes etéreas como invitadas en sus temas, tal como asegura Mark Richardson en The Observer, esas voces “lejos de humanizarlos, refuerzan su sentido de alienación”. A fin de cuentas, su música es la banda de sonido de un lugar amplio pero cerrado, en donde la soledad es la única compañía, y la noche no tiene fin.
Después de un muy elogiado álbum debut de sonido balcánico, oportunamente titulado Gulag Orkestar (2006), el joven norteamericano Zach Condon –oriundo de Alburquerque, Nuevo México– se movió un poco hacia el oeste sobre el mapa europeo e utilizó aquellas sonoridades para realizar una personal carta de amor a la chanson francesa. El resultado es un disco que ha sorprendido a ambos lados del Atlántico, anticipado por un EP titulado Lon Gisland. Lejos de mutar camaleónicamente su particular sonoridad por la de la chanson, Condon mantiene y profundiza su orquestación balcánica, y con The Flying Club encuentra una salida al laberinto gitano de su debut, delineando un sonido propio, que se disfruta desde “Nantes”, el delicioso tema que abre el disco.
Noah Lennox es el baterista del grupo indie Animal Collective, pero también es Panda Bear, el autor de un disco que fue número puesto en cada una de las listas de fin de año, un álbum semi experimental que no podía faltar en las selecciones más alternativas, pero que también ingresó a dos de las tres listas de los críticos del New York Times. Los apenas siete temas de Person Pitch, tercer opus de Lennox, completan un panorama sonoro que recuerda a Brian Wilson en ácido. O en éxtasis, para destacar su contemporaneidad. Collages sonoros preñados de bellas melodías, el de Panda Bear es un disco para escuchar con auriculares, con una sorpresa en cada pliegue de sus tracks. Como escribió Pareles en el NYT: “Música como un salón de espejos, una ilusión de expansión sin fin”.
Aunque Europa aún los ignora, este grupo de squatters anarquistas de Gainsville, Florida, es la gran revelación de las listas de fin de año norteamericanas. Con producción nada menos que de Butch Vig (el responsable de Nevermind, de Nirvana), su debut para una multinacional –algo que sus fans más acérrimos equipararon a una traición– los transformó en los nuevos Green Day. Como señalan con mucha ironía en la revista Spin, que eligió a New wave como su disco del año, “la rabia contra lo establecido es un elemento tan crucial en el rock como lo son las chicas y los autos”. Pero el mensaje de Against Me! es, desde su mismo nombre, aún más simple y contundente: Cuestioná la autoridad, cuestionate a vos mismo. Y bailá, saltá y cantá bien al ritmo de esos cuestionamientos y de esas canciones.
“Estaba cantando R&B allá por el ’62, antes de que vos nacieras y tu mamá también”, canta Bettye Lavette en el tema “Before The Money Came”, y parece que esa frase estuviese dedicada a los integrantes de Drive-By Truckers, la joven banda que la acompaña (junto al veterano Spooner Oldham) en el que tal vez sea el álbum más secreto del año pasado. Regresada con gloria dos años atrás, con I’ve Got My Own Hell To Raise (2005), entonces siguió los pasos de Solomon Burke o Al Green aunque su verdadera historia es la de alguien que –aunque lo merecía– nunca alcanzó el estrellato y peleó desde el llano durante 40 años de carrera. Todo eso que cuenta en aquel único tema autobiográfico de este breve pero emocionante disco, que incluye también versiones de temas de Willie Nelson, John Hiatt y Elton John.
Cuando su primer grupo de adolescencia en Wimbledon se separó, Jamie Treays se quedó solo con su bajo eléctrico, pero no abandonó. Se pasó al contrabajo y dos de las mejores canciones de su sensacional álbum debut (“Branded New Bass Guitar” y “Back In The Game”) hacen honor a ese nuevo comienzo. Con letras que retratan la bohemia suburbana adolescente, pero con una labia que bien podría ser beatnik si no sonase tan contemporánea, Panic prevention recuerda a The Streets; si bien no reniega de la comparación, Jamie apunta que todo lo aprendió antes de Ian Dury. Editado en enero del 2007, el debut de Jamie T con apenas 22 años fue uno de los primeros sucesos del año pasado del activo y callejero under británico, que presentó al mundo estrellas como Lily Allen y Kate Nash.
