Dom 10.02.2008
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HISTORIETA > LA COMUNA DE PARíS POR JACQUES TARDI

Arde París

Apasionado de las novelas policiales, el folletín y la Primera Guerra Mundial, el dibujante francés Jacques Tardi publicó su obra maestra: cuatro tomos en los que cuenta la historia de un crimen y una traición ambientados en la Comuna de París. Adaptando una novela de Jean Vautrin a su apasionante dibujo en blanco y negro, Tardi sumerge al lector en una aventura y una ciudad que se sublevó contra el Estado y terminó masacrada.

› Por Martín Pérez

Como una novela policial, con un par de agentes recogiendo un cadáver del Sena. Así empieza El grito del pueblo, una historieta dividida en cuatro lujosos tomos, en los que el francés Jacques Tardi –adaptando una novela de su compatriota Jean Vautrin– recorre con precisión la trágica historia del levantamiento de la Comuna de París. Relegado a ser apenas un apunte al pie de página dentro de la historia oficial francesa, los dos meses y medio en los que los habitantes de París se rebelaron contra su gobierno nacional –y tomaron las fábricas, separaron la Iglesia del Estado, abolieron el servicio militar obligatorio, y quemaron la guillotina, entre otras medidas libertarias– bien pueden ser reivindicados como un eslabón perdido entre la Revolución Francesa y la Rusa. “La París obrera, como su Comuna, será para siempre celebrada como una gloriosa precursora de una sociedad nueva”, escribió Karl Marx en un ensayo fechado en 1871. Para Bakunin, mientras tanto, “la Comuna fue una audaz negación del Estado y una exaltación de la acción popular”. Para Tardi, sin embargo, las ganas de dibujar la Comuna comenzaron con un recuerdo infantil: “No fue lo que me contaron en la escuela, ni algo que pude haber leído en un texto, sino un dibujo sobre una barricada callejera”. Desde entonces confiesa haber comenzado a interesarse por una historia para la que estuvo quince años documentándose, sin saber muy bien qué destino le iba a dar al material reunido. Porque la idea de hacer simplemente la Historia de la Comuna en historietas le pareció siempre algo banal e inútil. “Steven Spielberg lo supo muy bien cuando quiso contar el desembarco en Dunquerque: se centró en la historia del rescate de un soldado”, explica Tardi, un apasionado por las novelas policiales, lo que explica la excusa inicial para contar esta historia. Lo que se cuenta en El grito del pueblo, entonces, es la historia de dos hombres enfrentados por un suceso del pasado, a la manera de un folletín clásico, que resulta libertario por su escenario, y que completa la trama con varios personajes secundarios, algunos históricos. Ese asesinato del comienzo es un pequeño McGuffin (así llamaba Hitchcock a cualquier intriga inútil, pero que motoriza a un film) dentro de otro McGuffin más grande. Porque lo que importa es la excusa para que Tardi ponga a su lector a caminar por las calles de aquella París, arrebatada por los artistas, obreros, periodistas, mujeres y niños de las manos de los privilegiados, que huyeron a Versalles para pactar con Bismarck, y reconquistar su capital a sangre y fuego. “Yo funciono a base de la indignación”, confiesa Tardi. “Así fue como dibujé la Guerra de las Trincheras del ’14. No busqué ningún esteticismo sino que a través de mi dibujo se sienta el olor, el frío y el barro de las trincheras.” Algo parecido sucede durante los 4 tomos de El grito del pueblo, en los que se siente la excitación de la toma del poder, la celebración callejera de la libertad, la exaltación por los vaivenes de la historia, y una profunda tristeza por un desenlace sangriento. Un París que es “misterioso como el de Victor Hugo, social como el de Eugene Sue y fervoroso como el Londres de Charles Dickens”, según enumera Vautrin en el prólogo del libro.

