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Domingo, 9 de marzo de 2008

DESPEDIDAS > MURIó JEFF HEALEY, EL JOVEN BLUESMAN CIEGO

Corazón que siente

A mediados de los ’90, en medio de la fiebre porteña del blues, Jeff Healey actuó en Obras y deslumbró a los presentes tocando en su clásica postura, con su guitarra apoyada sobre sus rodillas. Ciego desde muy joven, este guitarrista canadiense se convirtió en estrella desde sus inicios, acompañó el boom del género durante la década pasada y tocó con los mejores, desde Stevie Ray Vaughan y Gary Moore, hasta Ringo Starr y Bob Dylan. Falleció la semana pasada, a la temprana edad de 41 años.

 Por Martin Sassone

La fama le llegó luego de una película mediocre de los ’80. Protagonizada por Patrick Swayze, El duro (Roadhouse, 1988) era un gran cliché hollywoodense: los malos eran bien malos, los buenos estaban a la orden del buen Patrick, que, para variar, se enamoraba de la bella hija del jefe de los malos. Gran parte del film transcurría dentro de un antro repleto de cowboys en decadencia, señoritas lánguidas y botellas de cerveza voladoras. Sobre el escenario, detrás de ese pandemonium, aparecía un power trío de rock clásico que interpretaba “Roadhouse Blues” de los Doors y un par de blues bien crudos. El guitarrista, de melena rubia, era ciego y tocaba sentado, acostando su guitarra sobre sus piernas, lo que le permitía alcanzar unas notas que ningún otro guitarrista hubiera logrado con una Fender Stratocaster. Aquella película consolidó al canadiense Jeff Healey como uno de los mejores blues rockers del momento, con Stevie Ray Vaughan a la cabeza y con otros gladiadores de la guitarra como Johnny Winter, Robert Cray y Gary Moore, dándole nuevos aires al viejo blues.

Casi dos décadas más tarde, Healey murió el domingo pasado en un hospital de su Toronto natal. El cáncer de retina que lo dejó ciego de pequeño, que lo alejó una y otra vez de los escenarios, que condicionó siempre su vida, volvió una vez más y esta vez fue la última. Tenía apenas 41 años, esposa y dos hijos. El cable que trajo la noticia de su muerte lo calificaba como “legendario”. Hay razones para ello: en él había algo de la magia de Hendrix, de Clapton, de Page, amalgamado con su propio estilo, vibrante y visceral. The New York Times, en su obituario, usó una definición de la revista especializada Guitar Player: “Healey es uno de los pocos tipos que pueden tocar el jazz de preguerra de Louis Armstrong con la trompeta y a su vez el blues rock bien eléctrico de ZZ Top con la guitarra”.

No tan duro

El nombre de Healey se hizo conocido de forma masiva luego de El duro, es cierto, pero ya había juntado bastante experiencia en bares y festivales tocando ante audiencias exigentes, y en el mundillo del blues ya era muy respetado. Su relación con Stevie Ray Vaughan estaba sustentada por el afecto y el respeto profesional. “Era un buen amigo y un músico excepcional”, contó Healey luego de la muerte de Vaughan. Se habían conocido en 1982 y luego, en 1986, tocaron juntos en un mítico concierto en el Albert Hall de Toronto junto a dos históricos del blues, Albert Collins y B.B. King.

Pero todo cambió para Healey a gran escala cuando se hizo famoso en Estados Unidos por su aparición en la película. Elevó las ventas de su primer álbum, See the Light (1988), un disco cargado de shuffle, wah wah, baladas y blues en estado puro. Pero fue con su segundo disco, Hell to Play (1990), que se consolidó como un gran performer. La interpretación de “While my Guitar Gently Weeps”, con George Harrison y Jeff Lynne como invitados hiela el alma, y “I Think I Love you too much”, con la guitarra de Mark Knopfler, es otra reliquia. Ambos discos se convirtieron en referentes del blues moderno. “Por entonces todo era un torbellino. No paraba de tocar en vivo, de dar entrevistas. Salía de gira con ZZ Top, Ringo Starr y Bob Dylan”, recordó Healey años después.

En 1995 volvió a grabar para el sello Arista un álbum de covers: 50 por ciento rock clásico, 50 por ciento blues tradicional que reflejaban sus influencias, con temas de Los Beatles, Zeppelin, Clapton, Hendrix, Robert Johnson y Howlin’ Wolf. El lanzamiento de ese disco coincidió con su visita a la Argentina. El 25 de mayo de ese año sacudió Obras y les mostró a todos que no sólo sentado podía tocar: cuando sus dedos calentaban las cuerdas lo suficiente, se paraba inclinando su cuerpo levemente hacia atrás y con la mano por encima del mástil de su guitarra sacaba unos solos arrolladores mientras bailaba con movimientos espasmódicos sin alejarse mucho de la silla. Aquella noche tuvo la mejor acogida del público porteño, que antes había humillado con silbidos al cantante Paul Rodgers (ex Free y Bad Company) y que escuchó con cierta indiferencia a la Mississippi, que desplegó su repertorio de blues criollo.

Un lio de blues

Su éxito no fue gratuito: las presiones de las discográficas, las exigencias de sus patrocinadores, diferencias con los miembros de su banda y sus eternos problemas de salud lo forzaron a dar un giro a su carrera para tener un respiro. Mientras conducía un programa de radio en Toronto empezó a codearse con el jazz de los años ’20 y ’30. Cambió su power trío por los Jazz Wizards y el sonido rockeado de su Strato por el suave swing de una Gibson L-12 y la estridencia de una trompeta, y entre 2002 y 2006 grabó tres discos de jazz. El cambio sorprendió a muchos, pero él lo explicó con naturalidad: “Fui afortunado por criarme en una casa donde se escuchaba de todo. Fue una buena base para mí. Escuchaba jazz y blues hasta pop, country y rock and roll. De todo, en general”.

El año pasado, una vez más su salud volvió a alterar sus prioridades y lo obligó a acotar sus giras a Canadá. Trató de volver al ruedo internacional y se presentó en algunos conciertos en Alemania e Inglaterra, coronándolos con una presentación televisiva en el show de Jools Holland. En Alemania firmó contrato con el sello Ruf y se dedicó a la grabación de “Mess of Blues”, buscando una vuelta a su sonido original orientado al blues rock. Terminó de grabarlo, pero no llegó a escuchar la mezcla final: el álbum recién será editado en Europa a fin de mes.

Antes de ser internado en el hospital St. Joseph Health Center tenía previsto una serie de shows que fueron cancelados. A fines de 2007 le habían sacado dos tumores de los pulmones y se sometió a quimioterapia, pero al tiempo volvieron y también recrudeció su cáncer de retina. Hasta último momento quiso seguir tocando, pero su físico no resistió. Su hermana Kuypers lo explicó así: “Estaba realmente esperanzado. Creía que lo iba a poder superar. Ya había superado muchos contratiempos en su vida. Era una persona increíble. La gente lo amaba porque su música había hecho mucho por ellos. Muchos lo extrañarán”.

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