Una de las cosas más fascinantes de las listas de fin de año es la posibilidad de descubrir nuevos artistas, y ése es el caso de esta joven y etérea cantautora de 24 años nacida y criada en Nevada City, California, pero que comenzó a cantar y componer cuando se mudó a San Francisco y sus padres se separaron. The Pirate’s Gospel en su primera versión fue apenas un CD-R compilando la segunda tanda de canciones de su autoría, y recién este año alcanzó una edición profesional. Grabado con la ayuda de su padre, es un fascinante ejemplo de neo-folk interpretado por una cantante cuya voz –según All Music Guide– está a medio camino entre Dusty Springfield y Kristin Hersh. Atención con la contundente “The rifle”, una canción que merecería la resurrección de Johnny Cash para cantarla.
Oriundos de Rhode Island pero afincados en Brooklyn, este cuarteto prácticamente suspendió sus actividades dos años atrás. Pero su regreso ha resultado ser los que hacen que la espera no haya sido en vano, con un disco en el que la fuerza con la que contienen su energía a lo Fugazi y Jawbox les deja las manos llenas de energéticas melodías, cinceladas con la ayuda de amigos como Elianor Friedberger (The Fiery Furnaces), Nick Thorburn (The Unicorns), Emily Haines (Metric) y Joe Plummer (The Black Heart Procession), entre otros: prácticamente un quién es quién del indie del nuevo siglo. “¿Tu piel no se fue poniendo dura con tantas bandas que te enferman? Bueno, acá es donde eso se termina”, canta su líder Tim Harrington desde el primer tema del disco, y dicen que el que avisa no es traidor.
Grabado en Bamako bajo la tutela del británico Justin Adams, integrante de los Mighty Rearrangers de Robert Plant, Aman iman (El agua es vida) es el tercer disco de este septeto de Tuaregs del sur del Sahara, cuya edición europea los instaló al tope de la lista de ventas de artistas étnicos. Dueños de una apasionante historia de vida, su líder supo encabezar un levantamiento contra el gobierno de Mali, pero finalmente la Kalashnikov dejó paso a la Stratocaster, y hoy la prensa musical celebra el parecido entre Ibrahim Ag Alhabib y Keith Richards. De hecho, el puro blues africano de Tinariwen (un nombre que significa “Espacios abiertos”), a medio camino entre Ali Farka Toure y Nusrat Fateh Ali Khan, abrió los conciertos de los Rolling Stones en Dublín.
Después de Modest Mouse, la última historia de preferidos del indie de la segunda mitad de los ’90 que finalmente dan el gran salto hacia el mainstream es la de este cuarteto texano, que con su sexto disco de estudio finalmente lograron entrar en los rankings. “Es un serio ensayo sobre lo que sucede cuando flacos e inteligentes blanquitos se enamoran de la música negra”, se puede leer en la revista norteamericana Blender. Hay que también considerar, según recuerdan en la Rolling Stone, que su cantante Britt Daniel cultiva a un Beatle del ’67 dentro suyo, y que el grupo suena lo más XTC de mediados de los ’80 que se puede conseguir en Texas. Lo suyo es concisión, eficiencia y cómo conseguir más con menos. Junto con Panda Bear, infaltables en todas las listas de lo mejor del año.
En un repaso por las listas de los mejores discos del año pasado, es unánime la celebración de In rainbows, el álbum que Radiohead distribuyó vía online. Los únicos que le pueden robar protagonismo global son LCD Soundsystem y M.I.A., con sus flamantes Sound of Silver y Kala, respectivamente. Después aparecen los discos de históricos como Magic de Bruce Springsteen, así como el último experimento de Robert Plant junto a Alison Krauss, Raising Sand. No faltan Graduation de Kanye West y American Gangster del rapper Jay-Z, así como el crudo último disco de PJ Harvey, White Chalk, o el retorno de Robert Wyatt con el entrañable Comicopera. Amy Winehouse y su Black to black también es casi obligatorio, así como Favourite worst nightmare de los Arctic Monkeys y Neon bible de Arcade Fire. Una de las revelaciones del año es Mirrored, debut de Battles, que justamente este año pasaron por Buenos Aires. El supergrupo de Damon Albarn, The Good, The Bad & The Queen tuvo sus votos con su disco homónimo, así como Because of the times, el tercer álbum de Kings of Leon, y Sky blue sky, de Wilco.
Se tomaron como referencia las selecciones de los diarios The New York Times, The Guardian y The Observer, y las revistas The Wire, Inrockuptibles, Blender, Mojo, NME, Q, Uncut, Magnet, Rolling Stone y Spin.
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