Conocido por los lectores argentinos desde los ’80, cuando su historieta El demonio de los hielos se publicó en la revista El Péndulo, o –más especialmente– cuando el policial Griffú se serializó en la Superhumor, Jacques Tardi es uno de los grandes nombres de la historieta europea moderna. Su carrera se inició cuando ingresó en el semanario Pilote, una publicación clásica de la historieta industrial franco-belga. Pero también contribuyó a la revolución de Metal Hurlant a fines de los ’70, y en los ’80 fue uno de los pilares de la revista (A Suivre), que terminó de cincelar los patrones de la nueva historieta adulta europea. Apasionado por el folletín, la novela policial y la Primera Guerra Mundial, las historietas de Tardi –casi siempre en un apasionado blanco y negro– son personales y fascinantes, y siempre se abrazan a una buena historia. Es el creador de las aventuras de Adele Blanc-Sec, una folletinesca heroína del París de comienzos del siglo pasado, que el cineasta francés Luc Besson acaba de anunciar que llevará al cine en una serie de tres películas, la primera de las cuales se estrenará el año próximo. Pero sus adaptaciones de los policiales de autores franceses como Jean Patrick Manchette o –fundamentalmente– Leo Malet también le sirven como excusa para seguir dibujando a una París que ya no existe. “Nunca sufrí tanto como cuando tuve que dibujar una trama contemporánea como la que escribió Daniel Pennac en La patada”, confesó Tardi, que atribuye su obsesión por la Primera Guerra a su abuelo, que estuvo ahí pero nunca le habló de ella. “La que me habló de las trincheras, las matanzas y la tragedia era mi abuela”, dijo alguna vez. “Sus relatos me provocaban pesadillas, pero me obsesioné con esa historia. Siempre me pregunté cómo era posible que aquel hombrecito cariñoso que me iba a buscar a la salida de la escuela había podido sobrevivir a eso. Y también me pregunté si habría matado a otro hombre.” Aquella obsesión por la Primera Guerra es la que también llevó a Tardi a la Comuna, ya que el revanchismo que provocó esa guerra nace con la cesión de Alsacia y Lorena luego de la guerra perdida en 1870. Y fue esa derrota lo que desencadenó la rebelión, luego de la caída de Napoleón III y los alemanes desfilando por París en enero de 1871. Cuando el pueblo de París decide tomar las armas para defenderse de lo que consideraban una invasión inminente, comienza la Comuna. Y cuando el gobierno provisional de Adolphe Thiers intenta infructuosamente recuperar los cañones que la Guardia Nacional parisina tenía a su cuidado, es que comienza El grito del pueblo, con la gente haciéndole frente al ejército, los oficiales ordenando abrir fuego y los soldados sublevándose y pasándose de bando.

“La Comuna duró dos meses y medio, pero yo estuve cuatro años dibujándola”, cuenta Tardi, que tuvo conocimiento de la obra de Vautrin cuando éste se la envió antes de publicarla, con la idea de que ilustrase la portada. Autor de unas hermosas versiones ilustradas de las novelas de Céline, y de las portadas de las novelas de Pennac, Tardi vio en la obra de Vautrin –a quien había conocido por su mutuo fanatismo por los policiales de Leo Malet– la posibilidad de dibujar eso que durante tanto tiempo lo había obsesionado. Conocido por su obsesión de reconstruir el París de las novelas de Malet comprando diarios de la época y fotografiando cada rincón que luego iría a dibujar, Tardi reconstruyó aquella ciudad de 1871 con los pocos relatos históricos que pudo conseguir y las todavía menos imágenes que encontró. Se trata de su ciudad, sin embargo, así que está seguro de su trabajo. “Siempre me acuerdo de Art Spiegelman mirando El exterminador de cucarachas. Se mataba de la risa ante esa Nueva York vista por un francés.” El París de Tardi ocupa gloriosamente cada viñeta de su adaptación de Vautrin, y en sus esquinas se entrecruzan el pueblo en armas, Victor Hugo llorando la muerte de su hijo y Courbet pintando su cuadro más famoso y más prohibido, El origen del mundo.

Publicado originalmente a razón de un tomo por año entre 2001 y 2004, El grito del pueblo iba a tener originalmente tres tomos, pero Tardi agregó un cuarto cuando se dio cuenta de que el final de la Comuna merecía seguirse paso a paso. Su versión española comenzó a editarse a partir de 2003 y, como la mayoría de las obras de Tardi, los publicó –en lujosos volúmenes apaisados– la editorial española Norma, especializada en comics. Aunque la crisis hizo que tardasen en llegar a las comiquerías argentinas, ya se consiguen en cualquiera de ellas. El más difícil de conseguir, lamentablemente, es el tomo inicial, ya que aún no ha sido reeditado y se sigue esperando una versión final en un solo volumen, como el que recientemente se editó en Francia, con el agregado de un CD con las canciones de barricada de la época. Cuando le preguntan qué otra época histórica le gustaría dibujar, Tardi responde que la gente feliz no tiene historia. “Por eso no me puedo ver dibujando la vida de un hombre de clase media, que se gana bien su trabajo y regresa todas las noches a su casa a encontrarse con su mujer, su perro y sus chicos. Tampoco me veo dibujando a la Corte de Versalles, aunque si hubiese una buena historia, una intriga con un asesinato... quién sabe. En este momento, mientras tanto, hay un período histórico que me interesa: la época de Pompidou. Fueron años de represión, algo que me parece que se puede repetir en el futuro... Porque sigo apasionado con la idea de la Comuna, uno de los pocos ejemplos históricos de democracia directa, pero no creo que vayamos en esa dirección. Más bien en la opuesta. ¡Los versalleses han regresado!”

Los cuatro tomos se consiguen en las comiquerías locales, a la espera de una edición que los recopile en un solo volumen, como sucedió en Francia, que incluye un CD con canciones de barricada de la época.

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